Pocas voces acabadas en (e) son bellas sin hacer gracia, pues la segunda vocal, con frecuencia es empleada en la terminación léxica para proyectar cierta degradación del término, aunque a su vez, introduzca por inversión psicológica ternura en el contexto por parte de quien atiende su significado como ocurre con la terminación –ete en taburete, chupete, o retrete y en menor medida, en cacahuete, torniquete o soniquete. Con todo, la (e) cae simpática y su simpatía hace afable tanto al grumete como al elefante, al berrinche y al cachivache.
Precisamente, esta simpatía de la (e) se aprecia en Azabache, aunque en ello tenga mucho que ver no tanto la vocal por si misma, cuanto la conjunción con el fonema (ch). De hecho, otras voces terminadas en –che, cuando menos, son simpáticas o agradables como mapache. Curiosamente la terminación –che, sólo imprime este carácter a la palabra cuando esta alcanza el trisílabo, pues en vocablos como parche, bache, coche, o noche, les afecta su degradación o ensombrecimiento. Un modo de verificar que es el fonema (ch) el que eleva en grado la simpatía de la palabra nos lo brinda el térmno “Compinche” mucho más simpáitco que el mero cómplice aunque este también participe de la terminación en (e).
La belleza de azabache, destaca sobremanera, porque es muy dicifil hallar en español una palabra que contenga (ch) sea al cominzo sea entre vocales que no esté contagiada de la vulgaridad y chavacanería que a priori la (ch) introduce en cualquier término, como ocurre en chabacano, chamizo, chulo, chivo, charco, cacho, riachuelo, mochuelo, macho, chiste, chocolate, chorizo, chuche…aunque hay excepciones como ocurre en chicle por tratarse en origen de una onomatopeya.
Azabache, ha sorteado esta dificultad, acaso porque es una palabra que empieza muy abierta y por ello es muy grata de pronunciar y de escuchar, pues tanto al emitir el sonido zeta como el (be) debe enfatizarlo lo que provoca enorme placer. No obstante, este placer de pronunciación y escucha, sólo se verifica cuando la secuencia abierta posee un desahogo como sucede en “Azahar” otra bella palabra donde la erre deja escapar la contención de la hache intercalada, o como en el caso que nos ocupa, la terminación –che le pone repentino broche que cierra su deleite para disfrutarlo en la contraposición entre los escapistas sonidos zeta y che.
Observemos lo que gana una frase de emplearse en ella la voz Azabache en lugar de otras menos bellas:
a) La joven de cabello oscuro se aproximaba…
b) La joven de cabello negro se aproximaba…
c) La joven de cabello azabache se aproximaba…
El color del cabello no varía, lo que varía, es la impresión mental que el azabache ejerce sobre toda la situación descrita que promete mucho más.