Hoy, 13 de Abril, Día Internacional del Beso, pese a mi contraria opinión sobre costumbre tan cochina de saludarse entre personas civilizadas, aprovecho la ocasión, no para disuadirles de su práctica, cuanto para reivindicar el olvidado noble papel que juega la nariz en un asunto donde todo el protagonismo es acaparado por los labios, precisamente el vehículo de gérmenes, restos salivares origen del molesto ruido que su ejercicio provoca, hasta convertirse en un icono mismo del concepto, cuando lo suyo sería que sobre los labios rojos, hubiera ¡que menos! un punto representante gráfico de la presión que el beso dado con amor, pasión, cariño, simpatía y autenticidad recibe de la nariz.
Ciertamente, la parte intencional del beso es dado con los labios, mientras la nariz, de polizona, parece acompañar involuntariamente la acción de besar. Sin embargo – puede hacerse la prueba – los besos con nariz, son más genuinos que los dados sin nariz, por cuanto su presencia denota una cercanía espiritual mayor del besante al besado, de modo que, puede afamarse taxativamente que, su ausencia en el beso, convierte a este en un beso falso e hipócrita, cuando no traidor y hasta dado con mayor asco del que una persona dispuesta a besar debiera experimentar toda vez se muestra dispuesta a ello.
Los besos dados con nariz, como todo lo auténtico, no precisan de demasiadas estrategias mentales para ser propinados ni requieren de más técnica que la aprendida desde la infancia donde todos los besos recibidos por parte de familiares y amigos son con nariz. Muy al contrario, los besos sin nariz, nacen de una muy sentida distancia psicológica del sujeto agente que besa respecto al objeto paciente que lo recibe, siendo así necesarias distintas artimañas para evitar que la nariz toque con su punta lo besado entre las que cabe destacar el arrimar la cara por la mejilla buscando besar sólo con un lado de los labios; echar para atrás la cabeza en el momento de la aproximación elevando con ello el extremo del apéndice nasal; o dando el beso en lugares planos como mano o frente donde el besante tiene pleno control sobre el besado.
Que la autenticidad del beso se mide no por su duración, ni por su intensidad, sino por la implicación de la nariz en dicha acción, es algo que ciertas culturas como la esquimal han sabido preservar siendo entre ellos el saludo más cordial aquel en el que nariz se toca con nariz sin llegar a juntar los labios.