Entre mentira y engaño

Escila y Caribdis son dos monstruos de la mitología griega que la tradición situaba en las orillas del Estrecho de Mesina entre Italia y Sicilia. La frase «entre Escila y Caribdis» ha llegado a significar la dificultad de hallarse entre dos peligros donde alejarse de uno te haría estar en peligro por el otro, porque Escila vivía en los acantilados y Caribdis era un peligroso remolino. Contra ellos Circe en la “Odisea” de Homero, previno a Ulises del riesgo que corría al atravesarlo, quien por su parte evitó mencionarlo a su tripulación, al objeto de que el miedo no atenazara sus fuerzas a la hora de remar a su paso. No es mi caso.
Creo, que todos ustedes tienen muy claro que a cada legislatura que pasa, nuestras elecciones se parecen más a un estrecho de dichas características, cuyas orillas se aprietan una contra otra como les sucedía a los desdichados que caían en las pérfidas mazmorras de Fumanchú atrapados entre angostas paredes que amenazadoras restringían su espacio con el propósito de aplastarlos muy lentamente. Aquellos infelices sólo tenían una posibilidad de escapar con vida de aquella tortura, a saber: aceptar el trato abyecto que su sádico captor les ponía por delante. Pues bien, nuestra única salida como ciudadanos consiste en elegir a uno de los dos candidatos que nos presentan los grandes partidos, elección terrible que afrontamos como mal menor.
Así nos encontramos ante Rubalcaba y Rajoy, preguntándonos qué menesterosas maldades nos reserva el destino ante su inquietante presencia. Buscando el modo de dilucidar sobre este aterrador dilema, empecé a interrogarme cual Oráculo, sobre cada uno de los candidatos, y de esta manera averigüé lo siguiente: ¿Nos engañará Rubalacaba? ¡No! De ningún modo. Quien nos engañará será Rajoy. ¿Nos mentirá Rajoy? ¡No! Quien nos mentirá será Rubalcaba.
La respuesta de mi Oráculo íntimo, puede resultar paradójica; Pero no lo es. Rubalcaba, como ya le conocemos bien por sus palabras y actos, es muy difícil que nos engañe de nuevo por muchas promesas y mentiras que durante la campaña profiera. Sin embargo, este Rajoy que apenas se pronuncia y esquiva comprometerse, es quien mejor lo tiene para engañarnos, pues para engañar, no es necesario mentir; Basta dar a entender, sugerir y demás tretas del conocido encaminamiento lógico asociativo de la retorcida retórica con la que construyen los expertos los discursos políticos dirigidos a las masas.
Pero como a toda tormenta le sigue un Arco Iris que por supuesto dura menos que la anterior que le da pie, también puedo profetizar, que pese a todo el daño que estos monstruos de la política nos puedan causar a la población durante los próximos cuatro años, por aquello que advirtiera Murphy de que “cuando las cosas van mal, seguro que empeoran”, nosotros mismos somos capaces de procurarnos algo peor, si atendemos a la enseñanza de cómo continua la historia de Ulises en el capítulo dedicado al “Ganado del Sol”. Porque si en ocasiones podemos pensar, que no nos merecemos a los gobernantes que tenemos, créanme si les digo que nos los tenemos más que merecidos. De ahí, que en el fondo de nuestro corazón sepamos de la enorme confusión en la que están las multitudes indignadas que en las manifestaciones del Movimiento 15-M gritan eso de “¡Que no! ¡Que no! ¡Que no nos representan!” Porque lo cierto es “¡Que sí! ¡Que sí! ¡Que sí nos representan! Que son el mejor reflejo a imagen y semejanza de la sacrosanta sociedad que entre todos conformamos desde hace siglos, como lo demuestra nuestra república de las letras cuya producción nacional, pivota sobre la picaresca como quedó retratado en el “Lazarillo”, la “Celestina”, Rinconete y Cortadillo” el “Quijote” “Lucas Trapaza”…que tanto nos hacen reír con la podredumbre de nuestra intrahistoria, cuando es para echarnos a llorar.

20-N Fiesta de la Democracia

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Algún día tenía que ocurrir. Me refiero a coincidir la fiesta de la democracia, con una de esas fechas problemáticas por su marcada significación histórica que no faltan en el calendario como, el 23-F día del Golpe de Estado a manos de Tejero en nombre de la autoridad competente, el 1 de Mayo día de los trabajadores, el 14 de Abril día en que se proclamó la Segunda República, 18 de Julio inicio de la Guerra civil española y este agridulce 20-N efemérides del asesinato de Primo de Rivera y del General Franco respectivamente.

Y es que, el año tiene únicamente 365 días y de estos, son intocables para celebrar elecciones según mandato de la Patronal, las jornadas laborales para evitar que con la escusa de votar, se pierda un solo minuto en la producción, decisión no exenta de cordura, pues si el pueblo quiere democracia ¡que la pague con su tiempo de ocio! y no con el negocio de quienes no creen en ella. Así, sólo aspiramos a los fines de semana como tiempo apropiado para acudir a las urnas. Mas, no crean ustedes que las sumisas masas están muy por la labor; En consecuencia no se debe estirar mucho de la soga que se le ha colocado al cuello para que vaya a elegir el mal menor entre los verdugos que han de ahorcarle durante los próximos cuatro años. Por consiguiente, no pueden elegirse fechas que coincidan con un puente o fiesta religiosa señalada como el día de todos los Santos, Domingo de Ramos…Por supuesto, más sagrados que las anteriores, son los periodos estivales por ser los preferidos para las vacaciones, sólo superados en respeto por esos primeros domingos de rebajas o finales de futbol que movilizan a miles de ciudadanos mucho más que cualquier programa electoral.

Me he puesto a escudriñar el Santoral y entre unas cosas y otras, sin tomar en consideración variables meteorológicas que ya sabemos su influencia en la convocatoria de un político – si hace buen tiempo la gente va a la playa dejando de votar y si llueve demasiado no sale de casa y sube la abstención – para celebrar las famosas fiestas democráticas, apenas contamos con la mitad de los Domingos que no es para echar cohetes y en algo ayuda a explicar la socarrona decisión gubernamental de Zapatero, guinda espléndida de lo que ha sido todo su mandato.

Supongo que la anterior justificación razonada, en poco o nada aliviará el disgusto causado al alma del Generalísimo que se estará revolviendo en su tumba al conocer esta mañana la pícara elección zapateril de esta fecha tan nostálgica, para despertar la memoria histórica sepultada entre los tribunales y maquillada por la Academia de la Historieta, entre los aplausos y risas de cuantos murieron por su culpa enterrados a la fuerza a su lado en el Valle de los Caídos. Lo que no llego a entender, es porqué el Caudillo dejó este fleco suelto y no dispuso celebrar las elecciones en el día de la Constitución, para dejarlo todo de verdad “Atado y bien atado”.

¡La mitad! Lema electoral

No milito en partido político alguno -no por falta de ganas, que me gustaría hacerlo en todos y a la vez – cuanto por la sabia advertencia que durante la adolescencia escuché a mi madre “¡Nicola! En los partidos hay más enemigos dentro que fuera” y como quiera que en este cochino mundo, mientras los amigos vienen y van, los enemigos se amontonan…como que, me he cuidado muy mucho de caer en la tentación. De cualquier modo, en la medida en que como ustedes, yo también estoy inclinado al mal por naturaleza, nunca he dejado de fantasear con la posibilidad de presentarme a unas elecciones, erótica del poder muy extendida que genera no pocas parafilias infantiles que afloran bajo la fórmula ¡cuando sea mayor…! o la más explícita ¡Si yo fuera presidente! que de adulto, suele conformarse con ejercer cada Lunes de virtual entrenador de futbol, y en consecuencia, no me faltan ideas ni razones para postularme ¡qué menos! que a Alcalde, con un modesto programa de mínimos que pueden resumirse en el lema ¡La mitad!

¡A ti! Idiota vecino. ¡A ti! Idiota ciudadano. A vosotros me dirijo para que me votéis ¡A mi! No os ofendáis porque os llame idiotas, pues los idiotas en la antigua Grecia eran aquellos que precisamente teniendo el derecho de opinar en la plaza pública sobre los asuntos que le concernían a él y a la ciudad, no solía participar de las discusiones, so pretexto, de dedicarse a sus intereses particulares, delegando enteramente su responsabilidad en quienes, más inteligentes, se percataron que el mejor modo de bogar por su hacienda particular era precisamente trabajando afanosamente en el terreno público. Sin embargo, sé perfectamente que no os gusta que os tomen por idiotas y por ello me ofrezco a vosotros bajo el lema ¡La mitad! Pero, ¿De qué mitad se trata? Os preguntareis.

Dicen que todos buscamos la media naranja que nos complemente, como explicación a la irracional pulsión del amor. Pero, ¡Cuidado! Que algunos en lugar de hallar su media naranja, se topan con el exprimidor. Algo parecido les sucede a los votantes con los candidatos cuando descubren que aquel lunarcito que les trajo de cabeza dos fines de semana mitinales, se ha transformado en una repugnante verruga que ha de soportar durante cuatro años. Entonces…¿para qué engañaros? Yo os ofrezco la mitad de lo que os ofrezca cualquier otro candidato. ¡Sí! ¡Habéis oído bien! No más o el doble como suele hacerse en estos casos para exacerbar vuestra codicia y que os pierda la avaricia, sino ¡la mitad!

De ser elegido vuestro alcalde, yo, trabajaré ¡la mitad! en el cargo de lo que lo ha hecho mi antecesor. No sólo eso: me preocuparé de vuestros asuntos ¡la mitad! Convocaré ¡la mitad! de plenos y de ellos, sólo acudiré a ¡la mitad! En ellos, aprobaré ¡la mitad! de ordenanzas que en la anterior legislatura, por lo que contrataré a ¡la mitad! de gente, se construirán ¡la mitad! de edificios, porque únicamente otorgaré ¡la mitad de licencias de obra, se recogerá ¡la mitad de la basura! Y del etc restante, sólo ¡la mitad! Como comprenderéis, ello, en principio supondrá reducir el presupuesto a ¡la mitad! Y en buena lógica, la recaudación de impuestos también debería verse menguada a ¡la mitad! Evidentemente, al haber ¡la mitad! de policía municipal, se impondrían ¡la mitad! de multas y su cuantía sería ¡la mitad!…Del conjunto de todo ello, es fácil concluir que me corromperé ¡la mitad! os robaré ¡la mitad! Traficaré con las influencias ¡la mitad! Me sobornarán ¡la mitad! Y en mi ejercicio veréis reflejada a ¡la mitad! vuestra representación social de lo que sois. Sólo una cosa más: de este discurso, sólo creeros ¡la mitad! Concretamente la primera mitad.

En municipales ¡Partidos locales!

En mi opinión, actualmente, es una equivocación permitir que los partidos políticos concurran a todas las elecciones como lo haría un club de futbol en todas las categorías porque, así como estos tienen su hinchada incondicional indistintamente de quienes disputen los encuentros, lo bien o mal que lo hagan en el terreno de juego o cualquier otra incidencia que de tener la cabeza fría en lugar del corazón caliente bastaría para dejar de aplaudirles y más aún de apoyarles, aquellos cuentan con ardientes simpatizantes que en el mejor de los casos, aturdidos por la contundencia de los hechos, se contornean pendulantes entre seguir al líder cuando el partido deja mucho que desear o mantener su fidelidad al partido cuando sus dirigentes demuestran ser de lo peor que hay, estrecho margen de maniobra para una formalísima franquicia democrática que premia la corrupción de los grandes partidos con mayorías absolutas impensables de ser juzgados únicamente por su valor circunscrito al ámbito que le corresponde, cosa que explica el gusto acomodaticio del españolito medio por el balancín de la alternancia que ya causara furor a finales del XIX entre Cánovas y Sagasta y que pudo tener su aquel en una época de cesantias ya denunciada por Galdós en obras como “Miau”, claro que ahora la relamida militancia de los grandes partidos ronronea plácidamente en el funcionariado y puestos de confianza blindados a cualquier eventualidad electoral, que en principio se pensó así para evitar el clientelismo de la burocracia para con los partidos gobernantes y sin embargo, ha contribuido decididamente a consolidar un bucle nietzscheano que garantice a todos la estabilidad que otorga saber que por mal que estos, esos y aquellos lo hagan chuparán de la piragua indistintamente de quienes gobiernen y quienes hagan oposición en una reflexión especulativa clónica que lejos de buscar la alternativa que altere las cosas, opera al modo en que comentara Lampedusa en el Gatopardo, cambiándolo todo para que permanezca igual.

Lo deseable sería que a las elecciones municipales sólo pudieran concurrir agrupaciones políticas de ámbito local que, aún dejando traslucir su simpatía hacia tal o cual partido del arco parlamentario estatal, como mínimo, mantendrían una independencia jurídico nominal no sólo en su quehacer directo en el consistorio, que también en las mentes de los ciudadanos donde el contagio veloz que hoy permite el bombardeo mediático de las mismas siglas, ya no sería posible y en consecuencia se vería incrementada la inteligencia dedicada a valorar la actuación propia sobre la que se está tomando la decisión. No como ahora que los partidos intercambian concejalías y alcaldías por consejerías y presidencias en función de intereses ajenos a los municipales como quien intercambia cromos y tomando a los electores por auténticos panolis a los que dar el pase con unas cuantas estampitas de un parquecito aquí y un garaje allá.

Cierto es que las asociaciones políticas locales pueden ser más ineficaces, corruptas y depravadas que las nacionales, más como quiera que los grandes partidos que necesariamente han de nutrirse de los mismos ejemplares chupoteros-trepadores, hayan acreditado suficientemente no ser aptos para corregir sus desmanes, antes al contrario, parecen buscar su perfil y fomentar sus formas, más vale que los mismos limiten su mal igualmente a quienes tienen toda la responsabilidad de haberles escogido y posteriormente mantenido durante toda la legislatura sin correrles a gorrazos por las plazas y calles del pueblo a la antigua usanza, pues también para cortar por lo sano la ascensión de la podredumbre política, sirve igualmente diferenciar en todos sus aspectos las distintas elecciones. Y en cuanto al robo de las arcas públicas, el pillaje al que los vecinos somos sometidos, al trapicheo en las bolsas de trabajo y cuantas artes corruptas puedan mencionarse, qué quieren que les diga…mejor que acontezcan bajo marcas locales cercanas que con el tiempo, de modo indirecto acabaran reinvirtiendo y repartiendo lo sustraído allí dónde lo han cogido.