Algunos somos de la opinión de que, mientras la humanidad crece, la inteligencia permanece constante, lo que no es óbice, para asustarse cada vez que vemos asociado el término a realidades distintas de la humana, sean estos los Servicios Secretos, programas informáticos, edificios, bombas, o ahora las etiquetas, pues no hay ocasión que así suceda que tras su eufemismo, no se escondan poderosos mecanismos para coartar nuestra ya escasa libertad.
Antesdeayer, la Agencia para la Protección de Datos y el Instituto de Tecnología y Comunicación hicieron pública una guía muy útil advirtiendo a la población de la alarmante proliferación de las Etiquetas de Identificación por Radio Frecuencia o para los que no sepan castellano, conocidas internacionalmente por las siglas RFID cuyo uso se ha generalizado en comercios para un mejor control de productos y mercancías, tarjetas de transporte público, de acceso a zonas restringidas, de crédito y que en breve se extenderá en el área sanitaria para el seguimiento de pacientes hospitalizados o necesitados de asistencia externa, marcado de mascotas, recién nacidos, empleados durante su jornada de trabajo…
Sucede que estos dispositivos que parecen inocentes pegatinas junto al código de barras, a las que no damos mayor importancia, de no ser adecuadamente desactivadas, tienen la propiedad de permitir el detallado seguimiento de cualquier ciudadano, almacenar en un banco de datos sus movimientos, tenerle localizado allá a donde vaya, archivar su historial, información que entre otras cosas, puede ayudar a conocer a empresas y gobiernos los auténticos usos, rutinas y costumbres de la población, cosa que en palabras de estos dos reputados Organismos, pone en serio riesgo nuestra seguridad e intimidad con solo llevar de paseo un libro, un calzado, o una libreta de ahorros.
Lo que resulta curioso, no es el potencial uso indebido que de este artilugio se realice, sino el nombre con el que mediáticamente se ha bautizado al mismo. Hace tiempo que los consumidores veníamos reivindicando las Etiquetas Inteligentes, o sea, aquellas donde figurasen todos los elementos relevantes a la hora de informar a la clientela sobre las propiedades, ingredientes y advertencias al objeto de propiciar un consumo inteligente en el que el consumidor tenga acceso inteligible de lo que está adquiriendo, porque es muy sospechoso que mientras las autoridades sanitarias, el Ministerio de Industria, y los legisladores permiten, consienten, e incluso animan la publicidad a todo volumen y en letras gordas, productos con Omega 3, bífidus, Ph neutro, y características como Oxiaction Cristal White, no obligan a identificar con un distintivo claro y visible los alimentos transgénicos o que contienen sustancias peligrosísimas para la salud, basta con que en letra más canija que la que te dan a firmar en la hipoteca de un Banco, ponga entre paréntesis Maíz modificado genéticamente,
Es probable, que la publicación de esta verdadera información, no le haya hecho gracia al Ministro del Interior Rubalcaba, pero la seguridad ciudadana va mucho más allá de la lucha antiterrorista, porque lo que a los ciudadanos verdaderamente nos aterra, es vernos sometidos a todas horas a vigilancia en detrimento severo de nuestra libertad. Más que nada, porque a todos nos gusta que nos miren, pero a nadie agrada que le observen.