Hubo un tiempo en que la gente tenía un trabajo de por vida, una pareja de por vida, una familia de por vida, una patria, un gobernante…Muy aburrido.
Autor: Nicola Lococo
Interrugptus Catalán
Conocía la desconfianza gallega a la hora de responder una pregunta con otra, mas nunca había oído hablar de la sibilina costumbre catalana de introducir cualquier cuestión en lo que podría denominarse un “interrugptus”, algo parecido al famoso “Coitus interruptus” pero en una oración interrogativa, que reconozco, me ha sorprendido en su novedosa formulación.
En principio, de plantearse por higiene democrática una consulta al Pueblo Catalán sobre cuál es el modelo de relación que desea con España, esta habría de hacerse de manera lo más sencilla posible a fin de esclarecer mediante las urnas cuál es la opinión firme fuera de las encuestas de la ciudadanía al margen de los tejemanejes a los que nos tienen acostumbrados sus ratoniles dirigentes que han estado décadas viviendo de la ambigüedad jugando al gato y al ratón hasta que la sociedad les ha empujado a definirse muy a su pesar. Pero no para oscurecerla aún más con una maraña interrogativa que necesita de toda la exégesis bíblica y de cuanta hermenéutica seamos capaces acopiar para averiguar fehacientemente qué se está preguntando, qué se estará respondiendo y lo que es peor todavía, qué se haya respondido en caso de que los golpistas espirituales de una y otra parte no puedan frenar el proceso, pues la preguntita se las trae…
Plantear a los catalanes “¿Quiere Usted que Cataluña sea un Estado? Y si es así ¿Quiere que Cataluña sea un Estado Independiente?” en mi estupefacta opinión, es una tomadura de pelo; un insulto a la inteligencia de los ciudadanos; y una falta de respeto a la masa social que tanto ha luchado porque ¡por fin! se pueda escuchar su voz sin mediaciones ni mediadores que manipulen a cada momento la voluntad popular secuestrada entre titulares de periódicos, anuncios del Telediario, en boca de los miembros de la clase parasitaria, tertulianos de tres al cuarto, historiadores, lingüistas, intelectualoides y demás fauna que se pronuncia a sueldo de los intereses sean estos del bando Nacionalista o del Bando Nacional. Porque, todo el mundo, indistintamente de si estaba a favor o en contra del “Derecho a decidir” tenía clara cuál era la justa disyuntiva que debía presentarse a los catalanes “Cataluña Independiente ¡Sí! O ¡No!”. Pero qué otra cosa cabía esperar de los criminales gobernantes en este caso periféricos, más que demostrar lo que mejor saben hacer, a saber: enredar lo suficiente los asuntos al objeto de que por cada problema que sean capaces de resolver, sobrevengan dos o tres más que justifique su omnímoda presencia institucional, no vaya a ser, que sin problemas, la ciudadanía harta de sus componendas les envié al para con o sin subsidio.
Los dirigentes catalanes han desaprovechado a propósito una ocasión única de obtener sus objetivos programáticos declarados a rebufo de Escocia y jalonados por la crisis económica que soplaba a su favor. Con su descomunal desaguisado, no sólo se han garantizado el fracaso, que también un desprestigio absoluto de su imagen, pues si hasta conocerse la pregunta, los Gobernantes españoles lo tenían muy difícil para explicar a la comunidad internacional por qué en Gran Bretaña ¡Sí! y aquí ¡No!, sonrojando el déficit democrático de Madrid en comparación con Londres – y ya me duele reconocerlo – ahora, casi como que sucede al revés, pues todo el mundo empieza a comprender que la negativa déspota de España podría estar motivada por la incapacidad catalana de formularse preguntas directas, como para dejarles responder a ellos solos.
Lo descabellado del Interrugptus Catalán se evidencia en cuanto lo sacamos de la politicasta donde tiene terreno abonado el teatro del absurdo, bastaría enunciar a nuestras parejas la cuestión “¿Deseas quedarte embarazada? Y en caso de que así sea ¿Querías tener al niño?” para corroborar su estupidez. Por si alguien cree que exagero, ayer mismo, amigos desde Berlín me han consultado por correo electrónico si el modo correcto en Barcelona de entrar a una chica en la discoteca es “¿Me permites que te invite a una copa? Y en caso afirmativo insistir ¿Quieres que la pague yo?”
De la Corrección. Ocurrencia
Corregir-se, es de sabios. Corregir, es de padres, curas, profesores…
Alternancia en el ejercicio del Poder
Porque somos humanos y no dioses, perseguimos la perfección cual presa en el horizonte, no dándose nunca plena satisfacción, pues gustamos del derroche en época de abundancia cuando podríamos mejor ahorrar pretendiendo, en cambio, ser austeros cuando no queda otro remedio, nunca viéndose juntas virtud y circunstancia propicia, que por algo a la miseria económica le acompaña la podredumbre moral.
La famosa separación de Poderes emprendida por los ilustrados para evitar los excesos del Absolutismo, dividiéndolos en Ejecutivo, Legislativo y Judicial, fue un progreso teórico muy matizado en la práctica. Sin entrar a valorar cómo su conjunto es deudor del Poder económico, lo cierto es que sus ideólogos, siempre pensaron en este reparto trinitario como acontecido en simultaneidad, en correspondencia con la fuente regia de donde provenía, pues en la figura del Soberano, el Poder era ejercido en todas sus potencias por igual, simultáneamente.
Es verdad que los tres Poderes, coinciden mayoritariamente en el tiempo, mas nunca a tiempo. Me explico: La división de Poderes fundamentaba su excelencia en el equilibrio entre los vértices del triángulo institucional que se pretendía, dando juego a la mutua vigilancia para evitar excesos de las partes en respuesta práctica a la eterna cuestión de Juvenal ¿Quién vigila al vigilante?. A este equilibrio de Poderes, se le sumó la figura del árbitro como Jefe del Estado pudiendo ser Rey, Príncipe o Presidente de República. Por si acaso, por encima de todos, se situó la Constitución. Pues bien, así como en la Santísima Trinidad, no gozan de igual dignidad el Dios Padre que ocupa ¾ partes de la Biblia, el Dios Hijo que aparece en lo restante sin apenas huequecillo para el Espíritu Santo, los tres Poderes, nunca llegaron a trabajar plenamente por separado, ni en colaboración.
No estoy aludiendo a las consabidas desavenencias entre unos y otros o a los problemas de ajuste y coordinación. Lo que deseo tratar ahora es un fenómeno que a diferencia del de la relación subordinada, me había pasado desapercibido, cuál es, el de la alternancia programada en el sano ejercicio del Poder.
No sé si se han fijado ustedes, pero me llama poderosamente la atención que cuando el sistema hace aguas por un Legislativo corrupto y un Ejecutivo ineficaz, resulta que la Justicia en colaboración del cuarto Poder, la Prensa, actúa con un vigor que ante los ojos del ciudadano salva todo el sistema dándole cuerda para pasar estos ratos de tribulación. ¡Sí! Esa, la Justicia acusada de cachonda, lentitudinaria, dependiente, farragosa, al servicio de los poderosos, etc. ¿Por qué ahora funciona tan bien y a marchas forzadas?
No dudo de la buena intención de Jueces, abogados, fiscales y periodistas que están dando la cara por la Democracia en defensa de los intereses de los ciudadanos; son como ratas sueltas de laboratorio que hacen lo que pueden, a expensas de otra voluntad. Porque su hiperactividad contrasta abiertamente con su dócil actitud de “Bella Durmiente” o en actitud pastoril contempladora de “Los Reyes Magos”, hasta ahora mantenida por jueces y periodistas respectivamente en lo que debería haber sido su labor primordial.
La plácida convivencia de la Judicatura y los medios de comunicación con los poderes Ejecutivo y Legislativo ha sido mayor de lo deseable para la salud de la Cosa Pública, porque la tarea del Poder Judicial y periodístico, no es como la de un carnicero que trabaja con cuerpos muertos, a los que no cabe más que despachar, sino como la de un médico que prefiere prevenir a curar.
El elogiable alarde de justicia e información ahora desplegado, por parte de Tribunales y rotativos, aun siendo de agradecer, se asemeja más a la penitencia por las culpas expiadas que al acierto del deber cumplido. En consecuencia, sospecho que, tan ejemplar comportamiento responde más a un desesperado intento por lavar la imagen del desacreditado sistema, que a un profundo sentimiento de enmienda y tan pronto como sea posible, todos volverán a mirar para otra parte recostándose en el profundo sopor acostumbrado.
Arte en su máxima expresión
Josep Soler, uno de los compositores de música contemporánea más importantes, ha rechazado la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes concedida por el Gobierno, en desacuerdo con la política cultural desarrollada precisamente por el ejecutivo. En su opinión, «aceptar el reconocimiento sería asumir la autoridad de este Gobierno, y yo no quiero saber nada del Ministro Wert ni de Rajoy, porque a ellos no les interesa en absoluto ni la cultura ni la educación».
Obra y Autor para distinguirse como Arte y Artista, precisan de trascenderse mutuamente, de modo que, contemplamos Arte independiente de su creador y reconocemos al Artista separado de su Obra. Sea entonces, que la relación va mucho más allá de la positividez del causa-efecto donde la Obra depende del Creador, pues no puede haber Creador sin Obra, ni obra sin Creador asemejándose su mutuo surgimiento al denominado “Shiang Sheng” taoísta. La Obra trasciende al Autor cuando desaparecida la fuente original de su sentido, aún soporta cuantos quepan imaginar, cobrando en consecuencia realidad propia separada; El Artista, trasciende a su Obra, cuando al margen de la misma imprime su espíritu en la época y sociedad que le ha tocado vivir, cosa que, sólo puede hacer con su comportamiento libre y comprometido: libre de hipotecas palaciegas, tiranías mediáticas, pleitesías publicitarias, aquiescencias retribuidas, genuflexiones laborales, tentaciones honoríficas…y comprometido con su gente, su tiempo, sus valores, sus creencias y sus ideales.
En la escuela, de refilón, mientras nos muestran ejemplos de algún que otro cuadro o escultura, nos explican con detalle la diferencia entre un artista y un artesano, enfrentando al Discóbolo con una ánfora griega o la Gioconda con un jarrón chino; en el instituto no superan en nada la explicación pese a la introducción subrepticia del Pop Art; y tampoco es que durante la Universidad en Historia del Arte profundicen sobre la cuestión de no ser cuantitativamente aportando más confrontaciones del todo objetivas. Mi insatisfacción, es debida a que yo entiendo que todavía podríamos distinguir entre “artista” y “Artista”:
Aceptada la distinción entre artesano y artista, entiendo por éste, a quien se reconoce una obra que al margen de su funcionalidad posee otros valores explícitos o implícitos imprimidos por su Autor, pudiendo adoptar las formas de Pintor si sus obras son lienzos, Escultor, si crea esculturas, Escritor si se dedica a producir novelas, etc. Precisamente, la mano invisible que conduce la lengua mejor que la economía, ha sabido rehuir el término “artista” para referirse a esta clase de artistas, cuando sólo lo son por su particular producción artística decantándose por denominarles sencillamente Pintores, Escultores, Escritores, Músicos, Cineastas…favoreciendo casi imperceptiblemente el tratamiento de “Artista” para quienes de entre ellos han trascendido a su propia obra y hasta la han sobrevivido como lo hiciera Cervantes o Leonardo, cosa nada garantizada como prueba el caso de Conan Doyle, eclipsado del todo por Sherlock Holmes.
Es posible que cuadros, bustos, poesías y sinfonías, así como sus Pintores, Escultores, Poetas y Músicos, puedan permitirse el lujo de eso llamado “El arte por el arte”. Pero para ser Artista, el Autor debe entender que no hay Obra más sublime por crear, que su propia persona, donde la más mínima pincelada del gesto deja huella indeleble en la psique, cualquier suyo acto cincela la realidad circundante para siempre y en consecuencia, es a la belleza de esta a la que debe su elevada categoría y no a aquella de la que se desprende cual heces culturales, que lo deja a la altura de sus obras.
Josep soler, rechazando como lo ha hecho tan prestigioso galardón, ha demostrado ser un Artista por entender que su arte, no ha de quedarse en la partitura como desean las autoridades quienes a tal efecto reparten premios con la intención de buscar complicidades en sus fechorías, sino sonar con fuerza en todo el pentagrama social si es preciso con acordes disonantes no del todo comprendidos por la mediocridad.