Así como nosotros practicamos el turismo de bajo coste en países empobrecidos aprovechando la fortaleza del euro y la necesidad por la que atraviesan sus habitantes dándonos la gran vida delante de sus narices sin remordimiento alguno por un lujo indecente imposible de disfrutar de otra manera, así como los españoles practicamos entre risitas el turismo sexual en Cuba en caso de los hombres, en la República Dominicana en caso de las mujeres o en Tailandia en caso de los pedófilos haciendo allí lo que por aquí ni nos atreveríamos a intentar, de igual modo vienen ingleses y nórdicos a nuestra tierra a que les tratemos a papo de rey y de paso aprovechar para adquirir los medicamentos de todo el año evitándose el gasto en recetas en sus respectivos países de origen; Es lo que se conoce como turismo sanitario, vertiente esta de las vacaciones en la que España destaca por su excelente cobertura universal, sufragada con el solidario esfuerzo y sacrificio de cuantos trabajan y pagan impuestos aquí, inmigrantes currantes incluidos.
Aunque hay indicios preocupantes, como el alto número de jóvenes desaparecidos, de que la península Ibérica está adoptando el papel correspondiente a Méjico o Brasil respecto a los EEUU como fuente suministradora para el tráfico internacional de órganos dentro de la UE, lo cierto es que, hoy por hoy, los Anglosajones mayoritariamente nos prefieren como médicos, enfermeros, cirujanos y farmacéuticos – reservando la anterior truculenta categoría para los países del Este – dada la alta calidad de nuestra red pública sanitaria que les sale, a ellos sí, enteramente gratuita, mientras hacen que toman el Sol en nuestras playas del litoral Mediterráneo que en algún tiempo muy remoto debió ser “Mare Nostrum”.
Hace tiempo que en el Ministerio de Sanidad son conscientes del problema y le han procurado poner coto. Pero, una vez más, los amos de Europa, nos han puesto en nuestro sitio y así, esta semana nos enteramos, no sin indignación de que la Comisión Europea, nos ha denunciado por negar a los pensionistas de la UE que residen temporalmente en el territorio español el acceso a medicamentos gratuitos sin la debida tarjeta que les acredite como pensionistas en sus respectivos lugares de residencia. Concretamente se subraya que «Las normas españolas no se ajustan a la legislación de la UE, ya que discriminan a los pensionistas de otros Estados miembros» Y es que, la legislación europea sobre seguridad social determina que los pensionistas que residen temporalmente en otro país tienen derecho a recibir asistencia sanitaria en las mismas condiciones que los nacionales, empleando su Tarjeta Sanitaria Europea. Y aquí reside en mi opinión el problema y la injusticia que nos acontece.
Sin entrar a discutir la menor, la exigencia o no del documento en cuestión, que ya es el colmo que en nuestro país los extranjeros gocen de ventajas negadas a los nacionales, lo que merece se someta a estudio es esa norma errónea, pues la misma no tiene en consideración los distintos grados de cobertura sanitaria que media entre los distintos Estados miembros de la Unión, ni la condición de zona turística de la que gozan, a caso sufren, algunos de sus socios.
Mientras la UE no se dote de una Seguridad Social común para todos los ciudadanos europeos, lo más correcto sería que los Estados se pasen los unos a los otros las facturas sanitarias ocasionadas entre sí, aplicándoles a sus respectivos ciudadanos los grados de cobertura vigentes en sus marcos socio-económico-laborales, para que nadie gane ni pierda, o cuando menos los españoles recibamos un trato recíproco a modo de convenios bilaterales con todos y cada uno de los países europeos como se hace en los tratados de extradición, pues no es de recibo que aquí les estemos atendiendo gratuitamente a toda Europa y cuando nos pongamos enfermos fuera de nuestras fronteras, tengamos que hacer frente al famoso copago.
Por supuesto, me siento muy orgulloso de que en nuestros hospitales, ambulatorios y farmacias se atienda por humanidad a cualquier indocumentado que se presente con una necesidad o urgencia médica. ¡Faltaría más! Pero una cosa es ser bueno y otra muy distinta ejercer de tonto habitual, que es por lo que nos han debido tomar los jubilados anglosajones, auténticos merecedores de que se les aplique la inhumana Ley de Extranjería. Para que luego vengan los de siempre a meter odio contra nuestros hermanos de América Latina por venir a trabajar y contra los negros africanos que por no tener papeles, visitan más la cárcel que el hospital.