La verdad que pretende pasarse como tal, suele ser falsa.
Hoy no consumo
Hoy no consumo. Hoy no tomaré el café de la mañana, renunciaré al periódico de la jornada. Hoy no compraré pan, ni leche, ni nada de charcutería para el bocadillo, nada de fruta fresca, ni carne, ni pescado…porque hoy no voy a hacer la compra al supermercado. Tampoco entraré en comercio alguno a comprarme ropa, menos aún acudiré a ninguna gran superficie, ni echaré gasolina al coche. No viajaré en autobús, ni en tren o metro, ¿para qué? si no voy a ir a trabajar, ni a comprar, ni a divertirme con los colegas porque tampoco voy a ir al cine, ni al teatro, ni al futbol, me abstendré de acudir a cualquier espectáculo, me quedaré en casa viendo la tele, la única mascota eléctrica que pienso enchufar para no gastar energía. ¡Sí! Hoy comeré frio para no poner la encimera y no encenderé la luz. Bueno…pese a ser un gran sacrificio, igual también dejo de ver la tele y salgo a la calle para departir con los vecinos y amigos sobre los problemas comunes y las posibles soluciones que entre todos les podemos dar. Pero sin entrar a bares, ni a cafeterías o restaurantes, que se está la mar de a gusto sentados en un banco en cualquier rincón de la plaza ¡que para eso están! Y ahora que caigo en ello…a lo mejor tampoco entro en internet, ni hablo por el móvil e incluso, ni escribo.
Si el párrafo precedente lo lee alguno de los miles de seguidores del “Inútil Manual” que hay por Israel o América, seguramente piense que soy un judío que se ha confundido de día para respetar el “Sabbat”. ¡Se equivocaría! Pero no menos de quienes por entre ustedes estar al tanto de la jornada de Huelga General convocada para hoy saben del llamamiento al boicot general que por Internet ha circulado con el fin de castigar a la Patronal que haya coaccionado a sus esclavos para que libremente acudan a su puesto de trabajos forzados. Porque esas mismas palabras, sin forzar mucho su estructura gramatical podrían firmarlas miles de personas en la actualidad que por estar despojadas del canal habitual del reparto de la riqueza están en lo que despectivamente llamamos el PP, para entendernos: en el Puto Paro.
¡Sí! Porque gracias a los Ojos de Pato – lo que Don Camilo diría Hijos de Puta – de una y otra parte de los Comités de Empresa, los perros amarrados de la política y los sindicalistos liberados, se cuentan por cientos de miles los ciudadanos y familias que no pueden tomarse un café como tengo yo costumbre de hacer cuatro y hasta cinco veces al día, hace tiempo que no adquieren el periódico, no siempre se permiten el lujo de comprar alimentos básicos debiendo acudir a los centros de caridad llamados graciosamente “Banco de alimentos”, la única entidad con tal denominación que todavía les concede crédito a cincuenta años que es lo que va a durar la crisis. Respecto a la vestimenta, es curioso, pero esta gente ya no precisa acudir a tiendas de moda para probarse la ropa, la que les llega con los Reyes Magos desde Cáritas, siempre les queda bien. Por supuesto, renunciaron hace mucho también a cualquier esparcimiento que requiera entrada para entrar o echar gasolina al coche, si bien la mayoría tampoco tiene coche, a salir de bares, ir de pinchos y esas cosas que se dicen tan típicas por estos lares. La mayoría de ellos, sin mediar motivo de hacer dieta, están sometidos al régimen democrático del mercado libre, consistente en por su voluntad modificar su forma de vivir sin utilizar medios de transporte públicos que ya no necesitan, pues no tienen trabajo ni dinero para ir a gastar que es la primera y única utilidad que tiene el transporte público empresarial y les ha empujado a convertirse en veganos al verse obligados a la abstinencia de huevos, carnes y pescado. El internet del que disfruta la mayoría es el de San Antolín o sea y el móvil es solo para recibir. En cuanto a lo de escribir, el papel se ha puesto por las nubes.
Si yo fuera una de estas personas traicionada por los sindicalistos, acudiría a las manifestaciones farsa a señalarles con el dedo como cómplices de la situación durante todo el recorrido.
Sociedad Icónica
Por culpa de esa mentalidad optimista que promete el Cielo en Religión, un Estado justo y perfecto en Política, una nueva experiencia en el Arte, desarrollo continuo en la Ciencia, por no citar al mal entendido Darwinismo y su “Teoría de la Evolución” que de evolución tiene tanto cuanto la “Teoría de Relatividad” tiene de relatividad y que sólo el Happy End Hollywoodiense es capaz de garantizar en el cine, hemos llegado a creer que mientras se arranquen hojas al calendario, todo va bien, haciendo oídos sordos al aforismo ¡Todo tiempo pasado fue mejor! pues está de moda atribuir al futuro todas cuantas virtudes antes se proyectaban hacia atrás, postura mucho más lógica desde una perspectiva temporal, pues como en la vida misma, el futuro es sinónimo de muerte mientras al comienzo de nuestros días despertamos a la Existencia, aunque bien es verdad que no desde la concepción de la filogénesis que atribuye a la especie caminar por una dorada vía ascendente hacia su sublimación.
Y mira que la Historia nos advierte de procesos de involución, aunque sea muy discutible el adjetivo para designar la caída del Imperio Romano y la entrada en la Edad Media. Empero, sí hemos de reconocer que estos recorridos inversos en la singladura de la civilización se han dado, verbigracia, la pérdida de la escritura de todo un pueblo como el cretense, o el casi por entero olvido del conocimiento recogido en los jeroglíficos egipcios por mucho empeño que los sacerdotes de los templos pusieran para conservarlos después de pasados 3.000 años.
Estos retrocesos de la humanidad o parte de ella, siempre me habían llamado la atención originando cierto desasosiego intelectual, pues hijo de mi tiempo, no podía concebir de qué manera toda una sociedad podía perder bienes tan preciados y útiles para su subsistencia. Sólo cataclismos como el acontecido en la Atlántida con cuyo relato Platón buscaba advertir de este particular, o accidentes como la quema de la Biblioteca de Alejandría, daban respuesta al interrogante, sin percatarme de que cuanto pasados los siglos observamos como un fin repentino, fue en verdad un desenvolvimiento de pequeños cambios, apenas notados por quienes los vivieron cuando acontecieron.
Alfred Loisy advirtió, no sin razón y cierta guasa que “Jesús anunció el Reino de Dios pero lo que llegó fue la Iglesia” Pues bien, algo parecido nos ha sucedido a nosotros durante la presente generación, a saber, que se nos hablaba de continuo de la llegada de la Sociedad de la Información, de la Sociedad de la Comunicación, de la Sociedad del Conocimiento…y a lo que verdaderamente estamos asistiendo, es a la Sociedad del Espectáculo, del escaparate y pasarela, la Sociedad de la Imagen y hemos llegado ya a la Sociedad del Icono que creo es el punto de inflexión para retroceder de nuevo al analfabetismo general.
Se suponía que la Sociedad de la Información trataba de una mayor y más fluida accesibilidad de la ciudadanía al caudal de datos relevantes para la supervivencia del individuo y de la comunidad en la que vive; Que la Sociedad de la Comunicación estrechamente relacionada con la anterior versaba sobre una forma de articular a las gentes en torno al poliglotismo, la habilidad para manejarse en distintos registros idiomáticos, aumentar la capacidad de empatía entre los interlocutores, etc. Sin embargo, ello se ha traducido en una Sociedad de los Medios que atiborran de noticias carentes de interés más allá del morbo y el entretenimiento a su audiencia que cuando no está aturdida por el secuestro de un niño en Oklahoma, anda entretenida chateando en un foro, o compartiendo fotos en las redes sociales; Todos esperábamos que la Sociedad del Conocimiento consistiera en que la educación hubiera alcanzado tal cota entre nosotros, que este, el conocimiento, fuera lo más apreciado entre la gente, la cual sabría aplicarlo en asuntos prácticos para ayudarse a evitar en lo posible el trabajo y aumentar su desarrollo integral como persona en el ámbito familiar y social, mas el saber al que se le ha dejado acceder a la mayoría mayoritaria, ha sido aquel que hace de la realidad un espectáculo, o sea, un Reality Show que suscita la curiosidad de querer saber, mas de modo cotilla, sin esfuerzo, picoteando, una línea aquí, un renglón allá, que le forme para convertirse en todo un campeón del juego ratonil de los quesos. Pero nada más ¡que le raya! Todo lo cual, nos ha envuelto en la Sociedad del Espectáculo ya denunciada por Guy Debord, donde las personas se comportan como maniquíes en un escaparate, unos por puro narcisismo encantados de que les contemplen, otros porque no les queda otra que ejercer como tales para disfrute de la clase pudiente como ocurre en las pasarelas de moda donde se diferencia bien la señora que es rica, de la que está rica; Muy de la mano, o mejor dicho, de la vista nos ha tocado asistir a la Sociedad de la Imagen, donde rigen los patrones de belleza, moda, estilo de vida, marca de calzoncillos que hemos de llevar y la tableta de chocolate que algunos hace tiempo hemos escondido entre pan y pan bajo varios bollos de mantequilla, configuración idealizada que como nunca tiraniza la realidad real con la que entra en conflicto mil veces más virulentamente que aquellas novelas rosa con las que se distraían nuestras abuelas. Pero el daño que todo esto pueda ocasionarnos como comunidad humana mientras no nos acostumbremos a las nuevas formas de vida con las que nos hemos dotado, es comparable con el riesgo que para nuestro desarrollo supone continuar por la senda de la galopante iconización a la que estamos asistiendo en todos los órdenes de la Existencia cotidiana y que nos dirige al último estadio de la deriva: a la Sociedad del Icono.
Si nunca han faltado pensadores que han relacionado la práctica religiosa con el mantenimiento del orden público, tampoco faltan quienes unen una buena educación con la innecesaria presencia policial para mantenerlo. Algo semejante podría deducirse respecto a la capacidad simbólica y representativa global de una determinada población, que cuanto más educada esté, menor será la necesidad de que todo se le advierta por iconos. Y que cuanto mayor sea su capacidad simbólica-comunicativa, menor será su necesidad de andarse con dibujitos para los que ya tiene conceptos y significados debidamente articulados.
En estos tiempos en los que los niños se educan solos frente al televisor – está claro que mientras sus dos esclavos padres cumplen con la condena de trabajos forzados no pueden hacerlo y en clase, un profesorado carente de vocación que accede a la nómina vía oposición tampoco es su cometido estipulado en el convenio docente firmado por el Misterio de Educación – evidentemente alguien les tiene que decir esas cosas que se aprendían desde crio como “Cede el sitio a una persona mayor” “No pongas los pies en el asiento de enfrente que luego alguien se tendrá que sentar” “No tires la lata al suelo” “Agárrate si no quieres caerte” “Esto es una escalera” que ahora en cambio es preciso señalar con dibujitos en los autobuses donde dentro de poco habrá tantos iconos que necesitaré todo el viaje para descifrarlos.
La moda de las imágenes en lugares públicos viene de antiguo, sin ir más lejos el Código de circulación. Pero hemos llegado a tal extremo, que más que ayudar pueden generar confusión como ese asiento en el que hay dibujada una embarazada ¿Qué significa? ¿Qué al sentarse ahí te quedas embarazada? ¿Qué es un asiento para señoras gordas? Dentro de poco, la gente con prisa, saldrá corriendo por la puerta de emergencia, pondrá una X con espray en el lomo de su perro para entrar en bares y restaurantes, se parará ante las puertas que deba empujar o saludará al vestíbulo, etc.
Yo no sé donde vamos a llegar con los iconos en los espacios públicos o con los emoticonos en las conversaciones de internet. Pero el éxito de las imágenes insertas en los paquetes de cigarrillos para desalentar el consumo de tabaco, me hace sospechar que la técnica va a multiplicarse y en breve veremos hojas de la declaración de Hacienda con una estampa de un calabozo sin necesidad de lema de cuatro palabras – el máximo que un analfabeto funcional puede retener como bien saben los publicistas – De lo que estoy seguro, es que por aquí vamos bien para dejar de leer y escribir, el mejor modo de mantener a la población sin capacidad de reacción y aún sin ganas de reaccionar, salvo para obedecer los estímulos visuales que le rodean.
Porque nos horrorizamos de los típicos carteles con las efigies de los dictadores socialistas que presiden desde lo alto todos los ángulos de los principales espacios públicos en sus países, pero bastaría ponerse a contar los letreros de Coca Cola que inundan nuestras calles para tomar conciencia que estamos viendo la paja en el ojo ajeno y plantearnos seriamente una acometida iconoclasta como la que en su día se emprendiera bajo los auspicios del Emperador Bizantino León III, sólo que en esta ocasión, los Santos y las Vírgenes, lo son todavía menos.
Quieres ser el insecto…
Así empieza una de las joyas melódicas con las que nos sorprendió en su día el genial grupo Kamelo Punto Semos cuyo maravilloso tema “¡Vuela! ¡Vuela! ¡Vuela!” nunca llegó a aparecer en los 40 Principales por razones obvias de estar a otro nivel intelectual, pero cuyo impacto neuronal difícilmente puede caer en el olvido una vez escuchado, menos cuando cada dos por tres, Iberia sale en los medios de comunicación, ora por la huelga de pilotos, ora por su intención de ir al mercado con una línea de bajo coste.
Dicen que sólo el necio confunde valor y precio. Pero está claro que la confusión de ambos conceptos concomitantes era posible únicamente cuando en el espacio mental ambos tenían cabida aunque fuera confusa. Hoy sin embargo, creo que hemos superado el riesgo de equivocarnos, no tanto por haber aumentado nuestro grado de discernimiento al respecto, cuanto por haber desterrado al primero de los términos de nuestra esfera de pensamiento y atención, quedándonos a solas con el precio, lo único que importa, aunque no sea lo más importante a la hora de hacer una compra o adquirir un servicio en estos tiempos en los que no nos atrevemos ni a recomendar un fontanero.
Todavía me acuerdo, cuando a finales de los Ochenta los criminales socialistas empezaron a hablarnos de la necesidad de competir con Corea ¿Se acuerdan? Pasados los años, les reconozco que fui un ingenuo, pues aunque por entonces me quejé en varias misivas a la sección de “Cartas al Director” del empeño de competir con Corea en vez de fijarnos como referente a Alemania o los países nórdicos que les iba mejor, nunca creí que la Corea a la que se referían estos mangantes era a Corea del Norte. Pero abierta la Caja de Pandora con la escusa del acero, el cierre de Sagunto y los Altos Hornos de Vizcaya, cómo resistirse a no competir en la minería con la extracción del carbón en Suráfrica, la fabricación de coches con Polonia, la recogida de naranjas con Marruecos…y todo para que en las grandes superficies nos hagan la superoferta de dos céntimos en el Pan de molde a base de serrín y el tetrabrik de leche aguada que en eso consiste el libre mercado, ofrecer mierda para quien la pueda comprar.
Al final de tanta competencia, llegó la incompetencia, en el sentido de que todo aquel esfuerzo fue estéril, pues las marcas asesinas, con el consentimiento de los Gobiernos cómplices, los políticos criminales y el concurso de una población educada en la codicia a la búsqueda del máximo beneficio al menor coste, utilizó nuestra capacidad competitiva para forzar a otros pueblos a producir más barato en condiciones de trabajo propias de la peor esclavitud. Así chinos, vietnamitas y resto de países asiáticos acostumbrados a sufrir, se hicieron con el pujante mercado de los pobres que pese a estar en retroceso la Renta per Cápita, aumentan por momentos sus integrantes ávidos de consumir la basura que ellos mismos producen. Para ellos son esos artículos que valen poco y duran menos o los alimentos envenenados que atentan contra la salud como los refrescos que son el zumo de los más desfavorecidos o las hamburguesas la única carne que les está permitido probar.
¡No hemos aprendido la lección! Bajar continuamente los precios a costa de la calidad, el servicio, los salarios, la contratación de personal, la cantidad de producto, de la seguridad, la garantía, etc, con la escusa de la competencia, lejos de beneficiar a la ciudadanía, a la clientela, a los trabajadores, a la Sociedad, lo hace al especulador, al explotador que con regocijo contempla como se multiplican sus dividendos con nuestra ruina. Por eso, por primera vez comprendo la batalla que la plantilla de Iberia, incluidos los pilotos del SEPLA, viene manteniendo contra la Compañía que desde que se juntó con la British, parece querer ser un insecto.
Del Deseo. Ocurrencia
Nadie desea lo que ya tiene.