Una escena me vino a la mente para ilustrar las carcajadas que me he echado a cargo de la situación tragicómica acontecida a mi buen amigo Esteban Becerro Río, excelente alumno de ajedrez, fiel seguidor de “La Rosa de los Vientos”, infatigable pillo incandescente de intrigas y conspiraciones, que le gusta ir por libre para llevar la contraria, vendedor de la ONCE por lo demás, a saber: una en la que Woody Allen le decía a un matón de barrio ¿No te atreverás a pegar a un pobre chico con gafas? para acto seguido aquel se las quitase, le sacudiese y después se las volviera a colocar… de la película ¡Coge el dinero y corre! Aunque finalmente ha sido el título de la famosa ¡No me chilles que no te veo! del que me he valido para encabezar esta…¿denuncia?
Resulta que, la pasada jornada de Huelga General convocada por los sindicatos supervascos ELA y LAB para el Jueves 28 de Enero en protesta por los recortes sociales, el paro y la precariedad, este interfecto, que tiene su kiosko de venta en la Plaza Elíptica, frente a la Gobernación, manifostrónomo habitual de una ciudad vasca como Bilbao, ante la ausencia de directrices indicando lo contrario por parte de la empresa, por su cuenta y riesgo, creyó conveniente acudir a su puesto de trabajo como es su obligación, aunque él diga que iba en el ejercicio de su libertad.
La situación, aunque tensa, parecía tranquila, como cuando el cielo se oscurece y parece que va a llover. A eso de las 10:30, de buenas a primeras, ve como la gente corre hacia él y los Beltzas (Antidisturbios de la Guardia Civil Vasca) detrás. Dado que no ve tres sentados en un burro –por algo trabaja en la Organización Nacional de Ciegos de España- optó por quedarse parado con la esperanza de que el antidisturbios fuera profesional y distinguiera que él no era un manifestante a dispersar. El caso es que, como quiera que aquellos se acercaran cada vez más, no teniéndolas todas consigo, empezó a gritar: ¡Soy de la ONCE! ¡Soy de la ONCE! Como si ser de la ONCE fuera un salvo conducto para circular impunemente por las manifas de Eukadi. ¡Pero si aquí el que no da hostias las recibe! ¡Alma de Dios!
Por un lado, viéndole me dan ganas de decir cosas de las que me puedo arrepentir; Ya saben ustedes que la libertad de expresión tiene sus límites. Pero por otro lado, no pude reprimir mi risa y decirle ¡Te está bien empleado! Por ir a trabajar un día de huelga… Lo cierto es que yo, estoy siempre a favor de los antidisturbios durante las jornadas de Huelga. En mi opinión, estas fechas señaladas, la policía debe emplearse a fondo en primer lugar, contra los trabajadores que como este ciego acudan en el ejercicio de su libertad a su puesto de trabajo; segundo a los sindicalistas profesionales que han convocado la Huelga y que durante esas horas montan la barrila para justificar su presencia en los comités de empresa durante cuatro años, entiéndase los liberados de UGT, CCOO, USO en España y ELA o LAB en Euskadi; tercero a los trabajadores que ese día se manifiestan y hacen huelga pero que han votado al gobierno y le seguirán votando en las siguientes elecciones….
Ello no es óbice para que no se denuncie lo sucedido, pues aunque uno esté a favor de los antidisturbios, como es mi caso, los ciudadanos hemos de exigir la máxima profesionalidad en el ejercicio de su quehacer a cualquier funcionario, cosa que, evidentemente, no ha sucedido en el caso de Esteban Becerro. Porque mi amigo Esteban no sabe euskera ¿Hasta qué punto tiene derecho la Ertzantza o policía vasca para pegarle un porrazo? Lo correcto a mi juici, sería que en las manifestaciones vascas, dado que la población es mixta integrada por verdaderos vascos y falsos vascos, los antidisturbios fueran también mixtos Beltzas que atizarían a los euskaldunes, y la añorada Guardia Civil para que se empleara sólo con los maketos.
Buscándole una explicación racional a los hechos hemos consultado a un experto, mi amigo Quintana, quien nos ha transmitido su sospecha de que seguramente, con tanta videocámara y la moda de los móviles, los beltzas han buscado una presa fácil y que lo tenga muy difícil en un juicio, pues según nos ha explicado, a su amigo “Pibe” que lleva gafas le pasó algo parecido: denunció los hechos, le tramitaron la denuncia y durante el juicio de nada le valieron los testigos, los partes médicos, las fotografías, etc, porque fue incapaz de identificar al funcionario que cometió el error administrativo de romperle la nariz.
Con todo, a mi sano entender, todavía cabe la posibilidad de que lo sucedido responda a una fatal coincidencia entre un minusválido visual trabajador de la ONCE con un Beltza que ha accedido al puesto por la vía reservada a personas con discapacidad y resulta que también tiene una deficiencia visual y auditiva, en cuyo caso, ni yo ni mi malogrado amigo tendríamos nada que objetar. Todo lo contrario, le animamos a reclamar, como es su derecho, que le incorporen cuanto antes las adaptaciones necesarias para desempeñar bien su función y que además de la porra, le den un sonotone y un bastón.
Lo cierto es que si Esteban, en vez de haber acudido al médico de urgencias de la Mutua que le ha dado la baja para ver como evoluciona, hubiera acudido al forense de guardia de la comisaría más cercana, presuntamente estaríamos más cerca de saber la verdad de lo ocurrido: el individuo presenta pequeñas contusiones que pueden deberse a autolesiones provocadas por el mismo para hacer huelga sin perder la paga.