A primera hora de la mañana, el Príncipe aguarda el memorándum atribulado por la posibilidad de no haber hecho lo suficiente para impedir la creación de empresas en sus dominios, es decir, no haber sido lo suficientemente Hijoputa a este respecto cosa que lamenta muy sinceramente.
-Príncipe: ¡Ay! Mísero de mi. ¡Ay! Infelice! Yo que provengo de una familia de Hijoputas probada y reprobada no soy digno de mis ancestros. Mi familia ha arruinado países enteros, ha provocado guerras internacionales y civiles, ha logrado por un pacto de familia hasta liquidar todo un Imperio y yo, que me hago llamar Hijoputa ¿No seré capaz de impedir que los súbditos que viven bajo mi transición desistan de crear una empresa? ¡Se van a enterar! Les voy a quitar las ganas de poner hasta un puesto de caramelos.
-Consejero: Buenos días tenga el Hijoputa. Aquí le traigo el memorándum solicitado para hoy sobre las trabas y dificultades puestas por el Gobernante Hijoputa a los ciudadanos a fin de entorpecer la creación de empresas en nuestro territorio. Como puede apreciar no es delgado que digamos.
-Príncipe: Bien, empiece a leérmelo.
-Consejero: Pero, tardaremos toda la mañana. Son muchos años maquinando esta legislación para imposibilitar que un ciudadano monte una empresa por su cuenta. Va a ser tedioso. Y no sé si el Hijoputa está dispuesto a escuchar toda la retahíla de requisitos, plazos, instituciones, organismos que jalonan su lectura.
-Principe: El Hijoputa está entusiastamente dispuesto. Mas, dado que me advierte que nos llevará toda la mañana, mejor será que nos tomemos asiento y despachemos el memorándum mientras desayunamos.
-Consejero: Gracias ¡Majestad!
Tras estas palabras, el Consejero acompañado de su maletín se disponía a sentarse junto a la mesa del Príncipe cuando de pronto…
-Príncipe: ¿Qué hace usted? Usted deberá leerme el memorándum ahí de pie, mientras nos, desayunamos.
-Consejero: Disculpadme Hijoputa. Solo pretendía acercarle una copia del memorándum para que pueda seguir la actual trama de disuasión que diseñamos en todos estos años. Si lo desea el Hijoputa puedo empezar a exponerlo.
El Príncipe entretenido con un cruasán le hizo ademán de conformidad y el consejero emprendió la lectura del extenso y árido memorándum. Tras varias horas en las cuales el Gobernante Hijoputa ora se mostraba aburrido con el elenco de leyes, ora se venía arriba con las disposiciones arbitrarias que él mismo había dispuesto, la exposición del Consejero agotado llegó a su fin.
-Príncipe: Debo reconocerlo, como Hijoputa me encuentro gratamente sorprendido de lo bien llevado que está este feo asunto de la creación de empresas. Lo reconozco, está muy difícil ponérselo peor al ciudadano. Pero, es nuestra obligación que la oscuridad del recorrido burocrático sólo lo sea para el ciudadano y no para nos mismos el Gobernante hijoputa. Por consiguiente, repasemos detenidamente cómo funciona este mecanismo disuasorio para averiguar por qué no resulta infalible.
-Consejero: Los deseos del Hijoputa son órdenes. Para empezar, el Gobernante Hijoputa en previsión de que algunos ciudadanos se mostrasen interesados en montar una empresa, al objeto de desanimarlos y despistarlos en sus primeros pasos estableció en Hacienda varias ventanillas encaminadas a tal fin: dispuso una ventanilla dedicada a Sociedades y otra para dar de alta empresas. La idea era que cuando un novato se acercara a Hacienda para interesarse por cómo debía hacer para crear una empresa, arrojara la toalla por no saber siquiera qué preguntar, dado que en estas ventanillas no le podían dar respuesta a ninguna pregunta al respecto.
-Príncipe: Está mal que lo diga yo, pero la verdad es que estuvo muy bien pensado. Al principio estuve inclinado por poner funcionarios indolentes e ineficaces en estos lugares de atención al público, pero como quiera que en último término fueran hijos de ciudadanos, vecinos de ciudadanos, amigos de ciudadanos, en definitiva, ciudadanos ellos mismos, cabía la posibilidad que entre unos y otros se ayudaran de verdad, por no hablar de que los cuadros intermedios de los que debemos desconfiar siempre, se tomaran en serio su trabajo de selección del personal y por descuido la tropa funcionarial terminara nutrida por los mejores, no olvide que su modo de acceso es la oposición y son en consecuencia Opositores y Oposición. Así, querido amigo, como Gobernante Hijoputa que soy, dispuse no dejar en manos del azar o el capricho humano de terceros, lo que bien puede anticiparse de modo mecánico mediante la legislación. De este modo, aunque hoy contemos con un cuerpo funcionarial excelentemente preparado, diligente en su trabajo e incluso los hay de vocación, lejos de ayudar a su prójimo, con su buen hacer evitan que puedan crear empresas o cualquier otro menester, verbigracia, presentar un libro en una Casa de Cultura.
-Consejero: Perdone el Hijoputa, pero me he perdido en la exposición. No llego a entenderle del todo.
-Principe: Por eso solo eres Consejero del Gobernante Hijoputa y no Gobernante Hijoputa. Es un mecanismo sutil y sibilino digno del más Hijoputa Gobernante que quepa imaginar. Voy a ver si soy capaz de explicártelo de modo que lo entiendas mejor: imagina que el Gobernante Hijoputa lo confiara todo a un cuerpo de funcionarios perezosos, absentistas, con formación deficiente en su campo…sin atender debidamente la legislación, en otras palabras, un funcionario decimonónico. Y supongamos también que esa legislación fuera clara y sencilla como acontece en las sociedades libres y virtuosas. Evidentemente, el resultado circunstancial de la confluencia de una buena legislación en manos de un funcionario de esas deseables características, sería del todo perjudicial para el ciudadano y muy beneficioso para el Gobernante Hijoputa.
-Consejero: Y ¿Dónde está el problema?
-Príncipe: El problema reside en que el perezoso se puede desperezar; el absentista se puede presentar; y el poco instruido se puede formar por las noches y a escondidas…¿Qué sucedería entonces? Las leyes se cumplirían y todo funcionaría sin necesidad de Gobernantes Hijoputas y sin Consejeros de Gobernantes Hijoputas, esto lo digo para que lo entiendas bien.
-Consejero: Pero las leyes están para ser cumplidas…
-Príncipe: Pero solo las malas leyes. Las buenas leyes sólo son referencias morales, algo así como mandamientos… ¿No serás tú de esos que quieren que se cumpla la Constitución o que se han creído la Declaración de los Derechos Humanos? Esas cosas están para ser firmadas, juradas y celebradas cada cierto tiempo. Pero no para cumplirlas. ¡¡¡Habrase visto!!! Sólo las malas leyes se cumplen a rajatabla con los más débiles y desamparados.
-Consejero: Reconozco en su persona a un auténtico Gobernante Hijoputa.
-Príncipe: A lo que estábamos…Pero, si el Gobernante Hijoputa, en vez de dedicar sus primeros esfuerzos en crear un cuerpo de funcionarios lentos, vagos, torpes e ineptos, que ciertamente harán la vida difícil al ciudadano, pero que tampoco se la facilitarán a él cuando se trate de hostigar, vigilar, reprimir y castigar al Pueblo por las mismas razones, empeñara toda su energía y talento a conformar una legislación opaca, laberíntica, arbitraria, compleja y sumamente injusta, nada habría de temer de contar en nómina con los mejores en las distintas disciplinas entre los funcionarios, pues su pericia profesional inmersa en un sistema denso, oscuro y demencial como el descrito, antes de corregirlo, lo acentuará por defecto, no poniéndose así en riesgo el objetivo de entorpecer en lo posible la vida de la ciudadanía. No olvide que los funcionarios son ciudadanos y pueden empatizar con quien tienen en frente, pueden sentir irrefrenables deseos de ayudar, pueden haber acudido ese día felices al trabajo, e incluso pueden verse animados a demostrar su capacidad mental o profesional ante una determinada dificultad…y si esto sucede con gente torpe, no hay problema; pero estaríamos apañados de acontecer con los funcionarios del siglo XXI, los denominados “milennials” que tienen master, saben informática y hasta inglés. Los ciudadanos dejarían de tener problemas si la legislación fuera buena, clara y sencilla. Y todos sabemos que si no hay problemas, no son necesarios los Gobernantes Hijoputas.
-Consejero: Ahora comprendo…El Gobernante Hijoputa ha diseñado un sistema en el que interactúa un funcionariado, ágil, diligente, capaz y eficiente con una legislación densa, oscura, laberíntica, opaca, compleja e injusta. Lo que no entiendo del todo, es ¿Por qué no haber puesto en relación esa misma legislación demencial con un cuerpo funcionarial lento, torpe, incapaz e ineficiente? A mi parecer el objetivo de fastidiar a la ciudadanía se vería reforzado.
-Príncipe: Es posible que al principio así fuera…pero en tal caso todo el sistema se atrofiaría y pronto sería reemplazado por otro totalmente opuesto por la Ley del Péndulo. Es decir, a medio plazo, habría una revolución de carácter autogestionario donde un reducido personal muy eficiente asistido por una pequeña legislación clara y sencilla bastaría para una ciudadanía libre y virtuosa. Te lo voy a explicar con un ejemplo: supongamos que buscamos acabar con la vida de los habitantes de una aldea por motivos urbanísticos. A tal propósito se presenta en el Consejo de Ministros la idea de meterlos a todos en un autobús y que sufran un accidente. Evidentemente, para dicho objetivo sería absurdo contratar un chofer de primera, descansado y abstemio con un autobús de lujo dotado de todas las comodidades, limpio, reluciente, recién salido de la Mercedes. Pero, tampoco sería muy hábil por nuestra parte, contratar los servicios de un chofer borracho, insomne sin carnet de conducir y ponerlo al frente de un autobús destartalado, sucio, que echa humo y un motor ranqueante, porque en tal caso nadie querría subirse a él. Ahora, sustituye chofer por funcionario y autobús por legislación y comprenderás mejor lo que te digo.
-Consejero: Pero, qué Hijoputa es su Majestad.
-Príncipe: Bueno, para empezar no está mal. El ciudadano interesado en crear una empresa, infeliz acude a Hacienda para que le informen de qué debe hacer para crear una empresa; aquí le informarán de todo, menos de eso y le harán ir a Sociedades, Alta de empresas, IVA, IAE…hasta que a alguien se le escape, que lo primero que ha de hacer es ir al Registro Mercantil para registrar el nombre de la Empresa.
-Consejero: ¿Y a ese funcionario de Hacienda no se le puede sancionar de algún modo?
-Príncipe: Lamentablemente no. Pero estoy fatigado y como a la tarde debo firmar algunos indultos te emplazo a otro momento para seguir con el repaso del memorándum que por cierto, precisa un título adecuado para darlo a conocer a la ciudadanía.
-Consejero: Que le parece “Disposición para el Fomento Empresarial”.
-Príncipe: ¡Excelente! Veo que has entendido perfectamente mi intervención.