Que alguien me explique lo que está sucediendo en este vergonzoso caso, porque no lo entiendo: el próximo 14 de Febrero, Miguel Carcaño va a cumplir dos años en prisión provisional como asesino confeso de Marta del Castillo, mientras el resto de implicados, su hermano, un amigo y la novia acusados de complicidad y encubrimiento, gozan de entera libertad, sin que todavía haya aparecido el cuerpo de la joven.
Lo sucedido hoy mismo, en el transcurso del juicio que se está celebrando a puerta cerrada en Sevilla contra el menor apodado el Cuco, me parece todo un despropósito más que sumar a este esperpento de proceso. Resulta que estos mocosos se han negado a declarar alegando indefensión. ¡La madre que les parió! A ellos y a quienes consienten que la burla, mofa y recochineo de esta gente que merece pena de muerte continúe para mayor dolor y sufrimiento de la familia de la victima.
No puedo creerme que con todos los medios parademocráticos con los que cuenta un Estado como el español, cuyo Misterio del Interior se muestra muy eficiente en desmantelar redes terroristas internacionales, localizar zulos y pisos francos a las pocas horas de realizar cualquier detención, se revele incapaz de sonsacarles de una vez a esta escoria humana, dónde se deshicieron del cuerpo de su víctima, de no ser que los miembros de ETA tengan por norma responder cuanto sepan a las primeras de cambio durante los interrogatorios y entonces, me facilitaría entender los decepcionantes resultados obtenidos a este respecto. Pero me resisto a creerlo.
Recuerdo una película en la que, el acusado principal del asesinato y violación de una niña, estaba protegido por las instituciones penitenciarias para que el resto de reclusos no le cortase los cojones. Entonces, no recuerdo si fue el padre de la pequeña, sus familiares o amigos, empezaron a dar caza a quienes habían colaborado activamente en la tragedia pero que por falta de pruebas continuaban en la calle jactándose de haber salido de rositas y según fuera su grado de implicación, les amputaban una oreja, los pies, las manos, les sacaban los ojos, pero sin llegar a matarles, dejándolos en mitad de las calles y llamando a los medios para que dieran la noticia. La película terminó con la retirada de la acusación por parte de la familia y el criminal autoinculpándose ante el juez.
Hemos de confiar en el Sistema, pero no por sistema. Cuando las garantías procesales de un asesino confeso empiezan a erosionar los derechos de la sociedad a defenderse civilizadamente de los indeseables, en ese caso, no queda otro remedio que atender al derecho natural a la autodefensa que toda comunidad tiene para deshacerse de los miembros que la someten a miedo e inseguridad continua, quienes pierden el privilegio de nuestra clemencia en el mismo momento en que no colaborasen para esclarecer lo sucedido y no mostrasen arrepentimiento.
Recuérdese, antes de continuar, que estoy hablando en todo momento de criminales confesos o juzgados y condenados que no colaboran con la justicia ni muestran arrepentimiento. Pues bien, para estos casos especiales, como pederastas, violadores, asesinos, etc, deberíamos plantearnos la cuestión de qué resulta más civilizado y democrático, si conservarles la vida a toda costa, para que sus genes puedan reproducirse en generaciones futuras o eliminarles de la existencia para preservar nuestra supervivencia futura.
¿Insinúas en el artículo que el Ministerio del Interior ha podido utilizar medios como la tortura para conseguir información de miembros de ETA?
Eso es imposible; si lo hubiera hecho, alguna vez, por error, habría acabado ¡torturando a algún inocente!, es más, si lo tuviera por costumbre, con el tiempo, se le podría ir de las manos y derivar en la formación un grupo que acabe asesinando ciudananos, culpables o no, y repartiendose alegremente el dinero destinado a nuestra seguridad.
¡Por favor!