Con el material escolar que se supone ha de formar a la futura mano de obra esclava o escoria social, sucede como con la propaganda yanqui en forma de películas destinada a manipular las mentes de sus oprimidos, que sale gratis a quienes más se benefician de su distribución, ya que sus mismas víctimas pagan encantadas la factura, unos creyendo que les divierte, otros con la esperanza de colocar en mejor posición a sus hijos de lo que ellos están en la actualidad.
Los más bajos presupuestos publicados para iniciar el curso por niño hablan de no menos de 150 euros dedicado a libros de texto, lápices, mochilas, cuadernos, etc. Para lo que van a aprender, todo un dispendio. Lo terrible es que, tras estas escandalosas cifras se esconde, de una parte, la consecución planificada de una juventud contrariada con mensajes equívocos para tenerla del todo atolondrada a merced del mercado y de otra un sigiloso negocio en el que están implicados desde el Ministerio, hasta la casta docente.
En nuestros almacenes de niños, la mente de los pequeños es procesada por el funcionariado con el fin de institucionalizar su conducta. La escoria social, no precisa educación, tampoco formación alguna, puede que algo de instrucción, y más control que disciplina, por lo que el material escolar ha de ser nominalmente educativo, formativo e instructivo, pero de ningún modo, útil a tales efectos; Un buen libro de texto destinado a la escoria social debe destacar en negrita las palabras clave de un párrafo, abundantes esquemas, resúmenes al final de las lecciones, no han de faltar flechitas que relacionen los conceptos fundamentales y si es posible, sus definiciones al lado…con ello, se evitará el aprendizaje accidental o autodidacta de sacar las ideas principales, buscar en el diccionario o pensar por si mismo, destrezas que para nada conviene se expandan entre la población. Además…para algo pagamos al profesorado, pues si hubo un tiempo en que material escorial y casta docente estaban disociados en función, objetivo y metodología, hoy es el día que podemos congratularnos de que dicha brecha se ha reducido sustancialmente al extremo de contar con un armonioso encefalograma plano sin la menor turbación entre los factores implicados habiendo la enorme suerte de que la mayoría del alumnado escoria, cuenta con un excelente material escorial y le corresponde un profesorado bastante escorializado.
Esta criminal contradicción formal planificada del sistema que ofrece una docencia indocente, genera en el educando su primera frustración: la de querer aprender y no aprender nada, ante lo cual, deja inmediatamente de esforzarse, conducta que es premiada de inmediato por la Institución que no busca otra cosa, aunque su impostura general, aparente lo contrario. Como sé que en su mayoría son ajenos al campo educativo, les pondré un ejemplo para que aprecien la verdad de cuanto les comunico sobre el sutil socavamiento con el que opera la técnica de los mensajes contradictorios para someter la mente de las masas…
El aparato criminal docente dedica enormes esfuerzos en cultivar en el alumnado la costumbre del reciclaje por medio de la educación transversal, videos, excursiones, horas lectivas…Pero a la vez, le anima a comprar cada dos por tres compases, rotuladores, cartulinas, plastilina, reglas, ceras,…cuando lo más sensato sería enseñarles a cuidar el material, respetar las cosas, aprender a reutilizarlas, etc. Resultado: el alumnado casi recicla tan rápido como consume.
Y es que, es mucho el volumen de negocio que se mueve en torno al material escorial. Los medios de comunicación, sospechosamente siempre la toman con las librerías, ahora con las grandes superficies, sin poder obviar lo evidente cargan contra sus amos presentes, futuros, inmediatos las editoriales, más en pocas ocasiones se ocupan de ir más allá. Cosa curiosa, porque con el material escorial sucede como con los medicamentos, a saber, que todos salen ganado menos los pacientes, donde se lucra la potente industria farmacéutica, la red de farmacias, los médicos que expiden las recetas, quienes autorizan los medicamentos de la SS, y todo el gremio. Pues con los libros de texto ocurre tres cuartos de lo mismo – expresión que me deja corto- Ciertamente, las editoriales cargan a sus espaldas con su función expiatoria ante la opinión pública de ser los máximos beneficiarios de este derroche ilustrado y todo para que tras quince años de escuela e instituto la comprensión de lectura no alcance más que para obedecer órdenes publicitarias del tipo Bebe Cocatrola, mandarse mensajitos por el móvil o a duras penas sepan tatarear el Pa-Panamericano de Yolanda Be Cool. Pero en la España de Rinconete y Cortadillo, dudo mucho que en asunto tan goloso como es sacar las perras a los esclavos, no ande metido el Estado y los Partidos políticos…Doy por sentado que el Ministerio de Indocencia está más untado que el Tulipán, cosa que escapa a nuestras pesquisas en sus altas esferas, pero que a pie de trinchera basta atender qué funcionario se empeña en que el alumnado adquiera todo el material escorial, para empezar a sospechar; Más, cuando se intuye que el libro a penas se usa en clase. No digamos si los sinvergüenzas dan órdenes de hacer los ejercicios a bolígrafo en los huecos estratégicamente diseñados en el libro de texto, para imposibilitar que otro alumno pueda usarlo al año siguiente. Los criminales ministeriosos son intocables. No así la chusma funcionarial que se presta a esta indocencia que es esperable a la puerta de los colegios para exigirles las debidas explicaciones de para qué manda comprar un libro que no usa, por qué los ejercicios no se pueden hacer en el cuaderno, en qué se diferencia el texto de este curso del anterior…tarea a la que podrían dedicarse las HAMPAs. Esa es otra buena, porque el que no corre…¡Vuela!
Etiqueta: Escuela
El aula en casa
Tras varios siglos demandando la universalización de la educación pública obligatoria gratuita de parte de las fuerzas cívico-morales que en ello veían un instrumento armonizador para rebajar las diferencias sociales, puede parecer ahora que, lo que reclaman cerca de dos mil familias en el Estado Español, cuál es, su derecho ancestral a educar a sus hijos sin necesidad de llevarlos a la escuela, como se hizo por necesidad durante milenios, sea una pretensión retrógrada, contraproducente e incompatible para con la futura adaptabilidad y capacitación social del niño.
El tema se las trae. No es sencillo pronunciarse sobre dónde poner los límites de a quién pertenece más el niño, si a sus padres o al Estado. Supongo yo que, en un País Abortista como el nuestro, lo suyo sería que los hijos sean más de los padres que se han empeñado en tenerlos, que de una institución que le da igual la evolución del embarazo. Bajo esta premisa, me inclino a pronunciarme a favor del derecho de los padres a educar a sus hijos en casa, pues la educación pública obligatoria gratuita no tiene porque circunscribirse a un edificio como la escuela decimonónica, más parecida hoy a una cárcel, manicomio o asilo que a un sitio dónde los pequeños aprenden para sus vidas como personas y futuros ciudadanos.
La verdad es que no me hacía falta la travesura argumental anterior para mostrarme partidario de esta libre opción educativa que, por supuesto, no aspira a universalizarse, pero si al menos, a tener cabida dentro de la legalidad española, como ya ocurre en casi toda Europa y los EEUU, pues desde muy joven detesto la enseñanza reglada y siempre he visto con muy buenos ojos, cualquier otra alternativa que se pudiera ofrecer, aunque yo ya no pudiera disfrutarla. En una sociedad como la nuestra, dónde impera el ritmo productivo y la entera disposición de los esclavos para el trabajo-consumo alterno-continuo, pocas son las personas libres y capaces para plantearse la mera posibilidad de educar a sus hijos en casa, sin arriesgarse a hacerlo peor que la institución docente, cosa que no debería preocupar ni a los analfabetos, dados los pésimos resultados obtenidos por esta a todos los niveles operacionales, intelectuales, expresión, comprensión, oral, escrita…
Evidentemente, la escuela ha sido un gran avance social para la clase trabajadora que no dispone de tiempo para instruir y educar a sus crías; Pero no para la clase media que disponiendo de tiempo y capacidad ha hecho plena dejación de funciones en la institución, sin reparar que dispone de tiempo, capacidad y recursos para educar a sus hijos en el hogar, para evitar que reciban una enseñanza en serie, más estandarizada que la que puede encontrarse en la moda Pret a porter. Pero qué otra cosa se puede esperar de unos padres que permiten que sus hijos vean la tele que les lava el cerebro para consumir y hablen por el móvil que les generará tumores cerebrales.
Recién salido de la facultad de Filosofía recuerdo que me sometí a un experimento mental para averiguar cuáles eran mis verdaderas ideas sobre los distintos temas que rondaban por la mente. Sin entrar en pormenores, El experimento consistía en situarme frente a un hijo imaginario al que debía educar. Así pude discernir que en mi cabeza hay varios grados, a saber: Pensamiento que comprende todo lo que soy capaz de elucubrar, fantasear, imaginar, teorizar, desear, aborrecer, argumentar, apalabrar, etc; Opinión, que aglutina mi valoración personal sobre los pensamientos que circulan por la mente a los que otorgo valor moral, lógico, real, y resto de categorías o etiquetas de verdad, falsedad, bueno, malo, correcto, incorrecto…Creencia, que es el conjunto de ideas o conceptos, más o menos elaborados, de cuya afirmación, realidad, o cualquier otra cosa, ni me planteo, y cuando me lo planteo, resiste toda prueba o falta de ella en su contra durante un tiempo más pronunciado que si se tratara meramente de ideas pensadas u opinadas. Por último, estaría la voluntad, que albergaría a los deseos, querencias, apetencias, etc. Así fue como me di cuenta de que aunque el pensamiento me dice que sin lugar a dudas Dios no existe…mi capacidad de creer en su existencia, es ilimitada. ¿Qué le debía yo transmitir a mi hipotético hijo? A muchas disyuntivas mucho más complejas y elaboradas que esta debí hacer frente y para mi sorpresa, casi todas las decisiones iban en contra de mi pensamiento. Porque pensar, es muy fácil. Lo difícil es hacerlo bien.
Les he contado todo lo anterior, porque las familias que se han decantado por educar a sus hijos en casa, están realizando una apuesta vital de primer orden que el resto hace a la ligera, pues seguramente habrán tenido que hacer frente a todas esas y muchas otras reflexiones, inmersas en un mar de dudas temerosas sobre si estarán o no haciendo lo correcto, cómo acabarán sus hijos el día de mañana, qué pasará si sale mal y un sin fin de preocupaciones académicas, programáticas, procedimentales que bien podrían eliminarse, si de una vez el Ministerio de educación acepta esta otra vía de el Aula en Casa, poniendo a disposición de los padres y de sus hijos todas las ventajas de las que gozan obligatoriamente el resto de ciudadanos en los centros vigilados, como son el derecho a examen, tutorías, y la necesaria regulación de esta otra forma de educar, por cierto, mucho más anterior, sana, eficaz y natural que la que actualmente se le suministra a la juventud, como podrán averiguar por si mismos en www.educacionlibre.org