La mitología universal está trufada de personajes reptiloides que intervienen para bien o para mal en la historia de la humanidad como por ejemplo Quetzalcoatl, Pitón, Anunakis…ambigüedad reflejada en el tratamiento dispensado a la serpiente, ora como portadora de sabiduría, ora como mensajera de Satán, o al dragón en la mentalidad asiática como signo colorido de bonanza y felicidad viéndosele zigzaguear en cualquiera de sus fiestas para alborozo de niños y mayores, mientras en la idiosincrasia Occidental, es sinónimo de peligro y Mal a combatir como lo prueba la sicretización cristiana del motivo de San Jorge.
Sobre esta base cultural, David Icke, mantiene desde comienzos de la década de los noventa que el mundo está gobernado por la estirpe de los Reptilianos, seres llegados al Planeta Tierra hace milenios camuflados entre nosotros con apariencia humana, toda vez asumieron que para sus intereses es más conveniente no ser reconocidos como tales por la población a la que van a manipular y explotar en su provecho científico, económico y alimenticio.
Esta estirpe alienigena-reptiliana cuyo origen híbrido con los humanos se remontaría a los inicios de la saga regia de Sumeria, actualmente estaría conformada por varias ramas poderosas, entre las que su autor destaca a la Familia Real inglesa. Sus miembros, aparentan ser gente educada, elegante, e incluso sonriente a fin de transmitir confianza y adhesión de cuantos desean esclavizar, mientras en privado, en sus fiestas, secretas reuniones e intimidad, se metamorfosean a su forma natural de reptil, disfrutando abiertamente del engaño continuo y prolongado al que someten a sus víctimas.
Confieso que la primera vez que tuve noticia de esta Teoría, aun cuando los resortes mitológicos con los que está elaborada son altamente sugerentes en su argumentación especulativa para dar cuenta de los males que azotan a la humanidad como son el aumento de la contaminación, la superpoblación, la sobrexplotación de los recursos naturales, el injusto reparto de la riqueza generada, las guerras, las epidemias, etc, no dudé en aparcarla mentalmente junto a la creencia de que el oro nazi fue transportado por tres submarinos durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial desde la costa europea hasta la Patagonia Argentina donde fue fundido para ser transformado en motores diesel que ahora se encuentran funcionando en tractores de ciertas granjas chilenas regentadas por la colonia alemana. Sin embargo, mi cabeza, que a estos fines parece entregada sin remedio al Síndrome de Diógenes, se quedó con la idea, cuya reminiscencia se vio altamente acrecentada desde el instante en que me enteré del parentesco familiar existente entre la Familia Real Inglesa y la rama española de los Borbones.
Lo cierto es que, a nada que uno se ponga a observar los rasgos fundamentales de la borboneidad, apreciará pronto que lo que en principio pudiera resultar una auténtica majadería, puede que no lo sea tanto, sobre todo, si nos fijamos en la mirada reptiliana que los caracteriza, la cual, es transmitida invariablemente de generación en generación, por muchas infidelidades que concurran en su árbol genealógico o vampiescos lavados de sangre que de cuando en cuando realizan para revigorizar su genética humana, si bien prefieren los enlaces endogámicos e incestuosos, no tanto por conservar el patrimonio, por cuanto no verse en la necesidad de confraternizar demasiado con la especie a colonizar y dominar. Es por este motivo que hasta un Magoo Cegatón como yo puede identificar sin gafas a través de retratos antiguos o sencillas fotografías de prensa quién es, y quién no es, perteneciente a la borboneidad, indistintamente de la época o de reconocimiento oficial.
Por supuesto, la Familia Real Británica negó en su día estas afirmaciones, como supongo que de darse el caso serio de que alguien con el prestigio social de David Icke en el Reino de España se atreviera a mantener públicamente esta absurda teoría, la familia Real Española también lo negaría oficialmente, pero como aquella sin aportar pruebas médicas, fisiológicas o genéticas fehacientes que despejaran de una vez por todas las crecientes dudas que al respecto hay entre una población cada vez más preocupada, pues no son pocos quienes se percatan de la progresiva y gradual reptilización de los rasgos adoptados por las parejas humanas que entroncan con los especímenes sospechosos de pertenecer a la estirpe reptiliana, como se puede observar en los casos de Iñaki o Letizia, cosa bien extraña, pues nadie solicita de momento una vivisección en toda regla, bastando una sencilla muestra de sangre.
Mientras falte tan sencilla prueba que mostrar, ante nuestra mirada su bondadosa presencia, su famosa campechanía, su popular cercanía, su paseada elegancia y demás atributos con que la propaganda les presenta, no son más reales que el pellejo que envuelve sus cuerpos para hacerlos más gratos ética y estéticamente a nosotros, de igual modo que la Familia Real Griega se hizo apellidar “de Grecia” para caer más simpática a quienes iban a saquear, antes que lucir el auténtico nombre aristocrático que les correspondía, a saber, Scheleswig-Holstein-Sonderburg-Glucksbur, los auténticos apellidos de vuestra querida Reina Sofía, lo que no quita, para que alguno de entre ellos pueda presentar, aún en la intimidad, un perfil digamos más humano y hasta entrañable como Felipe VI que recuerda al personaje encarnado por Robert Englund del lagarto bueno en la serie V.