Desamortización de la Banca

Sin necesidad de poesía, las palabras dicen más de lo que la velocidad oral o lectora mental les dejan expresar en el vertiginoso torrente comunicativo del momento. A propósito de la decisión de la Junta de Andalucía de poner a disposición de los desahuciados los pisos vacios que en su poder tiene la Banca, los medios de comunicación cómplices, no han tardado en hablar de “Expropiación” que remite a “Propiedad” y ésta al “legítimo derecho de su disfrute y posesión por parte de su dueño” cuando lo suyo hubiera sido calificar la medida de “Desamortización” que además de informar con auténtica propiedad sobre el particular, validaría por una santa vez, los caducos conocimientos de Historia burguesa que nos inculcaron de pequeños durante el lavado de cerebro colectivo que es la educación escolar, que por algo la convierten en obligatoria.

Sin entrar al detalle de lo acontecido en Andalucía, que ni de lejos se aproxima a lo que verdaderamente sería justo y necesario, lo cierto es que su sólo gesto publicitario debería bastar para que los representantes sociales y democráticos se plantearan seriamente la posibilidad de emprender una Desamortización inmobiliaria de la Banca, poniendo cuidado de no cometer los mismos errores permitidos durante la famosa disposición de Mendizabal.

Por refrescar la memoria pupitresca, apuntaremos que la palabra “Desamortización” en España remite al proceso económico-social emprendido por Godoy consistente en poner en el mercado, previa expropiación forzosa, las tierras que se encontraban en poder de las llamadas “manos muertas” acumuladas durante siglos por medio de herencias o donaciones. Huelga destacar, el juicio positivo con que el profesorado a sueldo del Estado liberal transmite la lección y el pleno asentimiento confiado con el que el alumnado obediente comparte el placet histórico concedido a la medida entonces adoptada, por la cuenta que le trae si desean ser aprobados en los exámenes. Sea como fuere, el caso es que todos hoy damos por buena aquella Desamortización de los bienes eclesiales, más rara es la ocasión en que desde los libros de texto se nos ofrece la provechosa enseñanza que podríamos extraer de tan pomposa página liberal de la historia, cual es, la de actualizar el escenario para identificar los bienes baldíos que precisa la población para su supervivencia e identificar quienes son las “Manos muertas” que los retienen sin provecho alguno siquiera para ellas, ocasionando empero, grandes perjuicios sociales, como por ejemplo los impagos a las comunidades de vecinos, sin ir más lejos.
Es evidente, que los inmuebles vacios, casas habitables o lonjas comerciales, son los bienes necesarios para que la gente pueda vivir y trabajar. Y es indecente que mientras miles de familias no tengan dónde poder cobijarse del frio o de la lluvia y miles de comerciantes hayan tenido que cerrar sus negocios por no poder pagar los alquileres, dichos bienes sean respetados como propiedad privada, cuando como en estado de Guerra deberían ser declarados de utilidad general y arrebatados de las Manos muertas de la Banca por medio de una Desamortización Bancaria.
Atendiendo al significado más coloquial del Verbo “Amortizar” de reembolsar gradualmente el capital de un préstamo o deuda, “Desamortizar” sería poco menos que una sinvergonzonería; Pero la RAE, que sabe más que yo de estas lides semánticas declara que “Desamortizar” es “dejar libres los bienes amortizados; Poner en estado de venta los bienes de manos muertas, mediante disposiciones legales” cosa que se ajusta más a lo aprendido en el aula de Historia. La razón de tan ancho margen de maniobra la hallamos en la etimología de la palabra “Amortizar” que lejos de tener que ver con el “Amor” más parece haberlo con la “Muerte” pues proviene de la voz latina “Admortizare” compuesta del prefijo “Ad-“ (Hacia) –mort- (Muerte) y el sufijo grecolatino –izar, (Convertir en) que pude traducirse por “Camino de la muerte” que es en lo que se ha convertido para muchos ciudadanos la milla verde de la hipoteca bancaria tras cuya firma bien podría exclamar el director de cualquier sucursal eso de “dead Man Walking” (Hombre muerto andando) que le gritan al condenado a muerte camino de patíbulo en Estados Unidos.
Con todo, hemos de reparar en dos detalles nada baladíes: El primero, pondría en cuestión denominar “Manos muertas” a la Banca, antes bien les va mejor la expresión “Manos asesinas”. El segundo repararía en que la medida no sería ni una “Expropiación” ni una “Desamortización” sino el resultado justo de quien toma lo que es suyo habida cuenta de los miles de millones ya entregados por parte de los sucesivos gobiernos con nuestros impuestos.

Cuanto mejor ¡Peor!

Hace ya media vida, recién concluida la carrera de Filosofía, coincidí en el tren con un antiguo pupilo de ajedrez al que había perdido la pista desde el instituto, llamado Luis quien, sin el pretenderlo ni yo esperarlo, me ofreció uno de esos furtivos conocimientos desaparecido en los libros o de toda titulación académica. Resultó que, sometido al preceptivo interrogatorio por sus andanzas de mi parte, me dio a conocer con ojos pillos que le habían metido en el Colegio “Gaztelueta”, a fin de disciplinarle por sus malas notas y mal comportamiento. Sin poder reprimir mi sorpresa exclamé “¿En Gaztelueta? ¡Imposible!” Para entender mi reacción, el lector ha de tener presente de un lado que yo, habiendo frecuentado la casa y familia de este joven amigo durante años, tenía a sus padres por personas ácratas, de cultura laica, forjados en el Librepensamiento, quienes durante toda la infancia del muchacho se habían esforzado por educarle en un ambiente creativo y estimulante donde precisamente encajaba mi tutoría ajedrecística, y de otro que, el Colegio Gaztelueta, asociado al Opus Dei, es uno de los mejores centros de enseñanza de Vizcaya famoso por la seriedad, rigor y exigencia que imprime la institución tanto a su alumnado como a los docentes. Pues bien, a lo dicho se le añadía que el intercepto, ya de preadolescente apuntaba mayor libertad e inteligencia que la pretendida por sus progenitores, de modo que, además de pensar prematuramente por su cuenta y participar de criterio propio, su supina vagancia y pasotismo juvenil no tardaron en aflorar cuando todavía manteníamos estrecho contacto. De modo que, no me podía imaginar la terrible escena de verlo vestido de traje y corbata delante de curas con sotana y alzacuellos, por esa empatía que nos mueve a la misericordia con quienes nos sentimos identificados.

Pues bien, sin recomponerme de la incredulidad con que recibiera la noticia, todavía pude articular una observación que ponía en duda tan descabellada historia: Las pintas que llevaba, no eran propias de un estudiante de Gaztelueta. Mas, fue enunciar el argumento, y darme cuenta que el uniforme del colegio de pantalón beis con americana y corbata azul, asomaban tras el camuflaje que sonrientemente el muy pillo, portaba bajo una chupa de cuero, un macuto y su larga melena. Aquel detalle, lejos de disipar la extrañeza, contribuyó a aumentar mi contrariedad y ahora también mi curiosidad, a lo mejor – pensé en voz alta – “La Obra” había relajado sus formas para dar cabida a un espectro mayor de alumnos, lo que explicaría que padres liberales como los de Luis se vieran animados a enviar a sus hijos a un centro religioso atraídos únicamente por su alta calidad de estudios y formación. Eso, o ejerces de rebelde con disfraz de rebelde. ¡De eso nada! – Me corrigió de inmediato. “Lo que sucede, Nicola, es que al principio yo pasé por el aro, vestí de uniforme, me corté el pelo, llevaba la corbata puesta, la camisa por dentro, los botones abrochados, las carpetas inmaculadas sin pegatinas, acudía a misa, iba a encuentros de estudios para hacer los deberes con compañeros…pero – y he aquí la gran enseñanza que se me quedó grabada en el cerebro – cuanto mejor me portaba, me iba peor, porque más me exigían y la verdad, llegó a ser insoportable. Por ello he decidido volver al principio y ahora se conforman con que vaya limpio y no diga palabrotas”.

La anécdota viene a cuento de lo que desde hace un lustro le acontece a España con las directrices y órdenes de corte económico-social impuestas dictatoríamente desde Europa: Cuanto mejor las cumplimos en cuanto a flexibilidad laboral, reducción de sueldos de los trabajadores, recorte de los servicios públicos, recortes de las prestaciones sociales, concesiones millonarias a los bancos, subida exagerada de impuestos directos e indirectos etc, con mayor exigencia nos demandan más y nuevos sacrificios…por si de ello ustedes extraen la misma enseñanza que mi joven amigo.

¡Bravo! Por los representantes de Cantabría

Hacía mucho tiempo que los ciudadanos de bien, no estábamos de enhorabuena por contar con representantes democráticos que velaran por nuestros intereses comunes más que por los de las grandes corporaciones. A decir verdad, hasta los ciudadanos canallas pueden igualmente felicitarse por la inaudita rotundidad con la que al respecto se ha pronunciado el pasado Lunes el Parlamento de Cantabria que, contra todo pronóstico, ha aprobado por unanimidad prohibir el uso de la técnica de fractura hidráulica para buscar o extraer gases no convencionales en tan bella región, a través de la primera ley de estas características que se acuerda en España.

Porque, como cualquier otro término mediático escrito en inglés, sea doping, mobbing, overbooking…la técnica del “fracking” no augura nada halagüeño para el lugar ni las gentes donde esta se consiente, según se desprende de las ingentes malas experiencias publicadas hasta la fecha por los afectados que han sufrido en sus propias carnes los perniciosos efectos que para el hábitat y su salud ha supuesto que las negligentes o desaprensivas autoridades hayan permitido tan peligrosa práctica, cuyo muy cuestionado procedimiento consiste en la inyección a presión agua y productos químicos, con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, favoreciendo su salida hacia el exterior.
Lamentablemente, no es sólo gas y petróleo lo que sale al exterior en forma de suculentos beneficios que escapan del territorio para nutrir las arcas ajenas de los magnates de la industria energética a miles de kilómetros de donde es extraída la riqueza natural, los residuos químicos de la operación, permanecen en la zona para disfrute directo de sus habitantes que habrán de respirarlos en la atmósfera y beberlos por estar contaminadas las aguas subterráneas debido a los flujos incontrolados de gas o fluidos causados por erupciones o derrames, cuyas sustancias peligrosas ricas en metales pesados y materiales radiactivos, no tardarán en ser introducidos en la cadena alimentaria, aun en la de un vegano y dejarla como herencia genética traducida en malformaciones a las futuras generaciones.
Sin necesidad de mencionar los riesgos de explosiones aleatorias, los malos olores, la salinización del agua potable, la degradación del terreno donde se instala una de estas empresas extractoras o demás argumentos esgrimidos por los ecologistas de siempre, el ecosistema socioeconómico también se verá rápidamente afectado en una tierra como la cántabra, que si no vive del turismo, lo hace de la industria agropecuaria cuya calidad se vería seriamente señalada quedando la calidad de sus productos sólo apta para ser ingeridos por los niños de Chernobil que nos vienen a visitar por el verano. Y si no lo creen, pregúntenselo a los parroquianos del Estado de Wyomin.
Seguramente por lo evidente de sus perniciosos efectos, los representantes democráticos de Cantabria, no han vacilado en: primero, mostrar el rechazo inequívoco del Pueblo de Cantabria a dicha práctica por medio de la unanimidad; segundo, aprobar una ley que como ha dicho el Consejero de Medio Ambiente, Javier Fernández, es “clara, precisa y sencilla, como lo es también el clamor popular que se ha escuchado en Cantabria contra esta técnica; tercero, elaborar un exquisito texto preventivo de sólo tres artículos prohibiendo el uso del ‘fracking’, encargando a las autoridades, funcionarios autonómicos y municipales velar por que eso se cumpla, y calificando como infracción administrativa, cualquier incumplimiento al respecto, incluyendo también, una disposición transitoria explicitando que, la prohibición afecta a todos los permisos, tanto los ya concedidos, como en tramitación o los que se puedan conceder, etc, lo cual, por esta vez, debo reconocer que nuestros representantes, han cumplido magníficamente bien su deber.

A su juicio, la prohibición no supone «comprometer» el futuro económico de la región -uno de los argumentos que esgrimen las empresas-, sino apostar por un futuro vinculado a los valores naturales y paisajísticos que «han hecho, hacen y harán que Cantabria sea una región única, diferente y especial».