Ya me ocupé con anterioridad de cómo leer el periódico del bar y creo que me quedé algo corto en mis apreciaciones, pues me detuve comprensiblemente en aquellas actitudes que se me antojaban más deplorables. Al objeto de completarlas, paso a ocuparme de las personas que sin mala fe, atrapan un diario en cuanto cae en sus manos, como si fuera suyo dedicándole a su lectura horas enteras sin percatarse de que se trata de un bien público y que a diferencia de un libro, su contenido caduca al día siguiente, por lo que no está bien que de su servicio, pongamos por caso en una biblioteca, disponga sólo un usuario durante toda una tarde.
Hay individuos que educados en comerse todo lo que le echan en el plato, leen el periódico de igual modo, sin dejar un anuncio por palabras, hasta los hay que lo leen de principio a fin empezando por la cabecera y terminándolo por el extremo inferior derecho de la contraportada, como si se tratara de una novela. Ya digo que no lo hacen con malicia, pero va siendo hora de aprender a leer la prensa con un poco de criterio.
Para empezar, un periódico más que información, lleva noticias y estas casi casi, están perfectamente recogidas en los titulares, por lo que una ágil ojeada a los mismos, puede ser suficiente a una inteligencia media para hacerse una idea, no sólo de lo que quieren que te enteres, que también de la línea editorial y aun de quién la paga si atendemos a las páginas de publicidad que la acompañan. Continuamos advirtiendo a estos acaparadores de la letra impresa que, no por que alguien lo haya escrito, otros tienen la obligación de leerlo, de modo que aun cuando se hubieran comprado el periódico entero, no están forzados siquiera moralmente a escudriñarlo hasta la última palabra del crucigrama y menos, si como en el caso que nos ocupa tampoco es que sea suyo el ejemplar. Por supuesto, hemos de hacerles caer en la cuenta de que un diario, aun pudiendo contener conocimiento, es dudoso que su calidad requiera de sesuda investigación y estudio dada la brevedad y ligereza con que se tratan los asuntos en sus páginas por lo que, es desaconsejable su memorización para mantener sana la mente, pues al margen de la fe de erratas cometidos humanamente en la transmisión de todo acto comunicativo, la hemeroteca demuestra que sus contenidos se contradicen aun antes de entrar en imprenta, sobre todo si nos interesa la crónica política. Menos todavía conviene que pierda el tiempo leyendo los pronósticos meteorológicos publicados hoy para mañana, pues son los de ayer, como tampoco tiene mucho sentido intentar sacar el problema de ajedrez si es que no sabe, así como leerse todos los horóscopos por mucha doble personalidad que uno tenga, o toda la programación de todas las televisiones, más que nada porque no le dará tiempo a verla, o dedicarle ni un minuto más a los deportes de los que son absolutamente imprescindibles para averiguar el resultado…
Si todos siguiéramos estas pequeñas indicaciones, no se precisarían cinco minutos para leer toda la prensa del día, algo más si por un casual le da por atender mis artículos, y los ejemplares circularían con mayor fluidez que lo hacen.
Seguro que has leído “el nombre de la Rosa”, el libro que escribió Sean Connery, es broma. Pues bien, lo mismo pasa con los periódicos de bar. Si analizas las esquinas de sus páginas puede hallar restos fecales entre otros. Cuidadín con chuparte los dedos al pasar las páginas.