En una autobiografía no autorizada que me reclamaron a modo curricular para impartir un seminario sobre “Esclavitud y Democracia”, en vez de limitarse a reflejar los convencionales tres objetivos que todo hombre debe cumplir en esta vida, cuales son, “Leer un libro; plantar un árbol; y tener un hijo” trasgredió mi más profundos intimidad sentimental aireando la particular trinidad mental a perseguir en la existencia, a saber: falsificar moneda legal; asaltar un furgón blindado y atracar un banco. Hace tiempo que me confieso un fracasado social que vive sus sueños en películas donde siempre me pongo del lado de cuantos personajes realizan mis fantasías en la pantalla, aun a sabiendas, de que la industria cinematográfica tiene órdenes expresas de no presentar como triunfadores a falsificadores, asaltantes y atracadores, para no enaltecer al Ronbin Hood que todos llevamos dentro, sibilina censura igualmente practicada a diario en la prensa libre – libre de información – pues sólo se reflejan actos de esta índole que o bien terminan con sus autores detenidos para disuadir a quienes estén pensando en emprender esta carrera o bien en su desarrollo acontece una desgracia que ciertamente cosecha la desaprobación general aborregada como está la población de pacifismo. Muy raramente aparecen en los medios de comunicación “atracos perfectos” donde los autores salen triunfantes con el botín sin causar daños personales, realidad que se permite trascienda al gran público dada su sofisticación inalcanzable para el ciudadano de a pie, idéntico tratamiento que se ofrece con los casos de corrupción financiera que no están al alcance de los profanos por muy paganos que seamos. Por eso, llama la atención lo sucedido hace algunos días cuando los diarios se han hecho eco de un atraco exitoso sin víctimas, que para más sorpresa, hablaba entre líneas muy bien de sus autores, hasta el extremo de que a cualquier lector con dos dedos de frente le encantaría estrecharles la mano, darles dos besos y concederles un premio al mérito civil. Extracto lo publicado: “Hacia las dos menos cinco, dos hombres con el rostro disimulado por pañuelo y gafas de sol irrumpieron en la oficina armados con pistolas al grito de ¡Esto es un atraco! encontrándose todavía presentes dos empleados y cinco clientes que fueron debidamente maniatados en el despacho del Director, tranquilizados por los propios atracadores que les comunicaron no buscar su dinero personal, sino sólo el del banco. A pesar de que la sucursal se halla en una zona céntrica, nadie se percató de lo que sucedía en el interior durante media hora.” Lo descrito, no puede ser calificado más que de “Atraco Perfecto”. Es un golpe maestro dado por auténticos profesionales. La noticia es toda una lección de cómo deben acometerse estos recortes financieros: primero se espera al horario de cierre para evitarse visitas de nuevos clientes y garantizarse cierta paz en el trabajo; segundo se debe evitar a los tontos que están dispuestos a morir por el dinero ajeno mostrar su estúpida disposición; tercero, no está de más remarcar que se atraca sólo al banco y no a los bancarios ni a los clientes, de ello ya se ocupa el propio banco; cuarto, los rostros deben estar cubiertos pero sin que sea un disfraz de ladrón con el que te puedan identificar rápidamente al entrar o salir; y por último, ha sido todo un guiño al Arte, a la elegancia, a la tradición y al oficio, la entrada en escena con la exclamación ¡Esto es un atraco! Cuando sea mayor, antes de jubilarme a los 75 años, quisiera hacer un atraco como éste para completar la pensión. Pero mucho me temo que para entonces no habrá dinero en los bancos, ni en los cajeros, ni en los furgones blindados, ni en la Casa de Moneda y Timbre, no tanto porque el dinero de plástico circule electrónicamente, cuanto por que el verdadero “Atraco Perfecto” haya sido consumado por los integrantes de la Plataforma Para el Saqueo Organizado de España y sus socios los banqueros.