Llevo años intentando cuantificar a ojo de buen cubero el montante total de sumar los valores de los bienes robados por cuantas personas integran la población reclusa de nuestro país que están pagando con años de cárcel sus delitos cometidos únicamente contra la propiedad, pues tengo la ligera sospecha que, aún juntados todos, la cuantía resultante será muy inferior a la que nos detraen de las arcas públicas cualquiera de los demócratas que nos gobiernan; Y cuando digo cualquiera, lo hago para no generalizar más de lo que ellos se han ocupado de hacer.
Llevo un lustro pidiendo la Pena de Muerte para delitos de corrupción superiores a cinco millones de Euros eludible por devolución de las cantidades sustraídas y amputación del pulgar derecho, sin que nadie me haga caso, cuando pobres madres como la recientemente indultada casi va a parar a prisión por comprar pañales y potitos para sus hijos, con una tarjeta de crédito encontrada en la acera, porque soy de la opinión de que, el robo de capitales comunes supone la muerte directa de miles de personas por falta de asistencia médica como anticipamos va a acontecer donde se han cerrado las urgencias o mal estado de las infraestructuras como todos sabemos pasa en los puntos negros de nuestras carreteras. En consecuencia, me pliego al sensiblerismo general que se resiste a hacer justicia con unos pocos aunque ello suponga una afrenta continua a la mayoría y opto por recorrer el camino inverso buenista de exigir una Amnistía General para todos, sobre todo para los actuales presos que no tengan delitos de sangre y que estén condenados por simplemente haber robado una oficina bancaria habiéndose llevado poco menos de 30.000 euros, o cosas por el estilo, que a mis ojos y los de mucha más gente son auténticos vanguardistas morales y no delincuentes como nos quieren hacer los criminales que dictan las leyes.
Propongo la Amnistía general ahora, porque creo que estamos en un momento crítico en el que está al caer una posible abdicación de Don Juan Carlos con ánimo de dar esquinazo a un previsible referéndum en cuanto Dios se lo lleve al cielo. Y eso me tiene preocupado, porque con la abdicación, los que más van a salir perdiendo son los indefensos escolares que se quedarán sin quince días de vacaciones como nos dieron a los de mi generación cuando se murió Don Francisco, así como los pobres presos que no gozarán de una Gracia Real para festejarlo.
Ahora que el PSOE deberá rendir cuentas por los millones robados en los EREs de Andalucía, que CiU tendrá que explicar las enormes fortunas de varios de sus dirigentes además de devolver varias cantidades forzada por los tribunales, ahora que la plana mayor del PP se ve salpicada por fraude fiscal, creo que es tiempo de ir más allá de una simple Amnistía Fiscal que a todos nos ha sabido a poco y extender esa dicha, a todos esos pobres infelices que por hacerles la competencia sin la debida prerrogativa que da la inmunidad de pertenecer a un Partido democrático solvente, han dado con sus huesos en una celda, cuando de haberse afiliado a alguno de ellos, seguramente estarían disfrutando de un buen despacho.
La gente de bajo nivel cultural, aturdida por el trabajo, la tele y la procreación, cree que cuando el PSOE y el PP se exigen mutuamente transparencia, es porque están interesados en averiguar la verdad aunque sea del otro. No es así. Están hablando en clave. Se trata de ir tanteando en qué medida pueden llegar a un acuerdo para ocultarse mutuamente los respectivos casos de corrupción o en su defecto ir preparando los correspondientes indultos. Y es aquí donde nos deberíamos plantar los ciudadanos y decir al unísono: ¡Vale! ¡Está bien! Pero para todos.
Un sentido abrazo desde aquí a todos los inocentes que están en la cárcel y han de soportar la tortura del Telediario.