Del escándalo municipal como publicidad local

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Desde hace décadas, mi pueblo natal, Castro Urdiales, año sí, año también, es capaz de sobresaltarme, por temas de corrupción, durante mis tranquilos retiros creativos coincidentes con periodos no lectivos, cuando ni familiares, amigos o enemigos, están en condiciones de lograrlo dadas las medidas de seguridad que tomo a propósito como, por ejemplo, apagar el móvil, no abrir el correo electrónico o mantener en absoluto secreto el escondite, proeza conseguida gracias a los medios de comunicación que no dejo de consultar a diario ni aun en dichos periodos de aislamiento.

Siempre he pensado que Castro no merecía imagen tan perjudicial cuanto distorsionada de su realidad, más todavía, cuando la misma era debida a sus representantes democráticos, nunca a sus gentes dedicadas a trabajar de modo honrado en pos de atraer un turismo de calidad con fiestas como “El Coso Blanco”, tradiciones culinarias como los caracoles por San Andrés, Congresos Internacionales de Matemáticas o la más pintoresca representación de Semana Santa en un marco incomparable pese a los desmanes urbanísticos cometidos con el permiso del Ayuntamiento, todavía citable entre los rincones más bellos del mundo con la Iglesia de Santa María, el Puente Romano, la ermita de Santa Ana, y el Castillo del faro, con el mar azul de fondo.

Esta ha sido mi impresión, hasta que el otro día, viendo el Telediario, por enésima vez, fui sorprendido cuchara en mano, con una polémica vecinal acerca de la representación de gaviotas en el escudo municipal encargado por el Alcalde. Lo curioso de la noticia, fuera de los Santos Inocentes, me desvió la mirada del plato a la pantalla. Y allí estaba ¿Cómo no? ¡Castro Urdiales! saliendo en esta ocasión, por algo simpático comparado con otros lamentables incidentes que nos han convertido en pasto de titulares, cámaras y fotógrafos. Tanto así, que al instante advertí, arrastrado por su ingrediente artístico metido en medio de la polémica un marmolista cuya mirada estética confunde vulgares nubes con populares gaviotas, el enorme potencial turístico-publicitario que el caso podría suponer de saberse conducir el tratamiento de la información, teniendo como horizonte lo sucedido en Borja con el mundialmente famoso “Ecce homo”. Por desgracia, el mismo corte informativo recogía la pronta reacción del Consistorio anunciando que llamará a capítulo al autor, con intención de conminarle a corregir la ambigüedad denunciada entre risas por los vecinos y lo que se supone son nubes, dejen de parecer gaviotas del PP.

Mientras rumiaba dirigirme a Ivan González, buen Regidor de momento, lamentablemente vinculado al Partido Popular, para disuadirle de cualquier rectificación de la ambigüedad que daría al traste con el posible atractivo turístico apuntado, como le arrebataría todo encanto a la Gioconda saber si el retrato es de mujer u hombre, el eliminar la inclinación a la Torre de Pisa, o vaciar de agua los canales de Venecia por aquello de evitar su inundación, caí en la cuenta de que, a lo mejor, tanto este asunto como los anteriores, no fueran lo que parecen: casos aislados sacados a la luz contra la voluntad de los mandatarios del municipio implicados en ellos, sino cíclicas campañas de una sofisticada estrategia publicitaria diseñada por expertos en mercadotecnia destinadas a captar la atención mediática que se nos niega por muchas ediciones de FITUR a las que acudamos con nuestras excelencias y no poco desembolso público.

Todos somos conscientes de que para el Telediairio sólo existen cuatro nombres en el mapa dignos de ser mencionados Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia; los demás, ha regañadientes, han asumido pugnar por su cuota de pantalla manteniéndose como sea en Primera División, pues de caer a Segunda, sólo las bajas temperaturas verbigracia sucede con Toledo, Teruel o Soria, los desastres naturales como ocurrió con Lorca, los accidentes de tráfico a la altura de poblaciones como Calatrava o los sangrantes casos de violencia machista, les rescatará del olvido en prensa, radio y televisión. Es en esta tesitura que, inspirado por el eco mediático cosechado por mi querido Castro, propongo que ciudades como Estella, Cuenca, Zamora…sopesen la posibilidad de explotar en este sentido sus casos de corrupción por menudos que sean, o en su defecto, crear artificialmente pequeños escándalos en su política doméstica de toda índole desde un simple rumor sobre un “affaire” entre una Alcaldesa cincuentona del PP con un joven concejal de Batasuna, que daría para sucesivas secuelas en forma de desmentidos, querellas e invitaciones para asistir de invitados a programas de cotilleo, hasta una trifulca programada por los partidos de gobierno y oposición ante las cámaras de la TV local cuyo video aparecería en todas las cadenas del planeta, que además lo petaría en Youtube, corriendo como la pólvora en las redes sociales; todo vale, a fin de hacer sonar sus nombres al gran público en horario de máxima audiencia, de no querer resignarse a aparecer esporádicamente en documentales de la 2 que sólo ven los lugareños afectados con inusitada ilusión, precisamente por lo extraño del fenómeno al que no están acostumbrados.