Con ocasión de las recientes protestas estudiantiles chilenas para exigir de su gobierno una educación pública gratuita, ya expuse aquí mismo mi opinión sobre el pernicioso mensaje subliminal auténtico veneno subrepticio que los políticos zafios auxiliados en la propagación de su ponzoña por los medios de comunicación – lo de “comunicación” es regalo de la casa – los cuales, cuando menos a este respecto podrían ser acusados de negligencia profesional por su necesaria colaboración en el lavado de cerebro colectivo al que aquellos desean someter a la población con el único propósito entre unos y otros de colar la idea de que al ciudadano le salen gratis la educación, la sanidad, la justicia, la seguridad y si nos descuidamos hasta la democracia, cuando lo cierto es que, cualquier servicio mediado por el Estado nos resulta carísimo, pues si la definición de “gratis” responde a recibir algo sin entregar nada a cambio, los trabajadores entregan hasta un 40% de su sueldo, o sea de su trabajo, de su esfuerzo, es decir, de su tiempo, para entendernos, de su mísera existencia y por consiguiente, hay que tener muy mala intención y una conciencia bastante retorcida para decirle gratis a las prestaciones de las Instituciones públicas sufragadas con nuestros impuestos directos e indirectos.
Los políticos que hablan de sanidad o educación gratuita son auténtica gentuza que tienen en mente despojarnos delante de nuestras propias narices lo que es nuestro; Para ello, lo primero que hacen es identificar como “gratis” todo aquello cuanto desean llevarse en el futuro inmediato, como quien le echa el ojo a las prendas en Navidad esperando a que sean gangas durante las rebajas, para de este modo ir recortándolo hasta dejarlo en su caricatura y que nos quedemos como mucho tristes, a caso algo indignados, pero conformes con el principio de “a caballo regalado, no se le mira el dentado” propósito del que no se abstendrán si no se les para los pies con una paliza moral y democrática antes de juzgarles por maquinación contra los bienes públicos.
Por lo que respecta a los medios de comunicación, parece mentira que gente con carrera dedicada a informar y manejarse como pez en el agua con el leguaje, consienta la criminal manipulación que los sinvergüenzas de la casta parasitaria cometen, sin advertir a sus fieles clientes de las trampas léxico-semánticas que esa gentuza les tiende de continuo asesorados por psicólogos, sociólogos, asesores de imagen y expertos en las técnicas de marketing y la ciencia de la persuasión, para lo que ciertamente no bastaría leerse en diagonal el “Arte de tener razón expuesto en 38 estratagemas” de Schopenhauer ni cualquier otro tratado de retórica, sofistería, falacias, engaños y tergiversación, si no va acompañado del debido compromiso sincero del periodista para con sus lectores, su sociedad y sobre todo, la verdad.
Aquí, de haber algo gratis, serían los jugosos sueldos que perciben sus señorías, sus lujosos despachos, sus cochazos oficiales, sus secretarias “catalana occidente” que les hacen todo, todo, todo…y la confianza con la que los televidentes, oyentes y lectores prestamos atención a lo que transmiten los periodistas a quienes les suponemos igual profesionalidad en su quehacer que el que cada uno de nosotros ponemos en nuestros respectivos trabajos. Porque, parece como que se han juntado el hambre con las ganas de comer cada vez que se ha de tratar de la Cosa Pública y el Bien Común, asunto de capital importancia, entendida esta como vital para la subsistencia de la mayoría de la población y para unos pocos como suculento negocio, de ahí que entiendan como “gratis” aquello de lo que se creen dueños pasado mañana, porque en su particular codicia desatada, el tiempo transcurrido se les antoja que dejan de cobrar la pasta gansa que ya perciben en otros servicios básicos como puede ser el transporte público, el servicio farmacéutico, el sector general eléctrico y cuantas actividades resultan de interés general que sin embargo, son gestionadas por empresas privadas.