Tu banco. Y cada vez el de más gente

Mira que los muy canallas lo llevaban anunciando con todo descaro y nosotros sin hacerles el menor caso. Porque, al ritmo que vamos de embargos, desahucios y sumarísimos desalojos, dentro de poco, las familias españolas se pelearán por hacerse un huequecito en aquel famoso banco, en el que Carpanta los veranos se alegraba de sólo pasar hambre.

Ahora que los ejecutables miembros del TC merecedores de pdm a domicilio, han declarado “no fundamental” el derecho a una vivienda digna en España, cosa más acorde con el “ser” permitido, consentido y favorecido por los famosos tecnócratas que no paran de ir y venir de las empresas privadas a los cargos públicos y del cargo público a los puestos de confianza en las juntas de administración de las corporaciones a las que han favorecido a través de la puerta giratoria en que se han convertido los distintos gobiernos democráticos, que con el “deber ser” que establece la Constitución, los bancos empiezan a cotizar al alza entre la población como último reducto de lo que nuestro bien amado Rouco Varela denominaría humilde hogar de la familia Tradicional.

Pero los expertos en diseño de mobiliario urbano, auténticos vanguardistas de la hipócrita moralidad reinante, hace tiempo que tomaron medidas disuasorias para evitar que el fenómeno bancario se extendiese por el centro de nuestras ciudades, haciendo de los asientos públicos todo un arte de tortura para evitar en lo `posible la postura horizontal tan grata a los antiguos vagos y maleantes y los nuevos pobres, a quienes se les ha arrimado el flaco en la denominada lotería social del capitalismo que tiene la gracia de tocar siempre a los mismos, aun cuando no jueguen, ni tengan participación alguna en la rueda del infortunio que les ha de pasar por encima para hundirlos aún más en el fango. Con la escusa de la innovación estética, nuevos modelos ondulantes con hendiduras e inclinaciones que posibilitan cierto descanso sentados – tampoco demasiado – pero no un sueñecillo, han ido sustituyendo casi sin darnos cuenta, a aquellos magníficos ejemplares confeccionados a base de listones de madera con amplios respaldos y largo recorrido que permitían echar la siesta a la sombra de los plátanos en cualquier parque o plaza por deporte nacional o dormir al raso la borrachera las noches de romería si fuera necesario, confiriéndole una odiosa utilidad oculta a aquella apuesta de la Bauhaus por dotar de imaginación a lo que hasta entonces parecían sólo muebles destinados a su primordial función utilitaria, cuál es: la de ahuyentar a los indigentes y mendigos de sus inmediaciones, característica que desde siempre había ayudado a diferenciar por el contexto la posible confusión a la que da pie la polisemia y que sin embargo, ahora, tanto el Banco donde se secuestra nuestra riqueza como el banco donde podrían aparcarse nuestras vidas, se verán libres de esos indeseables fracasados que tan mala imagen dan a las entidades financieras y a la propia ciudad respectivamente, pues igual de feo es ver a pordioseros pidiendo a las afueras de un Banco como verles tumbados con sus andrajos en los bancos de las aceras.

Como a la gente no le gusta oírme hablar de la necesidad de implantar la Pena de Muerte para delitos económicos que deberían ser denominados crímenes contra la sociedad, como una de las soluciones democráticas apara atajar este problema de que haya familias sin hogar que no disponga de dónde pasar la noche por culpa de las ejecuciones hipotecarias de su primera vivienda, estas sí aplaudidas por nuestros hijos de Buda togados a los que me gustaría Dios les acogiera pronto en su Gloria, permítanme entonces reírme desde el banquillo de los absueltos, de la ironía de que siendo el banco el que les deja sin hogar, sea precisamente un banco su futuro y cada vez el de más gente.

Información sobre atracos a bancos

http://www.youtube.com/watch?v=d8UQfNrfiiU&feature=fvst

Las simpatías por los atracadores de bancos, parecen transmitirse socialmente durante la tierna infancia a través de juegos tan formativos como “polis y cacos” o “el escondite” donde todos bien sabemos que preferimos escondernos a buscar y escapar a ser capturados. Huelga explicar como la industria del cine en su función aleccionadora asignada por la consigna de combatir nuestro indómito espíritu de resistencia, se sirve de todo tipo de artimañas para minar subliminalmente el íntimo amor hacia la rebeldía que todo ser humano lleva dentro. Por poner un ejemplo de lo que hablo, ahí están esas películas cuyo tema central es la comisión de un atraco perfecto: Lo primero que se le presenta al público, es que atracar una entidad bancaria es sumamente difícil, costoso, requiere de gran destreza, habilidad técnica y mucha gente. Lo siguiente que se pone delante de las narices de los ingenuos espectadores, es que la planificación del atraco es perfecta e impecable, para acto seguido ¡chof! siempre cazan al ladrón con quien ¡No lo duden! van nuestras simpatías y tremendas ganas de resarcimiento. Cuando al Director le da algo de vergüenza someter a tan amargo trago a sus fieles seguidores de su arte, entonces, aparece un agridulce empate final emocional, es decir, el botín se pierde, pero los cacos salen bien parados.

Pues bien, así como el cine procura respetar al máximo el código de conducta moralizante gubernamental antes de rendir cuentas en taquilla, he detectado que también existe un oculto manual de instrucciones empleado por los medios de comunicación a la hora de informar sobre atracos a entidades bancarias: Los atracos de los que más informan prensa, radio y televisión, son precisamente aquellos que acaban con la detención del ladrón para desanimar a cuantos se lo estuvieran pensando; Los siguientes atracos de los que más noticias tenemos, son los que han supuesto delitos de sangre en su perpetración para con ello contrarrestar el conocido “Efecto Robin Hood” y las simpatías que estos sucesos despiertan en la ciudadanía; A consecuencia de lo anterior, sólo se habla de atracadores que, o bien son capturados para su descrédito personal o bien se les puede endosar delitos de sangre para espantar a seguidores potenciales. Por eso nunca oímos hablar de atracos que han salido bien, ni de atracadores que llevan lustros redistribuyendo los beneficios de forma inmaculada, auténticos Superhéroes de nuestro tiempo.

Tan menesteroso alarde manipulador de contingencia social, se vería mejor empleado en mitigar los motivos que lo hacen preciso. En principio, nuestras mentes abrazan como bueno el Mandamiento ¡No robarás! al que otorgamos valor absoluto sin cuestionarnos qué es robar y cuándo acontece un robo. Muy mal entonces se debe haber administrado esta ventaja axiológica por parte de la autoridad para que la población albergue sentimientos favorables tan extraños y antagónicos a su fundamental y más básica escala de valores grabada a fuego en la memoria desde la niñez como para que hayan cristalizado en el conocido refrán de “A quien robe a un ladrón, cien años de perdón”.

El problema de tan engañoso proceder radica en que, tarde o temprano, las cabezas despiertas empiezan a percatarse de lo que sucede y así como aprendieron a leer la Biblia en clave negativa traduciendo todas las llamadas a respetar la Ley, no como propias de un Israel piadoso, sino como síntoma de todo lo contrario, o sea de la continua traición y alejamiento de las mismas de su parte, ahora empiezan a cuestionarse hasta qué punto, atracar un banco, no sea un imperativo social para una vanguardia moral consciente del autoatraco perpetrado por la misma banca, que ha desactivado todas las alarmas gubernamentales sobornando a los garantes de la democracia, antes de hacer un butrón que da directamente a las arcas del Estado, saqueando todo el tesoro y escapar con nuestros muebles e inmuebles de rehenes, con los que a diario nos chantajea y para colmo pide colosal rescate…cuya secuencia se nos ofrece en el Tontodiario bajo el eufemismo de Economía.

Hipoteca inversa

La Banca criminal, conchabada con los Partidos antidemocráticos, auxiliados por una injusta legalidad y el concurso necesario de las fuerzas represivas de la sociedad inerme, tiene previsto hacerse con los bienes e inmuebles, de al menos, un tercio holgado de la indefensa población en un proceso denominado “Economía de resaca” o reubicación natural prioritaria del Capital, consistente en depauperar por todos los medios posibles a cuantos incautos forjados en las virtudes burguesas del trabajo y el ahorro pretendian escapar – si no ellos, sus hijos o al menos sus nietos – al sometimiento debido, gracias a la libertad que su independencia económica se les antojaba pudiera soportar.

Durante años, esta gentuza que merece Pena de Muerte – por supuesto dialogada, pacífica y democrática – se ha conformado con detraernos el capital valiéndose de oscuros mecanismos financieros así como con artimañas políticas: cada vez que un banco o gran empresa deseaba repartir dividendos entre sus accionistas o sencillamente elevar las primas de sus ejecutivos, sólo tenía que subir medio punto los tipos de interés para, de la noche a la mañana, sacar de nuestros bolsillos miles de euros, sin que nadie supiera bién por qué y a la vez, sin la menor ingenua resistencia al carterismo galopante consentido por los Gobernantes que creíamos velaban por nuestra seguridad vigilando el sistema financiero, cuando a lo que estaban, era a supervisar nuestro paulatino sometimiento y a controlar los pequeños conatos contestatarios que pudiera generar tal atropello. Igualmente, cada vez que los cómplices mandatarios deseaban dotar a sus camarillas parasitarias de terroríficas subvenciones o cubrir los agujeros dejados por su crónica corrupción programada, les bastaba con anunciar tal o cual subida del tabaco, gasolina o electricidad, como si fuera lo más normal del mundo… y que igualmente no recibía la debida repulsa ciudadana por participar idiotamente de la misma confianza antedicha que presuponía que cuanto esta delincuancia organizada hacía, era debido en última instancia al bien general que todo bien nacido desea para si y los suyos, y cuya opacidad a nuestro particular entendimiento era debida al complejo e intrincado sistema que rige nuestro destino, porque como se dice, los caminos del Señor, son inescrutables…Pero ajenos por completo a la sabia enseñanza del cuento de “La gallina de los huevos de oro” y la no menos prudente aplicación eclesiástica de “Dios apreta pero no ahoga” resulta que, su apetito insacible ha puesto sus ojos en lo único que nos queda, la vivienda, toda vez hemos logrado el objetivo de competir no ya con Corea, que también con Vietnam, Filipinas y Camboya, nuestro tiempo de trabajo vale menos y no resulta rentable dedicarle más del necesario a chulearnos la fuerza de trabajo, cuanto a rescatar del catastro lo que no ha dejado nunca de ser la fugaz ilusión de los títulos de propiedad, que como bien saben los refugiados de toda guerra, sólo se respetan en tanto en cuanto se respetan y se hacen respetar.

Los Partidos antisociales mayoritarios que deberían ser fusilados por traición, han pactado con la Gran Banca terrorista financiera merecedora de ser ejecutada en plaza pública, trabajar a destajo mientras la gente permanezca conmocionada con el fantasma de la crisis, en la dirección adecuada para cambiar el marco legal laboral y sobre todo el de propiedad, al objeto de despojar a un 40% de la población de su tradicional modo de acceder a la riqueza que generamos y por ende, abocarles inexorablemente a la pérdida de sus viviendas y comercios, para que de este modo, el Capital recupere la unidad primigénia consustancial al espíritu que le viera nacer, pues sólo la noción de Capital permite aglutinar unitariamente la natural dispersión de la riqueza, como si con tener nuestras nóminas atrapadas en las cuentas corrientes a la espera de ser continuamente mordidas por las domiciliaciones, no fuera suficiente.

La situación de Guerra civil implícita, todavía no alcanzan el rango de desobediencia civil explícita, más que nada, porque según los datos de la pirámide poblacuional, quien más quien menos, aguarda como agua de Mayo, una repentina redistribución inmobilioaria vía herencia de las casas que dejen libres los abuelos a sus nietos, cosa que en principio debería bastar para que las generaciones venideras pudieran llevar una vida plena, llena de eso que los expertos denominan ocio que nada tiene que ver con los descansos de la clase trabajadora, pues con una vivienda en propiedad y la suficiente cultura, haber quien les obliga a trabajar más de dos o tres horas al día, pasando el mileurismo de una condena en nuestra época a toda una bendición, situación social psicosomática espiritual que aquellos temen, cuanto estos la desean, mas mientras la alianza anticiudadana de la Partitobanquia está sigilósamente segando tan embriagadora perspectiva bajo nuestros pies, cimentando un nuevo modelo opresor durarero para varias generaciones, los bienaventurados de dicha esperanza, se mantienen mansos, a la espectativa de lo que sus anteriores, presentes y futuros verdugos les preparen, confiados como están en que tienen blindado el por venir. Por venir, que ya se han ocupado otros de que nunca acabe de llegar.

Cuantos como yo hayan evolucionado hasta la idea mística de contemplar el suicidio como una opción vital – tengo la intención de suicidarme no sin antes asegurarme de hacer el viaje bien acompañado de enemigos y previamente anunciarlo en una opípara cena de amigos – nada han de temer ante la sibilina estratagema politico-bancaria de las “Hipotecas inversas” consistentes en, una vez a los abuelos se les ha sangrado lo suficiente durante su dilatada vida laboral para pagar su vivienda, ahora que ya la tienen en propiedad, valiéndose de la situación de miseria en que les ha dejado la pensión de viudedad o de jubilación, los mismos criminales que les firmaron los abusivos créditos hipotecarios para fianciarles eso que constitucionalmente debería ser primera obligación del Estado, ahora, les ponen por delante concederles deslumbrantes mensualidades durante el resto de su ancianidad, a cargo de ir recuperando para el banco la propiedad, para de este modo, asegurarse de que sus hijos no puedan heredarla y mucho menos sus nietos, por si quedaba alguno al que durante la crisis ficticia no se le hubiera conseguido desahuciar. El resto, quienes todavía tienen miedo a morir, ya pueden prepararse para vivir esclavizados bajo el yugo del temor y la angustia.

15.491

Lo tiene todo para tratarse del número agraciado con el Gordo de Navidad o cuando menos con el sueldo soñado por cualquier mileurista que aspire a catorce pagas con finiquito y vacaciones, doradas condiciones del proletariado anterior. Pero va a ser que no. La cifra corresponde a la cantidad de familias que fueron desahuciadas judicialmente – que no justamente – durante el pasado primer trimestre por no haber podido hacer frente a la hipoteca o el alquiler de su vivienda, dato ofrecido sin rubor alguno, por el mismo Consejo General del Poder Judicial, resultado que triplica con creces los desahucios habidos en el mismo periodo del 2008 cuando todavía hablábamos de desaceleración de la décima potencia económica mundial. Y no quisiera transmitir mi más profunda indignación sobre este particular con el Gobierno, el Parlamento, los Tribunales, los Partidos políticos, la Policía y demás entidades sociales, por consentir la subversión del Estado civilizado dando preferencia al derecho sobre la Propiedad por encima del derecho a la Vivienda, sin antes condenar la violencia de los GRAPO, que tanto daño han causado a la clase trabajadora, porque estoy plenamente convencido, de que este problema no se soluciona eliminando a los banqueros y sus familias como si fueran cucarachas, sino con mucho diálogo pacífico y democrático encaminado a promulgar la Pena de Muerte Constitucional para delitos económicos como llevo exigiendo desde hace años, que es lo que necesitan ahora esos padres que se ven de patitas en la calle con sus hijos pequeños durmiendo bajo los puentes de la M-30 madrileña o en improvisados campamentos a las afueras de las grandes urbes y lo que están reclamando desesperadamente los ancianos que tras una vida de penurias, trabajo y sacrificio se ven arrojados al arroyo en medio del Estado del Bienestar.
No obstante, no me resisto recomendarles “La estrategia del caracol” excelente película colombiana de 1993 dirigida por Sergio Cabrera, donde se aborda metafóricamente el fenómeno del acoso inmobiliario, en el que yo enmarco cuanto está sucediendo en nuestros días con la excusa de la ficticia crisis, presentando personajes de distintas clases sociales e ideologías que se enfrentan al problema desde muy diversas perspectivas a situaciones fácilmente extrapolables a nuestra coyuntura socio-política, prestando especial atención al muy aleccionador final de la trama, que no desvelo por respeto a la propiedad intelectual. La obra maestra galardonada en infinidad de Festivales Internacionales como el de Berlín, se inspiró inicialmente en una noticia aparecida en un diario local sobre un curioso desahucio en el que la lentitud de la justicia colombiana fue tal, que para cuando se dispuso el desalojo, el inmueble hacía tiempo que había desaparecido.
El argumento, narrado en el denominado Realismo Mágico latinoamericano, permite que las mentes ágiles y despiertas puedan tomar buena nota para conducirse activamente en los casos concretos que les corresponda, gira en torno a unos inquilinos que se resisten a ser desalojados de un edificio en el que ha puesto sus ojos la especulación. Mientras unos vecinos ganan tiempo legal por medio de toda suerte de argucias y triquiñuelas que siempre existen en el Código Legal, el resto implicados en las labores de Resistencia, armados de paciencia e inteligencia, desmontan literalmente todo el inmueble trasladándolo a escondidas a otro lugar; De ahí el título de la tragicomedia. Pero el final…¡Ay! ¡Que final! se quedará grabado en sus retinas.
Pues bien, creo que la ciudadanía ha de pensarse la posibilidad de un final parecido para todos y cada uno de los grandes Palacios que albergan nuestras traidoras Instituciones, al objeto de frenar en seco su descarada trashumancia camaleónica, del Parlamento a las Juntas de Accionistas, obligando a la Casta Parasitaria, a quedarse a ras de calle, en contacto directo con la indignación ciudadana, recuperando para la auténtica Democracia la soberanía sobre los asuntos vitales que nos afectan y no como sucede ahora, que la misma caracolea entre el BBVA y el Banco de Santander. Pero como digo con ¡Paz y Amor!

¡Que me rescaten a mí!

http://www.youtube.com/watch?v=lsQdVFTC_jU

Como la mayoría de ustedes, sin leer “Proceso a los economistas” de Roberto Petrini pronto intuí que estos charlatanes contemporáneos son más parte del problema que de la solución – aunque nunca está de más hacer acopio de sólidos argumentos como los esgrimidos por el autor para respaldar tu personal opinión – al haber apostado por una economía fantasmagórica dando pábulo a un sistema basado más en la especulación que en la inversión tanto cuanto animaron al consumo antes que a la producción. En consecuencia, apenas albergo duda alguna en señalarles a ellos, como cómplices del secuestro al que se ven sometidos los mercados, el sistema financiero Internacional, por ende, toda sociedad y aún la humanidad, aunque ciertamente, no son los únicos culpables de la crisis en la que nos vemos inmersos, de ahí que limite su imputación al cargo de complicidad y no en grado de autoría que le corresponde por completo a la Gran Banca, siendo el suyo un estatus semejante al del que participa la casta parasitaria que aunque respecto a la política sean los máximos responsables del rapto de la Democracia, en este caso, su papel ha quedado relegado al de encubridor necesario, pero no por falta de ganas, tal es su instinto…Mas mi trato benévolo para con todos ellos, en modo alguno obedece al borreguismo militante del que hacemos gala por esta castrada piel de toro; En mi ánimo está verme correspondido con su visto bueno cuando les llegue esta mía misiva en la que les solicito encarecidamente que se dejen de rescatar a los desagradecidos bancos, que no se trata de otra cosa cuando hablan de salvar a Grecia, Irlanda o ahora Portugal ¡y me rescaten a mí! Que estoy dispuesto a modificar severamente mi discurso en 360º si hiciera falta tal y como proponía Lampedusa en “Gatopardo”, respecto a su quehacer entre nosotros y por supuesto, retirar mi propuesta de Pena de Muerte para los delitos económicos o de corrupción, como hacen en la salvaje Corea del Norte, ciñéndome en adelante al aplauso general de sus impunes componendas.

Y es que, por doquier escuchamos eso de que “todos los españoles son inocentes hasta que se demuestra lo contrario” si bien, hay más de una excepción que confirma la regla pudiéndose identificar con ese segmento de la población que aprendió a leer y contar para algo distinto que distinguir las marcas asesinas como Netlés y aceptar los abusivos precios puestos por Danone. Así me he fijado en que, para el rescate de Portugal –eufemismo de Banca portuguesa – la UE tiene preparaditos nada más y nada menos que 75.000 millones de Euros provenientes del IVA que todos los inocentes pagamos cada vez que nos soplamos los mocos que hasta en la voluntad de los pañuelos de papel que adquirimos en los semáforos a los rumanos, va incorporado dicho impuesto. De modo que, siendo la población de Portugal algo más de once millones de personas, permítasele a un hombre de letras con faltas de ortografía, simplificar la operación de dividir lo que nos van a robar a los ciudadanos europeos 75.000.000.000 de euros, entre sólo 10.000.000. de portugueses, para así, sólo tachando ceros, averiguar cuanto debería corresponderle a cada lusitano, cifra que se aproximaría a los 7.500 euros por bigote, cuantía nada despreciable con la crisis que tenemos.

Bueno…eso es lo que le correspondería a cada ciudadano portugués, si fuera cierto que van a rescatar a Portugal, de no ser que por Portugal sólo entendamos Banca portuguesa, en cuyo caso ya pueden cantar cuantos fados quieran, que por bien que le vaya a Portugal, ellos, los inocentes de siempre, seguirán como hasta ahora. Lo curioso del asunto, es que, cuando dicen que Europa va a rescatar a tal o cual país, no es el capital de los bancos el que socorre la situación, sino la calderilla de los inocentes contribuyentes europeos, de modo que de los 75.000 millones que nos van a robar a los 500 millones de ciudadanos europeos, 150 euros son suyos y otros tantos míos.

Pues bien, ha sido haciendo estas pequeñas operaciones como he averiguado que de seguir así, prefiero ser rescatado a rescatar, porque en breve mi sueldo no va a dar para salvar ni al Monte de Piedad y casi preferiría haberme dejado timar por los pagarés de Nueva Rumasa, que a fin de cuentas…quedan en casa. En cualquier caso, espero ansioso que le llegue el turno a España, más que nada, porque habiendo entre nosotros tanto independentista y nacionalista declarado, confío en que el Tribunal Supremo les declare no aptos para el reparto del rescate del rapto viendo engordar mi parte.