Mi tocayo Maquiavelo, fue todo un Humanista, no inferior en bondad a Erasmo o Vives, sobre quien los poderosos a cuantos decía dirigirse en sus discursos para sortear la censura, en cambio, echaron una de mierda y otra de estiercol, a fin de espantar al Pueblo sufriente de su provechosa lectura y no tomara notra de sus sabias enseñanzas como las contenidas en El Príncipe, donde entre otros muchos consejos, recomienda a los ciudadanos – camuflados bajo la figura del Príncipe o Gobernante – hacerse cargo de la Historia cuyo destino está en sus propias manos, evitando en lo posible el azar en los asuntos humanos, el capricho de los dioses, aún más el de otros hombres que como ellos, mirarán por sus íntimos intereses antes que por los de la comunidad.
Sea entonces, que la expresión al frente de esta reflexión, nada tenga que ver con la quiromancia, entendida como práctica adivinatoria, más si en el genuino sentido material de su lectura espiritual que el autor toscano deseo compartir con los compatriotas animándolos a tomar las riendas de los actos en vez de dejarse llevar por ellos o peor aun, de sufirlos como si de acontecimientos naturales se tratara, cuando tras los mismos siempre responde una voluntad, un gobierno y un interés colectivo o individual.
Como quiera que de “El Príncipe” a diferencia de “El Principito” no se haya versionado una película ilustrativa de su refinado conocimiento a día de hoy custodiado a buen recaudo entre estadistas y politólogos, y sus ojos no tengan tiempo más que para la pantalla del ordenador, la tableta o el televisor…me he tomado la molestia de ayudarles en la comprensión de su denso contenido por medio de un sano ejercicio de origen oriental consistente en la autogeneración de la explicación por medio del propio cuerpo para que la mente lo capte antes que los sentidos. Evidentemente, para su realización necesito que conforme se lea el texto, usted vaya ejecutando las instrucciones.
Al objeto de transmitirles el mensaje uno a uno de ustedes los ciudadanos que el destino está en nuestras manos, nada mejor que tomar la propia mano como pantalla sobre la cual proyectar la sabiduría del Maestro Maquiavelo.
Como primer paso, extiendan su mano con los dedos abiertos y la palma vuelta ante sus ojos, estando rostro y mano en vertical. ¡He ahí el primer instrumento del Hombre! Reflexionen sobre su mano, ¿qué hacen con ella? ¿a quién se la dan? ¿para quién trabaja? Y respóndanse ¿Es mía esta mano? ¿O es de Dios?
En un segundo paso, varien el plano de su extremidad superior 90º de modo que esta quede a en horizontal a la altura de su nariz con el menique abajo y el pulgar hacia arriba y todos los dedos extendidos. Ante si tiene los cinco pilares sobre los que se sustenta la sociedad y el individuo.
Hecho lo anterior, estamos en disposición de ejecutar el ejercicio: tome su dedo menique con la mano libre. Este dedo menique simboliza el trabajo, medio humano de subsitencia que otorga dignidad a quien lo realiza, le permite acceder a la riqueza social y contribuir a su comunidad. En cambio, el Trabajo ha sido utilizado por los Gobernantes criminales para esclavizar al pueblo cuando lo tiene trabajando y para apartarlo de la riqueza del país cuando se lo niega. Dicho esto, hoy es el día que el Pueblo está sin trabajo digno y en consecuencia, repliguen el dedo menique.
Con el dedo menique replegado, tomen ahora el dedo anular. Este dedo simboliza el hogar, la pareja, el matrimonio, los hijos, la familia…pero al no tener un trabajo digno, al no poder acceder a la riqueza, no se puede adquirir una casa, no se puede establecer uno, es irresponsable formar una familia y en dicha condición es irresponsable traer hijos al mundo, sin recursos para mantenerlos y sin casa donde vivir. Por consiguiente, pueden plegar este otro dedo como el anterior sobre la palma de su mano.
Con el menique y anular pleagdos sobre la palma, tome al corazón por su extremo. Este dedo simboliza la Felicidad, la plenitud de la persona. Pero a quienes se les ha impedido acceder a la riqueza e incluso aportar algo a su comunidad, se les ha negado en consecuencia toda dignidad y capacidad para formar una familia, en consecuencia desarrollarse como persona, como padre, ciudadano de bien…también se les ha impedido ser felices, al menos en el sentido alegre del término, que es al que todos aspiramos. Sea así, que este tercer dedo tambien sea plagado sobre la palma de su mano.
¿Qué le queda al Hombre? ¿Que le queda a su Sociedad? Con los tres dedos anteriores recogidos, contemple lo que le queda ¿Y que es lo que tiene ante sí? Pues ni más ni menos que los dos pilares sobre los que se asienta la sociedad civil, a saber:
Para enfatizar la enseñanza que sigue, recomiendo intercalar el dedo índice y pulgar en los binomios, siendo la primera parte de los mismos para el índice y la segunda para el pulgar: A la sociedad civil sólo le queda el fundamento de la auténtica Democracia y la genuina Libertad; la fuente del verdadero Derecho y el sostenimiento de la Justicia; y el fundamento de la Paz y la Seguridad en rango de igualdad y Fraternidad.
Si por un casual, usted no confia en sus posibilidades, piense que la mano que tiene delante, es la mano de Dios y tenga Fe en su buen hacer.
Categoría: Filosofía
Primera aproximación al Aborto
Llevo más de treinta años reflexionando sobre asuntos terriblemente emparentados como son la Pena de Muerte, la Eutanasia, el Suicidio, la Tortura, el Terrorismo, el Tiranicidio, la Eugenesia o el Aborto, siendo este último, el que más quebraderos de cabeza ha comportado, pues mientras en los demás, mal que bien, he alcanzado cierta serenidad de espíritu al conseguir fijar la opinión en un arco asumible de oscilación meditativa, no así con tan embarazosa cuestión, donde desde el inicio me ha sido imposible avanzar ni un miserable paso en ninguna dirección, quedándome como estaba cuando por primera vez en el instituto se requiriera una respuesta de mi parte durante la clase de ética. Dicha circunstancia, resulta todavía más extraña, si tomamos en consideración que en el resto de materias he modificado sustancialmente mi resolución de salida, que en casi todas partía del acostumbrado buenismo pseudocristiano que malada las mentes de los jóvenes y de la entera sociedad, salvo las de las élites extractoras que son educadas en principios muy distintos de justicia, fortaleza, prudencia y templanza de las que hablaremos en otro momento.
Desde entonces, he cursado una carrera de Filosofía, otra de Teología, he realizado infinidad de lecturas sobre genética, bioética, jurisprudencia, he acudido a seminarios donde se trataba a fondo este problema desde distintas perspectivas sociológicas, médicas, antropológicas, etc, y sin embargo, aquella temprana, inexperta, pueril posición inicial no ha variado un ápice en todo este tiempo. O sea: que con catorce años, sin conocimientos técnicos acerca de cuándo se forma el sistema nervioso central, sin tener noticia de que el Derecho Romano del que procede el nuestro, no concedía la categoría de persona al recién nacido hasta pasadas veinticuatro horas del alumbramiento, que la propia Iglesia Católica no bautiza el feto en cuanto la madre comunica su estado de buenaesperanza y demás, ya tenia claro ¡que no lo tenía claro!, siendo entonces como ahora mi impresión que el Aborto ¡Jamás! puede ser un Derecho, menos una obligación, mas tampoco algo a perseguir penalmente, por no ser algo a priori deseable.
Por este motivo, hasta la fecha, no he publicado un solo artículo sobre los distintos Abortos de Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy o Gallardón. Si ahora me atrevo a ello, es con espíritu de servicio a la comunidad, por si con mis reflexiones en voz alta, pudiera contribuir de modo constructivo al debate de actualidad en torno a esta realidad social, siendo la presente mi primera aportación de grado muy humilde, al declarar abiertamente mi incapacidad para exponerles con nitidez el conjunto de lo que pienso, por pensar cosas contrarias y todavía no serme posible determinar con coherencia un punto de equilibrio convincente para la razón práctica. Hoy me conformo con explicar mi posición de salida:
El Aborto, no puede ser “un derecho”, por cuanto este debe ser positivo explícita e implícitamente en el sentido de que establezca la garantía de una acción deseable o apetecida en principio lógico. De ahí que se haya promulgado el derecho a la vida o a una vivienda digna, cuando todavía no tenemos noticias del derecho a la muerte o a vivir debajo de un puente. Cierto es, que puede establecerse leyes reguladoras tanto del suicidio, como la eutanasia e incluso la Pena de muerte, y es bueno que así sea para evitar la arbitrariedad de su aplicación, pero ninguna de estas normativas, regulaciones, decretos o leyes, pueden ser elevados a la categoría de un derecho. La confusión aparece cuando todo el conjunto de leyes, normas y regulaciones son incorporadas a la ciencia que se ocupa de todo ello cuál es, “El Derecho”. Por supuesto, soy partidario de regular el fenómeno social del Aborto, que aunque ustedes no lo sepan, fue todo un avance moral respecto al infanticidio en su momento, por cuanto, al margen de nuestras convicciones morales particulares, la sociedad debe una respuesta práctica a las situaciones particulares que acontecen en su seno.
Ahora bien, a la vez que me muestro contrario a hablar del Aborto como “un derecho”, considero que el mismo no debe ser perseguido por las leyes, salvo cuando es forzado u obligado a manos de terceros, por cuanto siempre he sido de la firme opinión, de que ninguna mujer, en su sano juicio, aborta por gusto, placer, afición o ideología, sino por muy variados motivos negativos que le empujan a ello tras no pocos sufrimientos mentales en una toma de decisión cuya responsabilidad no puede transferir y que habrá de acompañarla el resto de sus días, cosa no siempre fácil de sobrellevar porque pueda ser cierto que la vida es corta, pero la existencia puede ser eterna.
El origen de la Filosofía. Ocurrencia
Tomen a un niño de entre 6 y 10 años, preferentemente hijo suyo o en su defecto sírvase de uno de acogida. Sitúese en frente y sin mediar palabra propínele una torta, ni suave ni brusca. De inmediato la criatura exclamará ¡¿Por qué?! ¡He ahí un filósofo!
Chicharrología
Al general de división en la reserva, Juan Antonio Chicharro, le han llovido críticas por mantener en público “La patria es anterior y más importante que la democracia. El patriotismo es un sentimiento y la Constitución no es más que una ley” afirmaciones todas, que una a una, son ciertas, pero que puestas de corrido, como que el conjunto es mayor que la suma de sus partes; porque veamos:
Es indiscutible que la patria es anterior a la democracia y si le dejamos discurrir silogísticamente a la Inteligencia militar pronto descubriremos gracias al CNI que también lo es a la Casa Real, la Banca y hasta la mismísima RTVE.
Igualmente es correcto apreciar el patriotismo como un sentimiento aunque aquí podríamos echar en falta su condición de racionalidad innata que subyace al grupo de pertenencia al que ineludiblemente se abraza por instinto el animal gregario que somos. Por no nombrar la bicha de que España más que una patria, ha generado cientos de ellas aunque sus acólitos pretendan diferenciarse como nacionalistas o nacionales.
Por último, la Constitución, por sacrosanta que se la presente aquí o en los Estados Unidos, no es más que una Ley como advirtiera nuestro Señor Jesucristo dada su intrínseca relatividad al declarar aquello de “La ley está hecha para el Hombre y no al revés” claro que también aquí podría aducirse lo otro sobre la Ley impresa en los Corazones y no en las piedras.
Sin aportar más detalles para la reflexión, entre la racionalidad de la patria obviada por un lado y el posible sentimiento de adhesión de los corazones de las gentes a su Ley, resulta evidente que su enunciación obedece más al desahogo de lo que se quiere decir que a lo que se dice en propiedad; Y ¡hay que ver! la agilidad con que se aprecia la biga en ojo ajeno por cuantos desde el mundo de la política se han apresurado a denunciar el chicharro contenido entre las proposiciones sin ser abiertamente formulado.
Porque recientemente han habido otros chicharros de consideración a los que no se ha prestado la debida atención, como por ejemplo, el colado por el Presidente del Gobierno cuando hace dos semanas exclamó sin sonrojarse eso de “Sé que no he cumplido mis promesas electorales. Pero me siento muy satisfecho porque he cumplido con mi deber”. Excelente progreso argumentativo moral que en adelante permitirá a todo mandatario contraponer cualquier promesa incumplida con su propio incumplimiento a fin de anularlos entre si y que me hubiera venido de perlas cuando de pequeño no había recogido la habitación como se lo prometía reiteradamente a mi madre “ ¡Mamá! Sé que no he recogido la habitación. Pero estoy muy satisfecho porque la he dejado como está”.
Tampoco ha estado nada mal el chicharro introducido por Carmen Chacón quien al calor de las fricciones entre el PSC y el PSOE a raíz de la votación en el Congreso ha declarado sin empacho “He votado en conciencia” ¿Pero cómo? En la Democracia española, los partidos tienen prohibido expresamente “votar en conciencia”. Porque en España, nuestros políticos no pueden alardear de conciencia. Para los Políticos, la disciplina de Partido es anterior a la conciencia e incluso a la democracia. Claro que para los rebeldes, la conciencia está antes que la democracia o la Patria quien sabe si de la misma ley.
Así tenemos que en España, para los militares la Patria es anterior a la democracia; para los gobernantes, el cumplimiento del deber está por encima de la verdad; y finalmente los políticos anteponen la disciplina a la conciencia. No se quejará Merkel. Ni en la Prusia de Bismark se confeccionó lema más apropiado ¡Patria! ¡Deber! ¡Disciplina! para combatir los excesos revolucionarios enarbolados por la proclama masónica de ¡Libertad! ¡Igualdad! ¡Fraternidad! que condujo a Europa al caos y mismo desastre donde ahora se halla.
Happy Hour
Hace poco, camino del autobús, quien sabe si por deformación profesional, reparé en una extraña pizarra en medio de la acera junto al bar “El Norte” de castro Urdiales, anunciando “Happy hour” 20:00h. Y aunque me tengo por buena persona, algo de inglés entiendo más allá del amable saludo londinense “Fuck off!” por lo que pude colegir que, a las ocho de la tarde, en dicho establecimiento, empezaba una ¡hora feliz!
Durante el trayecto a Bilbao medité sobre el asunto cavilando en qué podía consistir esa “Hora feliz” El significado temporal de la expresión estaba claro “60 minutos” que aunque ridículo comparado con el ¡Feliz cumpleaños! que dura todo un día, con el ¡Feliz Navidad! que da para dos o tres meses, huelga comentar con ¡Feliz año Nuevo!, lo cierto es que, si estamos en crisis, el recorte también ha de afectar a la felicidad. Pero ¿Qué es la Felicidad?
Así en abstracto, la Felicidad es un concepto como cualquier otro biensonante de esos que gusta usar sin peligro de cometer un error. Por ejemplo, es fácil que un político nos prometa más libertad, los periodistas contar la Verdad, las fuerzas del orden mantener la Paz, los tribunales impartir Justicia y las Religiones comunicarnos el Amor de Dios. No obstante, la Felicidad parece gozar de un estatus axiológico superior al cual remiten todos los demás, lo cual, le hace más vulnerable al abuso. Para aceptar esta afirmación, antes hemos de enfrentarnos a distintos dilemas imaginarios a modo de experimento mental para en su dilucidación ir configurando nuestro particular escala de valores:
Si nos viéramos forzados a elegir entre una vida llena de Paz y otra de Amor, ¿Con cuál nos quedaríamos? Pongamos que han escogido la Paz porque puede haber Amor sin Paz, pero no Paz sin Amor ¡Esta era chupada!. A continuación, la elección se plantea entre Paz o Libertad. Supongamos que han optado por la segunda porque desean ser libres antes que pacíficos siendo como somos humanos y no Ángeles. Sin embargo, nada más tomar su decisión les sobreviene la duda entre la Justicia y la Libertad; Tras varios devaneos y vacilaciones sin estar muy convencidos apuestan por la Justicia, pues es de suyo que la Justicia para ser justa ha de presuponerse libre. El asunto se complica más cuando cae en la cuenta de que puede disyuntarse todavía entre Justicia y Verdad o lo que es lo mismo entre ser Justo y Sabio. Es evidente que para ser Justo es preciso ser antes Sabio porque, se es justo por ser sabio y no sabio por ser justo. Pues bien, ahora le toca el turno a la Verdad enfrentarse con la Felicidad. Entre ser sabio y Feliz ¿Qué elegirían ustedes?
En el párrafo anterior he presentado mi particular perspectiva, pero la de usted puede haber recorrido otro derrotero en función de su experiencia vital. En cualquier caso, al final la Felicidad se lleva el honor de supeditar a todas las demás, no ya una a una, sino tomadas incluso en su conjunto, porque la meta de nuestra existencia es ser feliz.
Fuera del diccionario, las personas pueden buscar y hasta encontrar la felicidad en el placer, el cumplimiento del deber, el amor, la familia, la amistad, el trabajo, la riqueza, la salud, el honor, el juego, el sexo, el conocimiento, la abstinencia, la paz interior, la meditación, el sufrimiento ajeno, la justicia, el asesinato, y un largo etcétera para el cual la filosofía siempre ha hallado un acomodo metafísico bajo el epicureísmo, pragmatismo, utilitarismo, kantismo, estoicismo, existencialismo y demás escuelas. Despejar su escurridizo misterio ocupa mi reflexión filosófica desde cuando en COU tuve que enfrentarme al “Discurso de la Felicidad” de Séneca y casi creí alcanzar una respuesta plausible hace dos años cuando llegué a la humilde conclusión de que, el secreto de la Felicidad, puede residir en algo tan sencillo como llevar paraguas un día de lluvia. Pero estaba equivocado.
Esa reflexión podía valer para mi que no sé inglés. Puede haber gente que sólo se sentiría feliz llevando ella paraguas y los demás, no. Es más, los habría que en su afana de ser ellos felices, irían robando paraguas por las esquinas para posteriormente disfrutar contemplando cómo sus dueños, desdichados, corren entre los charcos bajo el agua. Si me apuran habrá individuos que serán felices viendo cómo los demás se mojan aunque ellos tampoco tengan paraguas. Y todavía habría algunos que sin necesidad de llevar o no paraguas y de que lloviera o dejara de llover, serian felices con sólo imaginar como los demás nos mojamos un día de lluvia cualquiera.
A la luz de todo lo comentado, pasé el día intrigado cómo se las arreglaría el dueño de “El Norte” para satisfacer a todos los clientes durante una hora, cada cual, con su singular idea de Felicidad. En mi caso no era nada complicado: con dos rubias de ojos azules en bikini al lado sería más que suficiente. Pero sé que los hay más exigentes y lo que ha empezado siendo un ardid de mercadotecnia, podría volverse contra el promotor de la iniciativa, pues la gente anda muy necesitada de felicidad, entendida esta como dinero, ahora que los bancos no dan crédito y las ejecuciones hipotecarias se cuentan por suicidios. Finalmente, a mi regreso, con la curiosidad a flor de piel, me acerqué por el local a eso de las ocho y media y pedí una cerveza.
Para mi sorpresa, sin darme tiempo a que le preguntase en qué consistía la ¡Hora Feliz!, me plantó delante del mostrador dos botellas abiertas. Entonces comprendí que la Happy Hour! no era otra cosa que el típico 2×1 de los supermercados. ¡Adios! A las rubias de ojos azules, aunque he de reconocer que con las otras dos rubias a cada trago que daba, profundizaba en el misterio de la felicidad y hasta creo que llegué a entender mejor los Misterios de Eleusis.