Partidos…de fútbol

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Las broncas de la bancada parlamentaria, más propias de las trifulcas de los hinchas en las gradas, son el reflejo menos nocivo de cuantos se me ocurren entre nuestra política y el fútbol ya estrechamente relacionados en la milenaria expresión ¡Pan y circo! que llegó a su máximo estadio con la consecución de la Copa del Mundo precisamente en un año crítico para nuestro futuro inmediato.

Planteado el debate social en disputa de Partidos, ha sido sencillo aglutinar a la ciudadanía tras cuatro siglas para enfrentarla entre si ayudándola a mimetizar y reproducir el comportamiento que mantiene en los campos a la hora de defender los colores de su equipo y como en el caso del Betis permanecer fiel a su historia ¡Mal que pierda! en el terreno de juego político, cosa que ha logrado a la perfección sin apenas entrenamiento. Ello ha ido forjando, entre nosotros, un peculiar modo de entender la política cuyas características son:

Fidelidad de militancia y electorado al Partido, hagan lo que hagan sus dirigentes y diga lo que diga el programa. La gente más que tener ideología, la ideología les tiene a ellos y quien dice ideología dice las siglas, líderes o logotipos, actitud que se transmite a través de generaciones con el mismo orgullo con que se luce el carnet de socio. Por supuesto, también los hay que van a caballo ganador y se suman a la fiesta tanto en Cibeles como en Canaletas. Pero son los menos.

Los Partidos, lejos de depender de sus Congresistas, senadores, alcaldes y concejales para llevar a cabo sus iniciativas, son estos los que parecen sujetos a su matriz sin posibilidad de escapatoria como si hubieran firmado un contrato blindado con cláusulas de reescisión abusivas por lo que no les queda otra que mantener la disciplina del equipo. Quienes no se atienen a las órdenes del entrenador de turno, pronto son sancionados abriéndoseles expediente y enviados de inmediato al banquillo. A veces ocurre que alguno de estos que a punto está de ser apartado de empleo, sueldo, despacho y coche oficial, cambia de bando y pasa a ser un tránsfuga odiado hasta la muerte, como les ocurre a los jugadores que de una campaña a otra aparecen luciendo la camiseta del rival.

Curiosamente, esta ventaja inicial que supone a los dirigentes de los partidos saber que tienen las manos libres para hacer y deshacer a su antojo sin que ello les haga perder crédito ante sus incondicionales, se ve contrarestada por la tradición igualmente asentada de poner de patitas en la calle al entrenador a la mínima que las cosas no marchen, pues es evidente, que parece más sencillo despedir a un entrenador que a todo un equipo. Ello comporta constantes guiños a las corrientes internas cuyo papel es cada vez más parecido al de las Peñas en los Clubes, discursos sobre la realidad del país y de los asuntos comunes demagógicos repletos de retórica que ofrezcan titulares típicos de la prensa deportiva para ser comentados mañana, tarde y noche, en las tertulias radiofónicas con parejo análisis y erudición que el mostrado en una rayada moviola de Punto Pelota y concesiones constantes de subvenciones para contentar con las migajas del poder a cuantos no les importa que les llamen perros mientras les tiren pan, asegurándose así el adecuado coro de papagayos de Bienpagaos que no cejan en alabar las bellezas de Babilonia.

Sobre tan resbaladizo césped, sólo cabe estar muy al tanto de las encuestas que obligan a llevar una estrategia cortoplacista y a pasarse el balón unos a otros al más puro estilo tiki-taka, para que entre pase y pase, pase lo que pase, a la gente se le pase que el que tiene pase pasa y el que no tiene pase…no pasa. Pasando así el tiempo, que es lo que pasa, cuando no pasa nada; Y cuando no pasa nada, el público se aburre, hace la ola, abuchea a los jugadores, pita al palco, enciende bengalas, tira almohadillas y exige resultados.

Es entonces que para los dirigentes de los Partidos, aparece la cara más amarga del paralelismo trazado entre la Política española y el deporte Rey; Cuando quienes han de disputar los partidos, resulta que son millonarios mercenarios a los que les cuesta sudar la camiseta y sentir los colores que para colmo no pueden desarrollar su talento particular por verse encuadrados en una estructura rígida y están del todo desmotivados; cuando los entrenadores parecen desplegar en el campo un juego tedioso trazado en la pizarra; y cuando la pelota no deja de ir y venir por el medio campo…lo único que manda es el resultado. Al final, es el resultadismo y no el cortoplacismo, ni la disciplina interna, ni la fidelidad al equipo, lo que acaba desestabilizando a un Partido, pues como diría Felipe González en su día, “cierto es, que el Poder desgasta…pero más desgasta el no poder”. Y aunque los haya que como Rubalcaba acaben como el Alcoyano, perdiendo por trece puntos y pidiendo prórroga…el sufriente aficionado no está ya por la labor y prefiere bajar al infierno de la Segunda división antes de que le sigan metiendo más goles con balones inflados de playa.

Si a todo lo anterior le añadimos que, en lo económico, Clubes de futbol y Partidos políticos, andan a la par en cuanto a deudas y oscura financiación, la sensación mayoritaria de que como en la época de Canovas y Sagasta el partido disputado tiene todos los visos de estar amañado y el árbitro casero, es ¡Ojo al dato! como para sacar tarjeta roja hasta a Manolo “El del bombo” por animar y arrancarse a entonar el ¡A por ellos ¡ ¡Oe! ¡Oe! ¡Oe!

Deuda con el fútbol español

No es oro todo lo que reluce
No es oro todo lo que reluce

No salgo de mi asombro. A penas han pasado días de estar celebrando el triunfo de la Selección que tanto nos ha hecho gozar con su arte, vibrar con su Tiki-taca, vivir con pasión de victoria en victoria, que nos ha traído tanta esperanza, espíritu vencedor y orgullo nacional, que por primera vez, nos ha hecho sentir como auténticos campeones del mundo mundial…que ahora, ese mismo pueblo que saltaba de alegría gritando eso de ¡Yo soy español! ¡Español! ¡Español! hace mutis por el forro cuando se trata de devolver lo mucho que el futbol le ha entregado generosamente sin pedir nada a cambio salvo nuestro cálido reconocimiento. Porque no solo del aplauso vive el futbol, que también precisa solvencia económica, precisamente esa que no tiene por no escatimar esfuerzos en hacernos felices los fines de semana, mantenernos ilusionados con los fichajes de pretemporada o con el corazón en un puño durante las competiciones, sin cuya cíclica adrenalina, nuestras vidas no merecerían la pena ser vividas.
La mayoría de los clubes de futbol españoles, están a punto de declararse en quiebra, debido a su generosidad para con los aficionados gastando a manos llenas mientras pudieron ordeñar por adelantado los sustanciosos contratos de las retransmisiones televisivas, confiando en que, cuando este maná de las privadas llegara a su fin, el aficionado y las instituciones que desde La Zarzuela, hasta el consistorio más cochambroso, pasando por La Moncloa y distintas Catedrales, que siempre se han sumado a la fiesta y el jolgorio, hicieran frente a su responsabilidad social para con los sacrificios económicos que, por y para ellos, han hecho los clubes, jugadores, prensa deportiva, patrocinadores y sobre todo los directivos. Pero resulta que a la hora de la verdad, aquí todos se lavan las manos y nadie quiere saber nada del asunto, como si las deudas se contrajeran solitas sin la participación y el consentimiento suyo, pues como reza el dicho: nadie fue y entre todos la mataron.
Lo sucedido con el Málaga que ha tenido que venderse a un Jeque árabe para hacer frente a sus deudas, o lo acontecido con el pobre Mallorca que ha perdido por deudas lo que ganó en el campo, es de vomitar. Me da asco esta sociedad deportiva incapaz de arrimar el hombro en los momentos duros pero que sin ningún bochorno no duda en ponerse al frente de los buenos resultados festejándolos como propios. ¿Dónde estaban los ciudadanos de esos dos equipos cuando el club ha necesitado de sus ahorros? Seguramente ante el televisor o leyendo con morbo el discurrir de los acontecimientos. ¿Cuántos de sus vecinos pusieron a disposición de los respectivos clubes sus cuentas corrientes para que pudieran responder a sus compromisos? Evidentemente la nula disposición de sus municipios, diputaciones provinciales, Gobiernos autonómicos y demás Organismos Oficiales a ofrecer cuanto hiciera falta para evitar lo sucedido detrayéndolo de nuestros impuestos ¡que para algo están! tampoco es que haya animado mucho a que las entidades bancarias ejercieran su necesario mecenazgo filantrópico, o que las Oenegés dirigieran todos sus esfuerzos solidarios hacia causa tan noble como lo es salvar al futbol español.
Pero nunca es tarde para reaccionar. Si la Selección española ha tardado casi un siglo en hacernos Campeones del Mundo, la LFP puede esperar lo mejor de su afición, sobre todo las del Barca, Real Madrid, Atlético, Valencia, Deportivo, etc, que sabrán recuperar el espíritu de La Roja acudiendo, tarde o temprano, al unísono a las entidades bancarias para devolver, aunque solo sea económicamente la enorme deuda que el Pueblo Español ha contraído desde el Mundial de Sur África, con el mejor futbol del Mundo. Pero hasta que ello ocurra, miraré con desprecio y profunda repugnancia a todo aquel que vista la camiseta de un equipo que dice llevar en el corazón, pero no en el bolsillo.

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