Memoria es la capacidad de registrar, conservar y evocar experiencias pasadas sean ideas, imágenes, acontecimientos, sentimientos, o cualquier otra forma en que intervenga la acción mental. Según su duración, la hay “Sensorial” cuando la huella desaparece tan pronto el objeto de la impresión deja de estar presente al sentido que lo recibe, motivo que nos permite gozar de una película varias veces; “Inmediata” cuando mantiene la información entre uno o dos minutos para que no se nos vaya de la cabeza una fecha que hemos de señalar en la agenda después de haberlo acordado por teléfono; “Reciente” si perdura la información durante un periodo más o menos prolongado pero limitado, verbigracia, dos o tres semanas mientras estudiamos para un examen; Y finalmente, “Remota” que retiene para siempre, por ejemplo, los recuerdos de infancia. También podemos clasificar la memoria por su función o contenido: Así hablamos de “Referencial” cuando remite a las experiencias pasadas relacionando unos conocimientos con otros; “Operativa” de aplicarse a procesos activos continuos o repetitivos, que aflora en los ensayos o en la famosa memoria musical donde la mano del pianista sabe tocar la partitura aunque el ejecutante no se sepa las notas de memoria; “Episódica” especializada en el almacenaje de acontecimientos externos a la mente y aún a la experiencia propia; “Semántico-categorial” responsable de recordar colecciones de nombres, clasificación, conceptualización, todo cuanto sea permanente o tenga pretensión de serlo en el universo del sujeto, como los parentescos sin ir más lejos; “Implícita” que subyace a todo aprendizaje de masticar, andar y resto de actos que casi hacemos de modo inconsciente; Etc.
Y según sea la Escuela dedicada a investigar la memoria, el etcétera superaría con creces a la lista de los Reyes Godos. Sin embargo, de entre todas las memorias, la más oportuna para el caso que nos ocupa, es la olvidada “Memoria Selectiva”, porque si efectivamente la historia la cuentan los vencedores, nuestra memoria personal no es más neutra u objetiva: no es neutra debido al influjo social de las cosas que debemos recordar como son nacimientos, cumpleaños, bautizos, comuniones, bodas, entierros, efemérides, finales de Copa, Mundiales…con cuyo conjunto el ciudadano conforma su pequeño álbum pret a porter de felicidad. Y no es objetivo, entre otros motivos, porque no somos objetos, sino Sujetos. En consecuencia, nuestra memoria siempre sitúa al Ego de protagonista, aun cuando no lo fuéramos; ello nos permite contemplarnos como héroes de la acción, sufridas víctimas de toda injusticia, merecedores de cualquier reconocimiento, pioneros de una idea, quienes propusimos a tiempo la solución, los que ya advertimos el peligro cuando nadie lo percibía…
El origen etimológico del concepto proviene de la diosa griega Mnemosine, hija de Urano y Gea, fuente de la que bebe toda la intelectualidad clásica pues de su unión con Zeus nacieron las nueve Musas de las artes y las ciencias: Calíope-poesía épica; Clío-historia; Melpómene-tragedia; Talía-comedia; Euterpe-música; Terpsícore-danza; Erato-lírica; Polimnia-canto y retórica; y Urania-astronomía. Mas, a mi entender, aunque no lo quieran reconocer ni los mitólogos ni los lingüistas, también tuvo un hijo secreto llamado Memo, aquel que repetía sin cesar los conocimientos pero sin haber aprendido nada de ellos, como sucede a muchos eruditos.
Reconozco abiertamente que no haberme molestado en ojear ni en hojear el ejemplar de “Memorias” de Aznar. ¿Para qué? Para tener una impresión sesgada, parcial y falsa de su mandato, prefiero la mía que de haberme contratado como negro literario se la hubiera redactado con su voz de teleñeco como sigue:
¡Mire Usted! Yo al principio de mi carrera política era tardofranquista cosa de la que no me arrepiento porque gracias a ello he llegado a donde he llegado en España. ¡Je, je! Es verdad que escribí algunos artículos contra la Democracia; cuando aquello, no tenía otras armas con las que defender los valores del Movimiento. Con mi salero vallisoletano y el gesto charlotesco que dicen que tengo fui aupado de rebote a la presidencia del Partido Popular desde donde me negué a condenar el Alzamiento. Sin el menor carisma y menor capacidad oratoria, me hice Presidente del Gobierno al salir ileso de un zambonbazo de ETA. Durante mis ocho años como gobernante privaticé cuantas empresas públicas me fue posible y se las entregué a amiguetes quienes a mi salida de Moncloa me reservaban puestos bien remunerados en los órganos de dirección de las empresas beneficiadas; Tanto es así, que renuncié a ser miembro permanente del Consejo asesor del Estado. Como Presidente tuve que revelar que hablaba Catalán en la intimidad y aprender inglés ¡Figúrese! Me vi en la obligación de hacer amigos entre los terroristas a los que llamaba “miembros del Movimiento de Liberación del Pueblo Vasco”; pasé noches sin dormir planificando la Reconquista de Perejil, o aguardando noticias sobre si nos había salido bien el Golpe en Venezuela. Pero también me lo pasé como un enano en el rancho de mi amigo Bush quien cariñosamente me llama Ansar “Ansar ve a la ONU y di esto” “Ansar ve a Chile para esto otro” y yo, como un perrito fiel siempre hice cuanto me pedía con la esperanza de recibir una medallita del Congreso de los EEUU que nunca llegó…A cambio, me colocó de Profesor en la Universidad de Georgetown, una experiencia inolvidable “Ay jaf a lot of friends jiar”. Todavía me emociono al recordar lo bien que lo pasábamos con los pies en la mesa fumando puros; a su lado me sentía como “Miniyo y el Dr.Maligno”: que él hacía la guerra en Irak yo llevaba el portaviones, que había que bombardear Afganistán, allá iban nuestros soldados. Me hacía sentir importante. Todos me respetaban. Sabían que si se metían conmigo venia el primo de Zumosol. Pasé tanto tiempo a su lado que se me pegó el acento tejano. Y cuando nos disponíamos a ser amigos para siempre tras la foto de las Azores y estábamos trabajando en ello…se fue de la Casa Blanca y todo cambio a peor: se descubrió lo poco que nos importan las tropas que luchan por la democracia con el accidente del Yakolev, lo poco que nos importa el medio ambiente con el hundimiento del Prestige; Un atentado en Madrid puso punto final a lo que había sido mi mandato de mentiras y falsedades. Por eso, siempre estoy con la Botella al lado, recordando tiempos más felices y exclamé públicamente aquello de ¿Quién me va a prohibir a mi beber o no beber una copa más cuando voy a conducir”.