Del uso de niños en la promoción de la monarquía

Con la venida al mundo de Froilán, como articulista tuve que afrontar el dilema de, mantenerme fiel en la crítica a la monárquica aunque ello supusiera en ocasiones situar en el centro de mis opiniones a personitas inocentes cuya posición en el árbol genealógico de la dinastía les convierte, de facto, en una seria amenaza para la causa republicana, o por el contrario, anteponer mis convicciones morales en favor de los derechos humanos, sobre todo los de la infancia, absteniéndome de escribir cualquier comentario negativo sobre los nietos del monarca, a pesar de que tan noble ventaja seguramente juegue en contra a la larga, por motivos emocionales, de la postura política que propugno.

No faltaron los motivos externos que bogaban por la primera opción, o sea, la de no renunciar a combatir la Monarquía por la presencia de niños en el teatro de operaciones dialécticas: desde las desafortunadas palabras que dijera su propio padre sobre su parecido con la madre al poco de nacer, hasta la imposibilidad por Ley de diferenciar la persona física de su utilidad biopolítica consistente en encarnar la institución misma y algún día la del Estado. Seguramente, tan facilona elección, activaría el sentimiento de piedad para con los más desamparados empujándome a decantar por la segunda opción, es decir, por evitar valerme de cualquier chance que los infantes pudieran brindar, al menos hasta que alcanzasen los 30 kilos en las hembras y los 35 en los machos.

Es por ello, que durante estos años he guardado un respetuoso silencio sobre los maltratos psicológicos que gente de esta ralea inflinge protocolariamente de continuo a sus propios vástagos según sea su situación de salida en la línea sucesoria, en recepciones, fiestas, viajes, apariciones públicas, etc. Me tuve que morder la lengua cuando el Rey obligó a su nieta Victoria Federica a contemplar el desfile de la Hispanidad a ras de acera como el resto de la chusma asistente denegándole el acceso al palco de autoridades donde sí estaban sus dos primitas Leonor y Sofia para que comprendiera ante todo el mundo, cuál es su puesto dentro de la familia ¡se me cayó el alma al suelo! O cuando Zarzuela – no se sabe a ciencia cierta si la orden provino de su abuelo, de su tío o a iniciativa del Jefe de la Casa Real – se impidió que Froilán y Federica aparecieran en la foto oficial con la Selección recién proclamada Campeona del Mundo. Hacen eso a mis hijos…¡Y los cuelgo! De ahí mi extraña reacción aparecida bajo el título “Froilan, legítimo heredero al trono” donde me proclamé partidario de devolver sus legítimos derechos a Doña Helena a través del reconocimiento de su primogénito como primer heredero al trono a la muerte de Don Juan Carlos, donde además denunciaba la estrategia de desgaste que sobre Froilán se estaba tejiendo durante estos años cuando su indefensión como menor es absoluta, clave que podría despejar muchos flecos sueltos que hay detrás de la mala prensa que se proyectara sobre Don Jaime de Marichalar quien como buen padre intentara defender los derechos de sus hijos pequeños, pero sin demasiado éxito, toda vez le viera las orejas a los servicios secretos; por no citar el exilio forzoso educativo al que fuera enviado quien supone una adolescente aspiración a la Corona cuyos partidarios en aumento, cada vez tenemos más clara la injusticia para con él y su madre cometida.

Ante semejante desprecio familiar, mediático, institucional y legal recibido por los niños de la familia Real, los validos y cortesanos del Reino de Borbonia, guardan el debido silencio típico de los estómagos agradecidos. Al Defensor de la Infancia, al Defensor del Pueblo, a los políticos y sobre todo a los periodistas y medios de comunicación me refiero, porque no se entiende que por mucho menos, las autoridades se han permitido separar a los hijos de sus padres y retirar a estos la custodia para preservar los derechos de los más indefensos y hasta el más anónimo chaval que aparece en la tele, lo hace con el rostro desdibujado o cuando menos con la correspondiente sombra negra sobre los ojos de tratarse de una fotografía en los periódicos.

Pues bien, resulta que, si el uso de los niños siempre ha sido consustancial a la pervivencia de la Institución monárquica con la excusa de preservar la dinastía, con la bendición de la Iglesia, la misma que condena la concepción de un hijo para curar a su hermanito mayor por aquel malinterpretado precepto kantiano de que “el hombre ha de ser un fin en su mismo”, con la crisis para la moral convencional – que no la mía – en que se ha visto sumida la Familia Real de Orbajosa al completo, con los Reyes separados, queridas y amantes desfilando por la alcoba de palacio, una Infanta divorciada, un yerno procesado, etc, el uso y abuso de menores en la promoción de la monarquía se ha visto acentuada, al extremo de verme en la necesidad de reclamar la urgente intervención de la UNICEF y del Comité ético por una publicidad responsable en los medios de comunicación.

En los últimos tiempos, hemos asistido a una proliferación de imágenes dignas de ser escaneadas al objeto de sustraer todo el significado subliminal que en ellas se esconde, verbigracia la foto del abuelo, el padre y la primogénita donde se transmite la impresión de sucesión garantizada, estabilidad, juventud, futuro…ideas todas gratas al inconsciente colectivo de una sociedad que como la nuestra atraviesa un momento de zozobra, mas en la que quedan fuera tanto la abuela, como la madre y la hermana, contundencia iconográfica políticamente incorrecta cuya conveniencia, empero, radica en fijar muy oportunamente, cuál es la esencia de la Familia Real, sin necesidad de expulsar de la página Web al Yernísimo caído en desgracia del que no es tan sencillo desembarazarse, sin fiarlo a la providencia. La confirmación, la hallamos en la foto de consolación aparecida inmediatamente después, donde podemos contemplar una escena familiar que cualquier etólogo podría clasificar como prototípica de la especie humana de una pareja joven jugando en el hogar con sus cachorros. Huelga enumerar los efectos psicotrópicos que disparan en nuestros cerebros tan enternecedora estampa, los mismos que actúan en las propagandas en que aparecen niños o incluso únicamente voces infantiles.

En este orden de cosas, no es el caso de que no diga, que comprendo mejor a cuantos debiéndose ganar la vida contando la vida de los demás, no han tenido remilgos profesionales a la hora de tratar temas de dudosa importancia informativa bajo el paraguas del periodismo que todo lo permite, sobre los asuntos íntimos de los distintos miembros de la familia Real, aspecto en el que yo mismo me autocensuro por respeto a las personas, aunque estas mismas personas, reconozco, se lo ponen muy fácil o muy difícil, según se mire. En consecuencia, pese a que es la propia Casa Real la que sitúa en la línea de fuego a sus inocentes hijos usándolos sin escrúpulo alguno como auténticos escudos humanos, yo me abstendré de disparar los dardos de mis palabras. No obstante, espero con ilusión el día en que Leonor y Sofía acepten ser fotografiadas de arriba abajo para un desplegable, como se ha prestado a hacerlo muy tardíamente Letizia posando a lo Ana Belén en su cuarentena.

Contra el Reciclaje

En mi artículo “Burreciclaje” ya advertí hace años del perjuicio que para el bolsillo del ciudadano supone entregar gratis a las empresas lo que estas nos cobran una y otra vez, tantas cuantas somos capaces de devolverles los envases sin facturarles los costes de transporte hasta el contenedor, mano de obra en la separación o selección de materiales y por supuesto, la entrega gratuita de la materia prima con la que posteriormente harán el envase que nos cobrarán de nuevo en el precio del producto cuando lo adquiramos en el supermercado. Lamentable proceso en cuya noria nos meten las Oenegés ecologistas a sueldo de esas mismas grandes empresas al objeto de que como burros consumistas les suministremos la energía suficiente para explotarnos con nuestro beneplácito. Y ahora, no se contenga, exclame eso de ¡Yo si soy tonto!

Pero hoy no deseo redundar sobre este particular de sobra conocido por las mentes más avanzadas del Sistema que hace tiempo hemos dejado de reciclar. Hoy les haré ver que desde que se recicla, lejos de ayudar al medio ambiente, lo estamos deteriorando más.

Si uno se hace con los cuadros comparativos entre los índices de aumento de los hábitos de reciclaje entre la ingenua población, los del consumo de materias primas, el agotamiento de los recursos naturales, su contaminación y el deterioro del ecosistema, podrán comprobar para su asombro que cuanto más se recicla, más lejos estamos de lograr los bienintencionados objetivos que se dicen perseguir con el reciclaje. Casi podría decirse que cuanto más se recicla, más se despilfarra. ¿Cómo es posible?

Muy sencillo. Toda Conciencia desde la de la hermana piedra hasta la del mayor genio Humano, ha buscado anticiparse a cuantos peligros le rodean en un mundo en el que el que no come es comido; de aquella primigenia preocupación surgida hace más de 4.000 millones de años, nacieron los sentidos: el tacto y el gusto no ayudaban demasiado porque para cuando se daba cuenta del peligro, este ya estaba demasiado cerca como para reaccionar, aunque el amargor nos ayude a distinguir las sustancias venenosas; así debió incorporarse el olfato que permitía anticipar la presencia de potenciales depredadores o presas, aunque sin demasiada precisión y no a demasiada distancia; Una mejora supuso el oído que ampliaba el radio de observación y afinaba aún más la procedencia; pero el verdadero adelanto lo supuso la aparición de la vista que posibilitaba detectar a gran distancia y con concreción cuanto había en derredor a la velocidad de la luz. Más estos cinco sentidos fueron completados con otros – hay detectados casi una decena extra – más sutiles, que la cultura popular agrupa bajo la etiqueta de “Sexto sentido” entre los que podemos contar la capacidad para saber si le están observando a uno, presentir la muerte de personas queridas, etc. Pues bien, la inteligencia humana yo la englobo dentro de estas capacidades nacidas para ayudar a la Conciencia a preservarse.

La diferencia entre la Conciencia y las Conciencias es que la primera es necesariamente algo más que la suma de todas las anteriores pues responde al fenómeno del Emergentismo y del azar evolutivo Darwiniano, mientras que las Conciencias particulares subsumidas en su limitación actúan con libertad, pero más por miedo a la desaparición que por amor a la existencia. En consecuencia, sus acciones están dirigidas a evitar el mal más que a procurarse bien, mientras nadan en la abundancia de alimento y confort, son incapaces de esforzarse en agudizar sus sentidos de anticipación del peligro que únicamente se ponen alerta cuando el riesgo está lo suficientemente cerca como para sentirlo, gustarlo, olfatearlo, oírlo, verlo y en nuestro caso…entenderlo, cosa desagradable porque su sorpresa atara a la mente en el desconcierto más absoluto de su rota placidez pre-orgánica cuyo tiempo cuasi catatónico estructural de carácter íntrico le permitía solventar en grandes escalas minúsculos cambios aunque con posterioridad fueran grandes los efectos.

Pues bien, ante el peligro detectado, las distintas conciencias tienen distintos modos de reaccionar: las hay que escapan de inmediato, otras se quedan inmóviles con la esperanza de no ser detectadas por el agresor, otras enseñan sus armas como dientes y uñas, las hay que aparentan ser más que lo que son para disuadir al rival como el pez globo que se incha, otras sencillamente optan por esconderse en su concha como las tortugas, las hay que prefieren no mirar y cierran los ojos o esconden la cabeza, las hay que se camuflan como el camaleón, otras se sacrifican a favor de sus compañeras como sucede en ciertas manadas de gacelas…la Conciencia humana no inventa nada nuevo en sus estrategias para hacer frente a la adversidad.

Todo este excurso tiene por finalidad sostener que el reciclaje no es otra cosa que un truco de la Conciencia para evitarse la incomodidad de tener que reaccionar ante el peligro por ella misma provocado. La Conciencia que se sabe derrochadora y que pone en riesgo su propia subsistencia elije en primera instancia lo que le es más cómodo antes de dejar de pasárselo bien tras tantos millones de años de escasez, a saber: hablar de sostenibilidad, energías renovables y ¡cómo no! practicar el reciclaje. Porque la inteligencia humana es limitada y como cualquier otro sentido, sólo se ve afectado por la necesidad y todavía el pensamiento que anticipa desastres de la acción humana no es suficiente para equilibrar los placeres que se siguen de una equivocada inmediatez.

Así, la Conciencia aun consciente del derroche que supone envolverlo todo en plástico e imprimirlo todo en papel, no tiene reparos en adquirir cada vez más productos envasados porque para eso está luego el reciclaje. Su argumentación justificadora viene a ser “Derrocho pero reciclo. Reciclo, luego soy bueno. Soy bueno, entonces me merezco consumir más.” De este modo tan insensato nos engañamos cotidianamente aunque todo cuanto nos rodea nos avisa de lo equivocado del proceso mental descrito, pues aunque no queramos verlo, ahí está nuestro buzón repleto de publicidad para recordarnos a dónde va a parar nuestro esfuerzo reciclador. Más o menos al mismo sitio donde terminan todos nuestros esfuerzos presupuestarios en sanidad y educación que sólo sirven para sufragar los intereses de la Prima de riesgo que aumenta en la misma proporción que los recortes, a saber: a enriquecer a las élites explotadoras de los pueblos y el planeta.

El secreto de la victoria Occidental o de la explotación infantil

http://www.youtube.com/watch?v=4TE8ODspI64

Si como dicen “al hambre no hay pan duro”, la miseria no hace ascos al trabajo infantil. Este es el motivo por el que entre los pobres, la tasa de natalidad se dispara en relación directamente proporcional a su necesidad, a saber: no como dicen algunos meapilas, porque desconozcan los métodos anticonceptivos, que como recuerda Marvin Harris, el infanticidio está de sobra bien atestiguado en toda cultura por la antropología y los yacimientos arqueológicos, verbigracia, intramuros de los conventos medievales, sin ir más lejos, sino porque, entre las familias más humildes, traer un hijo al mundo suele salir rentable, pues desde los cinco años en que ya puede cuidar de sus hermanitos más pequeños, traer agua del pozo, recoger leña, vigilar el ganado, etc, hasta su mayoría de edad, si es que se le permite marchar – posible base motivadora del matrimonio – su esfuerzo remane de lleno en la casa paterna. Seguramente de esta realidad provenga el terrible dolor que actualmente sienten los progenitores por la prematura muerte de un vástago.
Por el contrario, la inercia biológica que empuja a procrear, suele moderarse en épocas de abundancia, precisamente al salir más a cuenta no incorporar nuevos sujetos al grupo de reparto, contraviniendo los postulados del buenismo filosófico que nos toma por ángeles en vez de por hombres. Esta es la causa, por la cual en las sociedades desarrolladas donde está garantizada una esperanza de vida avanzada, la natalidad baja considerablemente y hay más conflictos intergeneracionales, dado que los padres no encuentran mejor razón para explicarse por qué por un momento de placer se han arruinado literalmente el resto de sus días, que el de que deben quererlos más que a su propia vida, cuando lo cierto no es que los traen al mundo porque los quieren, sino que los quieren una vez que ya han venido al mundo y en consecuencia la frustración aumenta según pasan los años y el muy mamón, permanece en casa.
Entre quienes contamos con electricidad, agua potable y la nevera a rebosar, se nos llena la boca al hablar de explotación infantil en países tercermundistas y la gozamos sumándonos al boicot a empresas que como Victoria´s Secret se aprovechan del trabajo de niños, sin pararnos a pensar en que aquí, hasta fechas muy recientes, cuando no había qué comer ni qué vestir, nuestros padres y abuelos se vieron en la tesitura de tener que ir a trabajar dejando de ir a la escuela ¡ Y menos mal que pudieron hacerlo! Porque, con lo de la explotación infantil en los países empobrecidos, viene a suceder algo parecido a lo que ocurre con la protección de la Naturaleza: que Occidente sustentó su desarrollo económico esquilmando sus escasos recursos naturales, pero Brasil, India o Zambia, han de preservar intactos esos mismos recursos que ahora se contemplan como patrimonio de la humanidad, con el permiso de Repsol, Endesa y la Coca Cola.
No pongo en cuestión, que detrás de la inquietud de la buena gente, posicionada a favor de la conservación del Amazonas para que los caipiras brasileiros no deforesten su superficie y en contra del trabajo de los pequeños en las minas de coltán en Congo, no estén los más sublimes pensamientos de los que es capaz la entera Humanidad o el elogiable propósito de enmienda que como especie se ha propuesto el civilizado hombre blanco cristiano para corregir en tierras extrañas los desmanes anteriormente cometidos por su propia gente. Pero igualmente, no albergo duda alguna, que todo ello brilla por su ausencia entre los ejecutivos de las Multinacionales y sus capataces, los hombres de Estado, quienes subrepticiamente se valen de su sensibilidad para evitar en lo posible la emergencia de la miseria de aquellos pueblos a los que se critica por hacer uso legítimo de sus bienes naturales y recursos humanos, como nosotros hemos hecho en el pasado, sin darles opción digna para cubrir sus necesidades básicas, que son la auténtica base motora que sustenta toda la problemática denunciada hasta decir basta por el brazo espiritual de la OTAN, para entendernos, las Oenegés.
Así como no es robar para comer, ni asesinar cuando se mata en defensa propia, que los niños trabajen cuando la necesidad aprieta y no queda otro remedio, no se le puede llamar explotación, al menos de parte de la familia o de la comunidad en que esta esté inscrita y lo consienta. Otra cosa es, cuando ya no hay tanta necesidad…Entonces ¡Sí! Entonces sí podemos hablar de explotación, como es el caso de Victoria´s Secret y tantas otras empresas del Primer mundo que para mantener la competencia desleal con los talleres tercermundistas que emplean mano de obra esclava por necesidad colectiva, no duda en hacer lo propio cuando nuestro nivel de vida, sin embargo, no lo autoriza moralmente, máxime, cuando al utilizar las empresas Occidentales mano de obra esclava, no sólo extiende su práctica, que para colmo la hace ineficaz para los pueblos que han apostado por esa vía de sacrificio para sobrevivir, maliciosa estrategia en la que se esconde todavía el secreto de nuestra victoria comercial que empujará a estas sociedades y sus gentes, a hacernos directamente la guerra por no dejarles más alternativa.
Por si fuera poco, parece que así como una chica blanca en bikini es digna del desplegable de Play Boy mientras cualquier negra desnuda puede dar bien en la portada del National Geographic, un niño africano recogiendo algodón es sujeto de explotación, empero los huerfanitos de San Ildefonso ensayando día y noche durante meses, trabajando una mañana entera ante las cámaras, sometidos al estrés de no poderse equivocar y todo para el lucro del Estado democrático Español…eso ya es Tradición.
Lo aireado mediáticamente de Victoria´s Secret, sospecho que en estas fechas navideñas le saldrá más a cuenta lo ahorrado en publicidad que el daño que pueda hacerle el boicot de tres idealistas entre los que no me encuentro – no me veo rehusando la invitación de una señorita vestida sólo con su lencería – y es aquí, en nuestra doble moral y no en la hipótesis maravillosamente exculpatoria de Jared Diamond trazada en “Gérmenes, armas y acero” donde reside el auténtico secreto de la victoria occidental sobre el resto de los pueblos del planeta.

Zara-pastroso

El diccionario de la RAE, define “zarrapastroso” como desaseado, andrajoso, desaliñado, roto o dicho de una persona despreciable. Ello me permite jugar con su forma y significado en el título para llamar la atención sobre el despreciable fenómeno, ya denunciado magistralmente con infinidad ejemplos muy ilustrativos por mi querida Naomi Klein en su elogiable “No Logo”, en el que da cuenta de la esclavitud al que son sometidos millones de personas, especialmente mujeres y niños, en todo el Globo a manos de las conocidas Multinacionales como Nike o GUP que venden aquí sus productos a precios occidentales cuando pagan una miseria muy por debajo del sueldo de subsistencia en países como filipinas, Vietnam, china, o como acabamos de saber, también en una tierra tan próspera como lo es Brasil, en este caso por encargo de la reconocida marca de ropa española Zara que como sus colegas esclavistas quiere lavarse las manos amparándose en un supuesto contrato que hace firmar a sus proveedores para que la explotación que provoca la despiadada política de precios bajos que mantiene y la dura competencia a la que se somete a las poblaciones de las regiones empobrecidas del planeta para que abaraten la mano de obra antes de su contratación, no les ensucie la vomitiva imagen de elegancia y pulcritud que anuncian en sus escaparates, cuando en la trastienda esconden la infame realidad de menores que trabajan hasta la extenuación mientras las supermodelos lucen su sufrimiento entre los flashes de una sociedad indecente merecedora de todo lo cuanto le va a pasar factura.

Las pobres almas que visten sus cuerpos con estas marcas zarrapastrosas sin saber que con su compra se convierten en colaboradores necesarios de las mismas o que con su demanda contribuyen a aumentar el sufrimiento a quienes creen ayudar con su adquisición por darles empleo, en el supuesto lógico de que los contratos que aquí perdemos son realizados por ellos, cuando lo cierto es que, el trabajo desaparecido cuando estas empresas retiren de aquí sus fábricas de producción trasladándolas a esos países, no se traduce allende los mares, en puestos de trabajo parejos, ni mucho menos en los sueldos que hasta hace poco recibíamos porque, por mucho que despotriquemos contra los sindicatos amarillos, los desgraciados que producen para estas famosas marcas de ropa y calzado tienen prohibida la sindicación, carecen de derechos laborales como los animales de carga, trabajan en condiciones precarias e insalubres manejando sustancias tóxicas sin ninguna protección, sin seguridad social ni asistencia de ninguna clase, sin tiempo para ir literalmente a cagar, bajo estricta vigilancia de matones, despedidos a la mínima queja o enfermedad…estos anónimos consumidores son culpables materiales de cuanto sucede, pero inocentes en intención; Al menos, hasta tener noticia de lo que su consumo irresponsable desencadena. De modo que, si de ahora en adelante, continúan adquiriendo los productos de las marcas esclavistas, ya será con conocimiento de causa y por consiguiente, si entre evitar el sufrimiento ajeno por lontano que se encuentre y su cercana comodidad, escogen para mal de aquellos y condena eterna de la propia conciencia, satisfacer su egoísmo…suya será también la culpa.

Pero todos se equivocan si piensan antes y después que tanto el consumo irresponsable, como el aprovecharnos de la mano de obra esclava, nos va a salir barato o gratis: la explotación de la miseria de terceros, sólo puede traernos nuestra propia ruina como ya ha empezado a suceder, pues para el Capital que no conoce fronteras, tampoco sabe de compatriotas en una economía globalizada.

Por su parte, Zara, puede apresurarse como el resto de marcas criminales a publicitar que ha elaborado un socorrido “Código de conducta ética empresarial” al objeto de acallar los posibles remordimientos de conciencia de sus clientes, pero sin entrar de lleno a atajar el problema, o bien, puede distanciarse de aquellos, revisando de principio a fin todos los pasos del proceso que inciden en la facturación de sus productos para evitar en adelante que quienes paseen sus modelitos prét a porter, no den motivo para que los demás les tomen por moralmente zara-pastrosos.