La palabra Regaliz, se cuela en el Diccionario de Bellas Palabras, por ser modelo de otras muchas, siendo su caso, uno de los pocos en que el referente se ve enriquecido sustancialmente, aromáticamente y gustativamente, de su esencia referida, aunque por si misma posea dones que la hacen merecedora de ocupar su lugar en estas nobles páginas, honor en el que le hacen compañía a modo de guarnición voces como matiz o barniz.
Entre las cualidades que hacen bello su significante sea grafológico o fonético, hemos primero de enunciar la z final. No es cuestión de redundar aquí el refuerzo del argumento sobre esta grafía ya expuesto para la voz Zascandil, sólo que allí tratamos de la z gráfica y de su presencia al inicio de palabra, tocando ahora hablar de la z en su fonología y su aparición al final del vocablo.
La z al final de la palabra, tanto por su trazo, cuanto por su sonoridad, deja abierta la palabra en la mente de quien la escucha, la lee o la pronuncia. Esta apertura dispara la conciencia del hablante hacia un evocador horizonte que le anima a regodearse en la palabra dicha antes de continuar con la siguiente. Así, si la z inicial introducía al hablante en un laberinto y el elemento acuoso, la z final lo vaporiza en la efervescencia del soplo ligero del aire que se deja llevar.
Esta cualidad de la z de estirar las palabras se ha traducido en una mayor presencia que la que le corresponde en la categoría de los monosílabos escritos como, paz, pez, hoz, luz, coz, faz, tez, voz, haz, vez…a los que debemos sumar los fonéticos terminados en d como lid, red, sed, vid.
Precisamente por esta atractiva característica del sonido z, las palabras terminadas gráficamente en d gustan de pronunciarse en z sin disimulo alguno como ocurre con Madrid, laúd, abad…o cualquier imperativo verbigracia id, tomad, tened, etc, asunto nada casual, pues el sonido z perpetua en la conciencia la orden que se desea transmitir en la acción verbal.
Este uso inconsciente de la z en castellano puede apreciarse de manera más diáfana en eternidad, infinidad, humanidad, conceptos que multiplican su amplitud al terminar fonéticamente en z.
Como hemos visto, son muchas las voces terminadas en z sea oral o por escrito, resultándome harto difícil hallar una que suene mal, a lo más algo sosa como pez cosa que se le puede disculpar afectada por ser un monosílabo. ¿Por qué entonces encumbrar al DBP el término Regaliz?
Para despejar esta duda hemos de reparar en la vocal anterior a la z. Como hemos subrayado en más de una ocasión en otras entradas del diccionario, la i introduce la sonrisa en la conciencia del hablante al margen de lo que diga la palabra. En este caso, las voces acabadas en -iz se imponen en simpatía al oído a todas las demás finalizadas en z con otra vocal. Así, ocurre con nariz, raíz, codorniz, perdiz…
Regaliz es entonces adalid de todas las bellas palabras terminadas oralmente en z o –iz que por distintos motivos no tienen el empaque suficiente para entrar en el DBP, si bien hay algunas que deben ser cuando menos citadas expresamente aquí por derecho propio como matiz o barniz.