El sacrificio de los políticos

Con el inicio de las vacaciones, las Sanjuanadas y otras fiestas, la Vicepresidente del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría, no ha recibido de mi parte la debida atención que merece, leída a todo corre-corre en titulares sobre que “ha llegado la hora del sacrificio de los políticos”.

Hablar de “Sacrificios” entrados en el siglo XXI puede parecer poco menos que un anacronismo. No obstante, las sociedades humanas, demandan de continuo “Sacrificios” sólo que en la actualidad, en vez de dirigirse a los dioses, son remitidos a la Producción: a ella entregamos nuestro tiempo familiar en el trabajo, nuestro tiempo de descanso en el consumo, la infancia de los pequeños empupitrada en los almacenes de niños para que no estorben y sus dos progenitores no dejen de trabajar, la vejez de los ancianos en los tanatorios residenciales con idéntico propósito, los muertos laborales, los muertos en carretera, etc. Sin estos sacrificios, nuestras sociedades avanzadas no podrían funcionar, al menos como funcionan a base de sangre sudor y lágrimas.

El vaticinio de la Vicepresidente, puede sonar a retroceso cultural, por cuanto creíamos muy superado el estadio de barbarie en la civilización humana. Pero cuanto más comparo aquellas costumbres ancestrales donde el resultado del combate de dos jefes decidía la suerte de los suyos, o el sacrificio de uno solo servía para expiar la culpa de todo un pueblo, con nuestras guerras y la miseria generalizada, pues como que en su atraso sólo contemplo la virtud y en nuestro modelo, la decadencia.

De momento, no estamos faltos de proteínas animales, acaso por ello, antropólogos como Marvin Harris, no apoyarían la recuperación de los “Sacrificios humanos” como procedimiento social para conjurar los males que acechan a nuestra armonía colectiva. Sin embargo, soy de la opinión de que la sangre vértebra desde el australopiteco el conjunto material-espiritual del desarrollo humano demandando de una u otra forma sea derramada para satisfacer el impulso vital que guía el progreso. Cuanto más procuramos esconder este instinto animal, con mayor virulencia se empeña en hacerse presente y no es casualidad que tras buscar el modo de camuflarlo por medio del deporte de masas en las Olimpiadas a finales del XIX, es cuando precisamente se han declarado oficialmente durante el siglo XX al menos dos Guerras mundiales con varios vegetarianos al mando de los ejércitos.

Las Élites extractoras, cometen un grave error confiando su destino a la cantidad de sangre esclava vertida, en vez de ligarla a la calidad de su procedencia. Ello es rasgo inequívoco de su todavía pertenencia remota a la clase inferior productiva de la que procede. Que esto es así, lo prueba el hecho del entusiasmo con que los esclavos participan de dicha idea cuantitativa, prefiriendo que mueran muchos de rango social inferior a la cualitativa donde sólo unos pocos miembros de las capas nobles de la sociedad podrían enjugar con su entrega ejemplar los peligros que se ciernen sobre la comunidad.

El error estriba en que, al no sangrarse metodológicamente la casta superior, esta no puede hacer otra cosa que crecer. Su aumento, exige de una parte un mayor número de sacrificios a los esclavos cosa que genera malestar y revueltas, y de otra, mayor grado de lealtad entre las distintas facciones de la élite que conduce inexorablemente a Guerras civiles y tensiones palaciegas. De todo ello sobreviene el denominado “Colapso” como bien subraya Jared Diamond en su obra homónima.

Como miembro de la Élite, hace tiempo que vengo requiriendo una disminución de los sacrillos humanos, aunque de mayor calidad. En consecuencia, me sumo sin reservas a las sabias palabras de nuestra Vicepresidenta exigiendo el sacrificio de Políticos, porque el tiempo de dar ejemplo, se ha agotado sin haber dado ninguno. Ahora, se hace necesario derramar la sangre en plaza pública sino en directo durante los mítines electorales, en ruedas de prensa televisadas en pantallas de plasma, para que la población perciba nuestro compromiso sellado con un pacto de sangre y que de verdad estamos dispuestos a todo para salir de la crisis.

Espirindustrialidad

Unida la pensión de los esclavos a su esperanza de vida, lo suyo es no perder el tiempo de los vivos para entregárselo a los muertos en fútiles ceremonias como si estos no tuvieran ya suficiente con la eternidad que les queda por delante y menos aún, para despedirse de modo tan neandertal como el que se acostumbra por estos lares, enterrando cadáveres y echándoles flores encima, atrasadas prácticas nacidas sino de la higiene, sí del miedo y la superstición de nuestros ancestros durante el Paleolítico Medio.
Los sacapuntistas morales que ven peligrar su confortable coartada disimuladora, no han tardado en tildar de insensible, miserable e inhumano al responsable de relaciones laborales de la CEOE, José de la Cavada, quien en un alarde de vanguardia ética nadando con la corriente, considera excesivos los cuatro días de permiso que el Estatuto de los Esclavos otorga por defunción de un familiar de primer grado cuando es necesario pernoctar porque, los medios de transporte actuales no son los mismos que durante el franquismo y principios de la Democracia que en su opinión fueron declarados «pensando que los viajes se hacen en diligencia”, sin percatarse que en su denuncia no hay otra cosa que el desprendimiento de la conciencia científica-neoliberal apostando fuerte por la producción de bienes en la inmanencia frente al lastre que supone una incierta Trascendencia estéril para el desarrollo de la humanidad, bajo el parámetro de una nueva fórmula compatibilizadora de la espiritualidad del ser humano con su capacidad productiva, en vez de contraponerlas como siempre han hecho las religiones.
El género Homo apareció con el hábilis, el primero en crear una herramienta, al que mejor honraríamos su memoria designándole como Homo faber, pues fue gracias a la aparición de su primera industria Olduvayense que millones de años después, vagos intelectuales como Lafargue o Huizinga estuvieran en condiciones de redactar textos tan perniciosos para la supervivencia de la especie como “El derecho a la pereza” o “Homo ludens” respectivamente, aunque nos hayamos olvidado de ello, sobre todo, los disimulantes sociales que incapaces de dar palo al agua, se lo dan a las palabras que todo lo soportan.
La distinción materia/forma, cuerpo/alma, inmanente/trascendente, masa/energía, etc, ha sido presentada por los filósofos como real para ofrecer cobertura ideológica a cuantos en su habilidad fueran capaces de evitarse todo trabajo práctico que comporta generalmente esfuerzo físico y ensuciarse las manos, con la excusa de entregarse por entero al pensamiento, la contemplación y demás entidades metafísicas que no por invisibles a los ojos, dejan de ser muy deficitarias para el conjunto de la sociedad que ha de soportar su coste y manutención.
La humanidad es indigente por naturaleza. Venimos al mundo desnudos y nos vamos de él quedándonos en los huesos. Ningún derecho asiste más al Hombre vivo que trabajar de continuo. Es la Muerte y no la Vida la que garantiza a todos el descanso eterno por igual, la única jubilación sostenible a la que puede aspirar la sociedad sin dedicarle recurso alguno. ¿Por qué entonces sacrificarle si quiera un solo día de producción?
La ciencia ha demostrado que materia y energía son una y la misma cosa; ora se presenta bajo la forma de una, ora bajo el aspecto de la otra. En buena lógica, todo apunta a que el Espíritu humano se despliega en su Producción material más que en sus ceremonias y folklores que como bien saben los arqueólogos se esfuman en sus acciones sin dejar rastro a diferencia de los objetos que son los que permiten especular sobre esos asuntillos mal llamados inmateriales desde un punto de vista emergentista.
Europa, debe conciliar Religión y Producción en la Espirindustrialidad, sin conceder a sus ciudadanos el más mínimo margen para perderse en las tradiciones propias de su condición esclava. Si desean sufrir por sus seres queridos en vez de alegrarse por ellos ¡que sufran! pero sin dejar el puesto de trabajo; que creen que rezando van a mejorar su estatus espiritual ¡Que recen! mas sin frenar la cadena de montaje. Y el que quiera vacaciones antes de su hora…¡Que vaya al paro!

Origen y poder de la Oración

http://www.youtube.com/watch?v=gsANsStJHWc

Aprovecho la controversia por la noticia de La 2 sobre el “rezo de los parados” para dar a conocer mi particular especulación sobre el origen de la religión las técnicas de control mental, así como secretos métodos para influir en la realidad, fundamento del poder de la oración.
La secuencia evolutiva de los homínidos parece bastante lógica en su altura, peso, musculación estructura ósea, nutrición, dentadura…pero en cuanto al tamaño del cerebro hay dos momentos de dificultad que ni a un escolar pasan desapercibidos: el primero lo establece por exceso el erectus que pese a contar con una capacidad craneal un 30% superior al hábilis, no parece beneficiarle demasiado durante cientos de miles de años sin apenas mejora técnica del Olduvallense al Achelense, lo cual ha hecho pensar a los expertos que dicha masa sobrante cerebral debió servir para desarrollar su resistencia en las grandes marchas cosa que casa bien con ser el primer homo en salir de África llegando hasta Pekin en poco tiempo; Y el segundo, más llamativo, aparece por defecto en el sapiens, que respecto al neandertal, retrocede en capacidad craneal entre 100 y 200 cm cúbicos. Dado que el sapiens superó con creces en desarrollo a su antecesor temporal y aquel tampoco es que le sacara ventaja en grandes desplazamientos quedando muy atrás en las distancias cortas, ¿En qué empleaban o para qué les servía esa masa cerebral sobrante?
Tras muchos años devanándome los sesos, he llegado a formular la siguiente especulación: Hasta el neandertal, ningún Ser Humano había mostrado sentimiento de trascendencia alguno. Son precisamente los neandertales quienes empiezan a enterrar a sus muertos. Curiosamente, el sapiens hace lo mismo y tras más de 70.000 años de convivencia con el neandertal, el Hombre Cro Magnon, acrecienta dicha experiencia de trascendencia, estableciendo ritos de caza como la “Solidaridad mística”, de fertilidad confeccionando las estatuillas conocidas como “Venus”, diversos signos y símbolos, etc, justo cuando los neandertales parecen desaparecer de escena.
En mi opinión, el origen de la religión, la magia y la superstición, de las que más adelante nacerían la ciencia, el arte y la Filosofía, hemos de situarlo físicamente en aquel exceso de masa encefálica que poseía el neandertal, la cual le otorgó la facultad de experimentar sensaciones de trascendencia, la visualización de fenómenos extrasensoriales como la comunicación telepática con animales y plantas, y la posibilidad de entablar contacto con seres incorpóreos a los que denominaríamos más adelante divinidades o fantasmas.
La vivaz impresión de estos otros planos, ciertamente para el Sapiens Metafísicos, por parte de sus vecinos los Neandertales, no les pasaría inadvertida. Y una vez más en este caso durante la prehistoria, el vencido convenció al vencedor haciéndole partícipe y transmisor de su cultura como le sucediera a los romanos respecto a los griegos. Sólo había un problema: el sapiens, de cerebro más pequeño, no podía tener por si sólo esa experiencia de trascendencia, de modo que buscó por otras vías alcanzar dicha sensación envidiada. En su ayuda aparecieron los expertos chamanes y hechiceros conocedores de plantas y técnicas fisiológicas que por medio de sustancias y técnicas de relajación provocaban en los sujetos estados de alteración de conciencia, de éxtasis y ensoñación placentera muy similares a los descritos por los neandertales. En torno a estas experiencias, fue tejiéndose un conjunto de técnicas como ceremonias de agradecimiento tras la caza, de ruego para que dejara de llover, ritos para festejar un nacimiento…que con el tiempo pasaron a conformar una religión y todo lo demás.
La insuficiencia cerebral del sapiens que todavía padecemos, es lo que impide a mucha gente creer en Dios y no tener Fe pese a la educación recibida. En la actualidad muchas de aquellas técnicas Cro Magnon ideadas para alcanzar la sensación de trascendencia natural de los neandertales, siguen vigentes por medio de las drogas alucinógenas, la ingesta de distintas bebidas de cuya elaboración siempre ha cuidado los sacerdotes de todo tiempo y lugar, o refinados métodos relacionados con la respiración, el sexo y la alimentación que como el yoga persiguen el mismo propósito.
Pues bien, además de lo citado, la plegaria, el rezo u oración, parece ser la técnica de las técnicas a tenor de su extensión y omnipresencia en todo sistema de creencias de la entera humanidad. La fuerza de su poder es enorme yendo mucho más allá del consuelo, la autosugestión o la esperanza. Tanto la oración individual como colectiva tiene la capacidad de influir en la realidad de los hechos propios y ajenos como lo tiene la palabra o un icono. Y esto no es cuestión de creer o no creer, sino de hacer o no hacer.
El control de la propia mente y de las mentes ajenas, es primordial para todo ser humano, desde el momento mismo en que mirándonos a los ojos sabemos si nos mienten o dicen la verdad. Las élites extractoras siempre han tenido esto presente y han utilizado los grandes resortes descubiertos por la religión para sojuzgar a las gentes en vez de para liberarlas. Pero esta religión oscura que vuelve estéril cualquier acción del creyente, puede recuperar toda su Luz fecunda con sólo ponerla en práctica de forma libre.
Desde que tengo memoria, rezo todos los días, al menos una vez a la mañana y otra a la noche. Utilizo varias técnicas de visualización positiva captando energía para mis proyectos y redistribuyéndola para mis seres queridos; trabajo el escudo protector redirigiendo la energía negativa hacia mis enemigos para que les suceda a ellos lo que me desean a mi, etc. El poder de la oración descansa sobre lo que recientemente se ha dado en llamar “Ley de Atracción Universal” de cuyo funcionamiento habla el documental “El secreto” que despojado de la charlataneria dice lo esencial sobre el tema para quien desee iniciarse de verdad en el poder del espíritu.

Contra una Iglesia Pobre

A colación de lo expresado por el Papa durante su primer encuentro con los periodistas del mundo entero, dando razón simbólica del nombre que ha escogido para su Pontificado inspirado en Francisco de Asís, santo de la paz y la pobreza, creo oportuno confesar que, yo también, en mi ingenuidad, de adolescente, participé del terrible equívoco intelectual que supone el “Pacifismo” del que ya me he ocupado en varias ocasiones y el “Pobrismo” cuyo error paso a tratar a continuación.
Nada bueno hay en la pobreza, ni material ni espiritual, al menos reconocido como tal por quienes se pasan la vida huyendo de ella. Dios nos creó libres en la abundancia de la Naturaleza. Nada permite en las Sagradas Escrituras amparar la pobreza como meta de la Divina Creación. Sea así, que la pobreza apareciera en el advenimiento de la historia como resultado de nuestra libre actuación y no de su determinación, si bien hemos de reconocer que a diferencia de los animales, poco se nos ofrece sin trabajo en relación con nuestro insaciable apetito, causa primera de la perenne indigencia humana.
Es en la pobreza material donde aparece con mayor fuerza la inclinación innata de la mente hacia el Mal. Los instintos criminales se agudizan, la sensibilidad se embota, desaparece la empatía, arraiga la envidia, aflora la frustración, los complejos de inferioridad anidan en lo más hondo del Alma…cualidades todas ellas que una vez forjadas en la podredumbre, la carencia y la escasead, no se disipan a la primera de cambio con un golpe de fortuna; son necesarias varias generaciones de holgura y abundancia para diluir en el individuo su impronta, vicios y malos hábitos heredados de sus progenitores de toda índole, sean estos comportamentales emocionales, intencionales o pensamiento, según se vayan quedando atrás en el tiempo las épocas de penuria e incertidumbre que los excitaran. Y lo mismo sucede a la inversa por cuanto despreocupados de la supervivencia diaria la conciencia se permite el lujo de refinar sus modales, cultivar la virtud, anhelar la nobleza, ser altruista y aspirar a algo más que los bienes terrenales. Es por ello que, pasados los milenios, hoy en día la maldad o bondad moral de las personas, parece no depender de su situación económica habida cuenta del trasiego de una condición a otra acontecido por los genes que marcan la personalidad y el carácter de las gentes. Mas, con todo, se ha abierto paso una corriente espiritual que confiere a la pobreza un halo de sacralidad que los pobres de verdad, aborrecen.
La riqueza sólo es despreciada de palabra por quienes la poseen. El resto no hace otra cosa en su vida que perseguirla y desearla, de ello da buena cuenta los experimentos psicológicos de la percepción cuyos resultados concluyen que, los ciudadanos con menor capacidad adquisitiva aprecian las monedas de un tamaño mayor que quienes gozan de un nivel económico superior. Aunque, pobres de espíritu, son quienes viviendo en la abundancia se sienten insatisfechos con lo que tienen y buscan tener más, a quienes coloquialmente nos referimos como “pobres” en verdad, son gente empobrecida que no tiene lo suficiente para llevar una vida digna dentro de su marco social de referencia. Es en la circunstancia padecida por estos últimos donde halla abono nuestras más bajas pasiones antes aludidas, mientras, es en los primeros, donde de modo enfermizo emerge la sublimación de la pobreza, si bien sólo cuando pasadas al menos tres o cuatro generaciones, no queda memoria de lo que supone ciertamente dicha condición y la acumulación de bienes no satisface necesidad alguna salvo la generada por la codicia y avaricia, de modo que la mirada del sujeto se fija en lo transcendente, resuelto lo inmanente e invierte por espejismo lógico el recorrido comentado deduciendo lamentablemente que si en la riqueza las necesidades físicas y materiales son satisfechas, será en la pobreza que las espirituales sean colmadas.
La pobreza es tremebunda, implacable, inmisericorde con los pueblos y sus gentes. La aparente generosidad de los que nada tienen y su elogiada solidaridad no nacen del altruismo o la bondad, sino de la reciprocidad proyectada en cuantos se sienten vulnerables ante un futuro caprichoso, mandamiento de sabiduría universal recogido en el aforismo “Hoy por ti. Mañana por mi.” Nadie en su sano juicio puede desear para si o los suyos la pobreza. En todo caso, la austeridad que es muy distinto. Porque, si cuando estamos enfermos deseamos ser cuidados por médicos sanos y cuando queremos aprender algo buscamos a un experto en la materia, pues, es de Pedro Grullo que sólo el fuerte, puede ayudar al débil; el apto al inepto; el honrado al corrupto; Entonces, ¿Cuál es el desquiciado proceso mental que conduce a pensar que lo adecuado para los pobres es una Iglesia pobre? ¿Acaso alguien se atrevería a postular que desea una sanidad pobre para los pobres? Y ¿Una educación pobre para los pobres? ¿Qué tal estaría unas viviendas pobres, una vestimenta pobre y una alimentación pobre, para los pobres? Dejo a la inteligencia del lector dar por evidenciado el enorme error de semejante formulación tan interesadamente alabada.
Yo me declaro abiertamente Católico, Apostólico y Romano. Como creyente quiero y deseo una Iglesia rica espiritualmente y próspera en lo material. Proferir lo contrario es una aberración que no tiene cabida en el lenguaje salvo que lo aliente el Demonio. Estoy harto de escuchar eso de “Si la iglesia vendiera todos los tesoros del Vaticano y si patrimonio inmobiliario se acabaría el hambre en el mundo.” ¡Falso! Lo primero que se acabaría sería la Iglesia como templo cuyas puertas dejarían de estar abiertas para todos y pasarían a ser propiedad de Bill Gates, la Coca Cola o Mc Donalds; poco después, despojada de su infraestructura física, desaparecería la Iglesia como Institución, y tras su derrumbe, la misma Iglesia entendida esta como Pueblo de Dios, perdiéndose para siempre el mensaje de Jesús en favor de los oprimidos, pues sin Institución, nada de lo humano permanece.