El inglés sirve…para servir

http://www.youtube.com/watch?v=YUItAjrKVfs

Seguramente, fue tras perder una partida ganada que un despechado Unamuno profiriese aquello de “El Ajedrez, desarrolla la inteligencia, sólo para jugar al Ajedrez.” En mi caso, no es el despecho, sino el orgullo de hablar una lengua latina el que a menudo hace pronunciarme contra la obligatoriedad de la asignatura de Inglés en nuestras escuelas, imposición inequívocamente dañina para las mentes más débiles todavía por formar en su desarrollo afectivo-intelectual, en cuyo transcurso, el educando interioriza su inferioridad, víctima del lavado de cerebro que supone la técnica de repetición anodina de frases verdaderamente estúpidas como “Mi sastre es rico y mi madre está en la cocina” en un idioma simplón cuya escritura y pronunciación ha sido deliberadamente diseñado para requerir constantemente que el hablante deletree su nombre porque no hay Dios, católico, anglicano, presbiteriano, episcopaliano y cuantas confesiones les apetezca introducir en el batiburrillo protestante, que sepa a ciencia cierta cómo se escribe lo que se ha dicho, o como se lee lo que está escrito, dificultad alimentada por el propio pueblo inglés, toda vez han detectado el enorme rédito que le sacan al asunto cuando medio mundo está pendiente de expresarse correctamente en su idioma para exclamar un vulgar “Good morning”, de ahí que, por muchas horas que hayas pagado de particulares, por muchas conversaciones que hayas contratado con un “Nativo” – que esa es otra buena, parece que en el mundo no nacen nada más que ingleses, el resto debemos ser abortos – por muchas libros que hayas leído en su lengua, Cds que hayas escuchado…al llegar a su país para poderlo practicar, resulta que el inglés que tú has aprendido, no lo hablan en ningún lado ¡es más! los muy sinvergüenzas, en nada aprecian tu esfuerzo y los mismos que aquí te entienden en castellano cuando desean saber dónde pueden comer bien, te despachan con desprecio eso de “I don´t understand” porque de ello depende su negocio, aunque curiosamente no tengas dificultad con cualquier otro estudiante de inglés del mundo entero.

Este es el enésimo trabajo de combate que emprendo contra la estupidez colectiva de imponer el inglés en nuestras escuelas; en otras ocasiones les he prevenido contra los daños neuronales que el educando puede padecer en el transcurso de su aprendizaje; también les he mostrado las ingentes cantidades de recursos que los latinos entregamos a los anglosajones cuando de fijar nuestras energías en estudiar otras lenguas hermanas como el portugués, el italiano o el francés nuestro mercado común de productos, consumidores y servicios se vería enormemente beneficiado en todos los sectores; igualmente he versado sobre los perjuicios derivados de pasarnos toda la infancia intentando aprender el inglés como son desde el punto de vista psicológico el mencionado complejo de inferioridad, desde una perspectiva sociológica la adopción de insanos hábitos de ocio como ir a un Fast Food a celebrar el cumpleaños, o festejar a Papá Noel en detrimento de los Reyes Magos…Pero hoy quiero, sin que sirva de precedente, reconocer un hecho que hasta hace poco me resistía a aceptar, cuál es, que el inglés, efectivamente sirve.
Familiares, amigos y profesores se han esforzado en convencerme de la enorme utilidad de aprender inglés: que el inglés sirve para esto, que el inglés sirve para lo otro. Pero yo impasible, a cualquier prueba aducida en su favor, contraponía un recurso de comunicación alternativo en respetuosa igualdad de condiciones que funciona con oriundos de otras culturas como la mímica, la buena voluntad, o en su defecto un improvisado Esperanto. Porque, aquello de poder leer las instrucciones de un aparato o entender una canción de los Beatles, como que no me atraía demasiado. De haberme advertido que servía para ligar, a día de hoy habríamos entendido mejor por qué a los ingleses les fastidia tanto que les follen.

El caso es, que la pasada semana, estando en Escocia, tierra de insignes filósofos de la que vengo profundamente enamorado de su historia y sobre todo, de su capacidad para transformar el delirium tremens intergeneracional provocado por la ingesta de whisky clandestino, en toda una industria turística de las tramas conspiranoícas y fantasmagoriles, a la que he viajado para investigar asuntos relacionados con la ruta Templaría hacía América, he constatado por mi mismo, la gran verdad de la que todos me intentaban convencer. En apenas cinco días entre chicos que iban con faldas y a lo loco, con cuidado de que no me atropellaran por la izquierda después de haber bebido dos cervezas, perseguido en cada escaparate por la penetrante mirada de su Ridícula Majestad, me encontré con que allá donde dirigiera mis pasos, hallaba a un español a mi servicio: Patricia en la recepción del hotel, Sandra atendiendo la mesa en la pizzería, Verónica en la caja del Pub, Carmen a la entrada del Palacio Real, Jorge de camarero en una cafetería, Susana en una Agencia de turismo…la mayoría llevaba poco tiempo en Escocia empujadas por la crisis. Todas nos decían que Edinburgo y Escocia están llenos de españoles trabajando de lavaplatos, haciendo camas, pedaleando en los carritos turísticos…¡Vamos! que por allí nos aprecian tanto cuanto nosotros hemos sido capaces de hacerlo con los ecuatorianos…

Pues bien, al margen de denunciar nuevamente la vampirización internacional de la que somos objeto por la evidente asimetría de que cualquier panguato suyo venga aquí a darnos lecciones, mientras nuestros mejores jóvenes van allá para ejercer de criados o dicho más finamente de “Au pair”, es cierto que el inglés sirve…pero sólo para servir a los hijos de la Gran Bretaña. En consecuencia, deseo terminar la reflexión sobre la utilidad de estudiar inglés, subrayando el hecho paradójico de que, a mi, precisamente por no haber aprendido inglés, no me ha hecho ninguna falta mientras he estado en Escocia, de modo que como enfatizaría el ilustre Unamuno “Venceréis. Pero no convenceréis.”

Campamento de emprendedores

http://www.youtube.com/watch?v=gyjDBKytfIA

Esta semana se ha iniciado en la localidad cántabra de Voto, la segunda edición del campus para niños emprendedores de entre 8 y 16 años de edad, cuyo lema ‘Educar a Emprender’ en palabras de sus organizadores, pretende por medio de distintas actividades desarrollar las habilidades personales de su creatividad así como formar en valores, por si las extraescolares de manualidades, talleres literarios, música, pintura, danza, ajedrez, o teatro se hubieran quedado cortas en lo primero y la educación paterna, escolar y religiosa no fuera suficiente en lo segundo.

Bueno, como no quiero ser malo, antes de dar rienda suelta a lo que me ha venido a la cabeza nada más leer la noticia, que a poco me atraganto de la risa según desayunaba, diré que, seguramente los chicos y chicas que ilusionados acudan a esta experiencia formativa hasta el próximo 31 de Agosto, se lo pasarán muy bien jugando a ser jefes y futuros empresarios. Y hasta me arriesgo a declarar que, la “Fundación Iniciador Kids” organizadora del encuentro y sus dirigentes, tienen tan inocentes intenciones pedagógicas como la ingenuidad con la que los padres inscriben a sus hijos en semejante campamento de verano; Nada que ver entonces con esas otras concentraciones paramilitares propias de los EEUU donde en fincas campestres apartadas se enseña a los más pequeños a defenderse de sus enemigos naturales y a manejar armas. Dicho lo cual, no me resisto por más tiempo a compartir con ustedes mi curiosidad por el asunto así como las disparatadas fantasías que en respuesta a ella he generado tras saber de la noticia.

Intrigado por dilucidar de qué pedagógico modo se puede organizar una colonia de escolares para animarles a ser futuros empresarios, apareció la inquietud intelectual de que, tal cosa, sólo sería posible si en el mismo recinto hubiera un reparto de roles, aunque fuera por turnos, en el que ciertos jóvenes dieran órdenes y otros las obedecieran, de igual modo que el famoso experimento carcelario de Stanford era impensable sólo con carceleros. Satisfecho tan pueril requisito, sólo restaba poner cuidado en establecer el reparto de los papeles a jugar en función de la fuerza física o especial habilidad de los inscritos, otorgando los útiles a los primeros, la tarea organizativa a los segundos y al resto dejarles hasta sin sus pertenencias para hacerles todavía más dóciles y dependientes; Establecida la situación de salida, no habría más que dejar hacer a la famosa “Mano invisible” que todo lo resuelve en las sociedades libres.

De esta guisa, tenemos que mochilas, tiendas de campaña, útiles de cocina, botiquín, despensa, comedor, letrinas, linternas y cuantos materiales hubiere en el campamento tienen unos dueños legales, quienes para su custodia se los ceden a los organizadores para que estos regulen su uso entre todos los inscritos al campamento. Por supuesto, nadie puede usar nada sin trabajar antes para sus legítimos dueños, nadie puede dormir en tienda de campaña, ni comer, ni ir a la piscina, si antes no hace algo por la comunidad como es instalar las tiendas, limpiar el suelo, barrer la cocina, pelar patas…trabajo del que están exentos los empresarios porque gracias a ellos pueden disfrutar de esos bienes de consumo y por supuesto, también están disculpados de las tareas los organizadores cuya misión es mirar porque todo funcione, aparte de vigilar y mantener el orden para evitar que los espíritus más vagos y rebeldes se muestren insolidarios o violentos con los demás. Es posible que de entre estos últimos apareciese algún representante de los trabajadores que pronto sería liberado del trabajo para representarlos mejor.

Poco a poco, entre los propietarios separados de todo quehacer, surgiría el aburrimiento por lo que buscarían el modo de desviar del trabajo a los elementos más divertidos o tontos de entre la mano de obra para que les entretuvieran. Por su parte, los organizadores deseosos igualmente de obtener más ocio, buscarían también entre los trabajadores a otros tontos, pero esta vez fuertes, para pasarles la responsabilidad directa de la vigilancia de la producción, creando una especie de policía del campamento. Etc.

Supongo que pasadas dos o tres semanas, la Fundación organizadora recibiría en sus oficinas una extraña carta solicitando subvenciones de parte de los jóvenes empresarios si es que se deseara por parte de dicha institución mantener abierto el proyecto pedagógico, con el enérgico argumento de que “es gracias a nosotros, los empresarios, que hay campamento” mostrando explícitamente su disposición a cerrarlo si no se les hiciera entrega inmediata de más dinero a cambio de su sacrificio social. Por supuesto, la misiva estaría refrendada por el represéntate de los trabajadores del campamento, sus organizadores y hasta por un pobre muchacho que llevaría días deambulando sin nada que llevarse a la boca ni donde dormir por haberse quedado sin nada que hacer, precisamente por falta de recursos.

Fuga de capital educativo

Según cuentan los expertos en economía y no se cansan de repetir los voceros del Régimen “Democrático, supongo” que diría Stanley, la crisis es una oportunidad para los espíritus emprendedores ¡que los hay! en nuestra sociedad, capaces de afrontar la adversidad con el mismo ímpetu con el que en su día los navegantes no vieron en rios y mares algo que separaba a los pueblos, sino aquello que les unía.

Atendiendo a este cínico mensaje, a caso engañados por programas como “Españoles en el mundo” que sólo presenta a un escogido grupo de elegantes, guapos, triunfadores, toda vez se ha purgado la poco atractiva presencia de los miles de desgraciados que se quedaron por el camino varados sus sueños de prosperar lavando platos en restaurantes, limpiando culos de ancianos en las residencias o lustrando la porcelana de los W.C. de los hoteles de cinco estrellas mientras aprendían inglés, no son pocos los jóvenes que formados en nuestros colegios, en nuestros institutos, en nuestras Universidades públicas, viendo como aquí no tienen la oportunidad de hacer fortuna en las carreras u oficios para los que se han formado con el sacrificio de sus familias y – no lo perdamos de vista – a expensas del colectivo esfuerzo por medio de nuestros impuestos que soportan la entera infraestructura educativa desde preescolar hasta Postgrado, deciden emigrar como en su día hicieran sus abuelos, para ofrecerse como mano de obra barata graduada y especializada a aquellos países que sí saben apreciar en lo que vale, que les llegue como caídos del cielo investigadores, ingenieros, enfermeras o profesores en distintas áreas de conocimiento sin necesidad de haber invertido en ellos como lo ha hecho la tonta España y sus replicantes asociadas en tan magno despilfarro como son las Comunidades Autónomas.

Durante las últimas décadas, hasta apenas un lustro, este paradójico trasvase de capital educativo, más conocido mediáticamente como “Fuga de cerebros” consistente en que, los países empobrecidos en vías de subdesarrollo formaban a cargo de sus maltrechas economías, médicos, matemáticos, geólogos, etc, para acto seguido, exportarlos gratuitamente a potencias desarrolladas que de inmediato los empleaban en sus universidades y empresas sin haberse gastado un dólar en su educación, circunstancia, por otra parte, que corre en paralelo a lo que viene sucediendo en el mundo del deporte, donde basta agitar un pasaporte determinado para que los mejores deportistas del Tercer Mundo presten su valía bajo el pabellón de quien le saca de la miseria dejando a un lado honor, patria y bandera… nos afectaba casi exclusivamente como parte receptora y no emisora como sucede ahora.

Demasiado bien sabemos que este dato a la mayoría de este país ¡se la refanflinfla! por cuanto su capacidad mental es limitada para relacionar causas y efectos, más allá de dar la patada a un balón y saber cuándo cantar ¡Goool! de modo que, lejos de llevarse las manos a al bolsillo asustados del despilfarro que supone para la comunidad prescindir de miles de personas jóvenes, preparadas durante años por nuestra cuenta, con ganas de trabajar rara avis entre nosotros, con agallas para abandonar a su familia, amigos y la farra acostumbrada, con tal de salir adelante y convertirse en profeta fuera de su tierra…se las llevan a la cabeza si por un azar del viento, aquella da en el larguero durante un penalti. Y en consecuencia, mientras España se desangra, la hinchada aplaude los logros de “La Roja”.

Más no debieran descuidar lo aquí denunciado porque, si bien de momento la inercia del Plan ADO – lo único para lo que las autoridades han tenido a bien hacer un plan a largo plazo sin distinción de Partidos – parece describir una correlación inversamente proporcional en logros deportivos respecto al cuadro macroeconómico, en breve, ocurrirá que a los jóvenes universitarios, les seguirán los mejores deportistas, quienes en breve se verían en la necesidad de ondear otras insignias en sus mayores logros y nosotros contemplarlo. Lo de pagar impuestos fuera de nuestras fronteras, me ahorro el comentario por irrelevante.

Selectividad: Necesaria ¿Para quién?

http://www.youtube.com/watch?v=MSGAWFA_CKU&feature=related

Como cada año ¡Aquí me tienen! combatiente ante la Selectividad fiel a la promesa que hiciera en su día cuando hecho un manojo de nervios me jugaba en tres días el esfuerzo de toda una vida académica que ya durante su travesía contemplaba más como un rito de paso de las sociedades modernas que como una prueba necesaria y justa para cuantos habíamos superado los exámenes de aquel frenético COU angustiados bajo la espada de Damocles que pendía en el horizonte dispuesta a validar la sinceridad de nuestro esfuerzo desautorizando con ello la profesionalidad del profesorado que nos evaluaba…

Los inútiles que nos gobiernan, curso tras curso, ponen como excusa para mantener tan extraño proceder que desacredita el entero sistema educativo por cuanto unos exámenes realizados por los estudiantes en las peores condiciones posibles de imaginar, a saber: en poco tiempo, más nerviosos que de costumbre, varias pruebas en un mismo día, enfrentados a situaciones extrañas como que te evalúen profesores que nada saben de ti ni tú de ellos acostumbrado como estás a lo contrario, en un lugar en el que nunca antes se ha estado, etc, y supervisados de peor forma por parte de los profesionales de un sistema indocente, que el mismo, corrige las posibles injusticias y desequilibrios que pudieran aparecer a la hora de puntuar en sus centros de origen sobre todo si provienen de centros privados, para evitar que por este lado se cuelen notas más elevadas que las merecidas por el alumnado en detrimento de quienes estudian en la Institución Pública dada la existencia de Numerus Clausus para acceder a las distintas carreras.

Que la justificación apuntada es una excusa, lo demuestra que de ser cierta tan abierta desconfianza hacia la enseñanza privada, lo suyo sería imponer la Selectividad únicamente a este sector y no a todo el mundo que cumple con su oficio. Por consiguiente de haber alguna necesidad de selectividad esta sería únicamente para la enseñanza privada. Aunque bien pensado…

No estaría nada mal introducir la injusticia que supone la Selectividad, por ejemplo, en la vida política; Más o menos, consistiría en, una vez los políticos se han enfrentado a la prueba de las urnas y hayan salido elegidos, los integrantes del conjunto de Representantes democráticos deberían superar una seria de pruebas adicionales que les validarían en el cargo, como pasar el detector de mentiras, entregar su historial de Hacienda para dar Fe de estar al corriente en pagos y no tener deudas, un certificado de vida laboral hasta la fecha, declaración de patrimonio y extracto de cuentas bancarias a su nombre, toma de huellas dactilares y ¿por qué no? ser pesado en una báscula momentos antes de jurar defender y respetar la Constitución, para ulteriormente tras la legislatura, estar en disposición de extender un certificado científico de lo que haya engordado en el ejercicio de su cargo. Mediadas como estas, no evitarán que como en el caso de los estudiantes – que democráticamente al respecto no valen un pimiento – la mayoría de los políticos, concretamente más del 80% superasen todos los obstáculos apuntados, infiltrándose igualmente el ingente caudal de ineptos y sinvergüenzas que en la actualidad concurre en el oficio, pero al menos, les haríamos sufrir un poco el puesto a priori, pues está visto que sus Señorías durante y a posteriori de sus fechorías, son del todo impunes.

Sé que la mayoría democrática de ustedes, lo que es tanto como decir la parte tonta del electorado, había pensado más en exámenes de matemáticas, lengua, historia o conocimientos científicos, para cerciorarnos de que, quienes llagaran definitivamente a ocupar un puesto de responsabilidad en nuestro Gobierno, Parlamento, Senado, Diputaciones, Cámaras autonómicas, Alcaldías y demás Instituciones con sus Altos Cargos asociados, fueran personas solventes en inteligencia, con probada capacidad profesional en sus tareas de gestión y mando, hábiles en la comunicación…Mas, para disuadirles de reclamar públicamente tan comprensible como peligrosa exigencia, es mi obligación recordarles lo que ya advirtiera Rousseau, que cuanto más elevado sea el nivel de conocimientos de esta gente, mayor será su capacidad de hacernos daño a los ciudadanos y perjudicar a la sociedad.

Por un mejor aprovechamiento de los edificios públicos

Hace décadas que vengo reclamando un mejor aprovechamiento de los edificios públicos, sobre todo de Colegios, Bibliotecas y Casas de Cultura, los cuales, durante los fines de semana, fiestas y periodos vacacionales, suelen permanecer cerrados a cal y canto, convirtiéndose en auténticos sepulcros de la tan necesaria educación civil de la que hablara Platón, los Humanistas y los Ilustrados. Máxime, cuando cientos de asociaciones sin ánimo de lucro y por ende sin recursos financieros, demandan espacios donde poder desarrollar sus distintas actividades con un mínimo de seriedad sin tener que reunirse en bares o portales de escalera, verbigracia las asociaciones de vecinos o los jugadores de rol que no sólo los Indignados del 15-M están desprotegidos en sus reivindicaciones a la intemperie. Por eso, este Febrero me he llevado una enorme alegría al enterarme de que la nueva corporación de un Ayuntamiento de una localidad tan sumamente despreocupada de la cultura propia y ajena, como es el otrora bello Castro Úrdales, ha tenido la gran idea de abrir a los vecinos de la ciudad las puertas de su Casa de Cultura los Sábados a la tarde y los Domingos a la mañana, para que aquellos ciudadanos que lo deseen, puedan disfrutar de sus servicios que por lo general sólo parecen reservados a quienes estando en el desempleo o viviendo en la mayor de las ociosidades, pueden permitirse de Lunes a Viernes, el lujazo de ir de casa a la lectura y de la lectura a casa, iniciativa juiciosa que puede observarse en la centenaria costumbre de los Museos de abrir preferentemente durante los momentos de asueto de la población, reservando los grisáceos Lunes como días de descanso de personal, guiados por la motivación de fomentar su visita, diametralmente opuesta a la pícara práctica de las salas de cine que recibidoras de cuantiosas subvenciones a la industria del ramo, fomentan que la gente acuda a ellas, también el Lunes por medio de declararlo “Día del espectador” que en su caso no es precisamente las jornadas de más afluencia que digamos.

Si yo fuera Ministro de Educación y Cultura, aparte de retirar de inmediato todas las subvenciones al arte y de proscribir una entidad como la SGAE, daría la orden de abrir todas esas fosas comunes de nuestra tradición popular y académica para que en ellas tuvieran cabida talleres de escritura, círculos de lectura, video fórum, clases de ajedrez, grupos de meditación, puntos de intercambio, centros de conversación en distintos idiomas, etc. Con dicha medida, además de ofrecer a la juventud las tan cacareadas alternativas de ocio para hacer frente al fenómeno de la drogadicción – con lo que evitaríamos el tráfico institucional de planes y proyectos para su prevención – nos ahorraríamos tener que sufragar la construcción de nuevas instalaciones para alojar el mencionado volumen de actividad, corrigiendo con ello, el actual nivel de despilfarro que supone mantener abiertos edificios infrautilizados comprensiblemente por la gente que no puede acudir a ellos en masa durante la semana en días lectivos y laborales por hallarse cuidando de la casa y la familia, en clase por hallarse en edad de aprender o en el trabajo por ser de condición esclava, y tenerlos completamente blindados a su acceso precisamente cuando la ciudadanía podría disponer de tiempo y ganas de hacer uso de tan costosas instalaciones.

Yo no sé, si lo acontecido en Castro obedece a un acierto meditado, o a un error de calendario por parte de los responsables del área. Pero en cualquier caso, deseo hacerles llegar públicamente mi más sincera felicitación por su resolución y ya sería todo un detalle por su parte, que en el futuro, trasladaran la Biblioteca a un lugar apropiado para su utilidad, que no es bajo la Escuela de Música como en la ubicación actual.