II Premio Cafés Gosoa de Relato Corto

 

De nuevo, la empresa “Cafés Gosoa” apuesta por la cultura y convoca el II Premio literario para la modalidad de relato corto en euskera y otro en castellano.

BASES:
1 La participación en el certamen está abierta a residentes en Euskadi y en Territorio Español. Cada participante sólo podrá presentar un relato a concurso.
2 Los relatos deberán ser inéditos.
3 El tema del relato para esta segunda edición será “Café y Mar”, quedando a la entera libertad del autor el modo en cómo abordarlo o introducir el motivo en su obra.
4 El relato no podrá superar las 3.000 palabras.
5 Los trabajos deben ser enviados antes del 31 de Mayo de 2017 por correo electrónico a la dirección gosoarelatoscortos@yahoo.com especificando en asunto: «II Premio Cafés Gosoa”. En el mensaje, además de adjuntar en archivo la obra, deberán incluirse los datos completos del autor: nombre, apellidos, DNI, teléfono de contacto y dirección de correo electrónico.
6 Los premiados en euskera y castellano serán convocados a una ceremonia programada para el 1 de Octubre, Día Internacional del café, donde se les hará entrega del galardón; de cincuenta ejemplares con las obras premiadas publicadas por Cafés Gosoa y un lote de su peso en café. En esa misma fecha se hará público el Fallo del Jurado.
7 El jurado, estará integrado por representantes del mundo de la cultura y un representante de Cafés Gosoa.
8. Los participantes, por su mera presentación, aceptan íntegramente las bases del certamen.
9. El premio podrá declararse desierto y el fallo del jurado será inapelable.
10. El jurado será soberano en la interpretación de estas bases.

En su primera edición del pasado año 2016, el concurso recibió más de un centenar de obras siendo el fallo del jurado el siguiente:
Premio Cafés Gosoa de relato corto en euskera: UNAI VILLENA por la obra “Hamahirugarren kafea”.
Premio Cafés Gosoa de relato corto en castellano: EMMA PÉREZ MÉNDEZ por la obra “Al otro lado de la barra”.

Premio Cafés Gosoa de relato corto

En el trasiego prenavideño, entre encendido de luces, frenéticas compras, sorteo de lotería y comilonas de empresa, ha tenido lugar la entrega de de los “Premios Cafés Gosoa de relato corto” en Euskera y Castellano, con el lema “Café punto de encuentro”, certamen cuya singularidad estriba en otorgar a los galardonados su peso en café, además de cincuenta ejemplares editados de las obras elegidas por el jurado para esta primera convocatoria.

La iniciativa de crear un concurso literario asociado a la marca de Cafés Gosoa, nace del amor que la gerente de la empresa tiene por la cultura y la idea generalizada de que los escritores suelen ser adictos a sus inspiradores efectos. De ahí, que desde un principio, se pensó en un premio que aún pudiéndose cuantificar en 1500 euros por galardón, fuera más simbólico que económico, atrayendo la participación de autores genuinos sólo corrompidos por el espíritu creativo y el afán de ser reconocidos por su talento, dispuestos a jugarse su respetabilidad en una simpática apuesta lúdica por la cultura, donde seguramente los participantes aporten más prestigio al Premio que a la inversa como es de esperar suceda. Y así ha sido.

Para esta primera edición, la empresa diseñó una publicidad de perfil bajo siguiendo los consejos de la Dirección Técnica del Certamen: se repartieron prospectos con las bases en los establecimientos hosteleros que despachan la marca Cafés Gosoa y se remitió la convocatoria a los foros especializados. Se esperaba recibir no más de una veintena de títulos por modalidad. Cuál no sería la sorpresa de todos, cuando a los correos indicados para la recepción de originales no paraban de llegar mensajes hasta sobrepasar de largo el centenar y lo más asombroso, remitidos de todas partes del mundo.

Tras varios meses de deliberación, el jurado dio a conocer su fallo a la empresa y esta se puso en contacto con los galardonados al objeto de acordar una fecha adecuada a todas las partes para celebrar la ceremonia de entrega del Premio. Entre ambos momentos han transcurrido tres meses tiempo suficiente para editar los relatos salvando los compromisos laborales y familiares de los implicados.

Es así, como el pasado Viernes 16 de Diciembre de 2016 al mediodía, en los locales de la empresa tuvo lugar la pintoresca escena del pesado de los autores para establecer a cuántos kilos de café corresponde su premio. Pasado el trámite, miembros de la empresa, del jurado, familiares de los galardonados y los premiados acudieron al Restaurante reservado para la ocasión donde se les hizo entrega solemne del diploma que les acredita como los primeros ganadores del “Premio Cafés Gosoa de relato corto” cuyos nombres damos a conocer:

Premio Cafés Gosoa de relato corto en euskera: UNAI VILLENA por la obra “ Hamahirugarren kafea”.
Premio Cafés Gosoa de relato corto en castellano: EMMA PÉREZ MÉNDEZ por la obra “Al otro lado de la barra”.

Durante la comida todos nos conocimos un poco más: Emma es enfermera y Unai ingeniero; pese a que ambos contaban ya con obras premiadas y publicadas, se animaron a participar porque les hizo gracia tan curiosa convocatoria, extremo que respaldó la iniciativa animando en los brindis finales a Irune Goyenechea, Gerente de Cafés Gosoa a desvelar el tema del próximo certamen, a saber, “El café y el Mar” que en breve será convocado al inicio del 2017.

De cómo el Evento engulló al tema

La primera ocasión que tuve noticia de tan extraño fenómeno lingüístico fue de la magistral mano de Alex Grijelmo cuya obra entera recomiendo a cuantos guste disfrutar de los entresijos del castellano, quien hace al menos una década ya advertía sobre la voracidad del “evento” cuyo calco del uso inglés mal empleado por la comunidad castellanoparlante, amenaza cual especie invasora, con extinguir todo el vocabulario autóctono incluidas voces como “tema” la cual ya había fagocitado por su cuenta al “asunto”, la “cuestión”, el “problema” y la “cosa” que a su vez se había encargado de merendarse a toda palabra susceptible de caer bajo su indeterminación, extremo al que no escaparían ni los demostrativos “esto”, “eso” o “aquello” socorridos remedios hogareños de las madres para referirse a casi cualquier particular, que por aquí empezaría tan demencial secuencia lexicofágica.

Mal que bien, hasta hace nada, había cierto acomodo en dicho podio de términos glotones que depauperaban el lenguaje coloquial, por cuanto era propio de los pobres expresarse con pobredad. Sin embargo, con la crisis económica galopante que no parece tener fin pues al final del túnel nos aguarda la tormenta, disminuyendo como ha disminuido la clase media, una voz como Evento está causando estragos en la expresión oral y escrita, alcanzando cotas preocupantes.

Durante mucho tiempo, refugiada mi mente como está en los sótanos de la República de las Letras, es decir, en los clásicos grecolatinos, aún siendo como soy un faltógrafo impenitente, la advertencia certera de tan genial autor se me antojó toda una exageración propia del erudito especialista celoso custodio de su terruño. Más el otro día, atendiendo un debate de la Sexta, pude escuchar de labios de un habitual de la cadena a quien aprecio lo suficiente como para no citarle, que el evento de Siria era muy preocupante. Entonces desperté de mi letargo. ¡Evento como sinónimo de guerra! A dónde habíamos llegado…

En estos años, casi sin darnos cuenta, el “evento” ha multiplicado su presencia entre nosotros, hasta el punto de que hoy todo son eventos: vemos a la gente haciendo cola para asistir a un evento teatral en vez de una representación; las madres acuden al colegio a contemplar un evento deportivo antes que una competición; salimos de etiqueta a un evento musical que podría ser hasta un concierto; los ciudadanos ya no participan de las elecciones democráticas, sino de un evento político; en Navidad se prodigan los eventos familiares antaño dichas reuniones, los eventos empresariales en sustitución de comidas y cuando alguien se muere vamos a despedirle a un evento funerario cuando tocaba un sepelio. Manifestaciones laborales, actuaciones policiales, mítines políticos, acontecimientos climáticos, exposiciones de pintura, fiestas populares, pasarelas de moda, concursos infantiles, ceremonias religiosas, cumpleaños, Jura de bandera, recepción de Autoridades, presentación de libros, noticias del telediario, entrada en la cárcel de Pantoja…todos son eventos.

Y bien está que una sociedad empobrecida se exprese con un lenguaje empobrecido para que el vestuario acumulado en el ropero no despiste al interlocutor deseoso de saber el estatus social al que en la actualidad pertenece la persona con la que se mantiene conversación. Pero “evento” no sólo está afectando a esos trece millones de españoles que están sumidos en la pobreza con o sin trabajo; que también ha alcanzado de lleno a la flor y nata de las élites extractoras, particular del que me he percatado al revisar las intervenciones de los representantes de la Patronal y de la Banca cuyos actos, también son eventos.

Paradójicamente, el “evento” no parece eventual entendido el adjetivo como algo que no es seguro, fijo o regular, en nuestra lengua, antes sospechamos que ha venido para quedarse por mucho tiempo hasta que la mismísima RAE, anuncie a bombo y platillo la salida al mercado de su nuevo Evento, entendiendo esta vez por evento su famoso Diccionario, cuyo contenido, ciertamente cada poco es más y más eventual.

Mártir de la Ortografía

Hace tiempo dejé muy clara en artículos como Kontra la Ortographia (Korrejido), mi posición práctica e intelectual ante la presión exagerada que con la excusa de esta enfermedad del lenguaje escrito, es ejercida por aquellos que creyéndose autoridades en su fijación retrógrada, se regodean señalando con el dedo acusador lo que su supina estupidez declara como errores, con mayor saña, cuanta mayor es la maldad de la persona que subida al pedestal falso de la supuesta ortografía, cual desgarramantas con una gorra, actúa de implacable inquisidor en público linchamiento por algo que en una sociedad civilizada jamás tendría lugar, de no ser, por la existencia de auténticos kavrones como ellos.

Yo comprendo como adecuado que una falta al honor, una falta de respeto, una falta de educación, una falta al trabajo, una falta de puntualidad, una falta a la verdad o cualquier otra falta relevante por parte de alguien, más todavía siendo un represente democrático, esté sujeta a reproche social. Pero, de ahí, a someter a escarnio a bombo y platillo, a alguien como Mayren Beneyto, por muy Consejera de Cultura del Ayuntamiento de Valencia que sea, no me parece correcto, por parte de nadie y menos de los periodistas, gremio que en su conjunto es el que más patadas da al diccionario donde más duele, que no es en la forma del significante, cuanto en el contenido del significado, contando como cuentan con formación en la facultad, manuales de estilo, supervisión en la redacción y el corrector informático.

Alarmado por la trascendencia del asunto tan nimio que ha llegado a salir en los telediarios, me he tomado la molestia de leer el mensaje de texto remitido por quien desde hoy para mi es una “Mártir de la ortografía”, antes de pronunciarme sobre el particular; y si les soy sincero, me parece más falta de profesionalidad, decoro, educación, respeto, sensibilidad y empatía por parte de quienes han puesto la lupa sobre ello que las supuestas faltas de ortografía cometidas por alguien que de modo desenfadado se ha pronunciado en las redes sociales, inconsciente de que las malas personas están al acecho siempre, dispuestas a engrandecer cualquier suyo desliz para convertirlo en motivo de mofa y risas de cuantos no saben lo que es un retruécano o un palíndromo, ignorantes de los recovecos neurolingüísticos neandertales conservados en la entonación intersilábica o que sencillamente no distinguen en el uso el “quisiera” del “quisiese”. Eso sí, tienen muy presente que su condición de imbécil, se escribe con m antes de b y lleva tilde.

Yo, que me dedico a escribir, cometo infinidad de faltas de ortografía, cosa que cada vez me preocupa menos, pues por aquello que en su día me dieran con la regla sobre la palma de la mano, que me hiciera pasar algo de vergüenza al salir al encerado o supusiera un punto menos en el examen, hoy resulta, que ha dejado de ser una falta y por arte de birlibirloque, algunos míos manuscritos se han corregido solos con el mero paso del tiempo. Además, como no me cansaré de repetir, si yo cometo faltas, la culpa no es mía…es de la ortografía.

Porque, lo de empeñarse en la caligrafía, es de suyo comprensible, pues de no existir el teclado, la buena letra es imprescindible para que los textos oficiales y las cartas personales sean legibles por terceros. Pero ¿Qué es lo que está bien escrito a parte de esto? ¿Es menos vurro el burro en el primer término que en el segundo? Si es así, espero no ser llevado a juicio por decirle a algún Ministro de cultura que es un “ijo de puta”.

Pero, sin entrar en demasiados detalles, vamos a presentar los cargos más relevantes esgrimidos contra esta Concejal de cultura para ver hasta que punto de ruindad se puede llegar con objeto de hacer sangre en un inocente:

Se le acusa de no manejar bien los signos de puntuación. Para comprobar en qué queda esta acusación, les recomiendo a todos hacerse con la obra de Camilo José Cela, Premio Nobel de literatura que hacía de esta pseudociencia de su capa un sayo, verbigracia en Christus versus Arizona.

Se le avergüenza la ausencia de un verbo en una frasecilla, como si en el lenguaje escrito no existiera la elipsis. Si fuera por estos ángeles custodios de la sagrada escritura, San Pablo, por su afición a los anacolutos, no entraría precisamente en las Sagradas Escrituras ni en los apócrifos.

Se le acusa de escribir con mayúsculas la voz Valencianos. ¡Vaya! Resulta que un sencillo mecanismo para transmitir en un texto qué términos le parecen al autor relevantes en el contexto como lo es el uso de la mayúscula, mecanismo expresivo al que estoy adscrito desde mi niñez para distinguir, por ejemplo, la Política aristotélica de la política de partidos o a la Policía del policía, etc, resulta que es una falta. ¡Hay que ser memos!

Es cierto que en el mensaje hay alguna que otra incorrección como poner “aria” donde debía aparecer área…Mas, cuánta gente pone “áurea” donde quiere expresar “aura” e incluso “urea”; quién alguna vez no ha dicho “aeropuerto” en lugar de “aeropuerto” o si te descuidas “ariopuerto”, a quién no se le ha escapado un “chinchón” por “chichón”; ¿No ha autorizado la RAE voces como almóndiga y hasta murciégalo? ¿Cómo está mejor dicho jugar al escondite o al esconderite? ¿Cómo debe escribirse barajar o barajear? Creo que ningún Académico está en condiciones de decir lo que está bien o mal escrito después de que la RAE diera por bueno Hindú como sinónimo de indio, y menos fuera de ella.

Rajoy habla desde el Futuro

Ha debido ser en el extranjero, concretamente en Guatemala, donde un incomodado Rajoy, no pudiéndose zafar como es habitual en él de los periodistas, ante la presión de las preguntas nos ha comunicado involuntariamente la clave para entender todas y cada una de sus asombrosas alocuciones, como “La crisis es historia” dirigidas a una población que atónita le escucha, creyéndole hasta la fecha afectado por el denominado “Síndrome de La Moncloa” consistente en distanciar a quienes habitan el recinto gubernamental de la realidad social por todos conocida, cuando lo sucedido, no es que no comparta nuestro espacio geográfico como quien vive en otro país, sino que nos habla desde otro tiempo. Al menos, eso es lo que se desprende de la respuesta ofrecida en rueda de prensa al ser interrogado sobre el escándalo del Presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González: «En relación a ese asunto ya he dicho que estamos en el futuro”.
Para cuantos no estén al corriente de las enseñanzas recogidas en mi ensayo científico “Inútil Manual para entender la Mecánica Cuántica y la Teoría de la Relatividad”, tan extraña afirmación sólo puede provenir de un gurú o profeta religioso, de un nigromante, un mentalista, un adivino, un médium, quién sabe, si de un viajero del Tiempo, cuya pública revelación a los españoles y a toda la humanidad bien podría merecer un capítulo entero en el programa de Iker Jiménez o en Canal Discovery.
Sin embargo, no es necesario acudir a hipótesis más estrafalarias que lo que se pretende explicar, para dar cuenta de la cabal enjundia de tan enigmático mensaje, porque, el Presidente Rajoy, puede ser un gobernante sin escrúpulos, mentiroso compulsivo, insultante de gesto y de palabra, fraudulento en su gestión y cuantos apelativos queramos endosarle desde la crítica política a su forma de gobernar, pero no es un loco:
Supongamos que unos pasajeros se hallan en el andén en la estación de un valle aguardando pacientemente a que llegue su tren que lleva retraso. Desde su posición, lo único que pueden hacer, es especular sobre las posibles causas del retraso, echar cábalas sobre cuándo llegará al lugar, a parte de esperar y desesperar. Ahora, imaginémonos a alguien a pocos metros de allí subido a una colina. Esta otra persona tiene una panorámica estupenda de todo el valle y su vista alcanza más allá de las primeras montañas, ello le permite atisbar cuanto pasa en varios kilómetros a la redonda; de este modo, se percata de un percance en la vía donde un árbol caído ha obligado a frenar al tren; cómo los operarios de una serrería aledaña se han acercado a ayudar en su retirada y cómo en breve plazo el tren reanudará su marcha tan pronto los pasajeros vuelvan de estirar sus piernas por las inmediaciones. Cerciorado de este particular, baja corriendo a la estación y anuncia a sus vecinos que en breve el tren hará su aparición en el horizonte. Es así, como entre nosotros se puede hablar del futuro con cierta lógica.
Pero cuando los políticos hablan a la gente de “futuro” como bien indica uno de mis filósofos de cabecera, Agustín García Calvo, en su obra “Contra la paz y contra la democracia” lo que buscan no es tanto suministrar al pueblo esa dosis necesaria de esperanza que le permita soportar los padecimientos de su mísero presente cual opio del pueblo alabado y denunciado por Marx, cuanto vaciar de sentido su calendario vital a fin de que su existencia, ya de por si del todo prescindible, sea también absurda entre fechas emblemáticas y próximas conmemoraciones, como lo es de Lunes a Viernes o de Septiembre a Junio, haciendo corretear la liebre de la conciencia persiguiendo vacuas metas en forma de fines de semana o vacaciones, mientras deja de disfrutar del paisaje en su eterna huida hacia ninguna parte. Bueno, ninguna parte, ninguna parte…
Futuro, es una de esas voces que está en las antípodas de mi “Diccionario de Bellas Palabras”; sus dos ues deslizan en el inconsciente del hablante el contenido tenebroso de su auténtico significado, porque a diferencia de la vocal (a) que es amable, la (e) que es graciosa, la (i) que hace sonreír, la (o) que nos asombra, la (u) evoca el miedo que todos tenemos a lo desconocido.
Cuánto más motivo no habrá entonces en dicha oscura sugerencia neurolingüística cuando una palabra como “Futuro” sale de los labios de un Gobernante al que cada vez se le van marcando más los sinistros rasgos cadavéricos reptilianos compartidos y detectados en la mayoría de mandatarios mundiales, pues, cuando los gobernantes nos hablan a los ciudadanos de futuro, nos están hablando de muerte. De nuestra muerte personal y colectiva.
Así como la institución docente tiene un discurso biensonante de cara a embaucar a los padres trabajadores para que escolaricen a sus hijos a quienes poderles administrar sin resistencia alguna el denominado curriculum oculto que los tornará más dóciles y manipulables, los partidos de gobierno cuentan con programas electorales que tienen como propósito esconder a la ciudadanía su proyecto de muerte y exterminio civil. Por eso es bueno conocer las claves del discurso de todo gobernante criminal donde no falta la palabra Futuro.