De las intenciones

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La rotundidad con que Rajoy se pronunciaba sobre un particular o con la que se dejaba de pronunciar, parece haberse también sumado a los recortes gubernamentales, por aquello de que, su autoproclamada predecibilidad, ya era vox populi, operaba a la inversa de lo deseable, o sea que, a cualquier suya afirmación, el Decodificador civil del Discurso popular (DcDp) podía traducir en negativo sacando a la luz el mensaje adecuado al entendimiento; así cuando decía ¡No subiré los impuestos! todos pudimos tener la certeza de que los subiría.

Por eso, ahora lo que toca es introducir la intención como amortiguador mental que permite al mandatario mantener un perfil agradable en las palabras frente al ciudadano sin cuidado de que los hechos contradigan sus declaraciones y las hemerotecas le avergüencen a posteriori. De esta guisa, Don Mariano ha trufado sus últimas intervenciones públicas de intencionalidad; la última tras entrevistarse con la Dama de Acero la Presidente Merkel, cuando ha salido al paso diciendo eso de que “No tengo intención de modificar el statu quo de las pensiones en este momento como tampoco lo tenía cuando llegué al poder”. Analicemos la frase que no tiene desperdicio:

Si el Presidente del Gobierno hubiera declarado a los micrófonos simplemente “No voy a modificar el status quo de las pensiones” entonces todos sabríamos con certeza gracias a su predecibilidad que precisamente haría lo contrario, o sea, que cambiará el sistema de pensiones a la baja. Pero al introducir la “intención”, el DcDp tiene dificultades técnicas para realizar la traducción simultánea adecuada provenientes del significado sincrónico que no diacrónico, que introduce la palabra, complicación de mayor envergadura que la aparición del acto perilocutivo de “la promesa” que contextualizado en un acto de cariz político remite siempre al conjunto vacio de significado permitiendo su elipsis de cara a su des encriptación del contenido general. Por si esto fuera poco, al hacer alusión a la intención presente y pasada, pero no futura, horizonte mental objeto de toda intención, la duda cartesiana se convierte en desesperación kierkegaardiana, porque enfatizar el pasado y presente dejando en el aire su posterior mantenimiento emocional en el futuro, nada bueno dice de la voluntad que la debiera acompañar, por lo que el DcDp empieza a detectar incongruencias en el mensaje siéndole muy difícil capturar el mensaje implícito que comporta tan extraño modo de hablar. Pero para eso estamos aquí…

Seguramente Rajoy que ha asistido a un seminario nocturno en la “International Draghi´s School” para pronunciarse con verdad sobre la falsedad de lo que dice, está convencido de que el temperamental pueblo español sabrá perdonarle la diferencia palmaria entre sus dichos y sus hechos por aquello de que “la intención es lo que cuenta”. Pero con lo que no cuenta el Señor Presidente, es que en el refranero hay un certero aviso que nos pone en guardia al recordarnos que “de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno y de buenas obras el del cielo” y es evidente que por aquí buenas obras, brillan por su ausencia desde mucho antes de que estallara la buebuja inmobiliaria.

La última declaración de intenciones de Don Mariano es un modo subrepticio de poner la venda antes de la herida; Su estrategia consiste en evitar las afirmaciones o negaciones rotundas así como los sospechosos silencios o desapariciones públicas del mandatario que no atreviéndose a ser sincero, busca el modo de no verse en franca contradicción entre sus actos y sus palabras. Por ejemplo, si dentro de unos meses, durante el encuentro del Real Madrid y el Barca, tras la pertinente reunión del Gabinete de Ministros se publica en el BOE la reducción de las jubilaciones, un cambio drástico en el acceso a las pensiones, etc, nadie podrá echarle en cara haber dicho lo contrario, pues nadie salvo él sabe a ciencia cierta cuál es su intención en el momento mismo de pronunciar la frase. Por consiguiente, siempre podrá exclamar eso de “Yo no quería” “Me obligaron a hacerlo” “Las circunstancias han cambiado” y demás conocidas excusas aprendidas en el patio del colegio.
Sin miedo a equivocarme estoy convencido de que Rajoy tiene intención de cambiar de intención tan pronto como su voluntad se lo permita. Y para que ustedes aprecien lo canalla de dirigirse de esta sinvergoncil impostura a la audiencia que lo atiende, baste que yo les diga que “no tengo la intención de pegarle fuego al Congreso de los Diputados y de paso a la Moncloa y la Zarzuela”, para que perciban la fuerza amenazadora de tan indigno modo de expresión.

La Roja Coja

Durante la recepción que el Presidente del Gobierno Mariano Rajoy ofreció a la expedición de deportistas paraolímpicos que nos representarán próximamente en Londres, el máximo representante del Comité Paraolímpico Español además de miembro de la ONCE, Miguel Carballeda, comentó en tono de broma que «vamos a luchar y a defender los colores de España con ‘La Roja Coja’ expresión esta última que fue mal encajada por parte del auditorio y de los deportistas allí congregados.

Yo comprendo que algunas personas no lleven bien los distintos problemas con los que la vida nos demuestra que es mejor no existir y que estén a la que salta para transmitir a los demás todo el dolor y sufrimiento que su particular situación les genera para que nos compadezcamos de ellos. Ante este tipo de personas, es mejor no contar chistes en los que la gracia aparezca relacionada con cualquier problema físico o mental, nada pues sobre locos ni gangosos; Tampoco conviene mencionar frases hechas del estilo ¿Estás sordo? Ni refranes como “Se pilla antes al mentiroso que al cojo”, mucho menos decir coloquialmente ¡Hasta la vista! delante de un ciego, ni preguntar ¿Cómo andas? a un paralítico…porque todo ello es susceptible de ser considerado de mal gusto y motivo de dimisión de hacerse en público y ante las cámaras en un país como el nuestro donde pese a ser la razón lo mejor repartido entre nosotros como diría Hume, la verdad es que aunque la población aumente, la inteligencia permanece constante y por consiguiente, o nos toca a menos, o cada vez menos participan del humor, habida cuenta lo relacionadas que están ambas variables del humor y la inteligencia se entiende quien lo entienda. Porque hay que ver la que se ha montado con este asunto.

La ocurrencia de Carballeda, que a mi particularmente me ha gustado “La Roja Coja” creo que se ha atrevido a realizarla en público porque este hombre proviene de una Organización donde la inteligencia y el humor sobresalen a raudales, a la ONCE me refiero, donde sus miembros, entre los que me cuento, hacemos bromas de continuo sobre nuestra situación cegata; yo mismo sin ir más lejos me gusta que me llamen Sr.Topo.

Así, mal acostumbrado a vencer la cotidiana desgracia a base de buen humor y llamar a las cosas por su nombre – “Ciegos” porque somos “ciegos” nada de “invidentes” o “Minusválidos visuales” y demás artificios lingüísticos con los que os regodeáis la muchedumbre – este buen hombre se ha atrevido a hablar con naturalidad y gracia en un mundo de disminuidos humorísticos, de gente invalida risal, personas verdaderamente des-graciadas que no ven la diferencia entre el drama de sus vidas y la tragedia con la que la viven.

A lo mejor, a partir de ahora debería escribir mis artículos del siguiente modo: Vivimos en un país donde la gente está ciega – perdón, impedida visualmente- ante lo que hacen sus representes democráticos que parecen sordos – lo siento, queda mejor “duros de oído” – ante sus demandas, mientras se muestran bien gordos – ¡cielo santo! La palabra maldita, sustituir “gruesos” – y nada mancos – ¡Por dios! Cómo se me ocurre “faltos de una mano” – para hacer su trabajo que no para poner el cazo donde no parecen sufrir parálisis alguna ni física ni mental – se dice inactividad o freno de función locomotriz – si bien, ante cualquier comisión de investigación parecen mudos – ¡Ay! Que no son mudos que son “faltos de voz” – y así con todo. Claro que de continuar por esta literalidad y eufemismo, habrá que poner cuidado en decir que “nuestros gobernantes, el rey incluidos son de puta madre”, no vaya a ser que se entienda otra cosa. En cualquier caso, como diría Quevedo, que sea la Roja la que entre rosa y clavel escoja.