Casa Noostra

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A diferencia del Nacional Socialismo, la Mafia, sin haber perdido guerra alguna contra ella declarada por los Estados – antes bien parece haberlas ganado todas fuera de la realidad Hollywoodiense – en cambio, tiene igual de mala prensa entre el generoso público que sufraga con la entrada la propaganda del Imperio, ilusoria paradoja generada por el Séptimo Arte en el vulgo que sólo me explico por su desconocimiento del verdadero origen de tan triunfante Institución que rige la vida política, económica, empresarial, deportiva, cultural y religiosa, más allá de lo que el Catedrático, Roberto Velasco, denominaría el Sector Golfo de la Sociedad dedicada al juego, las drogas y la prostitución.

La Mafia, nació en su día en Sicilia en el siglo XVIII como reacción terrateniente de cuantos pronto advirtieron el afanamiento con el que los Borbones se aplicaban para despojarles de cuanto era suyo intentando imponer un centralismo que les venía de familia, en un lugar, que la mayor parte de su longeva historia desde los tiempos de la Magna Grecia, había permanecido al margen de ataduras dada su insularidad, de ahí que, secretamente se organizaran, y además de otros muchos modos de denominarse para evitar ser detectados, como quiera que en sus conferencias clandestinas apareciera por doquier la expresión “la cosa nuestra” en su acepción de (Nuestros asuntos) más también en paralelo a la “Cosa Pública” (nuestra República) que hasta el día de hoy, sin necesidad de nacionalismos los sicilianos se presentan como tales en todo el mundo desdeñando el término “Italianos”, se identificó la propia Institución con el nombre de “Cosa Nostra”.

Bien entendido entonces, la diferencia entre “Cosa Pública” y “Cosa Nostra” parece diluirse porque toda Cosa Pública, debiera sentirse como Cosa Nuestra por todos y cada uno de los ciudadanos. Cuando esto no sucede, siendo escasos cuantos sienten como suyo lo público, acontece que, los indolentes les acusamos de mafiosos por emplear artimañas para hacerse con los bienes comunes que hasta verlos en sus manos no les hacíamos el menor caso.

España no es una Cosa Pública en el sentido de República; es un Reino. Consecuentemente, sólo puede ser Cosa Nostra para quienes se sienten sus legítimos herederos. Con este sentimiento propietario, los miembros de las Familias Reales disponen bajo su Real Gana de cuanta riqueza puedan ofrecer sus tierras y habitantes sin el menor remordimiento, pues se les ha consentido en ser educados con derecho a disponer de los bienes del Estado por ser todos Cosa Suya.

La Casa Real “española” – entrecomillo su españolidad, porque como las multinacionales, su apellido no responde a más patria que a su propio beneficio – cuyo cuartel general es el Palacio de la Zarzuela, la conforma al completo la Familia Borbón cuya estructura interna en lo que respecta a su funcionamiento, nada tiene que envidiar a la de Corleone en sus buenos tiempos: En la actualidad, su ramificación peninsular está integrada por cuatro Capos de Familia ( Juan Carlos, Helena, Felipe y Cristina) donde el primero ejerce como “Capo di Capi”, aunque todos dispongan igualmente el tratamiento de “Don”. Por supuesto, cada uno de ellos tiene su propia organización independiente con un “Consigliere” o asesor que siempre acompaña al “Don” para prepararle la agenda, los discursos y esas cosas; un “Avvocato” (abogado) encargado de los asuntos legales de la familia; varios “Asociatto”, (Asociados) personas que sin ser de la Familia, mantienen una relación con ella compartiendo múltiples intereses; y por último tienen bajo nómina infinidad de Soldados, guarda espaldas, sicarios o como se les quiera llamar que velan por su seguridad personal y la de sus negocios.
Aporías de una Monarquía Constitucional donde la Cosa Pública se confunde con Cosa Nostra, hoy contemplamos que, la Familia Real, se ve sometida a juicio por los Tribunales del Reino. De ahí el comunicado de prensa emitido por Zarzuela donde mostraba su sorpresa por la imputación de la Infanta Doña Cristina a causa de su supuesta colaboración necesaria para cometer fraude amén de otros delitos reiterados en el denominado Caso Noos, motivo que de enquistarse en el tiempo, podría dar nombre a toda la futura extirpe como Casa Noostra.

Aznar, tiene derecho a pasear

A colación de la controversia mediática – que no ciudadana – acerca del fenómeno reciente de llevar la Protesta Civil hasta la puerta misma del domicilio de los cómplices necesarios de nuestra lamentable circunstancia colectiva, cuales son los políticos, hace poco que me he pronunciado abiertamente a favor. No obstante, lo acontecido en Marbella, me parece todo un despropósito al que no se debería haber dado el menor pábulo mediático ni judicial.

Ojeando como de costumbre los diarios taza de café en mano, advierto un extraño titular en El Mundo que llama poderosamente la atención de mis gafas “Aznar no será multado por ir por la playa con sus perros”. Es verdad – pensé para mi – que mucha gente desearía que políticos como Aznar tuvieran prohibido salir de casa y a poder ser estuvieran atados con bozal. Pero, no puede ser cierto que este extendido deseo haya tenido curso legal hasta el extremo de solicitar una multa por haberse permitido el hombre un simple paseo por la playa, con o sin perros. Porque no otra cosa significa la resolución judicial sobre el asunto, aunque la misma parezca favorecer al intercepto.

Con esta profunda convicción, leí el resto de la noticia ahondando en mi incredulidad, pues este hombre de Estado que se ha librado de la ignominia de verse acusado ante el Tribunal Penal Internacional por “crímenes de guerra en Irak”, paradójicamente, ha visto mancillado su honor en patria propia, al ser denunciado por los humildes vecinos de Marbella “por pasear por la playa” enterados de que el susodicho andaba suelto por la localidad, para protegerse de su molesta presencia. Porque, en mi opinión, Aznar, mal que le pese a una gran mayoría del país, tiene derecho a pasear en libertad cuándo y dónde le plazca y la presión sobre su persona no puede nunca coartar esta libertad de movimientos amparada por la Carta de derechos Humanos de la ONU.

La anatomía forense establecerá algún día que el ex Presidente del Gobierno es un animal racional y como su amigo Georg Bush, seguramente descienda directamente del mono; pero sobre todo es un animal como bien recoge la noticia, que necesita expansionarse. ¿Puede ser ello un peligro para la población? ¡Sí! Claro que sí. Como político que es, la ciudadanía no se le debe acercar demasiado –de ahí la abundancia de escoltas que les acompañan, cuyo número aumenta con la peligrosidad del ejemplar – como con los psicópatas debe evitar cruzar con ellos la mirada para que no se fijen demasiado en sus personas, los comerciantes como a los ladrones deben rehuir que entren en sus hogares y comercios a fin de ocultarles los pocos bienes que les quedan, los niños mejor están recogidos en sus casas con las puertas cerradas y persianas bajadas a su paso, los ancianos del lugar con una mano en la cartera y otra con el bastón alzado…toda precaución es poca cuando un espécimen de esta clase aparece por el lugar. Pero de ahí, a cuestionar su libertad de movimientos, aunque sea con un fallo que le exima de ser multado por pasear por la playa con sus perros, creo que es un escrache jurídico intolerable. ¿Qué va a ser lo siguiente: Aznar no irá a la cárcel por ir de excursión al monte, o no será azotado por ir de compras?

Por otra parte, abundando en lo reseñado sobre su escolta, los políticos, cuando son verdaderamente peligrosos, el Estado ya se ocupa de mantenerlos bien lejos de los ciudadanos recluyéndoles en recintos debidamente equipados para dificultarles el contacto con la gente de bien como el Congreso, el Senado, las Diputaciones… Es entonces, durante el desempeño de sus cargos, que no después, que se ha de poner toda la energía legal, mediática y personal en vigilar sus movimientos manteniéndoles a raya para evitar que nos hagan daño y no como se tiene costumbre de reírles las gracias accediendo a todos sus caprichos exacerbando su natural agresividad para con quienes les dan de comer.

Límites de la libertad de expresión

Curiosa Democracia donde los representantes de la soberanía popular deben ser protegidos por la policía, de sus representados. Ante tan extraña circunstancia, no son pocos los mercenarios de la palabra que salen al auxilio de sus amos en los púlpitos mediáticos para desprestigiar cualquier Protesta Civil sacando a pasear el paralelismo con el Fascismo, en un burdo acto de manipulación que les hace merecedores de ser arrastrados ante un futuro Tribunal por encubridores de la causa criminal contra el Pueblo.

No obstante, aun mostrándome firme partidario de la Protesta Civil, he de convenir que la misma debe tener unos límites en Democracia. Porque, sólo en Democracia cabe la Protesta y sólo la Protesta tiene cabida en Democracia. Me explico: un sistema político puede definirse “democrático” únicamente cuando al margen de otras consideraciones contempla en su legislación la Protesta civil como un derecho, pues no sólo en las urnas reside la libertad de las gentes. Por su parte, la población que desea preservar su Democracia, debe renunciar a la Desobediencia Civil, así como a ejercer cualquier violencia sobre sus representantes, al objeto de que en el desempeño de sus funciones públicas gocen de la misma libertad con que el grueso de la ciudadanía se expresa. Así es, y así debe ser en toda Democracia que funcione.

Dos cuestiones, entonces, son ineludibles ¿Es España una Democracia? Y en caso afirmativo ¿Funciona la Democracia española? En términos de la Política posible, por comparativa con otros modelos existentes, podemos aseverar que, la sociedad española se ha organizado bajo los parámetros que, con todos sus defectos y limitaciones, se parece más a una Democracia que a otra cosa. Ahora bien, la positiva respuesta a la primera pregunta no comporta necesariamente el mismo signo para la segunda, pues es evidente que no funciona como debiera; veamos por qué: Es verdad que hay Constitución, pero su función cada vez se asemeja más a una divina plegaria encomendada al buen Dios al que rogamos por “el pan nuestro de cada día” que a la fuente racional donde se sancionan los derechos y deberes de nuestro marco de convivencia, de modo que, el trabajo o la vivienda digna pasan a ser buenos deseos de no obligado cumplimiento. Cierto es que hay separación de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, aunque más que separados, parecen repartidos ¡y lo que es peor! en las mismas manos. Hemos de reconocer que no faltan elecciones a las que concurren siglas distintas, pero analizados sus programas y comportamiento en el ejercicio del poder, resulta que la libertad ha sido engañada entre diferentes marcas de un mismo producto, cuyo contenido es idéntico en todo, salvo en la etiqueta. Es indiscutible que tenemos policía, sindicatos, oenegés y un sin fin de organismos sufragados con nuestros impuestos al servicio de los intereses ciudadanos, pero es muy discutible que a la hora de la verdad, todos esos instrumentos sociales defiendan los derechos de la ciudadanía cuando esta los reclama sin titubeos ante los poderosos. Etc.

Mientras aceptemos conceder la naturaleza democrática al sistema político imperante, no queda otra al gobernante que asumir el derecho a protestar de las gentes y a los ciudadanos acometer dicha protesta de modo pacífico y constructivo. Mas en virtud del deficiente funcionamiento de la Democracia, es de suyo que según esta se aproxime a una Timocracia, Oligarquía, a caso a una Tiranía, de igual modo que los gobernantes dejan mucho que desear en el cumplimiento de sus funciones, los gobernados pueden ir paulatinamente desentendiéndose de su voluntaria contención en el respeto y obediencia debidas para con ellos, de modo que, bien podría establecerse que entre ambos polos media una relación directamente proporcional al respecto.

Si los ciudadanos no podemos mostrar nuestro personal enfado tomando las calles o plazas por cuanto según el Gobierno, ello supone alterar la paz social como sucedió con el Movimiento 15-M, si la buena gente no puede gritar su desesperación ante las Instituciones porque según los políticos, ello supone un acto de rebelión como se esgrimió cuando rodeamos el Congreso de los Diputados, si ahora que el Pueblo harto del pillaje y saqueo al que estamos siendo sometidos empieza a identificar a los culpables señalándoles con el dedo en sus barrios, informando a sus amigos, vecinos y familiares de su indigno comportamiento antisocial, porque a decir de los pregoneros del Régimen dichos actos rezuman violencia fascista, bla, bla, bla, es evidente que Gobernantes, Políticos y Medios de comunicación, no entienden lo mismo que yo por ninguna de las palabras aquí empleadas y menos todavía por la expresión Protesta Civil, de no ser que por Protesta Civil, entiendan quedase en casa, salvo el día de las elecciones.

En Democracia, la protesta Civil puede llegar hasta donde sea necesaria para frenar la Dictadura del Parlamentario. A falta de un Referéndum revocatorio que permita poner fin a un Gobierno déspota, a falta de un Rey verdaderamente árbitro que haga frente a un Dictador Democrático, careciendo como carece nuestro sistema de un funcionamiento óptimo, juzgo ampliamente justificada la Protesta, último recurso del ciudadano responsable que no desee reprocharse ante las futuras generaciones haberse encogido de hombros ante tan lamentable circunstancia. Y la Protesta puede ir desde enviar continuas Cartas al Director a los Diarios cómplices para saturar sus redacciones, hasta seguir como su sombra allá donde vayan a los culpables y sus colaboradores de este desastre nacional, pasando por informar de sus pérfidas acciones a sus allegados, hacer públicos sus nombres, cuentas, direcciones, fotografías y cuantos datos sean necesarios para que todos les conozcan y puedan mostrarles su desprecio y cuantas formas imaginativas a cada cual se le ocurran para hacerse respetar por unos representantes que se han olvidado por completo que son servidores públicos y no nuestros amos, por supuesto, sin ejercer violencia física contra sus personas o bienes, con la misma sutileza con que ellos nos ejercen su presión hasta la muerte.