En mi opinión, actualmente, es una equivocación permitir que los partidos políticos concurran a todas las elecciones como lo haría un club de futbol en todas las categorías porque, así como estos tienen su hinchada incondicional indistintamente de quienes disputen los encuentros, lo bien o mal que lo hagan en el terreno de juego o cualquier otra incidencia que de tener la cabeza fría en lugar del corazón caliente bastaría para dejar de aplaudirles y más aún de apoyarles, aquellos cuentan con ardientes simpatizantes que en el mejor de los casos, aturdidos por la contundencia de los hechos, se contornean pendulantes entre seguir al líder cuando el partido deja mucho que desear o mantener su fidelidad al partido cuando sus dirigentes demuestran ser de lo peor que hay, estrecho margen de maniobra para una formalísima franquicia democrática que premia la corrupción de los grandes partidos con mayorías absolutas impensables de ser juzgados únicamente por su valor circunscrito al ámbito que le corresponde, cosa que explica el gusto acomodaticio del españolito medio por el balancín de la alternancia que ya causara furor a finales del XIX entre Cánovas y Sagasta y que pudo tener su aquel en una época de cesantias ya denunciada por Galdós en obras como “Miau”, claro que ahora la relamida militancia de los grandes partidos ronronea plácidamente en el funcionariado y puestos de confianza blindados a cualquier eventualidad electoral, que en principio se pensó así para evitar el clientelismo de la burocracia para con los partidos gobernantes y sin embargo, ha contribuido decididamente a consolidar un bucle nietzscheano que garantice a todos la estabilidad que otorga saber que por mal que estos, esos y aquellos lo hagan chuparán de la piragua indistintamente de quienes gobiernen y quienes hagan oposición en una reflexión especulativa clónica que lejos de buscar la alternativa que altere las cosas, opera al modo en que comentara Lampedusa en el Gatopardo, cambiándolo todo para que permanezca igual.
Lo deseable sería que a las elecciones municipales sólo pudieran concurrir agrupaciones políticas de ámbito local que, aún dejando traslucir su simpatía hacia tal o cual partido del arco parlamentario estatal, como mínimo, mantendrían una independencia jurídico nominal no sólo en su quehacer directo en el consistorio, que también en las mentes de los ciudadanos donde el contagio veloz que hoy permite el bombardeo mediático de las mismas siglas, ya no sería posible y en consecuencia se vería incrementada la inteligencia dedicada a valorar la actuación propia sobre la que se está tomando la decisión. No como ahora que los partidos intercambian concejalías y alcaldías por consejerías y presidencias en función de intereses ajenos a los municipales como quien intercambia cromos y tomando a los electores por auténticos panolis a los que dar el pase con unas cuantas estampitas de un parquecito aquí y un garaje allá.
Cierto es que las asociaciones políticas locales pueden ser más ineficaces, corruptas y depravadas que las nacionales, más como quiera que los grandes partidos que necesariamente han de nutrirse de los mismos ejemplares chupoteros-trepadores, hayan acreditado suficientemente no ser aptos para corregir sus desmanes, antes al contrario, parecen buscar su perfil y fomentar sus formas, más vale que los mismos limiten su mal igualmente a quienes tienen toda la responsabilidad de haberles escogido y posteriormente mantenido durante toda la legislatura sin correrles a gorrazos por las plazas y calles del pueblo a la antigua usanza, pues también para cortar por lo sano la ascensión de la podredumbre política, sirve igualmente diferenciar en todos sus aspectos las distintas elecciones. Y en cuanto al robo de las arcas públicas, el pillaje al que los vecinos somos sometidos, al trapicheo en las bolsas de trabajo y cuantas artes corruptas puedan mencionarse, qué quieren que les diga…mejor que acontezcan bajo marcas locales cercanas que con el tiempo, de modo indirecto acabaran reinvirtiendo y repartiendo lo sustraído allí dónde lo han cogido.
Lo mismo podría aplicarse a las elecciones forales y autonómicas, aunque supongo que acabarían afiliándose a un montón de partidos.
Siempre he pensado esto, especialmente cuando los patriotas españoles hablan de cercenar de alguna manera la presencia de partidos en el parlamento de madrid mediante un cambio de ley (% de votos en el conjunto del estado, presentarse en un número de circunscripciones electorales…)