El bucle entre Guerra-Paz tiene más que ver con los asuntos económicos que con los éticos, por cuanto las élites extractoras conducen a las sociedades de un polo a otro, según sea el beneficio proveniente de uno u otro estado de cosas. Esta observación, me ha granjeado airados reproches intelectuales acerca del materialismo que profeso en cuestiones de Antropología, máxime, cuando la aplico cruda a realidades concretas como en su momento hiciera respecto al denominado “Conflicto Vasco”, al proponer que todo cuanto se planteaba en términos de nación, voluntad popular, soberanía y Estado de Derecho, se podía resolver fácilmente por los implicados con dinero sobre la mesa. Huelga comentar las lindezas que ello me supuso, que sólo remitieron en el instante que esgrimí en mi defensa la nada casual relación etimológica entre los verbos “pagar” y “pacificar”, que por algo mantiene el refrán que el que paga descansa y el que cobra…¡más!
El ciudadano responsable que no haya perdido de vista al gobernante como enemigo natural, entenderá mejor la necesidad de pagar a cada instante en la sociedad contemporánea, tanto cuando cobra el sueldo, percibe un interés o hereda, por medio de impuestos directos, retenciones, tasas, etc, como cuando paga en sentido coloquial al adquirir los productos con la cantidad que el gobernante haya tenido a bien dejarle momentáneamente sin sustraer del bolsillo para su supervivencia a través de los denominados impuestos indirectos, verbigracia, al adquirir una vivienda o algo más básico todavía: alimentos de primera necesidad a cuyo IVA no escapan ni los más desfavorecidos del barrio…mejor, al menos, que el infeliz que lo haya olvidado habiéndose creído eso de que los mandatarios nos representan, trabajan en pos del bien común y del interés general, como si no tuvieran mejor cosa que hacer, pues lo mire por donde lo mire, no le sale a cuenta que le hagan el favor y más le valdría ser robado por un ladrón que pagar impuestos por emprender cualquier actividad, trabajar sus ocho horas ¡diarias!, por cobrar el salario, por patentar un invento, por comprar un utilitario, por aparcar en la acera, por consumir en el supermercado…en definitiva, por vivir bajo su protector yugo.
Meditando seriamente sobre la cuestión, me he decidido por conjugar el Presente de Indicativo del verbo “pagar” por si en su desarrollo aflorara algún detalle favorable a la causa justa de la pacífica Población que haya pasado desapercibido hasta la fecha. Es con este ánimo que emprendo tan pueril tarea, más propia de primaria que de un artículo de opinión.
Yo, como Autónomo, pago miles de euros en impuestos a lo largo del año; es más, hago de recaudador para los criminales que nos gobiernan factura a factura, pasándome los meses trayendo y llevando el IVA. Tú, asalariado, lo tienes peor; tú pagas porque en tu menguante nómina hacen lo que les viene en gana, sin el privilegio de poder defraudar al fisco si no es que te toca la Lotería que por cierto también le toca a Hacienda en una quinta parte. Ese asalariado de cuello y corbata, que parece no ir con él, también paga en el recibo de la luz, la gasolina, el transporte, las basuras, el IBI, y el largo etcétera conocido y por conocer. Es así, que todos nosotros pagamos, repagamos y copagamos cantidades ingentes injustificables a la casta parasitaria aliada con las élites extractoras que sin el menor sonrojo se atreven a hablar de una sanidad, una educación o un parque de bomberos deficitarios, de un sistema de pensiones en crisis o un Estado en bancarrota, cuando por nuestra parte, día ¡sí! y día ¡también! entregamos a manos llenas todo nuestro capital y esfuerzo a las avariciosas y corruptas arcas de sus Señorías. Y vosotros, también pagáis; lo pagáis muy caro, no sólo en dinero contante y sonante, también en tiempo, salud y bienestar físico, psíquico y mental pues no es grato estar bajo la espada de Damocles esperando a que te rebane el cuello el vencimiento de la hipoteca o que te embarguen la casa por un simple impago de una letra del televisor que te permitiste el lujo de comprar a plazos. La cuestión entonces es…¿Y ellos? ¿Pagan ellos?
Sinceramente, creo que no. Y es aquí donde he encontrado ese matiz que puede ayudarnos a ponerle remedio práctico a la situación de opresión que padecemos. Es hora de que paguen. Es hora de hacerles pagar. Y si se han gastado todo nuestro dinero, que lo paguen con la vida como hace el resto.
Los escraches son (somos) de alguna manera el reflejo del Cobrador del Frack.
La política no tiene la culpa, sino que es del interface de puta del que se le ha dotado.
¡Si se paga! ¡Cobrarnos lo nuestro, sí se debe!
Un saludo mesetario.