A finales del siglo XIX, el físico irlandés Fitzgerald emitió la hipótesis de que toda la materia se contrae en la dirección del movimiento en relación directamente proporcional a su velocidad. De modo independiente, el matemático holandés Lorentz predijo la dilatación del tiempo y el aumento de la masa de un cuerpo o partícula. A comienzos del siglo XX, todavía en calidad de hipótesis, Einstein incorporó ambas especulaciones a su Teoría de la Relatividad Especial, aunque no ha sido hasta mucho después, con la irrupción de los Grandes Aceleradores capaces de imprimir a las partículas velocidades relativistas que ambos supuestos han sido corroborados.
Y es posible que en física o matemática, las ecuaciones del Efecto Fitzgerald-Lorentz anticipen la contracción de las distancias y el aumento de las masas. Pero en lo relativo a la economía parece que operan a la inversa, como puede comprobarse en las grandes superficies de los supermercados:
La disminución de los supermercados de barrio ha hecho crecer las grandes superficies, aunque casi mejor hubiera sido formularlo del revés. En cualquier caso, los ciudadanos cada vez hemos de recorrer una mayor distancia para adquirir, se supone, la misma mercancía. De modo relativista, ya sólo por ello podríamos mantener que, la masa de la compra ha disminuido en relación con la distancia recorrida. Pero no es esta la razón que justifica estas líneas. No sólo ha disminuido la masa de la compra en relación con los metros de la distancia recorrida; también lo ha hecho en relación al producto en si mismo considerado.
Sin que se me enrede en la diferencia escolar entre Peso y Masa, el pasado Viernes puede observar el fenómeno en tiempo real en el Eroski de Castro Urdiales. En un mismo espacio aunque en baldas distintas para despistar a la clientela, había dos tipos idénticos de bolsas azules con letras rojas de patatas fritas de la marca Matutano. El hecho de que dos productos iguales ocuparan lugares distintos me llevó a comparar los precios siendo estos también idénticos 1,12 euros. Al tanto como estoy de las distintas técnicas subliminares de venta adoptadas por las grandes superficies para que los pichones paguen más por menos, primero me hice con el producto de la balda superior que es el que está a la altura de los ojos y de más fácil acceso a la mano del panoli, comprobando de inmediato que aunque los aspectos accidentales eran muy similares a los de siempre en cuanto a forma, nombre y color, había algo distinto cuya relevancia no tardaría en detectar cuando me agaché a buscar las diferencias, cual pasatiempo en 3D de los “Ocho errores” en el mismo producto situado en un rincón inferior del estante. ¡El peso!
Al parecer, la marca en consonancia con la cadena de estafamiento, para mantener los precios ha optado por rebajar la mercancía – quien sabe si también la calidad – sin previo aviso del consumidor, para ser exactos en casi un tercio de su peso en gramos disminuyéndolo de 160 g. a 1,10 g. sin que ello se viera reflejado en un envoltorio más pequeño que hubiera puesto alerta al comprador. En verdad, esta práctica criminal empresarial consentida por las autoridades criminales gubernamentales, está muy extendida entre muchas marcas y sus distribuidores que de continuo conspiran contra el consumidor en precios, calidad y por lo que se puede apreciar también en cantidad.
Que es una estafa no cabe la menor duda, pues cuando introducen en los productos un 10% más de lo habitual, pronto el hecho es destacado con franjas igual de engañosas en su tamaño tanto en el envase como en la etiqueta de los precios y la cartelería promocional del establecimiento, por lo que no hacerlo cuando el contenido de la mercancía disminuye es todo un robo al consumidor además de un desprecio absoluto de la confianza y fidelidad mostrada por su clientela.