Hacía mucho tiempo que los ciudadanos de bien, no estábamos de enhorabuena por contar con representantes democráticos que velaran por nuestros intereses comunes más que por los de las grandes corporaciones. A decir verdad, hasta los ciudadanos canallas pueden igualmente felicitarse por la inaudita rotundidad con la que al respecto se ha pronunciado el pasado Lunes el Parlamento de Cantabria que, contra todo pronóstico, ha aprobado por unanimidad prohibir el uso de la técnica de fractura hidráulica para buscar o extraer gases no convencionales en tan bella región, a través de la primera ley de estas características que se acuerda en España.
Porque, como cualquier otro término mediático escrito en inglés, sea doping, mobbing, overbooking…la técnica del “fracking” no augura nada halagüeño para el lugar ni las gentes donde esta se consiente, según se desprende de las ingentes malas experiencias publicadas hasta la fecha por los afectados que han sufrido en sus propias carnes los perniciosos efectos que para el hábitat y su salud ha supuesto que las negligentes o desaprensivas autoridades hayan permitido tan peligrosa práctica, cuyo muy cuestionado procedimiento consiste en la inyección a presión agua y productos químicos, con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, favoreciendo su salida hacia el exterior.
Lamentablemente, no es sólo gas y petróleo lo que sale al exterior en forma de suculentos beneficios que escapan del territorio para nutrir las arcas ajenas de los magnates de la industria energética a miles de kilómetros de donde es extraída la riqueza natural, los residuos químicos de la operación, permanecen en la zona para disfrute directo de sus habitantes que habrán de respirarlos en la atmósfera y beberlos por estar contaminadas las aguas subterráneas debido a los flujos incontrolados de gas o fluidos causados por erupciones o derrames, cuyas sustancias peligrosas ricas en metales pesados y materiales radiactivos, no tardarán en ser introducidos en la cadena alimentaria, aun en la de un vegano y dejarla como herencia genética traducida en malformaciones a las futuras generaciones.
Sin necesidad de mencionar los riesgos de explosiones aleatorias, los malos olores, la salinización del agua potable, la degradación del terreno donde se instala una de estas empresas extractoras o demás argumentos esgrimidos por los ecologistas de siempre, el ecosistema socioeconómico también se verá rápidamente afectado en una tierra como la cántabra, que si no vive del turismo, lo hace de la industria agropecuaria cuya calidad se vería seriamente señalada quedando la calidad de sus productos sólo apta para ser ingeridos por los niños de Chernobil que nos vienen a visitar por el verano. Y si no lo creen, pregúntenselo a los parroquianos del Estado de Wyomin.
Seguramente por lo evidente de sus perniciosos efectos, los representantes democráticos de Cantabria, no han vacilado en: primero, mostrar el rechazo inequívoco del Pueblo de Cantabria a dicha práctica por medio de la unanimidad; segundo, aprobar una ley que como ha dicho el Consejero de Medio Ambiente, Javier Fernández, es “clara, precisa y sencilla, como lo es también el clamor popular que se ha escuchado en Cantabria contra esta técnica; tercero, elaborar un exquisito texto preventivo de sólo tres artículos prohibiendo el uso del ‘fracking’, encargando a las autoridades, funcionarios autonómicos y municipales velar por que eso se cumpla, y calificando como infracción administrativa, cualquier incumplimiento al respecto, incluyendo también, una disposición transitoria explicitando que, la prohibición afecta a todos los permisos, tanto los ya concedidos, como en tramitación o los que se puedan conceder, etc, lo cual, por esta vez, debo reconocer que nuestros representantes, han cumplido magníficamente bien su deber.
A su juicio, la prohibición no supone «comprometer» el futuro económico de la región -uno de los argumentos que esgrimen las empresas-, sino apostar por un futuro vinculado a los valores naturales y paisajísticos que «han hecho, hacen y harán que Cantabria sea una región única, diferente y especial».