Aquella noche, todo el Palacio del Príncipe de Orbajosa permanecía tranquilo y en silencio. ¿Todo? ¡No! En un apartado rincón, en su diminuto habitáculo adyacente a la sala de Plenos, alguien parece agitado, con la luz encendida sin poder conciliar el sueño dando vueltas entre papeles junto al escritorio. Se trata del Consejero del Príncipe preocupado por la soledad del Gobernante.
-Consejero: ¡Pobre Príncipe! ¡Qué desdicha la suya! Saber que todos te llaman “hijoputa” a tus espaldas al extremo de convertir el insulto en Título. ¿Es justo? ¿A caso es posible que todas las putadas que hacemos a la ciudadanía sean responsabilidad de un solo hombre? ¿De un hombre solo? ¿Solo de un hombre? No nos engañemos…Si hay un gobernante hijoputa, es porque muchos hijos de puta colaboramos. No es bueno que el Gobernante esté sólo; debemos mostrarle todo nuestro apoyo y cariño; que se sienta orgulloso de si mismo y de quienes le rodean. Yo también soy un Hijoputa ¡¡¡Y se lo voy a demostrar!!!
Sin haber pegado ojo, el Consejero carpetas en mano y muy ilusionado se apostó firme a la entrada del despacho del gobernante a las 6:00 h. para ser el primero en darle los buenos días y hacerle saber algunas ideas propias para mejorar la DFE, la Disposición para el Fomento Empresarial.
Habían pasado las horas y el Príncipe no llegaba y su firmeza e ilusión se fueron acurrucando hasta caer al suelo vencido por el cansancio y el sueño, cuando a eso de las 11:00 h apareció el Príncipe.
-Príncipe: Pero qué formas son estas de presentarse a trabajar.
-Consejero: Usted perdone ¡Majestad! – Acertó a decir según se incorporaba y sacudía el traje.
-Príncipe: Es usted un holgazán. ¿No ha dormido lo suficiente? ¡Fíjese en mi! Yo apenas he dormido y aquí estoy cumpliendo con mi obligación. He pasado toda la noche de fiesta con muy buena compañía. Para estar con malas compañías tenemos todo el día.
-Consejero: Yo, si me lo permite el Hijoputa quisiera presentarle algunas ideas que se me han ocurrido para optimizar la Disposición para el Fomento Empresaria.
-Príncipe: ¡Adelante! Para eso está usted. Para dar consejos al Hijoputa. Pero no olvide que el Fijoputa soy yo.
-Consejero: Por supuesto. Como le decía, esta noche le he estado dando vueltas a lo que hablamos…y efectivamente no podemos evitar que algunos ciudadanos no desistan en su actitud y lleguen a enterarse por distintos procedimientos de que el primer paso para crear una empresa sea la de solicitar al Registro Mercantil el Visto Bueno del nombre de su futura empresa.
– Príncipe: ¡La verdad nos hará idiotas! Hasta ahora no has llegado a pronunciar ni un silogismo. ¿A dónde quieres llegar con decirme verdades que ya sé? Yo mismo separé el Registro Mercantil de las ventanillas de Hacienda que se ocupaban de sociedades y empresas para ponérselo más difícil al recién llegado. Pero lamentablemente no ha sido suficiente. La gente al final se entera de que hay un Registro Mercantil donde se debe solicitar el registro del nombre de la empresa; y una vez que la empresa está registrada…poco podemos hacer. Una cosa lleva a la otra y sólo es cuestión de tiempo que el ciudadano acabe montando la empresa y ponerla a funcionar.
-Consejero: ¡Amado Príncipe! Estoy al tanto de cuánto le hace sufrir este dichoso asunto de la creación de empresas. Pero se me ha ocurrido una idea para si no evitar que las creen, al menos que tarden meses y aún años en ponerlas en marcha. Como usted mismo ha observado, es una cuestión de tiempo.
-Príncipe: Pues a qué espera a revelarme sus ideas. Ya veremos si son dignas de ser incorporadas como mejora de la DFE.
-Consejero: Mi idea consiste simplemente en que dicho paso, el de la solicitud del Registro Mercantil, sólo sea posible telemáticamente.
-Príncipe: No le entiendo. Qué solo sea posible ¿Cómo?
-Consejero: ¿Lo ve? Ni siquiera sabe de qué se trata. Imagínese un pobre ciudadano, es posible que cuando alguien le indique que debe hacerlo telemáticamente en lugar de rellenar un papel a bolígrafo, avergonzado no se atreva a preguntar y se marche a su casita sin hacer el trámite.
-Príncipe: ¡¡¡Me encanta!!! Continúe. Por favor…¡¡¡Cuéntemelo todo!!! Exclamó el Príncipe sin esconder su entusiasmo, frotándose las manos y dando un bote de alegría.
-Consejero: Como bien sabe el Hijoputa, un mostrador con cristal es más distante que sin él. El cristal, además de una barrera física que entorpece el trato personal, visual y auditivo que aleja al funcionario del ciudadano, lo es también psicológica. Pero, como el Hijoputa muy bien ha subrayado el otro día, al final los funcionarios son ciudadanos y llegan a empatizar con los gobernados de lo que se derivan molestias evitables como la referida. Pues bien, creo tener la solución al problema.
-Príncipe: ¡Diga! ¡Diga de una vez! Me tiene en ascuas.
-Consejero: Pues muy sencillo: aunque exista un lugar físico como un edificio con sus distintos despachos y ventanillas donde el ciudadano pueda acudir a solicitar información para el Registro del nombre de su futura empresa, este trámite será telemático. Es decir, sólo se podrá hacer los trámites a través de ordenador.
-Príncipe: Me disgusta usted. Esa medida, lejos de ayudar al Gobernante Hijoputa beneficia a la ciudadanía. Los trámites los podrá hacer desde su casa; serán más rápidos y transparentes…
-Consejero: El Hijoputa tendría razón si el ciudadano tuviera esta via como opción y no estuviera forzado a ella, pero mi medida es que en vez de haber la opción de ir a ventanilla y relenar solicitud en papel o por via telemática, sólo sea posible por ordenador; y también tendría razón, si el ciudadano logra completar el trámite telemático y acceder sin dificultades a la página del Registro Mercantil; si cuando accede no se cuelga el sistema; si cuando completa el cuestionario y requisitos no se le borra todo y debe volver a empezar; si entiende todas las preguntas que se le hacen, etc. Y eso que no le he contado todavía lo de cobrar por ello una tasa a través de tarjeta de crédito.
-Principe: ¡¡¡Genial!!! ¡¡¡Genial!!! ¡¡¡Genial!!! Desde ahora eres mi Consejero favorito. Te voy a poner de ejemplo de cómo debe ser un servidor del Reino. Te voy…Te voy…te voy a dar un beso.
-Consejero: Yo solo quisiera que el Gobernante viera en mi a un Hijoputa como él: alguien capaz de dedicarse en cuerpo y alma a hacer más dura y difícil la vida de los ciudadanos.
-Príncipe: Siento orgullo y satisfacción de tenerte como Consejero. La idea que has tenido, tan sencilla y tan perfecta, va a mejorar mucho la DFE.
-Consejero: Bueno, modestamente, tampoco es para tanto. Sólo es una medida dentro de un intrincado sistema preexistente.
-Príncipe: Veo que usted mismo no se ha percatado del alcance de su genial idea. Le reconozco que es un Hijoputa, pero le queda mucho por aprender. Su idea no solo sirve para el Registro Mercantil…¡¡¡La vamos a incorporar en cuantos pasos sea necesario!!! Por ejemplo desde ya para la solicitud de Firma Digital. Pero eso se lo contaré mañana. Ahora lo que toca es un homenaje a su persona que se lo tiene merecido.
¡Dicho y hecho! Cuando el Consejero salió del Despacho acompañado por el Príncipe de Orbajosa, dos filas de criados, alcaldes, senadores, congresistas, diputados y jueces flanquearon su paso a modo de desfile hasta el exterior batiendo sus palmas y profiriendo el nuevo título del Príncipe.
-¡Hijoputa! Plas-plas; plas-plas; plas.
-¡Hijoputa! Plas-plas; plas-plas; plas.
-¡Hijoputa! Plas-plas; plas-plas; plas.
El Consejero, era el Consejero más feliz del mundo. Y todos los presentes tuvieron envidia de su reconocimiento como Hijoputa.