Para ser una Institución que se anuncia como depositaria y transmisora de los Dones divinos espirituales, labrándose un buen mundanal terruño gracias a la Donación de Constantino, no deja de sorprender que, hasta hace unos días, a su máximo representante sólo se le pudiera mencionar por su nombre de pila acompañado de un número, práctica que suponemos remitía a la más humilde tradición iniciada por Jesús como aquella otra de lavar los pies una vez al año emulando la estampa recogida en los evangelios. Con todo, la costumbre no dejaba de extrañar cuando a cualquier cura de pueblo no le empachaba en absoluto que la feligresía usara con Don su nombre para mostrarle respeto; Bastaría recordar la famosa novela de Giovanni Guareschi Don Camilo para comprobar lo extendido del tratamiento.
No obstante, no sé hasta que punto es bueno para la figura del Papado a estas alturas, cambiarnos a todos el paso animándonos a usar con Don su Santo nombre asemejándolo con ello al tratamiento que pudiera recibir cualquier bachiller u hombre portador de corbata. Porque, guiados por el Espíritu Santo, sin pretenderlo, la humildad demostrada durante siglos por los Papas al permitir que la gente llana piense en ellos sólo por su austero nombre al modo en que se dirigirían a un hombre de campo, mientras para las más altas personalidades con las que a diario debía tratar disponía de un complejo protocolo al objeto de que pudieran mostrarse aunque sólo fuera una vez humildes, como la de hacerles besar la zapatilla a los Príncipes o como acabamos de enterarnos por los medios de comunicación durante su reciente visita, la de prohibirles vestir de tal o cual color ante su presencia a las más altos representantes de la Nobleza europea…ha conseguido dos efectos muy provechosos en las Almas católicas, a saber: primero que con lo grande que es la Santa Madre Iglesia, nadie se sienta sólo en su interior, pues en su intimidad reproduce alegóricamente la Santísima Trinidad de la conciencia de su Yo, el Amor de Jesús y la cercanía del Papa de turno y segundo, que al ser el único gran dignatario al que se le puede llamar por su nombre de pila simbólico, su sencillez lejos de degradar su condición, le eleva sobre aquellos que se hacen prologar de Excelencias, Altezas o Majestades.
Por todo lo anterior, yo recelo de usar con Don el nombre del Papa, porque miren por donde, Benedicto, está bien dicho y me parecería fatal que Benedicto XVI que está colmado de Dones como el de la Fe o la Infalibilidad, nos obligara a usar con Don al tener tratos con su persona. Igual de mal que me sentaría enterarme de que el cuerpo de Cristo ha sido mancillado durante la Transustanciación con Don Simón. Pues, si como dicen Doctores tiene la Iglesia, de usar con Don está sobrada.
Papa sin/con Don
http://www.youtube.com/watch?v=oNcEeL15jkc
Dejando a un lado el hecho de que Su Santidad encontrará muy adecuado el título de este artículo, se impone hacer una corrección: el Papa, al ser nombrado, pierde se nombre de pila y se auto impone uno nuevo. Se convierte en un monarca electo. Creo que es la única monarquía electiva que queda en el mundo.
Practiquemos el latín:
Annuntio vobis gaudium magnum; Habemus Papam:Eminentissimum ac reverendissimum Dominum, Dominum Iosephum Sanctae Romanae Eclesiae Cardinalem Ratzinger qui sibi nomen imposuit Benedicti decimi sexti.
Efectivamente, a la persona que encarna el Papa, no se le llama por el nombre de pila bautismal, sino por el que adopta en el momento de su elección. Sin embargo, existe un código mediante el cual los periodistas se declaran católicos o ajenos a nuestra Fe dependiendo de si usan uno u otro, asunto que tambien dirime si hablamos de su faceta pastoral o de su ámbito íntimo.
Respecto a lo del latín, sólo puedo decirte, Mater tua mala burra est.