En matemáticas se denomina “fractal” a aquel objeto cuyo esquema básico, fragmentado o irregular, se repite en diferentes escalas; en la naturaleza esta curiosa disposición aparece desde el Microcosmos en las estructura subatómicas hasta en el Macrocosmos en algunas Galaxias y Cúmulos, pasando por las conexiones neuronales, los nervios de las hojas de las plantas, la propia hoja de un helecho, una caracola, un cactus, erizos, cristales, copos de nieve, olas en el mar, dunas en el desierto, nubes en el cielo…enigmáticas figuras de un orden divino que los mándala tibetanos aspiran recrear desde su fugaz dadaísmo estético espiritual.
Hace tiempo que los hechiceros de la economía observan con detenimiento los denominados dientes de sierra que dibujan las distintas gráficas de los índices económicos buscando en sus siluetas, ciclos y repeticiones con las que poder anticiparse al curso de los acontecimientos, queriendo ir más allá de lo aventurado por la Biblia sobre siete años de vacas gordas y vacas flacas. Se podría decir que trabajan sobre la secuencia de un fractal. Empero, lamentablemente, no es a esto a lo que me refiero exactamente…
Por primera vez en la Historia, durante el Siglo XX una parte de la humanidad Occidente, consiguió esquivar de modo estable el desabastecimiento de bienes y alimentos, produciendo estos a tal extremo de poder con ellos satisfacer las necesidades básicas de todo el mundo y desahogar a la especie y a los individuos de la dura carga de la incertidumbre ante una mala cosecha, una epidemia o una guerra puntual provocadas generalmente por su escasez por muy ahorradoras que fueran las gentes, previsores sus gobernantes o virtuosas las leyes y costumbres de los pueblos como tantas y tantas veces ha sucedido. Sin embargo, la ventaja material de una parte de la humanidad, no se repartió por el orbe, sino que se mantuvo limitada en una pequeña porción geográfica y unos determinados pueblos donde se redujo la jornada laboral, los precios se estabilizaron frente a la inflación, la clase trabajadora veía como crecían sus salarios y su poder adquisitivo, en definitiva, donde la prosperidad de la comunidad en cierta medida se veía repartida en pensiones, sanidad y educación universales, proclamación de derechos, libertades civiles, instauración de la democracia, y todas esas cosas que en las cuatro quintas partes del planeta eran meras quimeras, más que nada, porque todavía estaban por resolver asuntos vitales como el hambre, la enfermedad, las sequias que diezmaban de continuo sus sociedades por si no era poca la explotación colonial de la que habían sido objeto hasta entonces a manos de aquellos pueblos desarrollados.
Quien desee comprender los motivos histórico-antropológicos por los que la situación geopolítica-económica del planeta describió tan paradójica silueta en cuanto descomunal prosperidad y flagrante desigualdad habiendo tanta abundancia global, hallará la mejor respuesta en la magistral obra de Jared Diamond “Armas, gérmenes y acero”. Sin embargo este mismo autor y cuantos le sigan se las verán para dar cumplida explicación racional del fractal que de dicho modelo general se está configurando actualmente a escala Occidental.
Así es; En vista de que los planes del FMI y el BM, lejos de favorecer el desarrollo en los países tercermundistas ha conseguido no sin esfuerzo de la ONU, la Cruz Roja, la UNICEF, y el tropel de Oenegés que viven de mantenerlos en la miseria, introducirlos en vías de subdesarrollo, lo siguiente en pos de la pretendida homogeneidad global a la que dicen los tertulistas nos encaminamos, parece que es reproducir entre nosotros a pequeña escala occidental lo que sucede a gran escala a nivel mundial. Para entendernos: que no habiendo problemas de desabastecimiento ni en bienes, alimentos ni energía, sin problemas de alfabetización, ni de formación laboral, ni sanitarios, ni catástrofes naturales graves, suceda que haya gente que pase hambre, frio, muera desatendida no encuentre trabajo y de encontrarlo sea sin derechos y mal pagado.