Colibrí

Como les sucede a las palabras esdrújulas, las agudas se benefician de la abundancia de términos llanos que hay en castellano. Así, su agudeza colabora en destacar a las palabras, aunque no tanto como vimos con la esdrujulidad.

En cualquier caso, de cuantas palabras agudas hay, he destacado “Colibrí” por ser quizá representante de esta singular belleza que confiere la agudeza del acento reforzada en su caso por la tilde y su terminación en (i) porque de todas las voces agudas, ninguna como las terminadas en (i) aprovechan tanto esta cualidad. Es muy difícil hallar una voz aguda acabada en (i) que no sea bella de por si, como sucede con alelí, israelí, rubí, o en nombres como Noemí.

Y es que, la (i), si de por si, hace sonreír al final de la palabra, cuando la misma es aguda, redunda en dicha característica de modo incisivo, no pudiendo escapar a la mente su anclaje libre, a diferencia de lo que ocurre en términos como “latín” que frena la palabra sin dejar volar al término más allá de sus fronteras, cosa que no sucede en colibrí cuya (i) contagia su alegría a las letras de la palabra que le sigue y aún a toda la frase; obsérvese la diferencia entre:

El anciano vio entrar por la ventana un colibrí en su sombría habitación.
El anciano vio entrar por la ventana una lechuza en su sombría habitación.

Pero si las palabras agudas acabadas en (i) son bellas, ¿por qué destaca Colibrí? La verdad, es que sobresale por muy poco. Estuvo ahí ahí con alelí, pero se llevó el gato al agua por lo siguiente: contaba a su favor con la maravillosa secuencia vocálica a-e-i y esas dos eles que juguetean en su apertura y cierre; en su contra jugaba la falta de apoyo a la vocal inicial, cosa que Colibrí tiene solucionado por una (c) con sonido (K) muy agradecido en su caso.

Colibrí cuenta además con dos ies finales y una traba (br) que embellece por su brusco contraste con la delicadeza de las ies entre la que se halla.

Así, poseer un anclaje (K) una liquidez aportada por la (L) junto a la traba (br) provoca una indescriptible fusión fonética en su articulación que en cambio, no reconocemos en calibre, culebra y algo más distorsionado en calambre que en modo alguno son bellas por no encontrarse el resto de elementos citados.

Jazmín

Basta pronunciar o escuchar una sola vez la palabra Jazmín para deleitarse con su aromática sonoridad. Jazmín, entra en el Diccionario de Bellas palabras como exponente de las voces que empiezan y acaban en consonante, pues es esta cualidad la que la hace destacar sobre muchas otras siendo como es una pobre bisílaba.
El empezar y terminar con consonantes confiere a las voces una articulación más difícil y por ello, más grata lúdicamente hablando cuando es dominado su manejo. Obsérvese que tal extremo favorece el reparto vocálico entre consonantes siendo en este caso que la relación es de dos a una.
En Jazmín acontece una contundente brecha entre la primera y segunda sílaba que conforma la palabra: Jaz-mín. ¡Jaz! Desde la profunda garganta sube jaspeando una (a) relajada que termina entre los dientes ceceando. ¡Mín! Y de pronto, mientras la (z) se dispone a salir en el huequecillo que queda entre los dientes que atrapan la punta de la lengua y el exterior, súbitamente los labios amortiguan su salida mordiéndola con la (m) para dejarla escapar de inmediato por la nariz con un (in) que por algo la ene es nasal y nariz se escribe con (n).
Aunque de la (z) hemos hablado mucho en las entradas de Zascandil, Regaliz o Lapislázuli, hoy volvemos sobre esa (z) que ni empieza ni acaba la palabra, mas tampoco va entre vocales: la (z) que termina vocal, suele provocar partición silábica como la (c) con sonido (k). En la palabra Jazmín, tiene función de esparcir como sucede con la f en términos relacionados con olores y sustancias que se propagan por el aire como perfume, fagrancia, fumigar…que en el caso que nos ocupa trae el recuerdo de su fresco aroma a la mente del hablante.
Por supuesto, la agudeza de su acentuación, la presencia final de la (i) así como el encanto de toda tilde, han colaborado en su belleza por motivos explicitados en otras entradas donde tienen mayor relevancia.
Para apreciar en todo su esplendor la belleza de Jazmín, lo suyo es compararla con otras similares que distan mucho de ser candidatas al DBP: verdín, patín, Jamón…quizá la que más se le aproxime sea Jardín.

LAPISLÁZULI

Son contadas con los dedos de una mano las ocasiones en que una palabra pentasílaba sin contener una traba como (bl,cl,tl…) alcanza el honor de ser candidata a encontrar un hueco en el Diccionario de Bellas Palabras. ¿A qué se debe tal privilegio?
Puedo asegurar a los lectores que Lapislázuli, encandiló el oído mucho antes de que trabara conocimiento intelectual o sensitivo de su significado.
La percibí por primera vez con trece años durante la clase de Historia referida a un adorno de un rey. Escuchar de súbito aquella palabra provocó que prestara atención a la clase, excitándoseme la curiosidad por averiguar qué era el lapislázuli.
Cuando en fotografías de una enciclopedia de minerales contemplé a toda lámina en color el correlato real al que remitía tan sublime conjunto de letras, comprendí de inmediato que el encanto del significante se correspondía con el esplendor del significado.
Evidentemente, la mente no es ajena a dotar de belleza a un significante por contagio de su significado; de hecho, estamos en nuestro derecho. Mas como quiera que sea partidario de despojar al signo de su absoluta arbitrariedad, puedo sostener que en este caso no es casual la coincidencia de que a una piedra semipreciosa se la identifique con una voz preciosísima. Lo cual, plantea un gran interrogante a la mente preocupada por averiguar la verdad estética de las palabras, a saber Por qué una piedra semipreciosa posee el más bello de los nombres dedicados a los minerales, siendo como es una piedra semipreciosa y no preciosa del todo.
Perla, oro, esmeralda, diamante…son voces de materiales preciosos desde la antigüedad, pero ni por esas tienen entrada en el más amplio Diccionario de Bellas Palabras que quepa imaginar. ¿Cuáles son los ingredientes que permiten entonces a Lapislázuli acceder al DBP con la fuerza y unánime consenso que lo hace entre nosotros?
Como adelantamos en casos anteriores, la polisílaba cuenta con ese elemento interesante susceptible de adornar la palabra, aunque la mayor parte de las veces queda fuera por no contar con la acentuación adecuada y presentarse peor que una llana afectadas como están de mastodontismo.
Precisamente, lo anterior, no le sucede a lapislázuli. Esta voz, cuenta además de con la acidez de la que hablamos en Esdrújula sobre el acento, con la suerte de ir en mitad de palabra, lo que le confiere cierto equilibrio inestable en su pronunciación e incluso en su visualización lectora, pues no crean ustedes es sencilla de pronunciar correctamente cuando encontrándotela en su lectura de no precederle la costumbre de su ensayo, siendo como somos dados a allanar las palabras largas.
También tenemos que la voz en cuestión, es lo que denomino “Tesoro” por contener entre sus letras la voz –azul-, asunto relacionado con el color del objeto al que nombra e igualmente con la etimología árabe, recogida del persa que a su vez la tomó del sánscrito de donde proviene la voz “Azul”.
Este azul escondido dentro de la palabra, impregna de azul sus letras y el texto que lo rodea durante bastante tiempo en la mente del hablante. Por connotaciones simbólicas que no toca ahora exponer, su tonalidad embellece sobre manera la palabra con la profundidad del mar y el absoluto del cielo. Claro que por si sola nada puede porque entonces términos como azulado o azulejo, nos parecerían bellas y no ocurre así. De modo que, debe haber más…
Por una parte, tenemos la (L) que introduce la voz; es cualidad de esta letra amplificar las vocales al elevar la lengua por el paladar; cuando esto acontece dos veces, la lengua en su subida y bajada provoca regocijo neuronal inconmensurable. Si a ello le sumamos que en el segundo caso le precede el chapoteo de una (S), el efecto lúdico es parecidillo al logrado en expresiones como “efervescencia”, sólo que con la ventaja de no ser habitual el conjunto (sl)
Por otra, tenemos la vocal (i) de la que hemos hablado en varias oportunidades. La tercera vocal además de hacer sonreír cuando termina la palabra, es incisiva en el pensamiento, cosa aprovechada por el lenguaje para indicar ahí, aquí y allí con mayor atención que cuando decimos acá o allá. En este caso, las dos ies, cuál dos columnas, ayudan a fijarnos en lapislázuli por si nos pasaba desapercibidos los detalles.
Uno de estos detalles, es la combinación vocálica a-i-a-u-i, cuya secuencia va como tallando las sílabas pronunciadas.
Otro detalle y no menor, es la presencia de una z intermedia. Ciertamente, hemos tratado la Z al comienzo de la palabra como en Zascandil; también hemos explicado su aportación cuando finaliza la palabra con ocasión de Regaliz. Todo lo dicho entonces, sigue siendo válido, sólo que ahora toca hablar de la (z) en mitad de la palabra: Cuando la (z) aparece entre otras letras cuando estas son vocales, además de dar sensación de arrastre, seca por absorción la presencia de cualquier motivo húmedo como podría ser una (s) Esto precisamente ocurre con lapislázuli. De su contraste, nacen aromas entremezclados del mar con el desierto.
Tal es la belleza evocadora de esta palabra que me asombra no se haya convertido en nombre de pila tanto de chicas como de chicos.

Hipopótamo

La palabra Hipopótamo se incorpora al Diccionario de Bellas Palabras como representante de esas otras voces curiosas que sin gozar de una hermosura estética cuentan indiscutiblemente con cierta gracia que las convierte en agradables al oído y la mente de la comunidad hablante, especialmente la infantil, como Cacahuete o Cocodrilo, auténticas rivales directas para encabezar la entrada.

Todas estas expresiones cuentan en su haber con varios factores positivos como son, superar la bisílaba o poseer un replicante silábico, caca; coco; popo; Sin embargo, Hipopótamo ha prevalecido sobre estas y otras muchas por poseer, además, la suerte de ser esdrújula, cuya virtud queda mejor abordada precisamente en la entrada correspondiente a la palabra “Esdrújula”. De no haber sido por esta cualidad, seguramente Cocodrilo se hubiera impuesto.

De esta guisa, Hipopótamo ha logrado sortear la a priori cacofonía casual de su etimología griega donde al describirse por los viajeros a un animal desconocido en su fauna decidieron llamarle Caballo de río, es decir Hipo-potamo de hippos (Caballo) de donde viene hipo-dromo o que tengamos hipo, Potamos (Rio) de donde procede que el agua sea pot-able.

El ser una palabra esdrújula, pentasílaba, y con sílaba replicante ha imperado sobre la fea terminación en –amo. Pero quizá, el iniciar la palabra con la H, sea el factor determinante que haya reforzado todo lo anterior en su provecho, pues esta letra, nunca pasa desapercibida, dando ese toque de distinción y nobleza que se aprecia en Hipopótamo que no tiene el cocodrilo.

Porque la H gracias a sus dos patas firmes en su grafía sujeta la palabra mejor que una T, haciéndola más estable en el pensamiento de quien la lee como sucede en Hacienda, Historia, Honor e incluso en Humo. La propia hache es una grafía bella que por no poseer sonoridad entre la comunidad parlante de habla española, dificulta paradójicamente que se encuentren bellas palabras iniciadas empero con hache, al no poder aprovechar las sinergias grafológicas y fonéticas.

Evidentemente, la hache otorga una mayor presencia escrita a términos como hacha, hola, hucha, hueco, hoyo…sin cuya hache serian poca cosa; tanto es así que palabras que en su escritura llevan hache, al ser pronunciadas por gentes ignorantes de su grafía tienden a pronunciarlas con gue como sucede con güevo, güérfano o güeco. Mas, también supone todo un engorro, por ejemplo, en palabras como hilo, pues el hilo sin hache sería mucho más fino y apropiado para describir la naturaleza de lo referido. Por eso, actúa de modo más beneficioso para la palabra cuando esta es grande como en Hipopótamo donde su estabilidad ayuda a soportar la polisílaba embelleciendo así todo el concepto que de empezar con vocal sería insostenible.

Una ventaja de la voz Hipopótamo que le ha ayudado no poco a conservarse en el leguaje coloquial pese a su complejidad, es curiosamente su tamaño, pues evoca la envergadura del animal como también sucede con elefante o rinoceronte. A este respecto, deberíamos preguntarnos si el Mamut no desapareció debido a su corto nombre.

Esdrújula

Ciertamente hay voces esdrújulas más bellas que la misma palabra “Esdrújula”; pero, siendo bella en si misma la palabra esdrújula, sería todo un desprecio no presentarla en el Diccionario de bellas Palabras como la mejor representante de la belleza esdrújula.

Así, tenemos que la palabra “Esdrújula” es bella primero por ser esdrújula: Dado que en castellano prevalecen las voces llanas sean nombres o sustantivos, la esdrujilidad es una cualidad que embellece los términos por su rareza, acentuando más si cabe esa otra cualidad de la polisílaba de la que ya hemos hablado algo en HIPOPÓTAMO. La acentuación en una sílaba en mitad de la palabra, confiere a esta cierta acidez gustativa, un toque metálico acústico, un especial brillo cognitivo que deleita en su conjunto la mente del hablante imposibilitando que pase desapercibida. Difícilmente, una esdrújula puede catalogarse de vulgarismo, asunto que tiene más que ver con su acento que con su número de letras como lo demuestra que los conglomerados como lavavajillas o limpiaparabrisas pese a su descomunal tamaño sean a su pesar palabras llanas. Esta característica otorga a las palabras esdrújulas cierta aureola de respetabilidad y elegancia. Tanto es así, que algunos hablantes persuadidos de este matiz desean embellecer ciertos términos esdrujilizándolos como ya comenté en mi artículo “Diccionario esdrújulo de ZP” donde evidencié como hasta Rodríguez Zapatero, todo un Presidente del gobierno de España y leonés, era dado a convertir en esdrújulas palabras que de ningún modo lo eran como por ejemplo “Solidaridad” en cuyo énfasis sobresdrujil pronunciaba como “Sólidaridad”.

Pero como sucede con las onomatopeyas y los pictogramas, un segundo motivo para encontrar bella la palabra “Esdrújula” lo hallamos en que su significante ilustra su significado, asunto evidentemente insuficiente pues igualmente llana lo evidencia y no sucede que sea bella la palabra “Llana”.

Por eso hemos de atender otros elementos de tan curiosa palabra. Así nos percatamos que la presencia de dos ues intermedias, a diferencia de Futuro o cucurucho, sin aparecer en sílabas replicantes como ocurre con cucú o tutú, le infiere cierta singularidad que diluye por su comicidad consecutiva el ancestral miedo inconsciente que conduce a la conciencia la vocal (u) cuya relación con la incertidumbre y el peligro la hace aparecer en ataúd, susto, muerte, oscuro o sencillamente tú.

También hemos de prestar atención a la traba (dr) Como cualquier traba (dr, tr, br, pr, cr, gr, bl, cl, pl, gl, tl…) introduce en el término aspectos lúdicos para la pronunciación, escucha y lectura, cuyo dificultad sorteada es muy agradable a la conciencia que con retardo se regodea en su paso con éxito. Dentro de estas trabas, las fuertes que empiezan con t,p,c, tiene más problemas para agradar que las iniciadas con d,b,g, de igual modo que las acabadas con (r) son menos afortunadas que las terminadas con (l). Si a esto le sumamos la adhesión de la s por delante el conjunto (sdr) provoca mayor gustirrinín en su pronunciación.

Ser una palabra polisílaba, esdrújula y con dos ues intermedias, permite a una voz como ella que empieza por vocal y termina con vocal, entrar en el DBP. Así se entiende también que pueda caber como bella una palabra acabada en algo tan chabacano como –la, porque no es en –la que termina, sino en –ula, asunto que merece una mayor atención investigadora pues salta a la vista que dentro de la escasez de esdrújulas, hay un alto porcentaje de las mismas terminadas en tan extraña terminación, así tenemos esdrúj-ula, carát-ula, libélula, brúj-ula, rót-ula, físt-ula, sonámb-ula, etc.