El pasado Viernes, Emilio Botín, Presidente del Banco de Santander, con ocasión de la presentación de su marca a la sociedad estadounidense, dio una rueda de prensa en Nueva York junto al Alcalde de la ciudad Michael Bloomberg que calificarla de esperpéntica se quedaría corto.
Entre otras muchas perlas discutibles, presentó a España como como “un referente para el FMI”, declaración que más que animar, espantaría a cualquier mente sensata y sobre el fichaje de Rodrigo Rato por la entidad aseveró estar “encantado con él por su mucha experiencia” afirmación que no mejora la anterior a tenor de lo sucedido en Bankia que para hacernos una idea de su significado en economía traducido en términos religiosos vendría a decir que: la Iglesia española, es contemplada como modelo por los Talibanes afganos al tiempo la Curia expresa estar encantada con Daniel Galván, el pedófilo indultado por el Rey de Marruecos por su mucha experiencia.
Escuchando estas delirantes palabras y otras aún peores como que “la banca española está deseando prestar dinero a clientes buenos, no a insolventes ya que para eso ya prestamos bastante mal prestado hace años» frase desagradecida para una población que bien podría decir “La ciudadanía española está deseando ahorrar su dinero en bancos buenos, no insolventes a los que ya hemos entregado a fondo perdido, bastante mal entregado, todos nuestros impuestos”… la indignación en mi aumentaba por momentos. Menos mal que tuve la paciencia de escuchar lo suficiente, como para que toda la rabia provocada por tan insultante discurso, se tradujera en euforia e ilusión, al enterarme por su boca que «es un momento fantástico para España» porque «llega dinero de todas partes».
¿Cómo? ¿Qué llega dinero por todas partes? Sin pensármelo dos veces, limpié las gafas, me colgué al cuello los prismáticos, desempolvé el detector de metales y salí a la calle dispuesto a ver por donde venía o en su defecto a encontrarlo yo mismo, con ayuda del pastor alemán del vecino al que me ofrecí para sacar a pasear. Inconsciente de mi, lo primero que hice fue ir a la sucursal más cercana para hacerme con un billete de 500 euros al objeto de restregárselo por el morro al animal; el pobre perro se volvió loco tirando de la correa como en estampida ladrando de banco en banco hasta el Ayuntamiento, del ayuntamiento a las inmobiliarias, de las inmobiliarias a las Notarías, de las Notarias a las Casas de Apuestas y Loterías, de estas a los prostíbulos, de los prostíbulos al banco y vuelta a empezar. Cansado del alocado periplo, aún a riesgo de destapar la liebre, me decidí a llamar por teléfono al aeropuerto, a la estación de tren y autobuses, a los responsables de la autopista, y a taxistas amigos, preguntando por si habían visto llegar dinero. Pero nadie sabía nada. O eso decían.
Me he pasado el fin de semana vigilando cualquier entrada sospechosa de divisas al vecindario apostado cerca de un supermercado por si un jubileta pretendía adquirir jamón de bellota fuera de la temporada navideña, investigando en el puesto de chucherías si algún pequeño hubiera intentado pagar en dólares las golosinas o si las amas de casa se paraban a contemplar escaparates de joyerías…por si pudieran ofrecerme alguna pista fidedigna de por dónde viene el dinero.
No he debido ser el único en ponerme alerta ante la llegada masiva de capitales, pues la gente no llenaba los comercios, ni abarrotaba las cafeterías, las mesas de los restaurantes estaban vacías, se podía caminar muy holgadamente por los grandes almacenes…seguramente porque los clientes, empleados a fondo en buscar el dinero que está por todas partes, como yo, no tenían tiempo para ir de compras, al cine o a los estadios de fútbol. La fiebre por el dinero ha llegado a tal extremo, que muchos autónomos, pequeños empresarios, hosteleros y comerciantes, no han dudado en cerrar sus negocios para ponerse a buscar el dinero del que habla Emilio Botín.