Al Congreso con Kaláshnikov

Siendo como soy aficionado a recopilar serendipias de toda especie, esta semana, dedicada a conmemorar hasta la extenuación en telediarios, programas de radio y reportajes periodísticos el cuarenta aniversario del atentado de ETA contra el Almirante Carrero Blanco con un derroche de entusiasmo informativo que bien merecería ser investigado por parte del Ministerio de Interior por si ello pudiera constituir un solapado enaltecimiento del terrorismo a manos de elementos subversivos incontrolados en los medios de comunicación a los que sólo ha faltado tararear a modo de “Lalala” el “¡Voló! ¡Voló!”, jornadas que por mi parte las he pasado meditando seriamente sobre la actualidad del Tiranicidio en la sociedad moderna, raramente se me podía haber escapado la coincidencia en el calendario de estos hechos con la reciente orden de alejamiento dictada por un juez madrileño a cinco jóvenes a quienes se les prohíbe ¡ipso facto! de manera cautelar, acercarse al Congreso de los Diputados a menos de 500 metros, con la muerte del ingeniero ruso Mijail Kaláshnikov, quien a los inicios de la segunda Guerra Mundial, diseñara el famoso rifle de asalto AK-47, pues según reza en la ficha técnica, su alcance efectivo es casualmente de 550 metros, extremo que de ser corroborado, debería cuando menos, hacernos reflexionar sobre lo que en Teología se conoce como atender a “los signos de los tiempos”, pues “cautelar”, lo que se dice “cautelar”, como que se ha quedado corta la orden de alejamiento y casi se nos antoja la misma pudiera ser interpretada por los afectados y simpatizantes como una invitación al ¡Pin! ¡Pan! ¡Pun! de una sofisticada tómbola para la que se están repartiendo los boletos.

En principio, la Fiscalía que debía estar al corriente de esta sutileza del manual de instrucciones, solicitó una orden de alejamiento no inferior a los 1.000 metros, distancia desde la que sólo un Boina Verde o un Marine de Primera clase podría hacer blanco sobre un objetivo móvil. Pero el juez titular del juzgado de instrucción número 1 de Madrid, Pedro López, debió tomar en consideración algunos aspectos relacionados con el denominado “Fair play” cinegético de carácter inverso, a fin de dar una oportunidad de acierto a cuantos se les ha privado de su derecho a acercarse al edificio público institucional para hacer llegar con las simples voces sus angustiosas quejas a los representantes del Poder, lamentos que ahora deberán llegar desde más lejos, mismamente desde la plaza Neptuno, en un soporte cuya trayectoria fuera estudiada por Galileo, pues no se me ocurre otro modo de enviarles el mensaje que no quieren recibir en sus cabezas.

Evidentemente, la orden judicial de alejamiento dictada contra los ciudadanos, es sólo espacial; sin embargo, el palmario distanciamiento mantenido de motu proprio por el Congreso y resto de Instituciones democráticas con la ciudadanía, es de orden representativo, por cuanto sus Señorías, desde que acceden a sus cargos, dejan de representar la voluntad del Pueblo y menos aún sus intereses, lo que les convierte en el explícito objetivo de sus miradas desafectas justificadoras de planteamientos que postulan precisamente la necesidad de provocar una brecha social para lograr la debida perspectiva desde donde poder observar los hechos con la objetividad suficiente como para enfocar con nitidez los problemas humanos tras una mira telescópica.

Es posible que algunos Diputados, seguramente los que nos parecen más “de puta madre”, se sientan sumamente satisfechos ahora que los tribunales han impuesto estas primeras ordenes de alejamiento, anticipo de lo que espera a la docil sociedad civil en cuanto entre en vigor el nuevo paquete legislativo para regular huelgas, protestas y manifestaciones. Pero, es una lástima que al acceder a sus escaños, nadie advierta a sus Señorías aquello tan cabal de “memento mori” que cabe interpretar como “Recuerda que eres mortal” susurrado por un siervo situado a las espaldas de los Generales romanos mientras desfilaban triunfantes en su carro por las calles de la capital del Imperio, para evitar que se creyeran dioses, fuera del alcance fortuito de los avatares humanos.

Gila en el caso Bárcenas

comenzaba Gila uno de sus más famosos monólogos irrumpiendo en el vestíbulo del hotel con la pregunta: ¿Hay algún asesino suelto por ahí? ¿Alguien tiene un cuchillo ensangrentado en el bolsillo?, en clara parodia a las poco creíbles resoluciones de los crímenes en las series de detectives que inundaron la pantalla durante las últimas décadas del siglo XX con los Kojak, Colombo, McCloud y Banachek, cuya función no era otra que la de persuadir a las mentes adultas de que alguien en la Policía velaba eficazmente por su seguridad.

Como los héroes del cómic Superman, Spiderman, Batman y la Masa, subsanaban en las cabezas infantiles los temores derivados de las primeras dudas albergadas por el resquebrajamiento de la todopoderosa figura paterna, pues en sus capítulos, bastaban dos indirectas para que los sospechosos se vinieran abajo y cantaran ópera esclareciendo todos los detalles allí donde no llegaba el ingenio del guionista para ponerlo en boca del personaje principal.

Lamentablemente, mientras el humor para ser debidamente entendido tiene que flanquear el obstáculo de la inteligencia, la estupidez tiene acceso directo a nuestra psique, desde donde hace auténticos estragos indistintamente del nivel cultural alcanzado por el individuo y hasta de su coeficiente de inteligencia natural.

Desde hace meses vemos cómo evoluciona el que hemos dado en llamar caso Bárcenas para que uno pague por todos: se tardó lo suyo en poner en custodia al sospechoso; se tardó aún más en intervenir cuentas; y todavía no se ha ordenado el registro ni de su propiedad ni de su lugar de trabajo, que no es otro que la sede oficial del Partido Popular en Génova. Ahora, después de que casi por vergüenza el juez Ruz requiriese la entrega de los ordenadores manejados por el extesorero del PP, resulta que estos han sido destripados de sus respectivos discos duros, poniendo en práctica literal lo del «borrón y cuenta nueva» que, como ha dicho el portavoz de la organización popular, es habitual proceder en asuntos informáticos.

Muchas son las hipótesis esgrimidas al objeto de explicar tan ingenuo tratamiento por parte de los tribunales primero, dando tiempo suficiente al sospechoso para desplazarse por toda la geografía española y de medio mundo eliminando pruebas, segundo, dejándole libertad legal absoluta para efectuar cuantos movimientos económicos y fiscales fueran menester para ocultar la ingente fortuna ilegalmente acumulada y tercero, permitiendo hasta la fecha que tanto el sospechoso como su familiares y allegados limpien su casa de pruebas que le pudieran incriminar cuanto a la sede del Partido Popular y sus más fieles colaboradores a hacer lo propio en sus instalaciones.

Una de estas hipótesis señala a la lentitud de la justicia, que es tanto como decir que la planta coloquialmente conocida como «adormidera» tiene la propiedad de dormir no aportando gran cosa a la cuestión; otra hipótesis algo conspiranoica apunta a cierto acuerdo económico millonario entre la parte mangante acusadora y la parte mangante acusada, a la que doy el menor crédito por ser muy verosímil. Yo me inclino por lo comentado, a saber, nuestros más altos representantes de la magistratura, pese a su sólida formación académica y prestigiosa carrera profesional, como cualquiera que haya visto reblandecido su corazón con Heidi y Marco y su cerebro con aquellas series de detectives -y el juez Ruz no iba a ser la excepción- salvo que el acusado sea un infeliz, se ven inconscientemente empujados a esperar de todos los culpables una confesión voluntaria cuya tardanza se demora en el tiempo más nunca llega a hacer desistir a sus señorías por cuanto siempre, siempre, siempre, tarde o temprano, los delincuentes acababan derrumbándose en la interminable secuencia de capítulos, idea absurda donde las haya, pero que está en la base de no menos absurdo proceder procesar que más que cauto, prudente, lento o garantista, parece a ojos de la población generoso, colaborador y hasta cómplice con el acusado.

Carta Abierta al SUP

En principio, esta misiva debería ir dirigida directamente al Ministerio de Interior y de Injusticia, mas como en España los delincuentes tienen todo el derecho a mentir en su defensa o para no inculparse, sucede que no me queda otra que apelar a una de las pocas entidades honradas que merecen todo mi respeto en la salvaguarda de los genuinos valores constitucionales que nos hemos dado para la convivencia cívica y social, cuál es, el Sindicato Unificado de Policía, organización en la vanguardia moral del país por trabajar en pos de la democracia interna dentro de los propios cuerpos policiales, denunciando los abusos de poder por parte de sus mandos, poniendo en tela de juicio la legitimidad de muchas órdenes por muy legales que sean y persiguiendo cualquier conato de corrupción en que pudiera incurrir un compañero, funcionamiento podría calificarse de quijotesco en España que está en las antípodas del operado en cualquier Partido Político con tareas de gobierno y sin ellas también.

Para no hacerles perder su preciado tiempo, adelanto que conozco el papel que debe desempeñar toda Policía en un Estado de Derecho: no es el de legislar, cosa de la que se ocupa el Parlamento, no es el de Gobernar, asunto del que se ocupa el Ejecutivo y tampoco es el de juzgar, cuestión que ha de resolver los tribunales; su rol consiste en hacer cumplir las leyes sin cuestionar a cada momento la actuación. Y me parece bien que así sea. Tampoco es mi intención entrar en una discusión bizantina sobre si la ley es justa o injusta, si la legalidad es legítima o qué clase de obediencia merecen por parte de los subordinados órdenes contrarias a la propia Conciencia, al Hombre, a la Naturaleza o a Dios. Y menos todavía, deseo plantear el debate sobre si se han de cumplir las órdenes de gobernantes criminales que han perdido la razón, la decencia, todo escrúpulo o sencillamente la humanidad.

Lo único que persigo con estas líneas públicas es que se nos explique con claridad y cierta lógica una realidad cada vez más hiriente para un mayor número de ciudadanos libres y de buenas costumbres que desconcertados contemplamos cómo, cuando la banca criminal se presenta ante las humildes viviendas de la pobre gente que suele coincidir con la gente pobre, para desalojar a familias completas con ancianos enfermos, mujeres embarazadas, niños en edad escolar, personas desempleadas, sin la más mínima consideración humanitaria, ni el menor viso de piedad, ustedes se hallan presentes con varias patrullas municipales, nacionales y de la benemérita para ayudar en los desahucios y sin embargo, cuando son los vecinos quienes provistos únicamente de pancartas, megáfonos, y la verdad de su desgracia se presentan ante las sucursales de esos mismos bancos criminales denunciando el robo de las preferentes o por el blanqueo de dinero, por dar cobijo en sus cuentas el dinero de la droga, la prostitución, el tráfico de armas o haber estafado a jubilados…ustedes también acuden, esta vez, para defender no a los ciudadanos que les pagamos con nuestros impuestos, sino la seguridad de la entidad criminal.
Pues bien, advertido que no busco más que respuestas sencillas sin debates filosóficos que me sobran por profesión, deseo me respondan a las cuestiones que desde la más absoluta ignorancia a continuación les formulo:

Primero, ¿es función de la Policía velar por los intereses particulares de los bancos más allá de lo que ya lo hace en general por el resto de la ciudadanía? ¿No es esta función más propia de vigilantes de seguridad privada que de la Policía Nacional?
Segundo, dado que allí donde voy, sea Barcelona, Madrid, Bilbao, Santander, Valladolid…soy testigo de escenas de uno y otro signo, cuyos dispositivos nunca cuentan con menos de una docena de agentes, con varios coches patrulla y furgones, me imagino que en su conjunto por estos motivos en defensa de los intereses de la banca criminal, serán cientos los efectivos movilizados entre los distintos cuerpos policiales a diario ¿Quién paga tan celosa labor de protección?

Sinceramente, espero que, pese a participar de la comprensible esquizofrenia nacida de, por una parte, haber jurado proteger al ciudadano y por otra, tener que obedecer las órdenes de atacarlo dictadas por quienes les tiene en nómina, sus respuestas no contengan la excusa de “Obedecemos órdenes” ya esgrimida por los guardianes de los campos de concentración, ni eso de “Es mi trabajo” frase redundante entre los verdugos de los EEUU o aquello que dijera un asesino a sueldo inglés “Si no lo hago yo, lo haría otro” ni esgriman el argumento de los cirujanos saudíes que participan en las amputaciones de los reos “Si al final se va a hacer, es mejor que lo haga un profesional”.