La historia oculta del oso

Tuve el privilegio de cruzar unas palabras con la Osa Tola en las que además de confesarme ser descendiente directa por via materna de la osa Favia que mató al rey Favila, me preguntó si habia visto muchos leones por Castilla...

Preámbulo: El hombre y el oso
– Reflexión sobre la historia.
Historia es una palabra equívoca, que en ocasiones se contradice a ella misma. Por un lado tenemos a la Historia, escrita con H mayúsculas y letras doradas, propia de las academias de Historia, de los libros de historia y del conocimiento que dicen tener los historiadores. Frente a ella, se yergue esa otra historia, escrita con h minúscula, que cuenta algo remoto, no demasiado fundado, y que a veces se confunde con el cuento, la leyenda, e ingredientes fantasiosos, cosecha propia del narrador. Seguramente, de ésta segunda acepción proviene la expresión No me vengas con historias. O esa otra que dice Menuda historia; o No estoy para historias, etc. Sin embargo, esa otra historia que se nos presenta rimbombante, altisonante y con ropajes científicos, propios del positivismo lógico, llena de coherencia y exactitud, no le anda a la zaga, no ya en imaginación y fantasía, sino en burdas y sencillas fabulaciones, embustes y falsedades, llenas de intención, maquinación y maliciosidad para adormecer las mentes de quienes la atienden con espíritu ingenuo y despreocupado. Así, nuestros días, la verdad padece aunque no parece. Y aunque el tiempo que todo lo cura pone a cada cual en su lugar, mientras la mentira corre, la verdad se arrastra y entretanto, el triunfo de los mezquinos les permite elaborar la historia de los vencedores, que es la que todos conocemos. Pero… no se sabe muy bien cómo, siempre queda un testigo, un cabo suelto que permite filtrar de un episodio a otro, un auténtico hilo de Ariadna que permite al investigador sagaz y concienzudo, seguir el rastro de los hechos en el intrincado laberinto en el que los vencedores han decidido perder la autenticidad de los siglos pasados y despejar la niebla y la tiniebla en la que han envuelto sus fechorías, traiciones, deslealtades, latrocinios, cuando no auténtico crímenes y asesinatos de los que se sirvieron para hacerse con el poder que ahora ostentan.
La historia oculta del oso, o mejor dicho, La historia Ocultada del oso, tiene por objeto dar a conocer y divulgar uno de éstos finos hilos de Ariadna al gran público, para que alguno de los presentes pueda atar cabos y comprender la realidad del mundo actual, de un modo más preciso y singular que el que se les presenta cada mañana en los diarios y cada noche en los telediarios. Para elaborar ésta sucinta exposición, me he valido de numerosas obras, pero si hubiera de citar algún texto que pudiera serviros de guía en lo sucesivo para ahondar sobre los distintos temas que aquí se van a desbrozar, seguramente me decantaría por dos, de modo sobresaliente. El primero sería el del Michel Pastoureau, El Oso, historia de un rey destronado, donde aparece una gran documentación en todo lo ligado al oso, cultural y literal. Y por otra parte, la excepcional obra de M. Baigente, R. Leighe y H. Lincoln, El Enigma Sagrado, en donde aparece la historia de los Merovingios, la Arcadia, el asunto de Carlomagno, etc.
Como he dicho, ésta exposición desarrolla de modo sucinto, distintos temas que por sí solos, bien merecerían otra exposición, y de hecho, a sus espaldas tienen decenas de obras que los desmenuzan y analizan hasta extremos insospechados.
Para no causar escepticismo en la audiencia, voy a ser plenamente serio en la exposición y genuino en la misma, distinguiendo en todo momento la broma de lo académico, el chiste del dato científico, la hipótesis plausible de lo puramente legendario, etc.

– La otra teoría de la evolución
Ahora está de moda dar por buena la teoría de la evolución de Darwin, aun cuando la gente no distingue muy bien en qué consiste, pues todavía los hay que confunden el Darwinismo con Lamarkismo, e incluso nada saben de su coautor, Wallace. Con todo, esto es mejor y preferible a quienes todavía creen en el creacionismo reconvertido en diseño inteligente y niegan que el hombre haya evolucionado desde el mono -chimpancé- y en cierto modo, tendrían razón si el prototipo en el que nos fijáramos, fuese su máximo exponente actual, G. W. Bush. Pero, la evolución del hombre darwiniano ha olvidado u ocultado que aparte de la gama neandertal que en su día se cargó físicamente el hombre de Cromagnon, había otro protohumano o hermano gemelo al hombre del que hablan todas las culturas, tradiciones y mitologías. Este hermano gemelo del hombre, no tengan ninguna duda, que se trataba del Oso, pero no del oso pardo que hoy conocemos, sino del oso de las cavernas, que compartía hábitat, presas, cuevas y costumbres con nuestros ancestros durante varios centenares de miles de años hasta su completa extinción, también a manos del homos sapiens, allá por el 15.000 A.C. y cuyo testimonio ha quedado fijado en las pinturas rupestres.

– Hermano oso
El oso, es a primera vista, como un hombre más alto, más fuerte y más peludo, que diría el Baron de Coubertin, de ahí el refrán El hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso. Autores de la antigüedad del medioevo ya señalaban que como el hombre, éste animal podía mantenerse en pie, sentarse, recostarse de lado, correr, nadar, zambullirse, dar volteretas, trepar, saltar y hasta bailar. También se destacaba cuando entonces, su capacidad para escabullirse de potenciales peligros. Su distinta apariencia en el pelaje, pudiendo adoptar tonos desde el negro hasta el blanco, pasando por el castaño, rojizo y gris, era una semejanza más con la especie humana, lo mismo que su capacidad para asir con las patas distintos objetos y poderlos lanzar con fuerza, recoger alimentos con destreza, pescar con habilidad, o robar miel en los paneles de abejas. El oso, observado en su particular beatus ille igual que los hombres, se entrega al carpe diem , a la holgazanería, a la glotonería y el proverbial descanso. Su dieta, rica y omnívora le hace aún más afín a la especie humana. Por todo ello, el oso, más que el mono, puede considerársele hermano fraternal, si bien por vicisitudes de la evolución, se ha alejado de nosotros en vestimenta, uso de la electricidad, manejo de la bomba atómica, y elecciones políticas.

– Hipótesis de los gigantes
Mi hipótesis personal, al margen de todo lo dicho, es que el oso de las cavernas es el referente al que aluden todos los mitos y leyendas que hablan de gigantes, cíclopes y otros seres semejantes. Sin ir más lejos, tenemos como prueba la propia Biblia en donde en Génesis, 6, se nos habla de ellos tal cual. Hay un libro de la Biblia, que unas iglesias reconocen y otras no, denominado Libro de Henoc, donde abiertamente se les describe como de dos metros y medio, fuertes y peludos. Pero si me apuran creo que donde con mayor exactitud se puede entrever que el oso es hermano del hombre, es que en el Génesis, hay dos creaciones de Adán. Una primera creación, del primer Adán y luego una segunda creación de un segundo Adán, como si el primero hubiera salido fallido o imperfecto. Este primer Adán, podrían ser los neandertales, pero, me parece más exacto atribuirle la primacía o primogenitura al oso, dado que al ser hecho a imagen y semejanza de Dios, su natural ternura y fiereza harían comprender mejor la coimplicación del bien y del mal dentro del seno divino, y permitiría con ello, disolver el problema teológico de la Teodicea, que busca una explicación al Mal en el mundo creado por Dios.

Prehistoria: Culto al oso
– El oso Dios
El antecedente más remoto que religa al hombre con el oso, hemos de situarlo unos 80.000 años atrás, en la cueva del REGOURDOU. Lo que se descubrió en éste lugar, fue nada más y nada menos que un auténtico santuario en honor al oso, en donde un cráneo de dicho animal reposaba en una especie de altar ex profeso para albergarlo. Otro hallazgo importante lo encontramos en la cueva de MONTESPAN, donde se halla la estatua más antigua fabricada por el hombre, que representa precisamente la cabeza de un oso. Esta representación data de entre el 15.000 y el 20.000 antes de nuestra era. Entre ambos motivos, tenemos la mayor pinacoteca ursina que se halló en 1994 en la cueva CHAUVET, en donde aparecen no menos de una docena de osos representados en distintas posturas.

– Ritos milenarios
Son centenares los testimonios de tribus y pueblos euroasiáticos que toman al oso como jefe espiritual, ancestro venerado o sencillo tótem. Muchos de sus cultos y costumbres han perseverado hasta la modernidad, como por ejemplo entre escandinavos y lapones. Es el caso, por ejemplo de los Ainus del norte de Japón, los Inuit de Canadá, etc. En todos ellos se respeta y se teme a partes iguales al oso, a quien se tiene por un espíritu sublime que atrae y anonada al pueblo que le pide protección a la vez que lo da caza. Circunstancia que para una mente contemporánea puede parecer, cuando menos, paradójica, pero que para los estudiosos de las religiones comparadas como Otto Rhan, Hans Otto, y Mircea Eliade nada tienen de extraño, pues aún hoy dicha costumbre y contradicción se da en las religiones actuales tan extendidas y masificadas como el propio cristianismo, en donde al tiempo que adoramos a Jesús, nos lo comemos para que nos salve en el famosa Comunión.
No es extraño entonces que muchos autores unan todos estos datos y como yo, estén convencidos de que el oso, hermano mayor del hombre, se convirtiera en el primer dios al que los hombres neandertales y de Cromagnon, adoraron por primera vez.

Griegos: El oso en la mitología
– Artemisa, la diosa osa
También conocida como diosa madre, Demeter y Diana, Artemisa encarna en su propio nombre y mitología, la ancestral y recóndita ya por entonces, historia de los osos. Artemisa era la hermana gemela de Apolo, e hija de Zeus, diosa de la luna, de los bosques y de los animales salvajes. De naturaleza vengativa, tenía por costumbre convertir en oso a quienes la contrariaba. Entre los casos más sonados relacionados con ella, tenemos el de Kalisto y el de Ifigenia. Es fácil deducir que allí donde hay templos dedicados a ésta diosa, cuyas sacerdotisas eran denominadas literalmente ositas , bien pudieran haber sido anteriormente, lugares de culto osuno. Sirva de ejemplo que el más antiguo de éstos santuarios, situado en Brauronia, cerca de Atenas, se celebraba cada cinco años, durante la primavera, un extraño ritual en el que varias doncellas, vírgenes, asistían al sacrificio de una osa, cosa que puede interpretarse como que la osa salva la vida de las doncellas y las protege de la muerte que previamente, a buen seguro se trataba de su propio sacrificio en honor de la diosa por haber trasgredido algún precepto de la misma.

– Mito de Kalisto
Kalisto, era hija de Licaón, rey de Arcade. De belleza extraordinaria, se metió a sacerdotisa de Artemisa para evitar a los hombres. Un buen día, Zeus, se fijó en ella y disfrazado de Artemisa, la poseyó. La joven, encinta, airó a la diosa Artemisa que quien con un dardo la transformó en osa al tiempo que paría a su bebé. Pasados los años, Kalisto vagaba por los montes en forma de osa y estuvo apunto de ser alcanzada por una flecha disparada por su propio hijo Arcas, a quien se le había ocultado la historia. Para evitar éste matricidio, Zeus se apiadó de ambos y justo en el momento en que la flecha salía del arco, elevó a los cielos a madre e hijo. De ahí, que tengamos la Osa Mayor y la Osa Menor.

– Mito de Ifigenia
Menos agradable que el anterior, tenemos el mito de Ifigenia, hija de Agamenón, el rey que sitió Troya. Artemisa había creado una tempestad que imposibilitaba a Agamenón zarpar con sus tropas. El adivino particular del rey explicó a éste que el único modo de apaciguar a la diosa, era sacrificarle su propia hija, Ifigenia. Tras una breve vacilación, Agamenón, con engaños, hizo creer a Ifigenia que la iba a desposar con Aquiles, y tras atraerla al altar de la diosa se dispuso a matarla. Finalmente Artemisa intervino a favor de la joven y la convirtió en osa para que pudiera escapar.

– Mito de Atalanta
Atalanta, era una joven bella y dotada de cualidades excepcionales. Fue la única mujer admirada por Jasón. Su padre, rey de Arcadia no quería traer féminas al mundo y mandó que la abandonasen en el monte. Quiso la suerte que pasar por ahí una osa que la amamantó, protegió y enseñó a caminar. Más adelante fue recogida por unos cazadores que la instruyeron bajo los auspicios de la diosa Artemisa. Pasados los años, su padre reconoció en ella a una digna heredera y deseaba casarla, cosa a la que ella se negó, pero puso la condición de que quien la ganara corriendo podría desposarla, pero si no era así, será reo de muerte. Todos los pretendientes fueron superados por Atalanta. Todos menos uno: Hipónemes quien seguramente gustaba a la muchacha y dejó vencer. Pero una atenta y vengativa Artemisa convirtió a ambos en osos.

– Caso de Paris-Troya
Paris era hijo menor de Príamo, rey de Troya. Su madre, antes de nacer, soñó que era el causante del incendio de la ciudad. Su padre no lo dudó dos veces y decidió deshacerse de su retoño por medio de un sirviente que habría de matarlo en el bosque. Sin embargo, dicho sirviente, desobedeció in extremis tal fatal orden y lo abandonó en el monte Ida. Una osa lo reanimó, lo amamantó y dio los primeros cuidados. Más tarde fue recogido por unos pastores. Por su fuerza y belleza, Zeus lo nombró árbitro en un concurso de belleza entre Hera, Atenea y Afrodita. Para designar a la elegida, Paris debía entregar una manzana de oro a quien considerase más bella. Las tres diosas intentaron seducirlo. Según parece, fue Afrodita quien mejor lo hizo, pero se atrajo la enemistad de las otras dos. Ya reconocido por su padre, se enamoró en el Peloponeso de la belleza de Helena, a quien se trajo o raptó, para su ciudad de Troya y así comenzó la famosa guerra que narrara Homero.

Caso de Céfalo-Ulises
Céfalo era un héroe que estaba casado con Procris, quien murió sin dejarle descendencia. Desolado por su situación, acudió al oráculo de Delfos, que le aconsejó unirse al primer ser de sexo femenino que se cruzara por su camino. El azar quiso que éste ser fuera una osa. Con ella, tuvo un hijo llamado Arciso, de cuya estirpe nacería posteriormente, Ulises.

Celtas: Leyendas Osunas
– Reminiscencias de Artemisa
Los celtas, no eran un pueblo situado únicamente en el occidente de la península europea, lo que hoy es Galicia e Irlanda. Era un grupo de tribus que venían del este y ocupaban grandes zonas desde la actual Turquía, el norte de Grecia, y fueron a través de los afluentes de las costas, dejando su rastro por la Galia, península Ibérica, etc. Así se entiende mejor la influencia de Artemisa en su mitología.
o Galia-Arduina-Las Ardenas. La diosa que recoge el testigo de Artemisa en la Galia y su equivalente Celta, se llama Arduina, diosa de los bosques y de los animales salvajes. Su lugar de influencia era Las Ardenas. En ella se conserva la raiz Ar- de Arcadia y Artemisa. Un dato que posteriormente se habrá de tener en cuenta es que en 1653, se encontró, precisamente en Las Ardenas, la tumba del rey Childerico I, hijo de Meroveo y padre de Clodoveo.

o Germania-Artio-Ártico. Pero el verdadero calco de Artemisa, lo encontramos en Germania, representada por la diosa Artio. Tenía, como principal atributo a un oso. Testigo de ello, es una estatuilla del siglo II, encontrada cerca de la ciudad suiza de Berna, lo que demuestra que los ritos ursinos sobrevivieron largo tiempo a la romanización.

o Bretaña-Arturo. En la zona de Bretaña e islas adyacentes, el oso no era tenido por un dios, sino por un señor. De ahí que la leyenda de Arturo, el mismo ocupe un lugar de un rey, y sea precisamente Arturo su nombre.
– Arturo
Sin entrar ahora en los avatares históricos que dieron pábulo a su recreación artística, en períodos carolingios, las leyendas artúricas, por sí mismas, dan fiel testimonio de que tras su follaje fantasioso y literario, se escondía un saber esotérico y druídico muy anterior al que se señalaba. Vestigios de ésta realidad osuna, lo tenemos en el propio nombre Arturo, cosa de la que ya se hacen eco, distintos autores en el siglo XIII. Acaso el ejemplo más evidente, se encuentra en el episodio en el que el rey Arturo, postrado en su lecho de muerte, decide abrazar a uno de sus más fieles compañeros, llamado Lucano, y al abrazarlo tan fuerte, lo asfixia y mata allí mismo, cosa que se puede relacionar con el famoso aforismo El abrazo del oso. También la muerte del rey, fijada en el calendario varios días después de la festividad de todos los santos, coincide sospechosamente con la celebridad de San Martín, que a su vez, como se verá posteriormente, suplantaba una festividad osuna.

– Tristan
Tristán personifica al príncipe enamorado, hasta el punto de morir de amor. Era descendiente de Mac de Cornualles a quien se identifica con un hombre salvaje, solitario y peludo. Podría tratarse del nieto de un oso, que hubiera conservado varias de sus cualidades.
Germanos: El oso, rival de prestigio
– El oso regio
Para los germanos, aparte de un animal venerable, el oso era el rey de los bosques, el más fuerte de los animales. Temido y admirado, se buscaba su imitación a la vez que no toparse con él. Un modo de imbuirse de su fuerza y de su majestad, era representarlo en cascos, escudos y espadas. Cosa que posteriormente pasaría al acerbo de la heráldica.

– Medirse con el oso
Todos los jóvenes que deseaban demostrar su valía, tarde o temprano debían medir su fuerza con un oso, dado que fuera cual fuese el resultado de la contienda, el mero hecho de enfrentarse a él, le otorgaba ya el reconocimiento de propios y extraños. De morir, moría en la gloria; de salir vivo, pero perdedor, pasaba a ser valiente, y si además lograba vencer al oso, ello ya le valía para ser jefe, o al menos, postularse como tal en la tribu correspondiente. Seguramente de ésta costumbre, más adelante vendrían otras patrañas de San Jorges y dragones. Por supuesto, imaginarias.

Romanos: Primeros ataques al oso.
Los pueblos latinos mediterráneos, no tenían un contacto tan directo con los osos como los celtas y los germanos, galos y otros pueblos bárbaros. Para estas fechas, los osos habían dejado ya de visitar las grandes urbes y las vías romanas. Pero por supuesto, aún andaba por los montes a sus anchas y era temido y respetado por campesinos, labriegos y viajantes.

– La ignominia del circo
Es espectáculo del circo, albergaba toda clase de realidades, desde las más inocentes a las más sanguinarias. Entre estas últimas, encontramos la afición por ver choques entre distintas fieras para saber quién era más fuerte. De entre todas las lides de las que han quedado testimonio documentado, el oso tenía un lugar preponderante en las victorias. Dato muy a tener en cuenta es que los romanos consideraban justo combate presentar a cuatro leones para hacer frente a un oso; tres, lo consideraban desequilibrado y ventajoso para el plantígrado. Este dato es primordial para comprender que era el oso el rey de la fauna, y no el león.
Muchos son los autores que destacan al emperador Valentiniano I como un amante de los osos, cosa que sucedía entre el 364-375 d.C. Claro que no opinarían lo mismo los reos de muerte condenados a ser devorados por ellos. Esta costumbre, con el tiempo, dio mala prensa al oso, a quien se empezaba a ver como un animal feroz que mataba por capricho y para divertimento de paganos.

– Autores enemigos
o Plinio el viejo. Éste autor es uno de los máximos culpables de lo que posteriormente sucedería con la mala prensa de nuestro querido animal. Lo tacha de perezoso, torpe, malo, astuto, ladrón, salvaje, en definitiva, dijo de él, En su necedad, ningún otro animal es más ducho en hacer el mal.

o San Agustín. Pero fue San Agustín, como siempre, el que remató la faena en las postrimerías del imperio romano de occidente. A él debemos la relación que la patrística y posteriormente iglesia católica, ha mantenido entre el oso y el diablo, y los pecados capitales, de los que a duras penas se salva de alguno.

Merovingios: Misterio Ursino
Siempre se nos ha dicho que la historia la escriben los vencedores, pero eso no es nada, con lo que en realidad ocurre: Los vencedores no solamente describen la realidad de los hechos desde un ramplón subjetivismo, acrítico, muy favorable a sus intereses, denostando la memoria de los vencidos, sino que en ocasiones evitan siquiera hacer mención de los mismos, para que las generaciones futuras olviden, incluso, su existencia. El siglo de las luces se conformó con llamar Medioevo, Edad Media al período anterior a la Ilustración, no como sinónimo de puente entre la antigüedad clásica y la modernidad, en cuyo caso hubiera sido Edad intermedia, sino como dando a entender Mediocridad . Con todo, hubo un esfuerzo histórico por esclarecer los hechos y dar cuenta de los mismos. También el Renacimiento, al otorgarse dicho nombre al Cuatrocento, y Cinquecento marcaba a la época anterior como un tiempo de decadencia y muerte. Sin embargo, todavía se reconocía heredera de sus fuentes. Muy al contrario de lo que supuso el mal llamado Renacimiento Carolingio, cuya única finalidad no fue otra que la de ocultar unos terribles hechos que acontecieron en Europa de la Alta Edad Media para cubrirlas de oscuridad y tinieblas hasta que recientes investigaciones han puesto al descubierto el esplendor y valía de los reyes merovingios, quienes fueron tachados de holgazanes y débiles por quienes habían usurpado el poder. Muy parecida historia a lo que hicieron los Borbones, para con la casa de Austria que le antecedió en los reinos de España.

– Quiénes eran
Las ordas bárbaras de los hunos empujaron a los sicambrios a cruzar el Rhin y adentrarse en la Galia. Los sicambrios, para entonces, ya eran un pueblo culto y civilizado, por lo que su desplazamiento no supuso grandes fricciones con la población de los territorios a los que llegaron. Así se entiende que para los siglos V, VI y VII, los merovingios gobernaron la región y aglutinaron a los distintos pueblos galos como francos. De entre los sicambrios hubo un jefe que sobresalió hasta el punto de dar nombre a los mismos. Este meroveo, que era caudillo sicambrio, en el 417 combatió por Roma y fue muerto en el 438. Tenemos noticias de ello por las actas que documentan su visita triunfal en Roma. Su hijo, del mismo nombre, en el 448 fue proclamado rey de los francos y es considerado por ello, el primer rey de los francos.

– Costumbres
Los reyes merovingios gustaban de lucir largas cabelleras y al igual que los godos y los visigodos, otorgaban al pelo semejante importancia que sin él, perdían todo su poder, antecedente que ya tenemos en la Biblia, con la figura de Sansón y pruebas históricas de que es así, lo muestra el caso de Wamba, a quien se le depuso de su trono, afeitándole la cabeza mientras dormía. También fue castigo ejemplar, que el Papa dio a Childerico III, último rey merovingio. A los reyes merovingios les agradaba el conocimiento de plantas y animales, los sortilegios, hechizos y brujerías, así como los rituales mágicos.

– Separación poder espiritual-poder terrenal
Los reyes merovingios parecían más sacerdotes con poder terrenal, que reyes con permiso divino. Ello lo atestigua el hecho de que preferían ceder a la figura del mayordomo el control de los asuntos prácticos del reino, para así ellos tener tiempo de dedicarse a cuestiones más espirituales, inclinación tal, que posteriormente pagarían muy caro.

– Leyendas
Muchas son las leyendas que envuelven a los merovingios.
o Hijos del Pez. Según la tradición, Meroveo fue hijo de dos padres. La reina, estando embarazada del rey Clodón, fue seducida o violada por una criatura marina, dándose una segunda fecundación. Así, el vástago sicambrio, llevaba en sus venas una mezcla de sangre mitad franca, mitad acuática. La leyenda, detrás de su fantasía, puede rememorar varios aspectos: El primero de ellos es la relación que había entre estos pueblos y la alianza con dinastías que venían de allende los mares. También no se debe olvidar que el pez, simbolizaba los primeros cristianos en la diáspora, y la relación con María Magdalena.

o Huidos de Troya-Arcadia. Los Merovingios afirmaban ser descendentes directos de la antigua Troya, cosa que explicaría por qué en Francia, hay topónimos como París y Troyes. Se da la circunstancia de que la Arcadia- literalmente en griego tierra de osos – estaba bajo el influjo o dominio espartano y combatieron bajo la alianza Lacedemonia en aquella legendaria batalla. Posiblemente a comienzos de la era cristiana, varios de sus habitantes, por motivos desconocidos, subieron por el Rhin, desde donde luego, posteriormente como ya se ha dicho llegaron la Galia.
Se da la circunstancia, de que para los sicambrios, el oso gozaba de gran estima entre ellos, al igual que los oriundos de la Arcadia y le rendían honores y tributos bajo la forma de la diosa Arduina. Para hacernos una idea de la fuerza de ésta tradición, baste mencionar que todavía en 1304, la iglesia tuvo que prohibir los ritos en favor de ésta diosa.

o Tribu de Benjamín. Pero los merovingios, es probable que no recordaran en verdad todas las ramas de su árbol genealógico, que pueden remontarse mucho más lejos en el espacio y en el tiempo. Las huellas de su rastro no se pierden en Troya, ni en la Arcadia, sino en la mismísima Biblia, donde puede encontrarse su origen en la tribu israelita Benjamín, una de las doce tribus de Israel. Hay distintas pruebas documentales de lo que se dice: en el Deuteronomio, 33, o Josué, 18. El caso es que la tribu Benjamín, se enemistó con las restantes once tribus porque varios de sus miembros violaron y dieron muerte a unas jóvenes de otra tribu. Como no quisieron entregar a los culpables como mandaban los cánones, hubo una guerra fraticida en la que la casa Benjamín, casi fue exterminada. Varios de sus miembros huyeron a Grecia, concretamente a Esparta y la Arcadia donde se emparentaron con las casas reales de dichos lugares. Testimonio de todo ello se puede encontrar en Macabeos, donde se mencionan a los hermanos judíos de Esparta. Un dato destacable es que la tribu de Benjamín, le correspondía la ciudad santa de Jerusalén, según reparto hecho por Moisés. No es casualidad, que Benjamín contenga la raiz Ben, que etimológicamente como se verá en posterioridad, está estrechamente emparentada con el Oso.
o
– Clodoveo y el pacto con la iglesia de Roma
Clodoveo I era nieto de Meroveo y reinó entre el 481 y el 511. Fue el primer rey franco que se convirtió al cristianismo. Cuando aquello, Roma, aunque tenía pretensiones, no tenía consolidad su posición como papado más allá de lo que era el patriarca de Constantinopla. Es más, por culpa del triunfante arrianismo, veía tambalearse su cetro en su propio territorio, si la iglesia de Roma quería sobrevivir, necesitaba una fuerza terrenal que respaldara sus aspiraciones y la halló en el hombre fuerte de la época en occidente: Clodoveo. A cambio de su apoyo y de su conversión al cristianismo, Clodoveo recibió el título de Nuevo Constantino y presidiría un imperio unificado que sería denominado Sacro Imperio Romano. Continuador del que dejara Constantino. Este pacto entre Clodoveo y la Iglesia, fue cumplido con holgura por Clodoveo. Derrotó a los visigodos arrianos, ensanchó los territorios de la Iglesia, etc. Pero no fue pagado con la misma lealtad, pues al poco sus descendientes fueron traicionados de forma ignominiosa.

– Primera traición
La primera traición ocurrió en la persona de Dagoberto II, que fue capturado por su propio mayordomo, llamado Grimoald . En éste caso, la Iglesia estuvo tentada de cometer una traición expresa, pero finalmente, dada la fortaleza que mostró el merovingio, se mantuvo fiel a él. Corría el año 674. Dagoberto II fue un buen rey pero, se había creado grandes enemigos y en el 679, otro mayordomo, Pipino de Heristal, volvió a intentarlo contra su persona. El 29 de diciembre de dicho año, Dagoberto se fue de cacería y en una de éstas, varios sicarios le dieron muerte. En el 872 fue elevado a santo por la propia iglesia católica, quizá por motivos de conciencia por haber consentido y santificado dicha traición. Sin embargo, Dagoberto II no fue el último de la dinastía merovingia. Sin pena ni gloria le sucedieron varios más, pero ya en calidad de rehenes de sus mayordomos, teniendo la apariencia de meros figurantes. Además, estos últimos reyes merovingios no pertenecían a la estirpe principal, por lo que la muerte de Childerico III en el 754, fue una mera formalidad.

– Golpe de estado
A Pipino de Heristal le siguió su hijo Pipino II, y a éste el famoso Carlos Martel, que da origen a la estirpe Carolingia. Carlos Martel murió en el 741. Diez años más tarde, su hijo, Pipino III, mayordomo del rey Childerico III obtuvo el apoyo de la Iglesia para postularse como auténtico rey. El Papa se pronunció en favor de Pipino y valiéndose de su autoridad, destituyó a uno y nombró en su lugar al otro, lo cual era una auténtica violación y traición del pacto que la Iglesia había suscrito con Clodoveo. Pipino enclaustró a Childerico III y ordenó que le cortasen la cabellera. Pasados cuatro años, murió el último rey merovingio. Curiosamente, en éste lapso de tiempo aparecieron los documentos conocidos como Donación de Constantino, que han servido hasta bien entrado el siglo XX para que el Papado gobernara en media península italiana.

– Renacimiento Carolingio u ocultación de la historia
Los usurpadores tenían muy claro que en cualquier momento se les podía poner en jaque, incluso por parte de sus propios aliados. Y bien por estrategia o por un sincero arrepentimiento, quién sabe si por superstición o incluso admiración recobrada, todos los carolingios emparentaron con las madres, viudas e hijas de aquellos merovingios a los que dieron muerte, para así, de algún modo, perpetuar su estirpe a la par que aseguraban y consolidaban su propio botín para la posteridad. Carlomagno era plenamente consciente de ésta situación y lo que se ha dado en llamar Renacimiento Carolingio, también puede interpretarse como un modo de justificar todo cuanto habían hecho sus antecesores desde Carlos Martel, al tiempo que borrar cualquier recuerdo y vestigio de la floreciente y traicionada estirpe merovingia. Pero el tiempo, de cuando en cuando, hace justicia a los hechos y ayuda a la historia a poner las cosas en su sitio. La historia de Dagoberto II fue ocultada de tal modo, que apenas se supo de ella hasta bien entrado el siglo XVII y también por esas fechas, fue descubierta la tumba de Childerico I, en 1653, hijo de Meroveo y padre de Clodoveo. Gracias a estos testimonios se ha podido rastrear esa época oculta y ocultada donde hunden las raíces casi todos los poderes terrenales que ha habido desde entonces hasta la actualidad, basados en la infamia y la traición.

Patrística católica: Estigmatización espiritual del oso
– Mala prensa bíblica
En la Biblia, son pocas veces los lugares donde el oso es citado, cosa comprensible, dada la zona geográfica los textos que la componen. Uno de ellos aparece cuando el joven David, pelea contra un oso y un león, que intentan robarle las ovejas. Samuel, 17. Otro caso, es el del profeta Eliseo, quien a modo, como hacía Artemisa, hizo devorar a manos de un oso, a unos jovenzuelos que se burlaban de su calvicie. En cualquier caso, los episodios no dicen nada bueno de nuestros amigos.

– Identificación con el diablo
A la ya mencionada identificación que hace San Agustín del oso como diabólico, se le ha de sumar cómo los padres de la Iglesia identifican con el oso, el mayor número de pecados capitales que puedan caber en un solo ser: el de la lujuria, la holgazanería, la glotonería, etc.

– Prohibición de su culto pagano
Por todo lo anterior, las distintas culturas y tradiciones paganas que admiraban al oso por su cuerpo, pero tenían por espíritu primigenio de la ciudad o del pueblo, fue prohibido por la iglesia. Por poner un ejemplo, si bien disfrazarse de animal no estaba bien visto por la iglesia, las mayores condenas y diatribas por parte de clérigos y obispos, se las llevaba el oso. Seguramente por su vellosidad.

– Suplantación del ancestral calendario osuno
Pero como quiera que las gentes, de un modo explícito o inconscientes se mantenían files y aferradas al milenario culto al oso, la iglesia no tuvo más remedio que adaptar sus festividades y suplantarlas por un curioso santoral, como se podrá comprobar. El ejemplo más claro lo representan San Martín, festividad de carácter variable, que se fijó finalmente el 11 de noviembre. Dicho día, los campesinos celebraban el momento en que el oso entraba en su letargo o hibernación. También era momento de recogimiento de labriegos, ganado, y bosque en general. A éste respecto es curioso que el nombre más común sea dado a los osos sea el de éste santo. El éxito de éstas sustituciones pacíficas, animó a las iglesias de toda Europa a hacer lo propio, o sencillamente, a animalizar a sus propios santos. Así, tenemos los casos de Santa Úrsula (21 de octubre), patrona de Colonia, y venerada en toda Centro Europa, y varias decenas más muy parecidos: San Orso de Aosta, San Ursicino de Merano, etc. También se intentó cristianizar las fechas del despertar ursino, próximas a la primavera. Como el 2 de febrero, el 14 de febrero, etc. Pero no fue suficiente. En el siglo V, para acabar con todas las fiestas osunas, el papa Gelasio, instituyó la fiesta de las Calendas. Pero una muestra de que no dio buenos resultados, es que en Francia, donde estaba muy arraigado el culto al oso, la fiesta de las Calendas, no se la denominó Chandeleur, sino Chandeleours, cuyo juego de palabra es fácilmente identificable con la figura del oso.

– Denigración del oso a manos del Santo
Una vez suplantado el oso en el calendario, era preciso hacer ver a los fieles, que los hombres de iglesia son superiores al animal de igual modo que en el Génesis, los hebreos, al hacer que las estrellas, la luna y el sol fueran creadas por su Dios, hacían ver a egipcios y babilonios, que ellos eran superiores… Así, el oso pasa a ser domado y compañero de viaje y sirviente de los distintos santos ya citados. Atado con bozal y cadena, aparece junto a San Blas, San Columbano y San Galo,Sn Adagio, etc, desempeñando distintos papeles, como tirando de un arado, llevando el equipaje de su amo en un hatillo, construyendo abadías e incluso convirtiéndose él mismo, el propio oso, en monje para fundar monasterios y abadías.

Período Carolingio: Exterminio físico del oso
– Persecución implacable
El período carolingio fue, sin duda alguna, el peor momento que ha conocido el oso en su historia, y Carlomagno, su peor enemigo. Fue él quien emprendió su persecución física y su casi total exterminio en los bosques europeos. No solo promovía a diestro y siniestro la caza del oso por todos sus dominios, sino que se ufanaba en no darle tregua en su propio hábitat del bosque al que ya por entonces, el oso había quedado reducido. Nunca antes se había acometido la tala de bosques de modo tan sistemático. Por supuesto todo ello, con el apoyo de la Iglesia Católica.

– Desprestigio
Para desprestigiar al animal, se idearon varias tretas. Una de ellas fue crear las casas de fieras en donde se exhibía al oso enjaulado, amordazado con bozal y atado con gruesas cadenas, para burla y mofa de niños y visitantes. Todos los señores gustaban de tener en su castillos y palacios, osos en los fosos, a los que exhibían como auténticos trofeos. También se fomentó la costumbre de juglares y trovadores de pasear de pueblo en pueblo y de feria en feria, con osos amaestrados a los que hacían objeto de toda burla. No deja de ser curioso, que fuera en éste periodo en el que aparecieron con fuerza las leyendas artúricas, cuyo eje central era el Santo Grial.

– Hipótesis del último merovingio
Este afán de persecución y muerte del oso, puede deberse en parte al cariño, afecto y devoción que los merovingios y antiguos sicambrios tenían por el oso. El usurpador, temiendo que el popular y pagano culto al oso pudiera esconder y disfrazar un vago recuerdo de la traición hecha por los carolingios a los merovingios, decidieron acabar con el animal, no ya en su representación ideológica, sino también, física. No obstante, también cabe la posibilidad de que los usurpadores tuvieran noticias de que algunos merovingios y descendientes de los mismos, se movieran por el territorio disfrazados de osos, aprovechando la soledad de las altas montañas. De ahí, que se realizaran tantas batidas y con tanto afán. No se estaría persiguiendo al oso, en cuanto animal, sino de un modo soterrado, a quienes todavía podían ofrecer cierta resistencia o suponer un potencial peligro en los lugres más recónditos del reino.

– El Príncipe Ursus
Uno de estos peligros, pudo representarlo uno de aquellos descendientes: Sigisberto VI, quien fuera conocido como el Príncipe Oso, que con ayuda de varios nobles que le mantenían secreta lealtad, protagonizó entre el 877 y 879 una insurrección contra Luis II de Francia.

– Amigos de los osos
Con todo, en tan nefasto panorama, todavía se podían encontrar amigos de los osos, como Pedro de Bearn (1340-1416), quien amaba los osos y los tenía en gran estima, cuidando de ellos en todas sus posesiones, o Juan de Berry, quien también sentía una gran devoción por ellos, proclamando en sus límites prohibición de su caza y conservación de sus ejemplares. Pero, curiosamente, fue en el mismísimo Aquisgran donde, pese a la guerra que le habían declarado los carolingios, durante el reinado de Carlos, el Calvo, se alzó una enorme osa de bronce.

Medioevo cristiano: El oso destronado
Ya hemos comentado cómo la Iglesia, desde los tiempos de la Patrística y San Agustín, habían declarado la guerra al oso. Pero ahora, contando también con el apoyo de los Carolingios, creyeron llegado el momento de arrebatarle su corona para entregársela a otro animal, muy inferior a su linaje, y si se me permite, hasta extraño al lugar. De igual modo que el Papa quitó la corona a los merovingios para dársela a los carolingios, se la arrebató al oso para entregársela al león.

– Oso versus León
Que el oso es más fuerte que el león, ya lo sabían en el circo romano, donde eran necesario, al menos cuatro leones, para hacer frente a un solo plantígrado. Sin embargo, el león gozaba de mejor prestigio en la Biblia que el oso, pues si bien éste siempre aparecía con tintes negativos y peyorativos, el león gozaba de cierta ambivalencia, que permitió a los teólogos hablar de un león bueno y un león malo. Siendo éste el único obstáculo para elevar al león a la categoría de rey y santo entre los animales, se decidió reconvertir al león malo, en el señor guepardo. Tras este cambio nominal y conceptual, una falsedad más que sumar al catolicismo, el león pasó a ser el rey de la fauna.

– Heráldica
Donde mejor puede apreciarse éste tránsito tan extraño por no quedar en Europa león alguno en libertad, es en los escudos de armas donde él solito, en pocos siglos, acaparó entre el 15 y el 20% de los emblemas, cantidad nada despreciable si tenemos en cuenta que quienes le siguen, como el águila, apenas llegan al 8%. Los osos fueron sustituidos por leones, salvo en algunas casas nórdicas que hasta el día de hoy se han mantenido fieles a sus ancestros.

– Arte
El pasaje literario donde también se puede apreciar esta sustitución, es en la relación que se hace en el Arca de Noé. En la Biblia, no se hace mención alguna de animales concretos, sin embargo, su representación va variando con el tiempo, en cuadros, telas, frescos… Así se puede apreciar que en los primeros tiempos el primero al entrar en el arca, era un oso. Sin embargo, más adelante el oso va retrocediendo puestos y el primero pasa a ser el león, seguido de elefantes y jirafas.
Por otra parte, al oso se le dedican toda suerte de leyendas que le dejan siempre mal parado, y con una imagen nefasta. Este es el caso del oso enamorado. En el ducado de Saboya, una joven virgen desaparece. Pasados los años, unos pastores la encuentran encerrada en una cueva lontana, en las altas montañas. En dicha cueva, ven una cama, vestidos, útiles de cocina. La muchacha cuenta a las autoridades que fue raptada por un oso y que fue el oso quien llevó allí todas esas pertenencias. Los lugareños, entonces empiezan a recordar que efectivamente los últimos años, habían desaparecido útiles de un modo extraño. Pero nadie creía en la historia de la joven. Antes bien, sospechaban que se había escapado con un mozo del pueblo rival y que vivían en pecado, hasta que apareció el oso en mitad del pueblo reclamando que le devolvieran a su amada. Los lugareños no dieron crédito, lo dejaron escapar, pero le esperaron al día siguiente y le dieron muerte.

Renacimiento y modernidad: El oso digno de lástima
– Situación bochornosa
El oso tenía ya el espacio muy restringido. El ser humano lo acosaba por doquier y se veía relegado a la alta montaña. Ello también se reflejaba en su dieta. De haber sido 80% carnívoro y 20% herbívoro, ahora su dieta pasó a ser un 40% carnívoro, un 60% herbívoro. El animal había dejado de ser motivo de caza. Ya no daba prestigio, ya no era el rey de la jungla. En su sustitución, el ciervo parecía un animal más digno de ser presa para organizar cacerías. El oso era tenido como algo bruto y vulgar. Su carne dejó de ser un manjar, y su piel apenas era apreciada para gorros y abrigos. A los nobles y caballeros de la época del Renacimiento y la modernidad, les parecía más elegante cazar ciervos y lucir en las paredes sus cornamentas. A ese punto se había llegado.

– Animal de circo
Para colmo, los osos pasaron a ser animales de circo, pero no para ser admirados con asombro, sino para divertimento de las gentes y los niños con toda clase de gracias y piruetas. Los osos mostraban todas las habilidades de que eran capaces, desde bailar, equilibristas, andar sobre toneles, etc. Ya no hacía falta ni ponerles cadenas. Su sumisión estaba garantizada.

– Literatura, cuentos y fábulas
Los osos, gracias a La Fontaine y Samaniego, pasan a ser conocidos por el vulgo, con todos los atributos de los que había hecho uso Plinio el viejo respecto a su torpeza, maldad, necedad, gula, pereza, sirviendo así de contrapunto en la moralina que destilaban las fábulas y los cuentos. Incluso en el único cuento en el que salen bien parados, el de Ricitos de Oro, los mismos aparecen como en un segundo plano y un poco bobalicones.

Romanticismo
o Melancolía. Pero lo que son las cosas, en el siglo XIX, cuando la figura del oso está totalmente denostada, vituperada, mancillada, suplantada, eclipsada, desgastada, insultada, mofada y olvidada, genera en el inconsciente colectivo un poso de melancolía, una cierta pena que aún no exenta del desprecio posibilita su rescate como veremos en el siglo XX. Así aparece de nuevo el mito de la Osa que amamanta, y el de la bella y la bestia.

o Nombres y topónimos. Son innumerables los nombres propios cuya raíz remite al oso. Así, nombres que empiezan por Ben, Bern, Bero, Bera, Born, Beorn, Per, Pern, aparte de los ya mencionados, que empiezan por Ar, Arc, Ur, Urs, etc.
También son varias las ciudades que tienen en su origen o por emblema, a un oso. Sirvan como ejemplo, la ciudad de Berna, Berlín, y la misma Madrid. Hay incluso toda una nación, como Rusia, que se considera toda ella uno oso, el Oso Ruso.

Siglo XX: La venganza del oso
– Oso de peluche
Theodore Roosevelt (1858-1919) era aficionado a la caza. En cierta ocasión fue invitado a una cacería. En el transcurso de la misma vió enfrente suyo un oso inmóvil junto a un árbol, pero cuando se dispuso a cazarlo, se percató que el mismo permanecía demasiado inmóvil y entonces cayó en la cuenta de que estaba atado al lugar. Ante esta situación, exclamó: No puedo matar a éste oso y seguir mirando a los ojos de mi hija. La situación fue retratada por un avispado reporter que le acompañaba y al día siguiente apareció en los periódicos de la época. El caso fue tan sonado, que un inteligente empresario, Morris Michtom creó el primer osito de peluche. Su éxito aún llega a nuestros días dándose el caso que en las casas reales se da la paradoja de que mientras los padres se dedican a cazar osos en su tiempo libre, en las cunas de sus retoños hay ositos de peluche conquistando la mente y los corazones para el futuro siglo XXI.

– Merchandising del oso
Hoy el oso se ha convertido en un icono de ternura y de amor. Hoy, por San Valentín, se regalan osos amorosos, entidades bancarias tienen al oso como emblema por su imagen de fortaleza y nobleza, y no son pocos los organismos ecológicos que lo sitúan en su preferencia. El oso también triunfa frente al león, en los dibujos animados. Frente al Rey León le antecedieron Balú, Yogim Bubu, Misha, Yaki, Nuka, y más recientemente, el Kung-Fu Panda.