Leo con emoción renovada que judíos y palestinos han marchado juntos a favor del reconocimiento el próximo Septiembre por la ONU de un Estado independiente palestino. La manifestación discurrió simbólicamente a lo largo de la «Línea Verde», frontera internacionalmente reconocida entre la parte judía de la ciudad y la palestina, ocupada por Israel desde 1967, con lo que implícitamente se está reivindicando la capitalidad compartida de la Ciudad Santa.
Sin llegar al extremo de aquella ocurrencia expresada por Warren Austin diplomático estadounidense ante las Naciones Unidas de desear ver a árabes y judíos resolver sus problemas sentados a una mesa como buenos cristianos, lo cierto es que, resulta esperanzador recibir noticias como esta, pues no creo que a unos y otros les quede demasiado tiempo para salir airosos del contencioso que ya empieza a quedar obsoleto en la nueva visión del mundo que se dibuja en el horizonte, en cuya silueta, se desdibuja por momentos, de una parte el firme y decidido apoyo interesado Occidental a Israel y de otra, el amparo no menos mezquino de los países musulmanes a la causa palestina.
El protagonismo del que han gozado amabas partes del conflicto, pronto decaerá en la medida en que la baza democrática que Israel esgrimía no pueda jugarse en un escenario rodeado de Estados musulmanes democráticos, que el peso de los BRIC haga innecesario por ineficaz el respaldo occidental a su costosa realidad y que las potencias de una Europa menguante y de unos EEUU cada vez más acuciados por problemas internos no puedan o ya no les interese bogar por su continuidad, cosa que en principio, parece favorecer a los palestinos, más estos, deberían cuestionarse en qué quedará el apoyo de los países musulmanes, cuando desaparezca el peligro que para ellos supone la presencia del Estado Sionista…
Si de verdad los judíos aman esa tierra y no desean salir a gorrazos de la misma dentro de cincuenta años y los Palestinos no quieren volver a ser un pueblo prescindible, insignificante y olvidado como lo ha sido hasta que la geoestrategia – y por qué no reconocerlo, la injusticia con ellos cometida – les pusiera de moda, a mi juicio sólo les queda una vía de solución duradera, a saber: ¡El mestizaje!
Los linajes palestinos poseen una gran capacidad reproductiva y el reconocimiento moral sobre la tierra, mientras los Israelíes tienen a su disposición un ingente caudal financiero e intelectual que se traduce en poderío militar y tecnológico de primer orden. Pues bien, ambos Pueblos sufrientes deberían aprender algo de los Carolingios que no dudaron en casarse con las esposas e hijas de los legítimos Reyes Merovingios a quienes habían primero traicionado, luego perseguido, desterrado y finalmente asesinado, política muy extendida por aquel entonces que otorgaba a vencedores y vencidos la posibilidad de la pacífica convivencia al mezclarse las sangres y erguirse con energía renovada ante el resto de potencias al unificar en su tronco las virtudes de sendas ramas en vez de perpetuar su enfrentamiento, como después se viera con Carlo Magno.
Cuando en dos generaciones, tres a lo sumo, Palestina sea únicamente un grano en el culo de los países musulmanes y su condición se parezca a la de los Gitanos en Europa e Israel coletee en la conciencia occidental en la misma medida en que lo hacen los pueblos indígenas del Amazonas ¡Pobrecitos! ¡Cuánto sufren! lo único que les podrá sacar adelante será superar sus aparentes insalvables diferencias, cosa que les será más fácil de conseguir si entre ellos no pueden distinguir quién es de origen palestino y cuál judío. Y el único modo que se me ocurre de hacerlo en tan breve plazo de tiempo, es apostando por un rápido mestizaje que permita a todas sus gentes sentirse de un mismo pueblo con Derecho ancestral a la tierra y capacidad de repoblarla aportado por la sangre palestina y el poder real de hacerlo valer y sostener por la fuerza militar y capacidad económica, contribución de la sangre hebrea.
Para que se produjera tal mestizaje, los judíos tendrían que dejar de ser judíos y los palestinos dejar de ser devotos seguidores de Alá. No existe sangre hebrea. Los judíos que actualmente viven en el estado de Israel, son más descendientes de germanos, eslavos, celtas, o iberos europeos, que de los integrantes de las doce tribus , cuyos nombres estudiábamos en la escuela. Mientras Hamas se siga llevando el gato al agua en la franja de Gaza, las posibilidades de que se produzca un mestizaje cultural son muy escasas, por no decir nulas.
Por cierto, en la franja de Gaza viven un millón de personas. ¿Cómo es que no han muerto de hambre sometidos a tan bárbaro e inhumano bloqueo?
Es de notar que el himno de Israel se parece mucho al tema principal de “El Moldava” de Dvorak. No sé si será casualidad o plagio.