Etiquetado para tontos

La pasada semana, todos los partidos con representación parlamentaria fueron capaces de aprobar por unanimidad una proposición no de Ley que insta al Gobierno central y a las Autonomías, a tomar medidas para prevenir el consumo abusivo de alcohol. A tal efecto, una comisión mixta integrada por congresistas y senadores para el estudio del problema de las drogas, tras sesudas sesiones de deliberación, ha concluido que, el etiquetado de las bebidas alcohólicas debería llevar una leyenda similar a la de las cajetillas de tabaco advirtiendo de los riesgos que puede conllevar beber sin mesura.

La verdad es que, tal y como va evolucionando la ESO y Secundaria, era de esperar que tarde o temprano medidas como aquella del tabaco y ahora esta, no sólo no sean criticadas, sino que gocen de buena acogida entre la población al extremo de persuadir a los partidos para superar su pantomima pimpinelista acostumbrada aprobándolas con el mismo consenso que tiene reservado su aumento de sueldo. Ahora, la cuestión es, qué tipo de lema será el más idóneo para una juventud y ciudadanía que participa de la noble condición de analfabeta funcional, pues dudo mucho que la leyenda «La ingestión de sustancias etílicas puede provocar embriaguez» disuada a kalimotxistas cuyo acervo lingüístico se reduce a palabras como «tema» «cosa» «mogollón» «tio»…Claro que traducir el mensaje con una lenguaje más asequible como » Beber mucho puede provocar borrachera» lejos de desanimarles a su adquisición, les anime por saber que han encontrado lo que buscaban y que en caso de no pimplarse, estarán en disposición de reclamar ante la OCU por publicidad engañosa. Dado el nivel cultural alcanzado, yo optaría por aprovechar los mimbres de la superchería popular subrayando en el etiquetado algo así como “ Beber alcohol, da mala suerte”

No sé a dónde vamos a llegar; En lugar de educar como es debido a las futuras generaciones, dando ejemplos positivos, facilitando la práctica de la virtud, premiando los buenos hábitos, formando en el autocontrol, los buenos modales, el saber estar, los valores, corrigiendo vicios en su fase inicial, castigando los malos comportamientos cuando empiezan a aparecer, etc, parece que hemos apostado por prohibir, multar y ahora advertir, cuestiones que son de sentido común, porque de seguir así, dentro de poco veremos automóviles con volantes que recuerden » Conducir con los ojos cerrados puede provocar accidentes» enchufes en los hogares con la inscripción » Meter los dedos aquí puede dar calambre» y ya puestos, en las culatas de las escopetas » Tiene en sus manos un arma que puede provocar la muerte»

La errática deriva de este proceder, ya fue puesta de relieve con el humor que le caracteriza por el gran mago monologuista Luis Piedrahita cuando recogió en una de sus intervenciones televisivas una antología de disparates aparecidos, todavía cuando aquello, en los prospectos adjuntos a los productos, como aquel perteneciente a un pegamento que decía «No dar de comer a los niños» y otras aún más sorprendentes, tanto es así, que el hombre se vio obligado a mostrar los productos ante las cámaras para dar fe de que no era fruto de su ingenio.

Y miren que muchos de nosotros, llevamos años reclamando de la Administración un etiquetado más adecuado a los intereses del consumidor y aún de las personas para que los alimentos reflejen qué clase de aditivos, conservantes, edulcorantes, colorantes, saborizantes, grasas, etc contienen para evitar que nos envenenen con clenbuterol, fertilizantes, transgénicos, insecticidas, plaguicidas, y cuantos productos químicos sean capaces de introducir en la comida de los pobres y dejen de engañarnos con estupideces en letras grandes que anuncian vitaminas A, D y E en la margarina, Omega 3 en la leche, L y casitos en el yogurt, antioxidantes en el té y lo que se les ocurra para encandilar a las mismas inteligencias a las que los políticos engañan en época electoral y a quienes creen poder disuadir con leyes como la aprobada.

Marque el cero

Antiguamente, de lo malo malo, todavía nos quedaba el personal desahogo de acudir airados a discutir las facturas a pie de ventanilla y de dar la lata en tal o cual mostrador, en busca de algún consuelo o explicación con la que calmar la indignación habitual del usuario. Pero como quiera que la tecnología de nuevo arrebatada al provecho social, se haya puesto al servicio del más fuerte en detrimento de todos, resulta que, nada de aquello puede hacerse, dado que no existe cerca del consumidor, lugar físico alguno al cual acudir en caso de mantener cierta diferencia con la compañía, dado que todas las gestiones habidas y por haber dicen que pueden hacerse vía internet, o si lo prefieres, por teléfono.
El otro día, tras infructuosa búsqueda por toda la ciudad, de un lugar donde poder reclamar a la antigua usanza, probé a llamar a Timofónica, para exigir que me devolvieran el importe de una factura en la que me habían cobrado de más. Cual fue mi sorpresa, cuando en lugar de atenderme una agradable fémina, fui atendido por una mecánica operadora que me recordó de modo espeluznante, a la computadora Hall que al menos sabía jugar al ajedrez. Ésta en cambio, lo único que sabía hacer era contar: si desea contratar algún producto, marque el 1; si desea incorporar ADSL, marque el 2; si desea tratar temas de funcionamiento, marque el 3… obedientemente fui marcando los números indicados, pero brillaba por su ausencia el de si deseaba que me devolvieran el dinero o el de reclamar alguna factura. Al final, logré conversar con una joven que por la voz debía estar muy buena, pero que se comportó como la máquina, que poco tiempo ha, la había reemplazado, pues sólo acertó a darme su nombre y a invitarme a marcar otro número de teléfono. Cándido de mí, también marqué aquel otro teléfono indicado y vuelta a empezar: si desea hablar con el departamento comercial, marque el 1; marque el 2; marque el 3…
Siendo mi lema ¡No te enfades, véngate!, mi resarcimiento llegó el otro día cuando ¡por fin! tuve la oportunidad de servirme en frío el plato de la venganza. Hacía tiempo que esperaba me tocase el turno de ser molestado por un operador telefónico que te llama a casa para venderte las excelencias de su compañía, y entonces: a su amable y melosa voz sudamericana preguntando por el señor Nicolás Juan, tuve los reflejos de decirle: Si desea hablar con el propietario de la línea, marque el 1; si desea hablar con el usuario de la línea, marque el 2; si desea hablar con el que habla, marque el 3. Un tanto estupefacta, acertó a decir: ¿Perdón? Sin dejarle hablar más, continué con: Si desea que se le perdone los pecados, marque el 1; si desea que le perdone la Iglesia Católica, marque el 2; si desea que le perdonen los mormones, marque el 3. Y aquí me colgó. Debió marcar el 0, que es el que todos habríamos de marcar cuando nos molestan éstas compañías.

EpC: ¡Ojo! con el timo telefónico

CEDO ESTE ESPACIO A UN AVISO REMITIDO POR MI AMIGO JESUS.

Si solicitas una melodia para tu teléfono móvil mandando un mensaje SMS a un número de 4 cifras (ahora de 5 cifras), la descarga cuesta 1,20 Euros por minuto, pero …… como la descarga dura dos minutos serán entonces 2,40 Euros.
Resultado:
Tu factura mensual asciende de repente a 100 Euros más de lo que solías pagar normalmente.

Explicación:
Resulta que al decir «alta» a lo que deseas (descargarte la melodía), te estás dando también de alta SIN TÚ SABERLO a una serie de contratos para que manden a tu número continuos mensajes SMS de publicidad.

Lo mejor de todo es que todos y cada uno de estos mensajes son a cobro revertido, se cargan a tu cuenta aunque tú no abras ninguno o los destruyas sin abrir.
Es decir, que si te mandan, por ejemplo, diez SMS al día, a razón de 0,30 céntimos cada uno, estás pagando 3 Euros diarios por una cosa que no necesitas, que no has pedido y que no sabes de dónde sale. Multiplica eso por 30 días que tiene el mes y verás lo que sube…

Colofón grandioso:
Cuando vas a tu compañía a decirles que paren, bloqueen o filtren esa invasión indeseable te dicen que ¡¡¡NO PUEDEN HACER NADA!!! Ni Telefónica, ni Yoigo, ni Vodafone, ni Orange. ninguna compañía puede impedirlo; has sido tú, por pardillo, quien se ha metido en el fregado.

¿Dónde está el impedimento?

Muy fácil. Si quien remite esos SMS es, por ejemplo, el número 5559, tú mandas un SMS a ese número que diga «BAJA 5559», y efectivamente, ese número no vuelve a mandarte nada.
Pero, ¡oh, sorpresa!, al mes siguiente el mismo timador te vuelve a mandar otro montón de SMS a tu costa pero ahora con el número 7784. Y si «matas» ese número, al siguiente mes el remitente es el 4593. y así hasta el infinito.

La gracia es que no puedes demandar a nadie, porque no hay nadie que figure como titular de los mencionados 5559, 7784, 4593, etc.

Reflexión importante:
Tampoco hay que olvidar que ninguna compañía telefónicas se esfuerza NADA DE NADA en parar ese timo porque a ellas, como intermediarias que son en el tráfico telefónico que facturan, el timo les proporciona unas magníficas ganancias; o sea que tienen un morro que se lo pisan, dicho sea de paso.

Me cuesta creer que con los abrumadores medios tecnológicos de hoy en día sea «imposible» descubrir y eliminar a esos timadores ocultos.
Será imposible para un usuario corriente, ¿pero para una empresa con cara y ojos a nivel profesional?

Solución: No queda otra que darse de baja de tu número y abrir otro nuevo. Lo cual tampoco es gratis.

Enseñanza moral: (si la hay)
Lo mejor es escarmentar en cabeza ajena y no hacer ninguna operación ni con el móvil ni con el fijo que represente participar en concursos, beneficiarse de gangas, incorporar utilidades infográficas, insertar audio, etc.

Incluso eso tan inocuo que aparece en la pantalla de la TV en pleno partido de fútbol diciendo «Manda antes del final del encuentro un mensaje de móvil al nº .. diciendo tal y tal cosa y ganarás un magnífico coche del modelo ..», incluso eso es un sacadineros peligrosísimo.

Avisados quedáis, porque quien primero os va a dejar tirados es vuestra propia compañía de teléfonos.

Difundir este mensaje es casi una obligación ciudadana.

¡Llegan las Resubidas!

Con sueldos escuálidos, perdida la costumbre de los aguinaldos y desaparecidas las pagas extra, la cuesta de Enero nada ha de temer por nuestro excesivo gasto en fastos navideños y mucho menos, por la humana necesidad de aprovechar la enloquecedora ocasión que antaño ofrecían las rebajas. Hace tiempo que la expresión fue mudando de significado y ahora apunta al desembolso que de pronto todos, independientemente de nuestro poder adquisitivo, hemos de afrontar, como los bombones de la caja roja ¡Porque hoy es hoy!

A la necesaria puesta al día de la hostelería para compensar el IPC, las continuas subidas de gasolina, tabaco y alcohol al amparo de cualquier cínica excusa, ahora hemos de aceptar sin rechistar la llegada de los Reyes Malos de los despiadados incrementos del transporte público, correos, gas, electricidad, teléfono, correos…para entendernos, aquellas áreas que en época del Generalísimo pertenecían al Estado y que con la llegada de la Demogracia, se privatizaron para mayor gloria del mercado y pena del usuario que creyó que con ello, llegaría la libre competencia y los bajos precios.

Pocos se ríen ya de aquel chiste, en el que un tal Abundio, vendía el coche para comprar gasolina, pues cosas más chungas se están viendo mientras convenga al Capital que esta crisis dure para hacerse con los chollos de las auténticas rebajas en las que sólo pueden participar los muy pocos que tienen la liquidez suficiente como para pagar con alegría a precio de saldo, aquello por lo que tantos empeñaron sus vidas y de las que han de desprenderse con sangre, sudor y lágrimas.

El sadismo psicológico del que hace gala este Gobierno sociópata para con la ciudadanía, a la que ha sometido primero, a la repentina euforia colectiva de conceder subvenciones como el Plan Renove, el Cheque-bebe, los 420 euros a los desempleados, etc, para luego, retirarlos de improviso provocando el desánimo general, parece no tener fin. Ni a Funanchú y Fantomas juntos, se les hubiera ocurrido una tortura más refinada que la perpetrada estos días, en plenas fiestas Navideñas, un 28 de Diciembre, mientras la pobre gente se desea felicidad y prosperidad…Nada más y nada menos que anunciar a bombo y platillo la inminente llegada de las Resubidas, en un alarde de cálculo maquiavélico que supedita la elegancia política a la oportunidad de actuar impunemente mientras la población se halle anímicamente indefensa para reaccionar enérgicamente contra dichas medidas abusivas como hacen en el resto de Europa.

¡Dale a la desscarga!

La sabia Naturaleza nos ha dotado de un organismo capaz de diferenciar lo necesario de lo superficial para nuestra existencia. Sin embargo, ha sido el ingenio humano, el artífice de infinidad de instrumentos para deshacernos de la inmundicia que producimos, desde el primer sistema de alcantarillado hacia el 3.000 A.C. en la India, hasta los sanitarios bioquímicos portátiles que vemos en cualquier concentración de masas, pasando por las letrinas romanas donde varios dramas ficticios e históricos fueron trabados, el retrete árabe, el bidé francés al que cantara “La Trinca” o el Water Closed inglés más conocido como W.C. cuya ingrata tarea precisa siempre del socorrido fluir heraclitiano, sea con baldes, chorros, o la famosa cisterna de agua que requiere tirar de la cadena, para perderla de vista y de olfato.

Es verdad que, la contemplación escatológica de nuestras propias deposiciones tiene un inconfesable atractivo del que me ocupé largo y tendido en mi ensayo “Memorias de un retrete y otros escritos cochinos” cuyo poder hipnótico nos obliga a revisar una vez sí, otra también, el papel higiénico a modo de despedida al dar la descarga, actitud que nos sería de mayor provecho antes de depositar nuestra papeleta en la urna funeraria de la democracia. A caso por ello, nuestras madres, al tanto del cariño que los niños mostramos por nuestras heces, para evitar que las dejemos ahí de recuerdo, en una fase anal retentiva exteriorizada de la que no habla Freud, no dudan en gritarnos desde cualquier rincón de la casa eso de ¡Dale a la descarga!

Mira por donde, ahora que España entera va de culo que, estamos hechos una caca, que el Estado sufre de descomposición, que todo empieza a oler mal…la M de Cultura González Sinde, ha querido impedir que demos a la descarga. ¡Ahora! Ahora cuando más necesaria es. Yo cada vez que veo el Telediario y aparecen González Sinde, ZP, Blanco, Pajín, Rajoy, Llamazares, Duran Lleida y resto de democracia orgánica, no apago la tele y abro un libro como hacía Groucho Marx…Yo voy rápido al cagadero y doy la descarga. Claro que, algunos preferirían darle a la bomba.