Sobre el aforamiento del Rey

Comprendo como bueno, que las distintas autoridades del país dispongan de un régimen jurídico especial que les proteja ante un mal uso partidista del Código Legal en las disputas políticas, por cuanto, desaparecida toda virtud de las mismas, no sería extraño que para apartar a un rival de escena se le metiera en pleito continuo socavando su imagen pública y aún entorpeciéndole considerablemente su cotidiana labor representativa, entretenido en preparar su defensa con los abogados, acudir al juzgado a recoger citaciones, responder al tribunal en persona o por escrito y dar explicaciones convincentes a los periodistas a ritmo de telediario. Con todo, siempre he tenido por un abuso de nuestra legislación, que dicho régimen especial ataña a la persona sujeto de aforo y no al cargo o más aún, al desempeño de su actividad en calidad del mismo, que si algo he aprendido en Teología es que la famosa “Infalibilidad” atribuida al Papa de la Iglesia Católica, sólo acontece para cuando el Santo Padre se pronuncia como Papa sobre cuestiones fundamentales de la Fe y no sobre un partido de futbol que a tal efecto parece más apropiado dirigirse a Maradona que a Bergoglio.

Porque, parece justo y apropiado que, a nadie se le pueda juzgar y menos culpar, por los resultados del desempeño de una ocupación pública representativa despejada la incógnita de no haber trabajado de modo negligente o irresponsable, pues en tal situación, pocos se animarían a hacerse cargo de la misma. Ahora bien, de ahí a que durante el desempeño de su tarea de servicio a la comunidad, cualquier infracción de tráfico que cometa yendo al volante, cualquier altercado que inicie embriagado, y demás posibilidades que las leyes penalicen al común de los mortales no les afecten de igual modo…entiendo yo, no es preciso haber leído El espíritu de las leyes, del Barón de Montesquieu, para advertir que su aplicación se desvía demasiado, si no de la letra de la ley, si del propósito con el que fuera redactada que es el apuntado al inicio de esta columna.

Dicho esto, también es extraño que asumida la circunstancia por parte de los incautos ciudadanos, para dar cobertura al crimen y delito institucional, con más de 10.000 personas aforadas repartidas estratégicamente por toda la geografía, estemos buscándole tres pies al gato, a fin de otorgarle tan preciado paraguas gubernativo a Don Juan Carlos, simplemente, por haber abdicado de su cargo, obligándole cruelmente a quedar a merced de las leyes y los jueces del Estado como un peatón más, cosa que también comprendo le aterre a él, a sus familiares, a su séquito y toda la Corte, no tanto por tener algo que esconder, cuanto por el funcionamiento de aquella, donde la verdad padece aunque no parece.

Con todo, no entiendo las prisas del Gobierno por otorgar a persona tan noble y campechana como dicen que es Don Juan Carlos, el susodicho régimen especial. Casi parecería que lo fuera a necesitar…Y es aquí, donde uno se pregunta: ¿Está Don Juan Carlos relacionado con algún crimen de Estado asociado a la guerra sucia antiterrorista de los GAL que le pudiera llevar ante el tribunal? ¿Teme alguien que los hechos acaecidos en el Sahara a mediados de los setenta pudieran ser denunciados ante la ONU? ¿Es que acaso, el ciudadano Juan Carlos ha cometido algún delito en su vida privada que durante años no se le ha podido juzgar y ahora se temen salga de nuevo a la luz? ¿A caso tiene intención de perpetrar desconocidas fechorías para la humanidad en el futuro que hagan necesario su blindaje ante la justicia nacional, internacional y hasta Universal?

No lo sé. Supongo que no, porque ya estaríamos al tanto del asunto; y sinceramente, espero que no, porque, pese a mi confesado espíritu republicano, reconozco en la persona un perfil positivo incapaz de haber cometido algo grave. Otorgar por vía urgente el aforamiento a Don Juan Carlos, supone proyectar la sombra de la sospecha, todo un borrón en su carrera, que ni la historia podrá eliminar.

Mal presagio sobre la Corte Insana

Las bien llamadas Cortes españolas, lejos de actualizar las advertencias y enseñanzas contenidas en la obra de Castiglione parecen más entregadas al cortés entretenimiento de dejarse hacer la corte por príncipes y reyes que se dicen constitucionales, aunque no sé yo si a estas alturas los cortejados son cortejantes, en este país de pícaros.

Así las cosas, sin desmerecer a sus Señorías como cortesanos y cortesanas del Reino de España, en su conjunto, empero, no suman ni de lejos una Corte Sana, sino más bien se me antoja una Corte Insana, por cuanto advierto en su complaciente proceder más vicio que virtud, siendo como es obligación de todo vasallo cortesano, plebeyo lacayo, aconsejar bien a su Señor y de toda cortesana velar por su salud para mayor disfrute y bienestar presente o futuro, que no sólo de sonrisas y caricias vive una monarquía que desee no perder la corona y con ella la cabeza debido, esta vez sí, a un corte sano caído del cielo.

Porque, en mi opinión, desde las altas instituciones democráticas, alguien debería haber recomendado a los Borbones la conveniencia de someter la sucesión al trono voluntariamente a referéndum ante el Pueblo español para evitar en los foros internacionales el feo paralelismo con Corea del Norte y lo que allí acontece con la Dinastía de los Kim, motivo reiteradamente caricaturizado por nuestros ilustres periodistas que así sortean la censura de nuestro tiempo criticando la paja en el ojo ajeno sin mencionar nada de la viga en el propio, pues a buen entendedor, pocas palabras bastan.

Y es que, cuando el rey ni reina ni gobierna, sin otro motivo de angustia que procurarse nuevo esparcimiento y aumentar la fortuna familiar, son los cortesanos los responsables de hacerle ver el peligro que corre su vida de dejar en manos de la inercia de los acontecimientos históricos su personal destino, pues no estando los ánimos para bollos entre tanto desempleado y desahuciado, más de un hombre de dios, puede tomar como suya propia la tarea de dar sentido a su existencia e irrumpir en los libros de historia para ejercer de pedagogo social.

Claro que, habiéndose hecho las cosas tan mal, tan repentinas, tan bochornosamente improvisadas en las leyes y los protocolos, sin tiempo para realizar una ceremonia con representación extranjera política ni pertenecientes a Casas Reales ¡Lo nunca visto! en un elogiable striptease de la partitocracia que en dos semanas ha dejado al desnudo su verdadera naturaleza dictatorial después de haberse desprendido de todas sus ropitas democráticas una a una en la danza de los siete velos: ¡fuera! voluntad popular; ¡fuera! referéndum; ¡quita! soberanía del pueblo; ¡aparta! Consenso de la transición…realidad que ha quedado evidenciada, hasta para los más incrédulos, uno empieza a sospechar que el mal hacer de los cortesanos, es debido a que se encuentran atrapados en su circunstancia y no sabiendo cómo salir de ella, ellos mismos han optado por dejar que los acontecimientos previsibles de la historia resuelvan el problema.

Si el estudio de la astrofísica nos advierte de la entrada en la atmósfera terrestre de un meteorito de grandes proporciones cada 100 años, la ciencia política debería estar en condiciones estadísticas de profetizar cierta cadencia en los magnicidios de un país, si es que desea ser de alguna utilidad, más allá de la de rentabilizar en las urnas el enfado de la población para crear de la nada un partido político más que sumar a la colección de fuerzas subvencionadas a las maltrechas Arcas del Estado.

No está bien dejar que aumente la presión social y a la vez, colocar en el disparadero a quien todos ven ya en los mentideros del Congreso como futuro chivo expiatorio a sacrificar en aras de dar cumplimiento una vez más a la famosa máxima de Lampedusa “Que todo cambie, para que todo siga igual” confiados en que si funcionó hace treinta y nueve años con Juan Carlos, lo mismo vuelve a funcionar ahora con Felipe.

Bajada de bandera

Los taxistas han ido a la huelga para denunciar ante el legislador y los consumidores el más descarado intrusismo y competencia desleal que quepa imaginar en su ámbito laboral, cuál es, el cometido por entidades que no merecen el digno calificativo de “empresas” que fomentan la economía sumergida amparadas en el libertinaje que reina en la aplicación de las nuevas tecnologías por la inoperancia de nuestros legisladores quienes, en vez de poner freno a la flagrante injusticia para con los taxistas quienes respetan las reglas de juego y peligro que ello supone en merma del servicio para los consumidores, al objeto de que impere la Ley y el orden que salvaguarde la Libertad disfrutada por los ciudadanos en un Estado de Derecho, parece, ¡increíblemente! buscar promocionarlas, a tenor de la vergonzosa respuesta ofrecida por las instituciones europeas al transporte Público más rentable que existe para las arcas públicas que no es otro, que el del taxi; porque ahí donde lo tienen, es el Servicio Público que soporta como ninguno, todos los gravámenes habidos y por haber en cuanto a seguros, subidas de combustible, licencias, cotizaciones, etc, pues, no recibe la más mínima subvención gubernamental en su diario funcionamiento.
El mundo del taxi, no está en contra de plataformas donde los ciudadanos se organizan aprovechando las nuevas tecnologías a fin de compartir gastos, como siempre se ha hecho entre cuadrillas de amigos, vecinos, colegas, compañeros de trabajo, ellos mismos, sus hijos y familiares probablemente harán uso de las mismas en su vida particular pues es lo lógico y saludable como lo es invitar a los amigos a comer y dormir en casa sin por ello soliviantar a los hosteleros…Tampoco les disgusta los foros que ponen en contacto a los viajeros dispuestos a compartir taxi para ir al aeropuerto o para desplazarse en trayectos regulares. Su rotunda y acertada oposición empero, es ante esas otras plataformas que se introducen subrepticiamente en el negocio del Servicio Público, recogiendo sus beneficios sin la menor inversión, sin crear puestos de trabajo estables, sin incentivar la formación, sin pagar impuestos, sin convenios, ni regulación alguna, completamente al margen de la ley como si en vez de estar en una sociedad civilizada, estuviéramos en el salvaje Oeste.
Por lo dicho, es indignante el comunicado emitido por la comisaria europea Kroes donde entre otras estupideces dice “que Europa, necesita de más emprendedores” porque es cierto que los necesitamos, pero legales, cotizando a la seguridad social y pagando impuestos, no cobrando en negro; “que Europa no se puede oponer a esta clase de innovaciones”. Claro que no. Pero ¡sí! a su uso ilegal, de igual modo que no nos podemos oponer a la venta de automóviles pero sí a circular a 200 Km/h; “que la huelga ante este fenómeno no va a funcionar”. Pero es que la huelga no es ante el fenómeno, sino ante la dejadez gubernamental y la ingenuidad del consumidor que todavía no ha entendido que lo barato sale muy caro; “que los taxistas se deben adaptar a la situación…”. Cuando son los que mejor están adaptados por la cuenta que les trae. Su problema es que están adaptados a la Ley, a la buena calidad del servicio, a la atención del cliente, a la seguridad en su trabajo, a la profesionalidad, a la honradez en el cobro a las personas ciegas, a ayudar a pasajeros con problemas de movilidad, a la prestación del servicio las 24 horas, a la limpieza del vehículo, a dar conversación al cliente, a ofrecer el trayecto más rápido, a dar información sobre la ciudad a los recién llegados, a mostrar una imagen seria y agradable al turista…
Si yo fuera taxista, de no cambiar las cosas por parte de los tontos usuarios – entendiendo por tontos los consumidores que ven en esta aplicación ventajas sin advertir los peligros e inconvenientes – y por parte de los zánganos gobernantes, me plantearía seriamente en vez de hacer otra huelga para llamar la atención de la sociedad y el legislador sobre tan perniciosa práctica, crear una plataforma similar que me permitiera disfrutar de todos los derechos, sin ninguna obligación ni con los clientes ni con el ayuntamiento o el Estado, de obtener beneficios, sin pagar impuestos, sin el enojo de dar factura, sin comprometerme a ofrecer servicio en un determinado horario y lugar, dejando las tarifas al regateo o la picaresca…Es posible que entonces, todos se dieran cuenta del gran servicio de taxis que disfrutamos hoy en día con vehículos nuevos, limpios, puestos a punto, asegurados, con chóferes educados con el carnet en regla, tarifas oficiales, donde no se puede restringir la entrada por motivos de sexo, religión, raza…
Es posible que nuestros gobernantes, acostumbrados como están a desplazarse en clase Preferente y coche oficial, no acaben sufriendo las consecuencias del deterioro social y en el servicio, de permitir lo impermisible en este asunto, o sea, que cada cual haga lo que le venga en gana, como le venga en gana y cuando le venga en gana. Pero los taxistas, sus familias y sobre todo los ciudadanos, pagaremos de nuevo las fatales consecuencias de su inepta irresponsabilidad. Esto es lo que está en juego cuando se baja la bandera.

Presente Indicativo del verbo Pagar

El bucle entre Guerra-Paz tiene más que ver con los asuntos económicos que con los éticos, por cuanto las élites extractoras conducen a las sociedades de un polo a otro, según sea el beneficio proveniente de uno u otro estado de cosas. Esta observación, me ha granjeado airados reproches intelectuales acerca del materialismo que profeso en cuestiones de Antropología, máxime, cuando la aplico cruda a realidades concretas como en su momento hiciera respecto al denominado “Conflicto Vasco”, al proponer que todo cuanto se planteaba en términos de nación, voluntad popular, soberanía y Estado de Derecho, se podía resolver fácilmente por los implicados con dinero sobre la mesa. Huelga comentar las lindezas que ello me supuso, que sólo remitieron en el instante que esgrimí en mi defensa la nada casual relación etimológica entre los verbos “pagar” y “pacificar”, que por algo mantiene el refrán que el que paga descansa y el que cobra…¡más!
El ciudadano responsable que no haya perdido de vista al gobernante como enemigo natural, entenderá mejor la necesidad de pagar a cada instante en la sociedad contemporánea, tanto cuando cobra el sueldo, percibe un interés o hereda, por medio de impuestos directos, retenciones, tasas, etc, como cuando paga en sentido coloquial al adquirir los productos con la cantidad que el gobernante haya tenido a bien dejarle momentáneamente sin sustraer del bolsillo para su supervivencia a través de los denominados impuestos indirectos, verbigracia, al adquirir una vivienda o algo más básico todavía: alimentos de primera necesidad a cuyo IVA no escapan ni los más desfavorecidos del barrio…mejor, al menos, que el infeliz que lo haya olvidado habiéndose creído eso de que los mandatarios nos representan, trabajan en pos del bien común y del interés general, como si no tuvieran mejor cosa que hacer, pues lo mire por donde lo mire, no le sale a cuenta que le hagan el favor y más le valdría ser robado por un ladrón que pagar impuestos por emprender cualquier actividad, trabajar sus ocho horas ¡diarias!, por cobrar el salario, por patentar un invento, por comprar un utilitario, por aparcar en la acera, por consumir en el supermercado…en definitiva, por vivir bajo su protector yugo.
Meditando seriamente sobre la cuestión, me he decidido por conjugar el Presente de Indicativo del verbo “pagar” por si en su desarrollo aflorara algún detalle favorable a la causa justa de la pacífica Población que haya pasado desapercibido hasta la fecha. Es con este ánimo que emprendo tan pueril tarea, más propia de primaria que de un artículo de opinión.
Yo, como Autónomo, pago miles de euros en impuestos a lo largo del año; es más, hago de recaudador para los criminales que nos gobiernan factura a factura, pasándome los meses trayendo y llevando el IVA. Tú, asalariado, lo tienes peor; tú pagas porque en tu menguante nómina hacen lo que les viene en gana, sin el privilegio de poder defraudar al fisco si no es que te toca la Lotería que por cierto también le toca a Hacienda en una quinta parte. Ese asalariado de cuello y corbata, que parece no ir con él, también paga en el recibo de la luz, la gasolina, el transporte, las basuras, el IBI, y el largo etcétera conocido y por conocer. Es así, que todos nosotros pagamos, repagamos y copagamos cantidades ingentes injustificables a la casta parasitaria aliada con las élites extractoras que sin el menor sonrojo se atreven a hablar de una sanidad, una educación o un parque de bomberos deficitarios, de un sistema de pensiones en crisis o un Estado en bancarrota, cuando por nuestra parte, día ¡sí! y día ¡también! entregamos a manos llenas todo nuestro capital y esfuerzo a las avariciosas y corruptas arcas de sus Señorías. Y vosotros, también pagáis; lo pagáis muy caro, no sólo en dinero contante y sonante, también en tiempo, salud y bienestar físico, psíquico y mental pues no es grato estar bajo la espada de Damocles esperando a que te rebane el cuello el vencimiento de la hipoteca o que te embarguen la casa por un simple impago de una letra del televisor que te permitiste el lujo de comprar a plazos. La cuestión entonces es…¿Y ellos? ¿Pagan ellos?
Sinceramente, creo que no. Y es aquí donde he encontrado ese matiz que puede ayudarnos a ponerle remedio práctico a la situación de opresión que padecemos. Es hora de que paguen. Es hora de hacerles pagar. Y si se han gastado todo nuestro dinero, que lo paguen con la vida como hace el resto.