http://www.youtube.com/watch?v=fC17RRpqAHk
El agudo y sutil tratamiento que el enigmático FICHTE confiere al capital problema de la metafísica es sorprendente de principio a fin, como demuestra sobre todo sus escritos filosóficos de la primera filosofía, entre los que se encuentra sus breves pero densas Primera y Segunda introducción a la doctrina de la Ciencia de las cuáles he intentado servirme para explicar cómo concebía el “Yo” dicho autor.
La edición de la que me he valido, pertenece a la colección Clásicos del pensamiento de la editorial Tecnos (Madrid 1987), cuya traducción y estudio preliminar pertenece a J.M. QUINTANA, del que he tomado varias reflexiones que aparecen en el trabajo.
El racionalismo cartesiano trasladó la reflexión filosófica al Sujeto, dejando a un lado la observación del objeto, pero esa renovada intimidad se vio frenada en parte por el empuje y éxito de las ciencias empíricas que nuevamente situaron fuera del Sujeto los secretos del mundo, que debían ser descubiertas por éste y traducidas a leyes. En esta contraposición del Sujeto objeto del yo con la realidad, KANT hizo del “yo pienso” el principio supremo del conocimiento, pero aun en él subsistió un resquicio para la exterioridad a la autoconciencia que tomó el nombre de “la cosa en sí” que pasó al campo de lo desconocido. Esta incompatibilidad entre la posterioridad del Empirismo y la prioridad del Idealismo hacía inaceptable semejante posibilidad que KANT albergó, y la “cosa en sí” se convirtió en el único obstáculo que impedía al “yo pienso” convertirse en el principio absoluto. Había que decidir pues, entre si la absolutez que toda filosofía pretende se encontraba del lado del Sujeto o del objeto y es aquí donde el Idealismo suprime la posibilidad que sea del objeto, quedándole entonces la única vía de un Sujeto Absoluto. Hemos de tener en cuenta como nos dice QUINTANA “que el Idealismo estriba en la reducción total del objeto de conocimiento a la actividad de la Conciencia del Sujeto o dicho de otro modo, en que todo el Ser del mundo consiste en Ser pensado y que así es como lo veía FICHTE de un modo taxativo en su Segunda introducción a la doctrina de la ciencia”. Es así como el autor llega a su principal postulado el “Yo Absoluto” -conviene aquí refrescar las diferentes posturas que dentro del Idealismo se pueden dar y que recoge muy bien FERRATER MORA, y que en todas ellas, desde el propio DESCARTES hasta el mismo KANT, no se habían atrevido por completo a despojar a la realidad de un mínimo ontológico fuera del Sujeto, cosa a la que sí se atrevió el Idealismo post-kantiano alemán, cuyo máximo exponente es FICHTE. Con él, como nos recuerda este enciclopédico autor, “esa brizna de Realismo que aún quedaba desaparece por completo, y es por ello el idealismo por excelencia. En tal idealismo el mundo es equiparado con la representación del mundo, la cual no tiene por qué corresponderse con la representación subjetiva y empírica que nos recuerda a SCHOPENHAUER. De hecho, más que de una representación se trata de un representar, es decir, de una actividad representante que condiciona el mundo en su mundanidad.”
FICHTE está con KANT frente a HUME en que el fundamento de la experiencia tiene que estar fuera de la experiencia, pero a diferencia del Maestro, considera que por encima de la experiencia hay que separar lo que en la experiencia permanece unido, por una lado la cosa y por otro la conciencia. De este modo nos vemos obligados a escoger una filosofía o bien de las cosas o bien de la conciencia, por lo que solamente a FICHTE se le presentan dos filosofías posibles: el dogmatismo y el idealismo. Como defensa de su visión idealista frente aquellos que critican dicha doctrina por su aparente falta de objeto y que la tildan de pura especulación, el autor muestra las dolencias que también padecen los aparentemente fiables objetos del dogmatismo, y así en su Primera introducción a la doctrina de la Ciencia , que dedicó a la tarea apuntada, nos dice en sus páginas 16-17 “el principio del dogmatismo, “la cosa en sí” no es nada y no tiene realidad alguna fuera de aquella que ha de adquirir por el hecho de que sólo partiendo de él pueda explicarse la experiencia. Esta prueba es anulada por el idealista diciendo…que la “cosa en sí” se convierte en una quimera total, no viéndose ningún otro fundamento de por qué habría de admitirse tal “cosa en sí” y con ella se derrumba todo el edificio del dogmatismo”. Como el propio autor reconoce, la preferencia de los sistemas a falta de razón suficiente para inclinar la balanza sobre uno de ellos, se debe a la personalidad de quien los piensa y según él son los hombres libres quienes escogen el Idealismo.
El propósito de FICHTE era liberar al kantismo de todo rastro de dogmatismo, pero para ello su reflexión debía partir del Absoluto de una Conciencia y no de un hecho. Sin embargo ello le obligaba a ver dicho Absoluto en acción, pues sería primero la misma a cualquier hecho. Para él, el Yo no se agota en su carácter teórico, no solo conoce, también actúa -QUINTANA apunta que FICHTE sigue la estela de KANT en contemplar al Sujeto como acción moral- . En la acción, el Yo demuestra su superioridad sobre el “No-Yo” y lo somete a sus fines, es la práctica en donde las cosas están a merced del Yo. FICHTE llega al extremo de depurar al Yo como un puro obrar sin ningún ser que obre con él – HEGEL iría un poco más allá en su fenomenología y nos diría que el Espíritu está en constante movimiento hacia adelante- . Es la idea de una función sin Sujeto; para él todo es secundario respecto a la acción, para FICHTE ni el “yo pienso” ni el “yo soy” es lo último a lo que lleva la reflexión, sino el “yo actúo”.
¿Cuáles son las repercusiones de este atrevido planteamiento fichtiano? La más destacable es la supresión epistemológica, preocupación entre el conocimiento a priori y a posteriori que se tiene del mundo; todo es experiencia que se deduce a partir del Yo, pero no a modo de sacar lo particular de lo universal, sino de reflejar el contenido empírico de la Conciencia inmediata, entendida ésta, como la que influye en sí misma la totalidad de la experiencia, que tomaría su relevancia por ser el verdadero origen activo de toda ella. Para explicarlo pone el ejemplo entre la acción del Yo del filósofo que observa, y las observaciones del filósofo, las primeras son originarias y las segundas reflejas.
Todo Conciencia, tiene conciencia de sí misma como activa, pero la autoconciencia del “yo activo” no es conocimiento, sino intuición. Para poder concebirse el Yo a sí mismo, nos dice FICHTE que necesita contraponerse un “No-Yo”, de modo que, al autoponerse del Yo que sería la tesis, es necesario que él mismo se autoimponga un “No-Yo” que sería la antítesis -hay varios niveles a la hora de hablar del Yo: el “yo psicológico” que designaría aquello que subyace a las manifestaciones de un Sujeto, a cualquier acto mental; Sería entendido como un substancia que permanece idéntica debajo de los posibles actos, vendría a ser el nombre bajo el que se recoge el conjunto de los actos mentales, sería la posición de HUME; el “yo epistemológico” , que supondría una substancia cognoscente que formaría una estructura unitaria de actos cognoscentes; Y el “yo metafísico” que es concebido como substancia más fundamental que las anteriores y que ha sido entendido tradicionalmente como alma. FICHTE en su obra trata sobre todo del “yo metafísico” pero, tanto cuando habla de intuirse o limitarse o autoconcebirse, se pasa al plano psicológico, y cuando habla de conocer el “No -Yo” pasa al plano epistemológico sin avisar.
FICHTE pretendía encontrar en el Yo el principio supremo de todo saber y como este principio debía ser absolutamente primero, debía remitirlo a algo Absoluto, que como él nos explica no puede ser demostrado ni derivado de otro principio, quedando sólo deducirlo por el camino de la reflexión como aquel acto puro que está en los cimientos de todo saber, pues como apunta en la página 95 en su Segunda introducción a la doctrina de la Ciencia “mediante la demostración se logra solo una certeza condicionada, mediata, como consecuencia de la demostración algo es cierto si es cierta otra cosa. Pero si surge una duda sobre la certeza de esa otra, hay que enlazar esa certeza con la de un tercer elemento y así sucesivamente.” Él a lo único a lo que aspira es a mostrar con claridad que para que cualquier experiencia se ponga en el Yo, el Yo debía ya estar puesto, y sólo cabe entender este puesto como autoposición del Yo. He aquí el primer principio de FICHTE: la autoposición absoluta del Yo -más adelante HEGEL en su Introducción a la fenomenología cuando habla de la conciencia nos dirá que para hablar del verdadero conocimiento es necesario comenzar por lo Absoluto y atenerse a ello, y que todo conocimiento debe comenzar por la experiencia de la propia conciencia.
En ese primer momento de la autoposición del Yo, el Yo es ilimitado en todos sus aspectos y por ende él mismo es toda la Realidad – hemos de tener en cuenta que, como dice FERRATER-MORA cuando habla de la voz yo, “FICHTE concibe el yo como una realidad anterior o previa al sujeto y al objeto como la Realidad que se pone así misma, y con ello pone lo que se opone a ella.” .Hasta aquí sería la primera fase de lo que el filósofo alemán denomina dialéctica del Yo: el Yo se pone a sí mismo como Absoluto, pero de la misma forma que se ha puesto a sí mismo, se contrapone por necesidad el “No-Yo” que él mismo se autoimpone, que también es absolutamente “No-Yo”. Pero una vez ha aparecido el “No-Yo” como ambos, tesis y antítesis serían incompatibles y en su lucha perecería el Yo al “No-Yo” FICHTE requiere de una síntesis para que tal resultado escatológico no acontezca -que como recuerda QUINTANA en su estudio, es natural al Idealismo- . Esta síntesis la ofrece la mutua limitación y ambos, lejos de destruirse o negarse, se complementan formando a la otra parte, dándose el conjunto (Yo – “No-Yo”). De este modo, aparecen por una lado el “Yo puro” y por otro el “Yo empírico” o individual y el “No-Yo” que sería el mundo o la naturaleza. A este respecto conviene recordar íntegramente los pasajes que en las páginas 88-89 de la Segunda introducción a la doctrina de la Ciencia nos ofrece:” Se objeta la doctrina de la Ciencia que nosotros, personalmente, en el concepto del Yo no podemos pensar otra cosa que nuestra querida persona, como contrapuesta a las demás personas (…) ¿qué quiere decir propiamente esta objeción formulada con tanto atrevimiento? ¿habla de la originaria síntesis real del concepto de individuo con lo cual pretenden ellos decir que en este concepto no hay sintetizada otra cosa que el concepto de un objeto en general del ello y su distinción de otros iguales a él que en consecuencia son también un ello y nada más que la individualidad? (…) . En virtud de la distinción entre un objeto y sus iguales, no se origina otra cosa que un objeto determinado y en modo alguno una persona determinada. Con la síntesis del concepto de persona ocurre algo muy distinto. El concepto de la yoidad encontrada en nosotros mismos, es transferido a algo que este primer poner ha sido puesto con un Ello como un simple objeto, como algo fuera de nosotros, y es unido sintéticamente con Ello, y sólo en virtud de esta síntesis surge para nosotros un Tú. El concepto de Tú aparece por la unión del Ello y del Yo. El concepto del Yo en esta contraposición como concepto de individuo, es la síntesis del Yo consigo mismo (…)”. Pero no debemos de tomar esta síntesis equivocadamente, como si se hubiera diluido el Yo en el “No-Yo” o viceversa, ni tampoco debemos entenderlo, como posteriormente hiciera SCHELLING, como una plena identidad de Sujeto-objeto ni en su principio ni en su final.
De esta dialéctica del Yo vemos que por una parte, se da el Yo limitando al “No- Yo” que sería la filosofía práctica y por otro un segundo momento en el que el Yo aparece limitado como por el “No-Yo” , que se trataría de la filosofía teorética. Esto nos sitúa ante el problema epistemológico del conocimiento. ¿Cuál es en este sistema filosófico el verdadero contenido del conocimiento? Si buscamos el conocimiento en las cosas mismas, tiramos por tierra los principios del Idealismo; así pues, FICHTE situó dentro del propio Yo lo que debía ser conocido. Para ello no le quedó más remedio que rizar el rizo y fundamentar su propósito en que aunque la actividad cognitiva del Sujeto considere inevitable a los objetos como dados y existentes en sí, lo cual no es óbice para que sea el propio sujeto quien les otorgue dicha propiedad para poder funcionar -algo parecido vino a decir el propio NIETZSCHE aunque con otro sentido, cuando nos explica que la noción de Sujeto se apoya en el supuesto de la idea de substancia, pero que “la idea de substancia ciertamente es consecuencia del Sujeto y no el contrario, pues si nos quedamos sin Sujeto, no se podrían dar las condiciones necesarias para imaginar una substancia”- . La impresión de alteridad que provoca el mundo externo proviene del yo que produce el contenido material del conocimiento de forma necesaria y espontánea. Esta fórmula es la que se ha llamado Real-Idealismo fichtiano, que se contrapone al Idealismo clásico por ser inmanente y no trascendente -aunque como muy bien señala QUINTANA en el estudio preliminar en su página XVII “el Idealismo no se opone al Realismo para FICHTE sino al dogmatismo”- y que consiste, como muy bien lo define FERRATER-MORA en su diccionario, “en aquella doctrina según la cual ni el “No-Yo” es resultado de la proyección del Yo, ni el Yo es una derivación del “No-Yo”.
Una vez apuntalado en el propio Yo, el contenido material del conocimiento en esta acción pasivo-refleja conocido como Real-Idealismo, FICHTE puede dar cuenta de la sensación, la intuición sensible, el entendimiento, el juicio y la razón sin mayores problemas.
Si se aceptan los dos primeros principios de FICHTE todo va como la seda, pero aparece la cuestión que entorpece su discurso de por qué le es necesario a un “Yo Absoluto” autoimponerse un “No-Yo”. La explicación pasa de la esfera teórica a la esfera práctica y se nos dice que el Yo práctico-acción se impone al “Yo teórico”-reflexión y el “Yo práctico” necesita de la superación del “No-Yo” para dar cuenta del “Yo Absoluto”, pero esta explicación que FICHTE considera factible sigue sin dar cuenta del por qué el “No-Yo” Absoluto se despliega sin más, en lugar de replegarse sobre si misma. En otras palabras ¿por qué el Yo práctico se torna en teórico?. La respuesta vendría a ser que si el “Yo práctico” fuera esencialmente actividad pura y se desplegaría sin resistencia hacia el infinito, el Yo práctico coincidiría con el Yo Absoluto y no habría que explicar la autolimitación del Yo. El mundo no es un medio para su despliegue sino su posibilidad de acción y su infinitud no es su propiedad sino el fin hacia el que tiende su actividad. El “No-Yo” que es inevitable al “Yo práctico” es ese ideal de infinitud que busca el “Yo práctico”.
En resumen, FICHTE primero considera que para que pongamos dentro del Yo nada, éste ya debe estar puesto por sí mismo, pero en el primer momento de la autoposición del Yo éste es ilimitado, y del mismo modo que se autoimpuso su “Yo absoluto” se autocontrapuso un “No-Yo” igualmente absoluto. Para evitar una continua confrontación que llevaría a la eliminación del propio Yo aparece la síntesis bajo la categoría de limitación que permite coexistir al Yo con el “No-Yo”. El “Yo absoluto” de este modo se separa en dos partes que se complementan y este “Yo Absoluto” el conjunto en el que se engloban el “Yo práctico” (Yo individual) y el “No-Yo” Absoluto que sería el mundo, la realidad, de modo que para el “Yo práctico” su finalidad última es superar la dificultad que el “Yo Absoluto” se impuso con el “No-Yo” absoluto. Para demostrarlo, como dice FERRATER-MORA cuando habla de FICHTE, “el autor parte de la evidencia del principio de identidad, cuya estructura formal se transforma acto seguido en contenido material, pues la identidad del principio no es otra cosa que la identidad del Yo consigo mismo. A este primer principio de la doctrina de la Ciencia se añade un segundo principio demostrado así mismo por su correlación con un principio lógico: el de contradicción. La escisión de la realidad en un Yo que se pone así mismo y en un “No-Yo” que se contrapone al primero requiere una síntesis que anule sin destruirlos los dos momentos. Esta síntesis consiste en la limitación de las dos posiciones anteriores, según la cual en el Yo se contrapone el “Yo divisible”, un “No-Yo divisible”. Con ello quedan asentados los tres principios de los que parte y a los que vuelve toda filosofía” . Hasta aquí vendría a ser lo expuesto en las obras de su primera filosofía, entre ellas La primera y segunda introducción de la doctrina de la ciencia, y El fundamento de toda doctrina de la ciencia.
En cualquier caso, el asunto tratado por Fichte viene a replantear en términos despojados de cualquier sacralizad la cuestión Teológica de cómo fue posible la Creación dónde lo Absoluto en su mismidad dio origen a lo contingente y las discusiones posteriores que llegaron al laberinto de Spinoza.