Siete estratagemas para evitar la Navidad

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Llevo casi toda mi vida procurando evitar las Navidades por el profundo daño emocional que me producen y el que puedo llegar a ocasionar a otras personas con mi comportamiento asocial durante este aberrante periodo del año. Por ello, me considero todo un experto en la materia y creo poder servir con mi experiencia a cuantos a semejanza mía, desean pasar estos días como los de Semana Santa, o sea, ¡sin pena ni gloria! sin sentir otra cosa más allá de lo que pueda ofrecernos unos momentos de asueto y jolgorio colectivo como los que nos aportan por ejemplo el Puente de la Constitución, que ni nos llena de gozo por dotarnos de un texto de Derecho-ficción, ni nos embarga una sensación de enorme angustia por ver diariamente incumplidos sus artículos y disposiciones. Pues bien, a continuación les presento mis siete mejores estratagemas para evitar la Navidad de forma incruenta, al margen de otras fórmulas más estrambóticas, como montar el pitote durante comidas y cenas al objeto de que infructuosamente no te inviten al año siguiente, acudir borracho a la Noche Buena, romper la vajilla de la abuela el día de año nuevo, llegar tarde a la cena de Noche Vieja, hablar de la muerte y otros problemas existenciales a los mayores, revelar la verdad a los pequeños de la casa sobre los Reyes Magos…

Primera estratagema, trabajar mucho esos días: decía mi profesor de textos Apocalípticos, Jáuregui, que “lo contrario de una verdad profunda, a veces, puede ser otra verdad profunda”, reflexión de la que extraje que es posible combatir un gran error con otro gran error, máxime cuando la lógica formal nos permite deducir del condicional, verdad de la falsedad. Así, para rebajar los nocivos efectos de la Navidad, nada mejor para los espíritus vagos y perezosos como el mío, que trabajar a destajo durante estos días como no se ha hecho en todo el año. Ello requiere de planificación desde el verano, hablando con los amigos para que te cedan sus horas extras esas jornadas y ofrecerte al jefe para hacer los turnos de noche en las fechas señaladas, por supuesto sin que lo sepa tu familia para poder presentarte ante ellos afligido por la circunstancia y recibir todo el amor misericordioso del que son capaces; Mas, si usted como yo, no tiene la suerte de tener jefes a los que poder echar la culpa de su ausencia, entonces, ha de aplazar el máximo de compromisos laborales o tareas domesticas para llenar todas las horas de su agenda entre el 23 de diciembre y el 7 de enero. De este modo, el estrés hiperactivo, no deja hueco al estrés navideño y usted podrá reducir los estúpidos tiempos de felicidad y prosperidad colectiva a su mínima expresión, entiéndase, la justa duración de las comidas y cenas programadas en el calendario. Además, ello le proporcionará un esplendido tema de conversación continuo sobre lo que tiene pendiente, por estar allí presente, de modo que si lo desea, podrá abandonar la mesa con la escusa de tener que hablar por el móvil para atender cualquier asunto urgente.

Segunda estratagema, irse de vacaciones a un lugar exótico no cristiano: cuando me enteré que varios escritores como Goytisolo tienen su residencia habitual en países musulmanes, descubrí la posibilidad de escapar por completo a la radiación navideña precisamente yéndome de vacaciones a lugares donde no se celebra esta fiesta. Esto era fácil de conseguir hace 25 años, cuando los vuelos eran caros y no estaba de moda escapar de la Navidad. Ahora, si se opta por esta segunda estratagema, se ha de poner mucho cuidado también en que el lugar escogido, a parte de ser no cristiano, no albergue una nutrida presencia de turistas de esta religión que puedan amargarte tu estancia, como sucede en el Estado Judío de Israel.

Tercera estratagema, retirarse a una zona de sol y playa: muy relacionada con la anterior, sin embargo, irse de fiesta a un lugar de sol y playa, posibilita diluir el espíritu navideño entre la arena y las altas temperaturas sin necesidad de abandonar el marco de referencia cristiano, dato no baladí, tal y como están las cosas fuera de Occidente donde cualquiera de nosotros, puede hacer de pavo de acción de gracias en manos de Al Qaeda. Las Navidades menos infelices que he pasado en mi vida han sido en las Islas Canarias, donde entre flotadores, sombrillas y hoteles de cinco estrellas, nada me recordaba la típica postal de este periodo invernal, sin abetos nevados, ni trineos, bufandas, renos, etc. Por supuesto, esta estrategia es del todo estéril para quienes viven en zonas cálidas y detestan la Navidad. A esta pobre gente, en cualquier caso, le puede venir bien cambiar de entorno, donde nada le recuerde que es Navidad. A tal efecto, ingresar en un asilo o si lo prefiere cometer algún delito para pasar la noche en un calabozo municipal, puede ser una buena opción.

Cuarta estratagema, entregarse a los demás: una de las formas de desbaratar un argumento falaz, es reduciéndolo al absurdo. Hete aquí que, una forma infalible de combatir la Navidad que rezuma solidaridad, amor y felicidad, consiste en dedicar todo tu tiempo del 23 de diciembre al 7 de enero a tareas humanitarias, ayuda a los pobres y socorro de marginados, indigentes y necesitados. Con la coartada de ser solidario, puedes evitar a los seres que más te hacen sufrir en esta vida, porque tienes que pasar la noche dando de comer a los mendigos o recogiendo de las calles a la noche a los pordioseros de los pordioseros para que no se mueran de frío ¡eso es lo que Jesús hubiera querido!. Esta cuarta estratagema, a diferencia de las anteriores que requieren de colaboración externa en el caso laboral o disponer de cierto capital para poder viajar, siempre está a disposición de uno en la medida que lo desee, pues siempre hay gente que está en la miseria material y a los que uno puede salir a ayudar desde las 6 de la mañana con un termo de café y bizcochos, hasta las 12 de la noche con un caldo y mantas. ¡La escusa perfecta para no ser feliz a la fuerza!. Si la primera estratagema te permitía hacerte el victima, la segunda y tercera elevarte al rango de viajero trotamundos y dar envidia a los demás, esta cuarta estratagema, te permite pasar por bueno y solidario, por lo que nadie te reprochará no pasar las navidades con ellos.

Quinta estratagema, vivir espiritualmente la Navidad: aunque tu sepas que lo que verdaderamente se festeja en la Navidad es el Solsticio de Invierno o el nacimiento del Sol, la renovación de la naturaleza, Mitra, y un largo etcétera mitológico, ¡cállatelo! y aprovecha su ignorancia para animarles a todos a festejar la Navidad de forma religiosa y espiritual. Ello consistiría en pasar esos días lo más silenciosamente posible, orando y rezando a todas horas, al despertar, antes y después de desayunar, antes y después de comer, antes y después de merendar, antes y después de cenar y antes de dormir, agradeciendo estar todos juntos, acordándote de los seres queridos fallecidos, pidiendo por los pobres que no tienen donde cobijarse ni de comer, a quienes no se debe ofender con copiosos banquetes y excesivos manjares, por lo que durante esas fechas debe primar el ascetismo culinario, pues el Niño Dios lloraría de pena de saber que somos capaces de tanto derroche con tanta miseria a nuestro alrededor. Evidentemente nadie a tu alrededor querrá festejar así la Navidad y tu tendrás la tapadera perfecta para vivir esas señaladas fechas en un retiro espiritual sincero, en algún paraje bucólico como el Monasterio de Silos o el de La Oliva.

Sexta estratagema, ponerse enfermo: en Invierno, es fácil los días previos a la Navidad, mientras los medios de comunicación no paran de dar la lata para que consumamos, coger algún resfriado o el virus de la gripe. Normalmente procuramos evitarlo en lo posible, pero a partir del día de la lotería, usted pude salir a la calle más descamisado que de costumbre o cumplir con el mandato cristiano de acompañar a los enfermos para ver si pilla la gripe y le tiene en cama al menos semana y media. Esta fórmula, no siempre funciona, por lo que, en más de una ocasión, es necesario saber fingirla adecuadamente para espantar a parientes y amigos plastas que deseen visitarte durante estos días. En casos extremos en los que usted corra el riesgo de verse encamado, rodeado de su familia todo el día y para colmo apartado de probar exquisitos bocados, siendo en su caso así peor la enfermedad que el remedio, le aconsejo ir a urgencias un viernes a la tarde, que por bueno que esté, no le darán el alta hasta el lunes por la mañana.

Séptima y última estratagema, rebajar al máximo tus deseos y expectativas de felicidad: El estoicismo es posible que no ayudara mucho al progreso de hominización, pero sí ha hecho mucho por la humanización del Hombre al abrirnos una salida por defecto a nuestras limitaciones. Así, el enorme disgusto que sentimos al intuir la gran brecha que separa nuestros deseos de felicidad de nuestras experiencias cotidianas, podemos evitarlo en parte, rebajando nuestros anhelos existenciales y resolviendo nuestras abstractas voliciones en áreas más concretas a las que dirigir nuestra intención. De este modo, en vez de desear ¡Feliz Navidad! Y ¡Próspero Año Nuevo! uno puede conformarse con tener algo de ¡Paz y Tranquilidad! Eso es lo que yo he buscado durante toda mi vida sin conseguirlo…Por eso, ahora me contento con desear estos días ¡Comer mucho! Y ¡Engordar poco! Lo de ser feliz…se lo dejo a otros.

Feliz vanidad

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Desde la humilde tradición familiar del nacimiento, hasta la más sublime faceta artística, todos escogemos los pasajes evangélicos de Mateo y Lucas para ilustrar el espíritu navideño, cuando a mi entender, el texto que mejor describe el ánimo con el que la época presente evoca sus episodios, es Eclesiastés, donde Qohelet pronuncia su sentencia Todo es Vanidad Parecerá paradójico que un texto que trata de la Vanidad, tenga algo que enseñarnos al respecto. Sin embargo, pronto apreciaremos que Navidad y Vanidad guardan entre sí una relación mayor que el mero juego de letras que propicia el castellano.
A día de hoy, querámoslo o no, la Navidad es vanidad por cuanto hace alusión a lo vano, a lo hueco, a lo vacío y a lo carente de realidad, identidad o sentido de una pretendida fiesta que detrás de tanto fasto, lujo, y derroche, de tanta luz, color y decoración, de tanto bullicio, ajetreo y alboroto, de tantos abrazos, regalos y felicitaciones… está desprovista del genuino significado que la viera nacer. Y por cuanto, también, hace referencia en la esfera individual a la deformación de la personalidad que padecemos cuando exageramos nuestra autocomplacencia narcisista, orgullosa, y egoísta, en el plano moral en el que nos movemos, que dificilmente podemos doblegar en pos de obtener la artificial atmósfera navideña de paz, amor, solidaridad, concordia, y armonía general evanescente. Ante tan crítica situación, a la débil conciencia, sólo le resta inmolarse en el inútil intento de torcer el rumbo de los hechos, o bien aceptar la realidad tal cual es. La mayoría optamos por ésta segunda alternativa.
Y es aquí donde Qohelet nos expone con toda crudeza la vanidad del mundo, lo inútil de todo esfuerzo por acumular riqueza, lo efímero de cuanto consideramos importante, lo falso y engañoso de toda ostentación de poder, lo aparente e ilusorio de todo pretendido conocimiento, lo estéril de todo proyecto emprendido… En definitiva, el sinsentido y absurdo de la vida humana, vanidad entre vanidades. Pero Qohelete, que se pronuncia desde su desdicha al comprobar que todo cuanto le rodea es vanidad, no nos hace partícipes para que nos entreguemos sin más, al alegre Carpe diem antiguo de Horacio, o al deprimente Nihilismo contemporáneo de Nietzsche, sino para que tomemos conciencia del hecho, y sepamos sacar el único provecho que a su juicio es posible obtener para todo hombre en su corta existencia, a saber: comer y beber en compañía. Enseñanza ésta, que curiosamente para nuestra sorpresa, coincide plenamente con lo que hace la mayoría de la gente durante la Navidad.
Por consiguiente, si al individuo no le está permitido celebrar la fiesta en soledad, por muy genuino y sincero que sea su íntimo sentimiento, y por contra, la sociedad en la que vivimos parece haber renunciado irremediablemente a tan noble propósito… sólo nos queda disfrutar su Vanidad, comiendo, bebiendo y deseándonos unos a otros ¡Feliz Vanidad!