La Ministra de Cultura, González-Sinde, con motivo de los actos conmemorativos del Día Internacional del Teatro, declaró el pasado fin de semana que a lo largo de su vida ha hecho mucho teatro y que lo sigue haciendo en el Parlamento y en el Senado. Lo que no aclaró la Sra. Ministra fue, a qué tipo de teatro se dedica, si a la tragedia o a la comedia, tal y como le van las cosas, pues no hay semana que su estrategia para ponerle vayas a Internet, trabas a la libre circulación del arte o impedimentos a la democratización de la cultura, no sufra un revés ora en el Constitucional ora en los Tribunales Europeos, sin que ello parezca hacer mella en su persona que carente de vergüenza intelectual como si se tratara de un zombie sigue su camino de muerte; Claro que es posible que esta actriz, por no, llamarla payasa, haya confundido el escenario con una pista de circo, en cuyo caso ¡pasen y vean!
Con qué desfachatez se atrevió a hablar de paz y democracia asociadas al teatro «El teatro es democracia y hoy en día necesitamos muchas, dosis de democracia (…) podría ser una herramienta muy poderosa para la paz y la reconciliación (…) una alternativa personalizada para la gestión y transformación de conflictos (…) Es, por tanto, una farsa mantenerse callados en momentos como el nuestro, conociendo el poder del teatro, y permitir a los que empuñan armas y lanzan bombas ser los pacificadores de nuestro mundo (…) Mientras las Naciones Unidas gastan colosales cantidades de dinero en misiones de paz por todo el mundo, por medio del uso de las armas, el teatro es una alternativa espontánea, humana, menos costosa y de lejos, mucho más poderosa” A tenor de su monólogo, habremos de creernos que ciertamente se dedica a la farsa; Eso, o toda su tramoya de cara al respetable solo busca el aplauso de los clac que esta gente arrastra cuál séquito allá por donde pasa, pues que yo sepa no ha presentado todavía su dimisión, si tan en desacuerdo está con el espíritu intervencionista del Gobierno al que pertenece. Pero aquí estamos el resto para lanzarle tomates, que se le nota demasiado que actúa, que no se sabe el guión y que a duras penas sigue al apuntador…
Fernando Fernán Gómez, tras una genial trayectoria, después de haber sido distinguido con infinidad de premios, colmado de gloria, gozando en vida de las mieles de una merecida fama, sin embargo, quiso el caprichoso destino que las futuras generaciones sólo le recuerden por una mala contestación que diera a un admirador suyo a quien mandó ¡A la mierda! Mierda que por mucho actor que fuera quien encarnara a Lucas Trapaza, dudo que sea la misma con la que los actores se desean mutuamente suerte antes de la representación de una obra, en recuerdo de aquella circunstancia en la que la mierda dejada por los caballos tras las representaciones, era algo así como una estadística de la época y hablaba del éxito de la obra mejor que cualquier otro crítico. Es con esta escatológica intención con la que le deseamos ¡Mucha mierda! a la Señora Ministra. Y ¡que le aproveche!