Si malo es un Estado Teocrático por cuanto impone a la ciudadanía una determinada forma de entender la Naturaleza, el Hombre, la Sociedad y Dios, no por ello bueno es un Estado Ateocrático que persigue idénticos fin, empero, sin declararlo. Porque, tras el Laicismo no hay otra cosa que un muy concreto modo de entender la esencia de nuestro Ser, que para nada es neutro como nos quieren hacer creer los Apóstoles de la mal entendida Libertad Religiosa.
Sus proselitistas, pretenden que los niños no vean referencias religiosas en las escuelas o que los adultos no contemplen imágenes religiosas en las instituciones, con el argumentonto de que la religiosidad es cosa íntima pudiendo ofender a los demás su pública expresión. ¡Que se lo digan a los fieles de la Coca Cola! Porque estoy hasta los cojones de ver su omnipresente letrero sin que a mi se me permita lucir el crucifijo siquiera en un centro Jesuita. Pero mejor que enfadarse, es descubrir su falsedad y sobre todo su subrepticia estrategia:
Gracias a la Antropología sabemos que el ser Humano, es un animal simbólico. Nuestra capacidad simbólica es la que propiamente nos hace humanos. Mucho se habla del Homo Habilis, pero nada se dice del Homo Simbolicus, aquel que diera nombre a las cosas y a si mismo por medio del lenguaje, aquel que se pusiera a contar los días del mes lunar, el que se puso a pintar sus miedos y conocimientos como registro de su deseo de trascendencia en Altamira, porque no interesa que la gente salga de la inmanencia del devenir materialista escrita a sangre y fuego en el Manifiesto Consumista.
Yo soy algo más que Cristiano; ¡Soy Católico! Y el Catolicismo no se puede vivir únicamente en la intimidad. Cierto es, que las enseñanzas de Jesús tienen un plano Esotérico al alcance de muy pocos; pero su inequívoca apuesta Exotérica por hacer partícipe de los secretos guardados con celo por la Tradición Mistérica, nos obliga a vivir la Fe en Comunidad sin imponérsela a nadie, mas, sin ocultarla tampoco.
La genuina Libertad Religiosa, no consiste entonces en que nadie exprese su Fe públicamente, sino precisamente en lo contrario, que todos podamos mostrar nuestras creencias con la misma naturalidad que vestimos ropas distintas. ¿Se imaginan que la libertad de vestimenta consistiera en que sólo podamos ir como queramos en casa? ¿ En qué quedaría la Libertad de Movimiento, Pensamiento o Expresión si le aplicáramos idéntica restricción de intimidad? La pobre gente, asiente al discurso falaz de estos charlatanes porque en su día otros charlatanes como ellos, les convencieron de que en nombre de Dios era bueno matar al infiel. Ahora, para compensar, no vacilan en darles la razón, creyendo girar 180º en su posición, cuando en verdad lo hacen en 360º, pues hay tan poca Libertad Religiosa en la imposición de una sola Confesión, como en la supresión de toda Fe.
Considerada la necesidad simbólica del ser Humano, bueno sería atender que la supresión de los motivos religiosos, no tardará en ser reemplazada por otros motivos simbólicos, verbigracia, las marcas y logotipos. Así, mejor se comprende que desaparecidos los Crucifijos de las aulas, los niños vayan al cole marcados de los pies a la cabeza con indecentes símbolos de Nike en los tobillos, Levis en el culo, Gup en el pecho, etc. Contra esta clase de símbolos nunca clama la Progresía ¿Saben por qué? Porque esa es su meta. Ese es su propósito inconfesable. De igual manera que, mientras protestan contra la interrupción del tráfico por las Procesiones de Semana Santa, contra la presencia de curas en los debates éticos o critican el envió de postales navideñas por el Presidente del Congreso, callan ante el bullicio del comercio en nuestras calles y plazas, nada tienen que objetar al bombardeo de anuncios al que somos sometidos los ciudadanos por los medios de comunicación, y nunca se han pronunciado contra el envió de propaganda electoral a nuestras casas invadiendo nuestra intimidad, donde se supone estamos a solas con Dios.
Totalmente de acuerdo. Parece que desde los años treinta no se ha avanzado nada en este del laicismo. Creo que el anticlericalismo español es peor que el francés. Es un laicismo casposo, imagen antitética del nacional-catolicismo franquista.
Prohibir la pública utilización de símbolos religiosos, sobre todo a los católicos, sería tan injusto como prohibir a los hinchas del Betis animar a su equipo en el campo del Sevilla, aduciendo el argumento de que los aficionados béticos molestan a los sevillistas.