Previo al reconocimiento de su derrota militar frente al Estado español por parte de ETA, inspirado por la obra de Huizinga “Homo Ludens” y la “Teoría de juegos”, tuve el atrevimiento de presentar “El juego de la hucha” consistente en que la ciudadanía fuera engordando con sus aportaciones una bolsa económica destinada a quien primero desistiera de sus sacrosantos principios, convicciones y exigencias, siendo los equipos en liza el conformado por los independentistas-separatistas de un lado y de otro los unionistas-centralistas, pues nacionalistas-soberanistas lo son todos, sólo que, unos vascos y otros españoles, como procedimiento cívico de resolver el conflicto que amenazaba con superar el medio siglo.
Ni comentar el caso que se me hizo, salvo para remitirme acaloradas críticas provenientes de todos los frentes a izquierda y derecha desde las más insospechadas trincheras incluidas la de las mosquitas muertas, la de los moderados, objetivos, neutrales, indiferentes y quienes desde su pretendida equidistancia coincidían con los directamente implicados en etiquetar la propuesta de “magno despropósito”. Mas, como de sus insultos, amenazas, reproches, improperios, sofismas, refutaciones de contenidos no aparecidos en mi discurso y cuantas lindezas se acostumbra a esgrimir en ausencia de razonados argumentos, salí regocijadamente indemne, sigo persuadido de que la idea no era mala, de resultas que ahora, cuando la ocasión la pintan calva, por haber bautizado la benemérita una operación “Mate a ETA” y en coherente respuesta la Izquierda Abertzale haber solicitado “Dar jaque mate a la Guardia Civil”, vuelvo por mis fueros para proponer, esta vez, un match ajedrecístico entre las partes, como modo pacífico de dirimir sus diferencias.
Todo deporte traduce a lenguaje competitivo-agonal la tensión del combate bélico en los pueblos civilizados. A este respecto, al juego de Ajedrez se le reconoce reproducir simbólicamente como ningún otro la milenaria institución de la guerra. De hecho, no son pocos los investigadores que sitúan su origen en la refinada corte de los emperadores chinos, donde se diseñaran sus normas básicas con ánimo de en su lúdica práctica, instruir a sus generales tanto en táctica como en estrategia. En consecuencia, dada la afición mostrada por unos y otros a emplear términos ajedrecísticos para abordar sus cuitas, juzgo pertinente la presente propuesta que a continuación desarrollaré en sus puntos formales por si algún Club o Federación de Ajedrez o en su defecto una Oenegé pacifista se decide a organizarlo.
Sobre los contendientes: aunque en principio, lo más mediático de cara a la retransmisión internacional del acontecimiento, a los intereses de potenciales patrocinadores, ingresos por publicidad e índices de audiencia, fuera por el morbo que despertaría un planteamiento fuerte de la iniciativa en la que jugaran agentes de la Guardia Civil contra miembros de ETA, cabría rebajar el perfil en pos de su efectividad, y así plantear el encuentro entre ex-militantes de la Organización y Guardiaciviles retirados; entre miembros de las distintas policías y abertzales; entre nacionalistas vascos y nacionalistas españoles; o si nada de lo anterior es posible, entre los lectores del Gara, Berría, Deia y los oyentes de Intereconomía, la Cope y RTVE.
Acreditación de los jugadores: en el feliz caso de que tanto ETA o en su defecto Bildu como el Instituto armado, cabe también el ejército y la Policía Nacional, tuvieran a bien acudir a la cita, lo suyo sería que los jugadores tuvieran acreditada su pertenencia, al menos, durante las dos temporadas precedentes a cualquiera de dichos grupos, para evitar trampas como la de ver a Grandes Maestros de la talla de Karpov o Kasparov defendiendo uno u otro lado del tablero, adulterando tanto el resultado como el espíritu con que se convoca el encuentro.
Del arbitraje: lo ideal, es que tan insólita competición estuviera arbitrada por una comisión integrada por un árbitro de la Federación Vasca (FVA) otro de la Federación Española (FEDA) y un tercero de la Federación Internacional (FIDE)
Número de integrantes de cada equipo: lo deseable es que cada equipo presente un elevado número de participantes (100-1000) al objeto de garantizarnos un alto grado de fiabilidad del resultado final. En cualquier caso, si fuera preciso acotar la participación, 10 jugadores por escuadra sería aceptable desde un punto de vista deportivo.
Indumentaria de los jugadores: por motivos escenográficos, los representantes policiales habrían de lucir su indumentaria oficial de gala, tricornio incluido, mientras los etarras podrían vestir de chándal con pasamontañas y txapela, cuando menos indumentaria borrokilla en caso de pertenecer exclusivamente a Bildu y formaciones afines, en la que no puede faltar la camiseta a rayas.
Terreno de juego: evidentemente, ha de ser un lugar neutral en el que todos se sientan como en casa. A tal efecto, Treviño reúne excepcionales condiciones para acoger la ocasión.
Carácter del encuentro: yo desearía que el encuentro fuera amistoso. Para facilitar dicho clima, bueno sería que el reglamento de la competición estipulara que entre movimiento y movimiento, los contendientes ingirieran un txupito de alguna bebida espirituosa de modo que tras los ¡Jaques! Y ¡Mates! nadie de los presentes pusiera reparos en compartir mesa y mantel con el enemigo en un banquete de reconciliación. No obstante, también cabe realizarlo a cara de perro y poner en juego reclamaciones como la entrega de armas y huidos de ETA o la salida del ejército, la Guardia Civil y la Policía Nacional de Euskadi.
El resto de detalles como el ritmo de juego, el sistema de desempate, la puntuación por partida, la reglamentación, etc, caería bajo la responsabilidad de los organizadores y en última instancia del equipo arbitral.