Quienes declarándonos abiertamente católicos, opinamos que abortar no es plato de buen gusto para ninguna mujer que esté en sus cabales, entre otros motivos porque no es como cortarse las uñas, habremos de aceptar que tampoco lo sea para cualquier médico, cirujano, anestesista, enfermero o sanitario, aun cuando como en el caso del verdugo de Texas, sea su trabajo, motivo por el que no podremos negarle a ninguno de ellos la posibilidad legal que se le ofrece a la ciudadana de elegir en un asunto que concierne a su conciencia. Otro gallo cantaría, si sólo nos presentásemos como militantes, votantes o simpatizantes del PP o del PSOE organizaciones que buscan hacernos el mayor mal posible, en cuyo caso, además de estar a favor del aborto, estaríamos en contra de cualquier objeción.
Por primera vez, desde que se aprobara la modificación de la Ley del aborto donde se recoge la objeción para «los profesionales sanitarios directamente implicados en la interrupción voluntaria del embarazo sin que la calidad asistencial de la prestación puedan resultar menoscabada» un tribunal se ha pronunciado en contra del derecho a la objeción de un médico de cabecera para no informar a la interesada sobre la cuestión por estimar el juez titular del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo número 3 de Málaga. Oscar Pérez, que ello, no afecta al núcleo duro de su libertad de conciencia, pues, aun reconociendo que informar a las mujeres sobre los pasos para abortar dificulta al médico el pleno ejercicio de su derecho a seguir su conciencia, en cambio, no puede olvidarse la condición de empleado público del recurrente y que frente a su interés privado se contrapone e impone el interés público.
Seguramente los jueces y políticos de nuestro país entienden por juramento hipocrático algo parecido a la actitud que todos ellos mantienen respecto a la ley y su aplicación, por no saber más de la cultura griega que lo insinuado en el Banquete de Platón. Resulta que esta sentencia contra la objeción de un médico que no desea intervenir ni directa ni indirectamente, ni por activa ni por pasiva en la práctica de un aborto, contrasta en el tiempo con la admisión de las autoridades Estadounidenses de la objeción y plante de los anestesistas de aquel país para no enseñar el oficio a los futuros verdugos que se ocuparán directamente de suministrar la inyección letal a los condenados a muerte. Es más, la OMS ampara y protege el derecho a la objeción de conciencia anteponiendo el Juramento Hipocrático a cualquier otra legislación, cosa que es respetada en todos los países civilizados, pues sólo regimenes como el Talibán forzaron por ley a médicos cirujanos a intervenir en la ejecución y amputación de miembros a los penados. La cuestión entonces estribaría dónde está el límite de la conciencia para poder objetar con derecho.
Yo lo tengo claro: como quiera que participo del Idealismo Fichteano, para mi, la Conciencia llega hasta donde se la deje; Por ejemplo, este juez podrá dormir tranquilo sin darse cuenta de que con su sentencia está en espíritu en todas y cada una de las interrupciones voluntarias del embarazo, como lo están todos y cada uno de los congresistas que votaron a favor de esta Ley criminal. Pero vean ustedes el alcance de la Conciencia a dónde puede llegar: hace poco, en todos los EEUU han tenido que suspender sine die las ejecuciones que tenían previstas para este 2011 ¿Saben por qué? Porque los trabajadores, empleados y ejecutivos de las industrias europeas sitas en Gran Bretaña y Alemania que tienen la patente para fabricar un ingrediente esencial del compuesto letal que se le inyecta al condenado a muerte, cuál es, el pentotal sódico, se han negado a venderlo e incluso a fabricarlo, para no verse implicados en las ejecuciones que se realizan a miles de kilómetros en otro país y por otras personas. Hasta ahí llega la conciencia.