Asistimos a un festín triunfal de la responsabilidad civil subsidiaria que por un lapso se vio evitada, a caso ninguneada, en todos los órdenes, fueran estos familiares o institucionales, hasta el extremo que algunos hoy, extrañados por el giro inesperado de los acontecimientos, claman al cielo porque la Iglesia Católica deba hacer frente a su responsabilidad en los reiterados casos de pedofilia cometidos por miembros particulares adscritos a ella, cuando está por probar que su doctrina anime a dicha aberración; no son pocos los que tachan de exageradas las sanciones a los padres por las gamberradas de sus hijos, ni menos los que etiquetan de absurdo responsabilizar a los Ayuntamientos de las caídas, tropiezos y resbalones en la vía pública de los peatones. Sin embargo, tenemos que poco a la vez, se va imponiendo una mayor conciencia de esta responsabilidad que va más allá del individuo causante del delito punible sino que atañe también a la reparación moral y cívica del daño causado, asunto que nos implica a todos, de no ser que nos creamos más aislados que los núcleos atómicos. Lo cierto es que, el Código Penal y Civil, siempre han contemplado esta posibilidad jurídica con minuciosidad y leyendo a juristas como Bal Francés, uno se percata lo bien que está diseñado el Mundo fuera de la realidad…no se trataría entonces tanto de estar dándole vueltas y más vueltas a la normativa, cuanto de ponerla en práctica de una puñetera vez, o al menos, no sin antes haberle dado la oportunidad de emplearse con sus virtudes y defectos.
Hemos visto como entonces hasta la fecha, mal que bien, la responsabilidad civil va alcanzando más altas cotas de amplitud, ya no afecta solo a los pringados ciudadanos que pagamos el IVA, a los hosteleros, pequeños comerciantes, PYMES, sino que empieza a llegar a las instituciones y hasta clubes deportivos. Podría decirse pues, que todos los actores que participan de algún modo de la realidad social, gozan de los mismos derechos y obligaciones en nuestro marco democrático, con plena facultad de ejercer los primeros y responsabilidad de las segundas…¿Todos? ¡No! Al margen de la salvedad constitucional del Perfecto Irresponsable Real, tenemos que los Partidos Políticos si no de derecho, si de hecho, escapan a la hora de asumir la responsabilidad civil subsidiaria de los miembros militantes que los integran.
Hemos de atender a los signos de los tiempos, e interpretar las coincidencias como luces en el camino; en las últimas semanas están compartiendo portada en los medios de comunicación tres noticias destacadas: cómo las más altas instancias Vaticanas está respondiendo económica, política, pública y moralmente por los abusos sexuales cometidos en Nueva York, o en Berlín; cómo los padres han de asumir como propias los comportamientos incívicos de sus hijos estén o no estén ellos delante; y cómo miembros de los partidos en el ejercicio del poder municipal, autonómico o nacional –en esta ocasión la vedette le a tocado ser al PP- roban a manos llenas directamente de las arcas públicas o indirectamente a través de las triangulaciones financieras consistentes en yo te concedo a ti tal o cual obra pública y tu me haces tal y cual transferencia o regalitos. La democracia que no es incompatible con la corrupción, pero sí con los privilegios, nos ha mostrado durante estos últimos treinta años de partitocracia que los políticos tienen muy presente la posibilidad de tener un semblante democrático inmaculado sin que ello les obligue conceptualmente hablando a ser honestos, sinceros, e incorruptibles, pues la democracia no es un precepto de santidad, en todo caso de martirio. Mas han olvidado lo segundo, por lo que los partidos dejan hacer a sus anchas a cuantos se cobijan bajo su manto sin luego querer hacer frente a sus desmanes cometidos a su amparo y negligente consentimiento en el mejor de los supuestos.
Nada hay más contrario a una democracia constituida, que un Partido Político: obediencia debida, disciplina de partido, listas cerradas, sin libertad de voto ni objeción de conciencia…pero sería insoportable dejarse superar en decencia por el órgano de Poder supremo que representa la Banca, pues si no se dan prisa, seguramente estos atendiendo las sugerencias de Nuestro Emperador Obama, empiecen a contratar seguros para hacer frente a sus propios desmanes financieros como los acaecidos, dejando con ello solitos en su privilegio de no asumir su responsabilidad a los Partidos. Sería muy sano para la democracia que los partidos políticos, dado que por lógica se ven del todo libres de la responsabilidad civil directa del ejercicio del Poder y que a una metedura de pata económica, o una mala planificación de la educación, o una indebida organización de las infraestructuras, no le correspondan sanciones penales al estilo de China o Corea del Norte, al menos empezaran a asumir su responsabilidad en el comportamiento ilegal de los miembros que los integran, pues una cosa es cometer errores durante las tareas de gobierno, y otra muy distinta es cometer delitos en su transcurso con la confianza del ciudadano. Hasta cuándo vamos a seguir con esta farsa peor que la acontecida durante la regencia de Mª Cristina, en la que las dos fuerzas políticas se alternan – que digo alternan, eso era antes, ahora se simultanean- en la corrupción, sin que acontezcan – a parte dimisiones, ceses, y expulsiones cuando las hay- reposición de los bienes y cantidades sustraídos, reparación del mal civil y moral de los afectados, etc. Seguramente ¡Nunca! Porque ello supondría la práctica desaparición no de la corrupción, sino de los Partidos Políticos bajo su tutela se constituye, desarrolla y consolida.
Contra la corrupción: imprescriptibilidad y retroactividad.
Con cambiar un pederasta de diócesis, no se asume ningún propósito de enmienda. Y sin él, no puede haber solución de absolución.
¡Ay de aquel que escandalizare…!
¡Más le valiere…!
Abrazos, y gracias por tus aportes, que tienen siempre sustancia.